Abrázame

Abrázame

UN NOVIO

ABRÁZAME es una historia escrita por IRWIN SAUDADE (CHICO LITERARIO)

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La presente es una obra de ficción romántica. Aunque se mencionan nombres de lugares reales, estos tienen una pizca de ficción. Cualquier parecido con la realidad, es mera coincidencia.

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© Irwin Saudade

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...**ABRÁZAME **...

...UN NOVIO...

La música seguía sonando, mi primo se había casado y me sentí bastante genial por su invitación a la boda. ¡La pasamos muy bien! Ahora era momento de regresar a casa, sobre todo por la hora.

El taxi había llegado y nos esperaba en la entrada del salón de fiestas. ¡Era momento de irnos! Adán tomó mi mano, se sentía cansado. Ambos caminábamos por el pasto, quise quitarme los tacones porque mis pies parecían explotar de tanto esfuerzo y la noche era fresca.

—¿Te divertiste? —Pregunté a Adán.

Mi hermano se giró a mirarme y sonrío de repente.

—Si, me gustó mucho la mesa de dulces y el pastel. Aunque, hubiese preferido que las fuentes de chocolate no se hubiesen secado tan rápido.

—Lo bueno que estuviste pegado a ellas todo el tiempo.

Dejo escapar una carcajada. Lo único que le falto hacer fue llenar su lengua directamente de la fuente. ¡Algo épico se hubiera visto!

—Si. Pero la verdad ya tengo sueño, me siento muy cansado —dio un gran bostezo.

—Bueno pues, por eso es que ya vamos para la casa. Puedes estar tranquilo, ahorita que llegues te acuestas. Pero, por favor, quiero que aguantes el sueño, no te me vayas a dormir en el taxi.

Y mi pequeño hermano negó con la cabeza. ¡Obvio que le daba pena dormirse en el taxi! Abordamos el vehículo, eran las once de la noche y el domingo se había acabado para nosotros. Yo estaba a punto de subir, cuando su exclamación capturó mi atención.

—¡Te vas a arrepentir! Te prometo que te vas a arrepentir Manuel.

—¡Cálmate Regina! Todo esto es un malentendido. ¡Tú no me gustas!

¡Hasta a mí me cayó como balde de agua fría aquella frase! Que despiadados estos personajes.

—¡Pero tú sí me gustas!

¡Qué horror! Seguro que ella estaba cegada por él. ¡No tenía caso seguir aquí! Subí al taxi. Adán me compartió una paleta de cupido y al taxista le regalo un chicle de menta.

—¡Gracias pequeño! —Dijo el hombre al mirar de reojo a mi hermano.

—¡De nada señor!

—Parecía muy intensa la discusión atrás ¿no le parece? —Preguntó el chofer.

—Si, la verdad si estaban un poco intensos. ¡Qué bueno que no los conocemos! Allá que arreglen sus problemas.

¿Una pelea de novios? ¿Pelear por asuntos del corazón? Al menos yo no me sentía lista para algo así.

—¿Usted tiene novio señorita?

El chofer era agradable, un conocido del esposo de Silvia y por eso es que había confianza. No me molesto su pregunta, de hecho, me causo un poco de curiosidad. Últimamente mi hermano había estado molestándome con que ya debo conseguir novio, que porque supuestamente, no quiere verme sola el resto de la vida.

—Cuando yo tenga novio, ya no voy a necesitar de su servicio como chofer.

—¿Buscará novio con coche?

—O puede que mi novio ideal tenga motocicleta. Ya de perdido, aunque sea que tenga bicicleta para que me lleve en el portabultos.

—Es cómodo viajar en el portabultos.

Reímos un poco.

—¿Ari? —Interrumpió mi hermano.

—Qué pasó.

—¿Ya quieres tener novio?

—No, solo estoy bromeando.

—¡Ah! Yo pensé. Aunque si estaría bien que pudieras tener un novio. Así él te cuida y tú me cuidas a mí. ¡Todos salimos ganando!

—No había pensado en eso. ¡Que abusado me saliste!

Intercambiamos sonrisas.

—Pues ahora ya puedes pensar. Si quieres, yo te puedo ayudar a encontrar novio. ¿Cómo ves?

El gesto de mi hermano me conmovió mucho, me limité a acariciar su cabello.

Cuando llegamos a casa, encendí las luces de la sala. Adán no dudo en correr hacia su habitación y de sus bolsillos se desparramaban los dulces. Le ayude a quitarse su traje, prepare su cama, lo acompañe a que se cepillara los dientes y le di las buenas noches.

