Edgar mantiene su máscara de cordialidad el tiempo suficiente para encontrar una excusa válida que le permita salir de aquel salón que lo estaba sofocando y necesitaba con urgencia salir a tomar aire y luego tomar un pequeño desvió a la cava de su padre, aprovechando que todos estaban ocupados, siendo pretenciosos comparando sus riquezas, nadie notaria que faltaban un par de botellas, las suficientes para que él tuviera su propia fiesta, antes de esclavizarse a un matrimonio, una forma dulce de llamar a un contrato, que solo podía describirse como un “buen negocio”, como dijo su padre.
Fingir ser un novio devoto no era difícil si se lo proponía, llenarse de miradas empalagosas hacia su prometida, dedicarle palabras que rayaban en la cursilería y que hacían a las demás sentir celos de lo afortunada que ella era, fue sencillo, como un guion perfectamente ensayado, después de todo tenía de donde aprender, su padre, hacía exactamente lo mismo con su madre.
A veces creía que se había equivocado de carrera, cuando eligió negocios por presión de su padre, posiblemente hubiera cultivado más logros en el departamento de artes escénicas, pero por supuesto eso jamás podría permitírselo, aun cuando su padre fuera categórico con lo que debía hacer con su futuro.
Sin duda obtener fama y prestigio será mucho más fácil de esa forma, pero él no tenía el derecho a elegir y su padre no dejaría de decirle lo equivocado que estaba en sus decisiones, o peor aún podría desheredarlo.
En fin, lamentarse por su falta de autonomía, se dirige al grupo de amigos, que viajaron desde Estados Unidos, con quienes aprovecha no solo para conversar, sino para mantener su mentira, además aprovecho para ponerse al día con una de sus queridas “amigas”, con quien no perdió el tiempo y decidieron escabullirse para recordar viejos tiempos.
Edgar se permitiría desconectarse un momento y también aumentar sus niveles de tolerancia hacia las actitudes de Cordelia, su prometida.
Hubiera podido llegar al final de ese maravilloso momento, lejos de preocupaciones, si no fuera porque su hermano, tenía un sentido del deber, que, por supuesto, su estúpida madre debió haberle inculcado, porque no tuvo reparos en interrumpirlo, lo que lo dejo frustrado.
Luego de volver a poner la ropa en su lugar, abre la puerta de golpe, sin ocultar su molestia, incluso sin prestarle atención cuando su amiga se va, dedicándole una mirada igual de furiosa que él a su hermano, pero él ni siquiera se inmuta, algo que ni cuando era niño y hacia sus peores berrinches, consiguió que su hermano cediera.
––¿Qué? ––dice de forma osca, para dar más énfasis a su estado actual.
Bastien se cruza de brazos, manteniendo una postura que dejaba fuera las excusas, sobre todo viniendo de su infantil caprichoso hermano menor. ––Al menos deberías guardarle un poco de respeto y si no es por ella, al menos ten en cuenta que podrías arruinar la reputación de tus padres.
––Eres
demasiado recto hermano, además no tiene nada de malo querer buscar despejarse
de vez en cuando––dice restándole importancia a lo que estuvo a punto de hacer.
––Por supuesto que no, pero podrías hacer otra cosa––Bastien ve que no conseguirá que su hermano entienda su punto, por lo que decide al menos persuadirlo de no ser tan descarado, como para disgustar a sus padres y que eso termine en un alboroto que al final él tendrá que arreglar de una u otra forma. ––Al menos intenta ser un poco más discreto.
––Para eso te tengo, ¿no hermanito?
Y Edgar se va, dejando a Bastien sin poder responder, pero su pensamiento sigue flotando en el aire.
––Yo también tengo mi límite.
.
.
Bastien vuelve a la fiesta y pasa de cualquier invitado pretencioso que busca algún favor de su padre por medio de él, que, aunque no sea un hijo reconocido como su hermano es claro que nunca lo he negado, el que no lleve el apellido Cumberland es más una cuestión de egos y eso se limita a su madrastra y a la hermana de estas, que no tolerarían que un “bastardo” como él, formara parte de una familia de prestigio como la de ella o en el caso de Milena, que se supiera que su hijo y el son hermanos.
