En Ullapool la rutina de sus habitantes sufre cambios ligeros tras la llegada de sus extravagantes visitantes.
El tema de conversación sobre la ropa que usan, los autos de importación que recorren las calles, o las veces que los ven haciendo sus picnics en su playa privada, son una constante a donde quiera que Reverie va, en su casa, con su cuñada despotricando sobre la ropa y lo escuálidas que se ven aquellas chicas y que ella se vería mejor, o en el trabajo a sus compañeras suspirar por Edgar Cumberland y Finn Wingrove, que se había dado a la tarea de conseguir a su pareja de vacaciones, lo que desato una especie de competencia indirecta entre todas las chicas casaderas en el pueblo.
Abby y Reverie por su parte disfrutaron del circo que ocurría cada día frente a la cafetería, ya que por supuesto Charlie no permitiría que ese tipo de espectáculos ocurrieran en su lugar de trabajo.
Los días transcurrían con tranquilidad para Reverie que no pasaba todo el día acosando a los recién llegados, prefería concentrarse en su trabajo, ahorrar dinero, cuidar de su sobrino y salir de paseo en bote con Arlo.
Cierto día mientras limpiaba una de las mesas que hace poco se desocuparon, encontró un libro, era un ejemplar de “El viejo y el mar”, curiosa abrió el ejemplar, que le resultaba familiar, para encontrar en la portada el sello que sus padres, solían poner a los libros que tenían en la librería, de la cual solo quedaban algunos que consiguió conservar, de los muchos que su cuñada vendió o tiro a la basura para su pesar y que con su próximo matrimonio, esperaba tener una pequeña biblioteca que le recordara a esos días clasificando los libros acompañada de sus padres.
Volviendo su atención a libro, vio que estaba bastante desgastado, con varias anotaciones a los márgenes y citas subrayadas, que supuso eran las favoritas del dueño, sonrió al ver que algunas eran también de sus favoritas y decidió guardar el libro o era posible que su jefe lo dejaría botado por ahí.
Al principio pregunto a Abby si sabía quién se había sentado en la mesa del fondo junto a la ventana, pero si bien su amiga era buena para recordar las ordenes, no era lo mismo para recordar rostros y poco o nada, pudo recabar sobre el misterioso dueño del libro, que claramente compro cuando la librería aún estaba abierta.
Regreso a su casa, con el libro en su bolso, su cuñada como siempre estaba sentada en el sillón, pintándose las uñas de un rojo brillante que en sus manos le resulto vulgar, su hermano había vuelto recién de la mina y juntos se pusieron a cocinar, mientras ella de vez en cuando se giraba a donde Jeremy hacia la tarea, explicándole con paciencia las operaciones matemáticas que se le complicaban.
Arlo llego más tarde, con una bolsa llena con comida, que venía de parte de la madre de este y que utilizaron alguno de los platillos como acompañamiento durante la cena.
La conversación fue en su mayoría guiada por Jeremy y su emoción por la excursión que harían a la granja del señor Graham, una actividad que ya era una tradición desde que ellos estaban en la escuela, así que no hicieron nada por quitarle peso a su emoción, ni siquiera los comentarios sarcásticos de Diora.
El fin de semana, tuvieron un paseo, en donde toda la familia fue al pueblo cercano a hacer la prueba de vestido y dar los últimos toques, para que el día de la boda no hubiera ningún inconveniente, aprovecharon también para comprar un par de muebles para la habitación, aun cuando Reverie dijo que podían esperar o comprarlos en una tienda de segunda mano, Arlo se impuso, sustentándose en la superstición de que necesitaban cosas nuevas, para que su matrimonio siempre estuviera lleno de buena suerte.
El lunes siguiente, Reverie estaba tomando las ordenes de algunos clientes, cuando Abby para variar, llego tarde, haciendo un escándalo, para pesar de los oídos de Charlie y Maggie, solo que el primero no se quedaría callado con las actitudes de la chica, pero ella ignoro los regaños de su jefe y cuando termino con lo que hacia la tomo del brazo y la llevo a la cocina, donde le conto la razón de su apuro.
––¡Esta es nuestra oportunidad Evie! ––dijo emocionada la chica pecosa y de amplia sonrisa, con la euforia coloreando su voz––En la villa están solicitando trabajadores, y están pagando lo equivalente a ¡seis meses de salario!