—¡Descansa chimuelo! —Dije tras darle un beso en la frente.

—¡Hasta mañana, bonita!

Tras cerrar la puerta de su habitación, camine por el pasillo hasta llegar a mi cuarto. ¡También me sentía agotada!

Mi habitación no era muy grande, pero si era lo que yo necesitaba para estar a gusto. Me solté el cabello, me quité la falda y me vestí con mi ropa de dormir.

A la mañana siguiente, mi reloj sonó a las 5:50. Abrí los ojos sin dudar, ya estaba acostumbrada a esta rutina madrugadora. Camine hacia el baño para deshacerme de todos los restos de la noche. Me puse un pantalón de mezclilla azul, a juego con una playera blanca con flores pintadas. Trence mi cabello y acomode unos listones rojos y amarillos sobre mi peinado. Salí de mi habitación para ir a verlo, según yo, Adán aún no había despertado. Fui a su habitación, prendí la luz y me sorprendió verlo sentado en su cama.

Parecía tecolote, con los ojos bien sumidos en desvelo.

—¡Buenos días! —Dije—. Tu uniforme está en el clóset, no tardes en cambiarte.

Prepare las cosas para el día. Tome mi bolso y aliste mis cuadernos. Salimos de casa a las 6:30. Los rayos del sol apenas comenzaban a disipar la noche, la mañana estaba fresca y escuchamos un gallo cantar.

Al llegar al restaurante, Silvia estaba ya preparando todo para la venta del día.

—¡Hola chamacos, buenos días! ¿Descansaron bien?

Adán se acercó a ella y le beso la mejilla.

—¡Buenos días Silvia! —Besé su mejilla.

—¿Cómo te fue ayer mi niña? —Preguntó.

—En realidad la fiesta estuvo…

—Hubo tres fuentes de chocolate en la mesa de dulces —interrumpió Adán.

¡Mi hermano no podía superar la mesa de dulces! Le conté a Silvia sobre la boda y cómo fue que la diversión estuvo algo apagada. Muchos de mis tíos se la pasaron quejándose y criticando a la nueva esposa de Rafael, mi primo de sangre. ¡Canija familia que tenemos!

Comenzamos a preparar el desayuno, los comensales empezaron a llegar a las 7:30, así que los menús debían estar listos para nuestro público. Cuando papá abrió el restaurante nunca imaginamos que tuviera tanto éxito, recuerdo que yo tenía 11 años cuando la cocina abrió sus puertas al público y ahora hemos cambiado mucho.

—¡Buenos días! —La voz de Antonio nos hizo sonreír.

Él solía sentarse todas las mañanas a la mesa donde Adán desayunaba. Les serví su desayuno a los muchachos y ellos parecían disfrutarlo. Unos clientes no tardaron en llegar después de eso y el día laboral pareció haber comenzado de forma muy activa. ¡Así era nuestra vida! Trabajábamos de lunes a sábado, de las 7:30 hasta las 3 de la tarde.

—¡Ari, ya me voy! —Adán llevo su plato al fregadero.

—Espero que te vaya bien. Te cuidas y pones mucha atención, al rato voy por ti.

Antonio me hacia el favor de llevar a Adán a la escuela todas las mañanas. No es que yo se lo pidiera, pero desde el principio, Toño se ofreció en querer apoyarme de esa forma y muchas otras formas, desde la partida de mis padres.

—¡Gracias! —Dije a Toño.

Me miraba con entusiasmo y sonrío.

—No hay de que Ari. ¡Ya sabes!

Tal vez parezca sorprendente que una chica de dieciocho años sea la dueña y la responsable de un restaurante. ¡Pero esta es mi vida! Hay días en los que me sorprende el hecho de seguir con vida, aun cuando mis padres desaparecieron de nuestro lado, la vida parecía ser más complicada cuando aparentemente quedamos solos.

Ya han pasado siete años desde que todo cambio y no hay día en el que no me sienta de lo más contenta por las cosas que tengo, que estoy viva y tengo a Adán, y que también tenemos amigos que nos quieren mucho.

—¿Qué prepararemos de comer para nosotros? —Preguntó Silvia.

—Podríamos guisar un mole —dije y sonreí.

—Si, estaría delicioso. Comenzare a prepararlo.

Silvia llevaba puesto un mandil de tela de cuadritos y tenía flores bordadas en colores azules y verdes. Mi babero era parecido, salvo que las flores eran de muchos colores. ¿Cómo se supone que debe lucir la belleza de una persona?