A Bastien en realidad no le importa, nunca necesito de su padre, su madre fue ambos para haciendo un esfuerzo titánico, para que esa ausencia fuera más un recuerdo lejano, que una realidad que pesaba y que los convertía en un blanco de críticas, o del ejemplo perfecto para decir, “no seas como… o no debes terminar de esa forma porque…”, como si fueran criminales y posiblemente ni siquiera recibían ese juicio tan inflexible, como ellos en su momento.
Tal vez en su etapa más rebelde, llego a odiar el hecho de una figura paterna ausente, recrimino a su madre, a falta del verdadero culpable de esa situación, a los dieciocho, con un poco más de madurez, decidió que quería ser reconocido por su progenitor y resulto en una situación incluso cómica en realidad.
No fue como en una telenovela dramática, que el padre no desea reconocer a su hijo fuera del matrimonio, por el contrario, el encuentro fue como si el hombre se reencontrara con un amigo, con quien tenía años de no verse, cuando en realidad habían pasado posiblemente dos años desde que no se vieron físicamente, sin contar las llamadas o las veces que Edgar se escapaba para visitarlo, solo para molestar a su madre.
Emerson fue amable y nunca se opuso a ser una figura más presente en su vida, para cuando se graduó de la universidad, tenía a sus dos padres en la foto e incluso a su hermano y por un momento parecían como una familia como todas las demás.
Mientras divaga en sus recuerdos, alguien toma asiento a su lado en la zona de bar y de soslayo reconoce esa pedicura y por supuesto el extravagante anillo, se trataba de Cordelia Kingsley su futura cuñada.
––¿Qué bebes? ––pregunta Cordelia con esa voz, que él sabía bien, era el primer indicio a todo su despliegue de coquetería que hace mucho dejo de tener efecto en él, tal vez cuando se conocieron en la universidad fue una novedad, pero ahora, solo le aburría.
––Alguna bebida con un nombre demasiado pretencioso, para que solo sea alcohol con algún jugo de frutas.
––Bueno, esa fue idea de mamá, dijo que quería un ambiente como de fiesta en la playa.
Bastien mira alrededor y asiente en acuerdo con lo dicho por Cordelia. ––Se nota.
No hablan por un tiempo, cada quien está inmerso en sus pensamientos, hasta que es Cordelia, quien retoma la incipiente conversación que hay entre ellos.
––Y… ¿Estás de acuerdo con todo esto?
––¿Con la decoración? ––pregunta Bastien en respuesta, pero solo es una forma de evadir el tema real y es claro que eso molesta a Cordelia. ––Creo que mi perspectiva sobre decoración, queda corta y…
––Sabes a lo que me refiero––dijo Cordelia con voz contenida, tratando de no llamar la atención, porque si no mantenía esa fachada ante los invitados, todo se iría para abajo.
––Creo que el día que decidieron llegar a este acuerdo te lo dije, ya pasaron dos años, Cordelia, y no planeo repetirlo ni mucho menos retractarme.
––¿De verdad no te importa? ––cuestiona Cordelia, con un esfuerzo sobrehumano por contener las lágrimas de cólera. ––Vivirás toda tu vida, sabiendo que la esposa de tu hermano, fue la mujer que más amaste, con la que planeabas casarte.
––No te idolatres tanto Cordelia, fuiste importante para mí, no lo negaré, pero ahora serás mi cuñada y esa será la única relación que tendremos.
––Sabes que sería diferente si hubieras aceptado que tu padre te reconociera.
––Eso no hubiera cambiado nada, Cordelia, tus padres querían a Edgar, no a mí.
––Fue para fastidiarme, porque saben que no lo amo, porque si lo hiciera, crees que toleraría sus incontables infidelidades.
––Eso es algo que deben hablar entre ustedes, yo no tengo nada que ver.
Bastien ya no se queda a escuchar más de lo que Cordelia tiene que decir, se va de ahí y esta vez para ir a su habitación y encerrarse, ya no tiene cabeza para nada más, porque es un caso perdido tratar de retomar algo que hace mucho término y que él no aceptaría, porque conoce lo suficientemente bien a Cordelia, para saber que esto no es más que un berrinche suyo.
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