Si bien la paga era atractiva, Reverie no se dejó llevar por la emoción, porque siendo realistas, era una oportunidad demasiado buena para ser verdad y ella ya podia imaginar los interminables requisitos o las condiciones casi inhumanas y por más necesitada que estuviera por efectivo, no se esclavizaría por voluntad propia.
––¿Y dónde escuchaste eso?, y no me digas que es un rumor.
––¡Por supuesto que no! ––exclama la chica a la defensiva, restándole importancia a las precauciones que estaba tomando su amiga. ––Esta información fue completamente extraída de la fuente oficial, o debería decir escuchada, en fin, el punto es que la señora Milena fue quien no solo coloco el anuncio en el tablero de la plaza, también dijo y cito, “todo aquel que quiera ayudarnos con la fiesta de compromiso de mi hijo, es bienvenido, pagaremos bien y daremos un trato justo” ––dijo Abby, intentando imitar la voz de la señora Cumberland.
––¿Y de que es el trabajo?
––Al parecer es ser meseros, ya sabes encargar de caminar entre los pomposos invitados y ofrecer bebidas y esas cosas, ¡pero lo mejor es que es solo un día!, por todo ese dinero, yo no lo dudaría.
––No lo sé Abby, si es en la noche, sabes que podría ser complicado, tengo que encargarme de Jeremy y…
––¡Oh vamos Evie! ––dijo Abby poniendo los ojos en blanco––deja que su madre se encargue de Jimmy por una vez en su vida, estamos hablando de un trabajo bien remunerado y que tú que pronto serás una mujer recién casada, te vendría perfectamente.
Reverie sabe que Abby tiene razón y negarse no era la mejor opción, pero antes de que ponga alguna otra excusa, su amiga le dice que no exigen experiencia alguna y con eso, rechazar tal oferta no debería ni siquiera figurar como una alternativa, por lo que luego de meditarlo, decide aceptar.
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Arlo es quien va a dejarla hasta la villa, la familia había dejado en claro, que los empleados podían acceder por la puerta este, que llevaba a los jardines traseros y donde podían llegar directamente a la cocina, que es donde recibirían las instrucciones necesarias.
Se despide de su prometido con un beso en los labios y con la promesa de que le dirá a Abby que lo llamen en cuando termine todo para pasar por ellas.
Reverie nunca había visto la villa, ni siquiera de lejos, por lo que cuando Abby y ella ingresan por la entrada, sienten que han llegado a lo más parecido a un castillo, nada anormal en Escocia, que alguna vez fue la tierra que albergo a una familia real.
Pronto se une a todas las demás personas que han venido por el empleo, que no es una sorpresa encontrarse con prácticamente todos los jóvenes de Ullapool.
La tarea era simple, fueron divididos en cuatro grupos, los dos primeros se turnarían para pasear en bandejas en el salón principal y el jardín, mientras que el otro grupo estaría ayudando en la cocina y el ultimo se encargaría de limpiar y asistir a alguno de los invitados de ser necesario.
Reverie y Abby fueron colocadas en esos dos primeros grupos, ella iría al jardín y Abby estaría en el salón, algo que sin duda le emociono a la chica, que parecía una fanática a punto de entrar al concierto de su banda favorita.
Reverie se enfocó en su tarea, sonriendo y pasando de forma silenciosa a cada uno de los invitados para ofrecerles tanta champan como quisieran, pero luego de un par de horas se permitió tomar un descanso, tenían derecho a un pequeño refrigerio, por lo que ella se sentó en una de las jardineras, mientras observaba a los invitados pasearse solo para presumir sus caros trajes y vestidos.
No negara que algunos eran bonitos, pero otros, simplemente la desconcertaban y no entendía porque la gente pagaba tanto por ellos, está perdida en sus pensamientos, cuando alguien se sentó a su lado, haciendo que pegara un pequeño brinco desde su lugar.
––¿Aburrida?
––Perdón.
––Te pregunte si estas aburrida.
Si bien era de noche, el lugar estaba lo suficientemente iluminado y Reverie pudo observar al hombre a su lado.