Cuando el reloj marcaba la 1:45 de la tarde, siempre solía quitarme el delantal y acomodaba mi cabello para ir a recoger a Adán a la secundaria. Mi pequeño hermano tiene casi doce años y es cierto que ya no esta tan pequeño como antes, pero, para mí aún sigue siendo aquel niño indefenso que quedó a la deriva después de la tragedia que nos pasó. ¡Esa es la razón por la que quizá lo mimo mucho!

Mamá tenía la costumbre de ir a recogernos todos los días a la escuela. Ahora yo hago lo mismo con Adán, atravieso el pueblo y avanzo rumbo al cerro para llegar a su escuela.

Casi al llegar a la vereda, veo a un grupo de albañiles construyendo los muros que serán una enorme casa bonita.

—¡Guapa! —Gritaron y algunos hasta silbaron, como era costumbre de los albañiles.

Seguí caminando, por el campo había muchas flores rosas y los chapulines saltaban de acá para allá por todo el camino.

—¿Cómo te fue hoy? —Me dio mucho gusto ver a mi hermano.

—¡Muy bien! Saque un nueve en matemáticas y el maestro nos dejó hacer una maqueta del sistema solar.

—Me da gusto chamaco.

Ambos bajamos del cerro un poco acalorados, Adán corría por la vereda y los saltamontes le seguían por el camino. Casi llegábamos a la zona de los albañiles en construcción, cuando vi que uno de ellos, un muchacho joven, con la ropa llena de cemento, estaba en el camino con una flor en la mano.

—¡Hola! —Saludó el muchacho.

Adán se me quedo mirando muy sacado de onda al ver el gesto del joven.

—¡Buenas tardes! —Respondí.

—¿Cómo te llamas?

¡Caramba! Este chico sí que era directo con sus intereses.

—¡María Félix! —Dije sin pensar y mi hermano se me quedo mirando de forma curiosa, sonrío.

—¿Te llamas igual que la actriz de blanco y negro? Corte una flor para ti porque creo que eres muy bonita —dijo el muchacho y acepte el detalle.

—¡Gracias! —Me despedí.

Seguro que a sus compañeros les sorprendió ver lo que acababa de pasar. ¡Escuche un barullo como resultado de la escena! Nosotros continuamos con nuestro camino hasta el restaurante.

Puse la mesa y nos sentamos a comer. Adán le contó a Silvia con lujo de detalle lo que me había ocurrido con el Albañil y bueno, ella empezó a especular sobre cuando seria mi etapa para tener novio y salir con algún chico.

—¡Creo que aún no estoy lista para eso! —Dije y saboreé un poco de mole.

—Eso es muy cierto Ari. Eres muy joven para ponerte de novia con alguien.

—Y yo no permitiré que ningún muchacho se le acerque a mi Ari. ¡No quiero que me la roben! —Dijo Adán.

—¡Pues no que quieres que ya tenga novio! ¿Quién te entiende?

—Bueno, es que, no sé, como que eso que hizo el albañil me dio como escalofrió. No pensé que así de intensa fuese la escena cuando un chico le da una propuesta romántica a una chica.

No pude evitar reírme.

Así eran nuestras comidas. Nosotros dos, Silvia y su esposo. A veces se nos unía Toño, eso pasaba cuando él andaba libre. Y para que la gente no nos molestará mientras comíamos, colgábamos el letrero de CERRADO frente a la entrada del restaurante.

—Pero Adán, algún día se robarán a Ari. ¡Es más! Tú también tendrás que robarte a alguna chica para casarte con ella —dijo el esposo de Silvia.

—¡No! ¡Eso jamás! Robar no es bueno.

No pudimos evitar dejar escapar unas carcajadas.

De pronto, el sonido de la puerta abriéndose nos hizo callar. Pensamos que era Toño, pero nos equivocamos.

—¡Buenas tardes! —Saludó una mujer.

Escuchamos que se acercaba por el sonido de sus tacones y la sorpresa fue mía cuando vi que era la tía Arabela quien había venido al restaurante. Vestía un vestido negro, tacones a juego en color plata, lápiz labial rojo y su cabello estaba peinado en una cola alta. ¡Era una mujer despampanante!

—¡Ari, querida! —Saludó ella y beso mi mejilla—. ¿Cómo has estado? Ayer ya no pude saludarte en la boda de Rafa.

—Hola tía Arabela. ¡Que inesperada sorpresa! Pues verá que estoy muy bien y parece que usted también. No se preocupe por ayer, la vimos que andaba muy ocupada con lo del pastel y los fuegos artificiales.

Le invite a que tomara asiento. Silvia no tardo en traerle agua a la tía Arabela, nos sentamos en una mesa aparte de mi familia.

En su semblante irradiaba la sensación de que algo no andaba del todo correcto.

—Mi niña. Algo no está bien con tu abuelo.

—¿Qué ha pasado esta vez?

Ella tomo mi mano y sonrío.

—Él está enfermo y temo que le pase algo grave. Mi padre también tiene miedo y es por ello que me pidió que viniera a verte. Le preocupas.

—¿Qué tiene el abuelo? —Pregunté preocupada.

—La vejez. Tiene la vejez y no es fácil porque, afronta esta etapa en compañía de su soledad. Extraña mucho a la abuela. Por eso ayer no fue a la boda de tu primo, porque dice que las bodas le recuerdan que él es desdichado.

¡Y era verdad! El abuelo llevaba mucho tiempo viudo y ayer no lo pude ver en la fiesta. ¿Cómo son los sentimientos de una persona que ha quedado en la viudez?

—Cuando le dije que ustedes habían venido a la boda de tu primo se alegró mucho, parecía feliz y entonces por eso me pidió que viniera a verte. ¡Quiere que vayas a verlo! Te necesita Ari.

Lo que dijo me sorprendió. Miré a la tía Arabela y pensé un poco. El abuelo y la tía eran los únicos que nos apreciaban, tanto a mi madre, a mi hermano y a mí. Fuera de ellos, los otros hermanos de mi padre nos odiaban por completo.

—Papá necesita hablarte de algo muy importante.

—¿Qué me dirá?

—¡No lo sé exactamente! Pero, quizá ya es el tiempo para que tu vida tenga buenos cambios.

¿Más cambios para mi vida? El restaurante fue el primer cambio que tuve que aceptar para poder seguir viviendo, cuidar de Adán fue otro cambio, dejar la escuela, dedicarme a la vida adulta antes de tiempo había sido el cambio más fuerte. Y ahora. ¿Qué más podría cambiar?

—Está bien tía, iré contigo a ver a mi abuelo.

Fui con Silvia y le expliqué la situación. Adán no podría venir conmigo, pero le prometí que Silvia y su esposo cuidarían de él. Le hablé por teléfono a Toño y le pedí un favor.

—Saldré a casa de mi abuelo, pero Adán se quedará aquí. ¿Puedes cuidarlo por mí mientras no estoy en casa? ¡Por favor!

Escuché la respiración de Toño a través de la bocina de mi celular.

—Ari, tú sabes que sí. ¿Todo está bien?

—Si, solo son algunos detalles con mi abuelo.

—Entonces ve con cuidado.

—Te escribiré por cualquier cosa.

—Está bien.

Subí a la camioneta, era enorme y de color negro.

Fue un viaje de una hora. Durante el camino, la tía Arabela me venía explicando cosas sobre cómo es que la casa del abuelo había cambiado tanto en estos últimos años, también me hablo sobre mamá y en cómo es que yo me parecía a la abuela. Después de estar en el pueblo, termine viajando por la ciudad, hasta un lugar al que no imagine volver.

La última vez que yo había venido, tenía diez años y fue porque el abuelo había invitado a mamá a que pasáramos el verano juntos como familia.

—¿Cómo te sientes? —Preguntó ella.

—Me siento bien. Un poco lejos de casa, pero…

—¡Tranquila! Todo saldrá bien.

La camioneta se estaciono frente a una casa enorme. La fachada era de color blanco y había unos árboles que pintaban de verde la entrada. Bajamos de la camioneta.

—¿Cuánto tiempo cree que él me necesite aquí?

—El tiempo que sea necesario, supongo —respondió ella.

El chófer llevo la camioneta a la cochera y un hombre nos abrió la puerta de la reja.

—¡Gracias! —Pronuncie y el hombre asintió.

Avanzamos por el camino de piedra que conducía a la puerta principal de la entrada de la casa, un hombre abrió la puerta principal y la tía Arabela ingreso primero.

¿Cómo describirías la sensación de tener inseguridad? Horas antes estaba cocinando comida y ahora, me encontraba caminando en el interior de la casa del abuelo Max.

—¿Estas lista?

—¡Seguro! —Asentí un poco temblorosa.

Entramos a la casa.

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Comments

Arabela Ivanoff

Arabela Ivanoff

es mas yo tambien me llamo arabela

2024-10-03

0

Arabela Ivanoff

Arabela Ivanoff

muy linda historia.

2024-10-03

0

Gardenia Salcedo Salcedo

Gardenia Salcedo Salcedo

Muy buena, interesante, seguiré leyendo.

2024-04-01

2

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