Era un hombre joven, posiblemente a mitad de sus veinte, su cabello negro como el ébano tocado por la luz de los faroles instalados, lo hacía brillar como una noche estrellada, sus ojos tan verdes como la copa de un pino, eran de alguna forma hipnotizantemente tristes.
Al ver que no respondía, él sonrió y miro hacia donde todos los invitados felicitaban a la pareja recién comprometida.
––Sinceramente tampoco me estoy divirtiendo––dijo con una sonrisa, que en realidad discordaba con las emociones que se reflejaban en sus ojos. Reverie no dijo nada, especula que probablemente aquel hombre solo quería desahogarse, aunque ella fuese ajena a sus quejas en sí. ––Vine porque mi hermano me rogo que quería que lo acompañara, pero no soy más que un invitado no deseado, pero que se preocupan de mantener las apariencias, que no son capaces de echarme.
––¿Y de verdad vale la pena que te expongas de esa manera? ––pregunta Reverie luego de un tiempo en silencio, solo dejando que el bullicio de los invitados se mezclara con el aire y se colara entre ellos.
––¿Cómo?
––Si tu hermano te apreciara no te hubiera obligada a venir en primer lugar, al final solo estar convirtiéndote en el hazmerreír no solo de los invitados, sino de ti mismo. ––Reverie se levanta, junta la basura y antes de irse, se gira hacia el hombre, que solo muestra asombro en su rostro. ––Eres libre de decir sobre qué es lo que quieres, algunos otros no tenemos ese privilegio.
Reverie se fue, dejando a ese hombre con un impacto, que difícilmente se le olvidaría.
Siguió trabajando y ya había servido incluso en el salón, cuando los señores Cumberland dieron un discurso sobre el maravilloso hijo que tenían, pero su sorpresa fue cuando vio a ese hombre a lado de la familia, aunque claramente un par de pasos detrás, como si se esforzara por no ser notado, cuidando incluso de que las cámaras no captarán su rostro en la fotografía.
Vio a la pareja conformada por Edgar Cumberland y Cordelia Kingsley, que estaba despampanante en un sencillo, pero elegante vestido color plata, que resaltaba con su melena rubia y labios color cereza.
––¿Sabes quién es él? ––pregunto, señalando al hombre con quien converso hace un par de horas.
Abby que estaba a lado suyo, ya que consiguió que una chica cambiaria con ella y pudieran estar juntas en el mismo grupo, aplaudía como si fuera otro de los invitados, siguió la dirección a donde estaba aquel hombre y como se esperaba su amiga se encargó de darle, más información de la que pedía.
––Él es Bastien Levan, es medio hermano de Edgar, dicen que es hijo de la amante más longeva del señor Emerson y que tenía planes de reconocerlo en este evento, pero que su esposa se lo prohibió.
––¿Y tú como sabes todo eso?
––A veces las avecitas son útiles, cuando sabes cómo socializar con ellas, ¿Por qué llamo tu atención?, es guapo no lo negare, mejor que Arlo y mira que es de las bellezas de Ullapool…
––No es lo que piensas, solo me dio curiosidad porque no lo vi llegar con toda la familia.
––Si claro.
Reverie rio, sabía que su amiga se refería a esas chicas que podían compararse como un club de fans, pero analizando lo que Abby le revelo, ahora entendía el dilema del hombre entre hacer lo que debía y lo que quería, internamente se reprendió por su osadía, porque hijo ilegitimo o no, se tomó la libertad para hablarle tan casualmente como si fueran iguales.
Volvió a la cocina, donde el encargado le pidió que fuera a tirar la basura, se hubiera negado, pero al no haber nadie disponible tuvo que aceptar, no era por el hecho de hacerlo, sino el lugar en donde estaban los contenedores de basura.
Era el lugar más alejado de la residencia y apenas había iluminación, sabía que era una locura, pero se armó de valor y fue hasta el lugar, lanzo lo más rápido que pudo las pesadas bolsas, pero no dio ni tres pasos, cuando alguien la tomo de los hombros y la pego a su cuerpo.
Ella se retorció, pero el hombre no cedía, por lo que recurrió a pisarle el pie, grave error, porque aquel tipo que apestaba a alcohol, no era otro que Edgar Cumberland.
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