Desazón II

Desazón II

Capítulo 1

Un hombre encapuchado contemplaba, desde el interior de un callejón oscuro, como Mariana, ahora con una larga y rizada cabellera colorina, permanecía acuclillada frente a una animita mientras movía sus labios pronunciando palabras que él logró captar por completo. Luego vio a una pequeña de unos tres años, cuyo cabello era de un pelirrojo claro con destellos amarillos, acercándosele. Sin duda esa tierna niña debía ser su hija Gianella, pensó para sí. En ese instante, Mariana besó su palma derecha y la colocó sobre un vidrio que resplandecía producto de la intensa luz solar que a esa hora pegaba con fuerza.

Por un momento se olvidó de la existencia de Luis, y, sin pensarlo, sus pies comenzaron a moverse en su dirección cuando ella se alejaba del lugar. De pronto, un joven de cabello castaño claro apareció con unos helados, abrazándolas y llevándoselas consigo.

El verlo lo descolocó por un momento, haciéndolo quedar completamente paralizado y observando cómo se alejaban cada vez más de donde él estaba. Apenas doblaron por la esquina, salió de su escondite, aproximándose a la animita lo suficiente como para ver las flores y la foto de a quién le pertenecía ese sitio de descanso y recuerdo compartido.

—Mariana, eres una gran mujer, gracias —musitó—.Me alegra que hayas tomado la decisión de seguir con tu vida.

—A ver, ¿qué quieren almorzar mis princesas? —les preguntó Luis.

—Yo soy pincesa —rezongó Gianella— y mamá es deina

—¿Ves como tiene los puesto de nuestro reino bien definidos? —repuso Mariana, después de reír por lo bajo—.No debes confundirnos.

—Ya veo —dijo sonriendo—,¿y papá qué puesto tiene en este reino?

—Papá debería sed dey, pedo... —lo detuvo antes de que la ovacionara—,mi pefedencia es que papá sea un plebeyo sedvidod.

Mariana no lo pudo soportar más, y estalló en risa con una sonora y estridente carcajada.

—¿Así que soy un simple plebeyo servidor tuyo?

—No.

—¿Entonces?

—Eres sevidod de la pincesa y de la deyna del deino, pedo puedes acceded al tono en algún futudo.

—Perdón, es que no puedo soportarlo —se disculpó Mariana entre su histérica risa, pues Luis la miraba con sus ojos entrecerrados—.Además, ella es la princesa, no la reina.

—¿Eso qué?

—Que la reina es quien da los puestos superiores. —Le pasó sus brazos alrededor  del cuello—.Si me convences puedes llegar a ser rey.

—Mm... —exclamó Luis, insinuante—.Creo que sé de qué manera convencerte.

—¡Ey, estoy aquí!

Ambos padres rieron.

—¿Cómo es que esa frase la pronuncias bien? —rezongó Luis.

—Abuela Doxana me la enseñó podque dice que la debo usad en muchas ocasiones.

—Mi madre tenía que ser.

—Dice que las padejas jóvenes son muy califas.

—¡Oye! —la reprendió su madre—. ¡Cuidado con esas palabras!

—Le diré a tu abuela Roxana que no debe enseñarte ese tipo de vocabulario.

Después de almorzar en un restaurant, comida típica de la zona, se dirigieron al hotel, en el que pasarían el resto de la semana. Ya habían acomodado sus cosas el día anterior, por lo que Luis se estiró en la cama y prendió el televisor.

—Papá. —La pequeña se recostó a su lado.

—¿Sí? —contestó sin mirarla, pues estaba embobado viendo la televisión.

—Pido el control.

—No, ahora es el tiempo de papá.

—Creo que ya es muy tarde —le comunicó Mariana, justo en el momento en que su partido de fútbol era reemplazado por dibujos animados.

—¡Nooo!

—Ya relájate —Mariana pasó frente al televisor cubierta por una toalla—,¿estás aquí para ver tele o para vacacionar?

—Creo que se resume en que…

—¿Sí?

—Vengo a disfrutar la atractiva vista que tengo a diario, pero desde otra perspectiva.

Mariana le sonrió y antes de cerrar la puerta del baño le guiñó un ojo.

—Eso es mejor panorama que la tele —murmuró sin dejar de mirar la puerta del baño.

—¿Qué es mejod panodama?

—Tú solo disfruta los dibujos animados —la instó, mientras corría el cerrojo de la puerta de entrada— y no le abras a nadie y no salgas.

—¿Crees que no puedo abid la puedta? —entrecerró

sus ojos—, no me subestimes.

—No sé dónde aprendes tantas palabras difíciles.

—Un poco de aquí y allá. Abuela y ustedes. ¡Ah! y abuelo es muy letado.

—¿Te refieres a letrado?

—Sí, eso.

—Solo ve tele, que eso es lo que querías, ¿no?

—Bien. —Dirigió su atención a la pantalla led—.No taden o me abudidé.

—Sabes, mejor veré tele contigo.

Se acomodó a su lado y sacó su celular para incursionar un rato por la red. Se entretuvo entre viendo videos y navegando por sus redes sociales. Hasta que el artefacto le avisó que quedaba menos del 30 % de batería, por lo que se sentó en la cama y sacó el cargador del cajón de la mesita de noche y lo enchufó a la corriente. Entonces, al levantar la cabeza, vio que su hija dormía.

Sonrió, el verla dormida siempre le había parecido una escena muy tierna y digna de fotografiar, cosa que ya había hecho muchas veces, esta vez no lo haría. Optó por taparla con su cobertor preferido, el cual debían llevar a cada viaje, pues de lo contrario Giane les montaba una escena.

Se quitó los zapatos y sigilosamente entró al baño, encontrando a Mariana dormitando en la bañera con el agua espumosa hasta el cuello.

Le dio un beso en la frente, esperando que ella se despertara y lo hizo.

—¡Oh!, me quedé dormida esperándote —dijo, sacando sus manos del agua.

—No creas que no entendí tu indirecta.

—Sé que la entendiste —gruñó como una gatita, mientras le tomaba del cuello de la polera con ambas manos—.Supongo que Giane te descubrió.

—Claro que lo hizo —le sonrió, dejándose guiar por su esposa—,tuve que esperar hasta que se durmiera.

—Espero que no te haya engañado otra vez.

—No sé por qué a ti te resulta.

—Es porque paso más tiempo con ella y la conozco mejor que tú, pero ahora —rozó los labios de su esposo con los suyos, terminando con una insinuante mordida en su labio inferior—,menos charla y más acción.

Luis perdió el equilibrio cayendo al agua.

—¡Ay! —exclamó recuperando su aliento—.Estás muy ganosa.

—No tienes idea —le susurró.

Mariana se lanzó en su contra, haciéndolo apoyar su espalda hacia el otro lado de la tina e iniciando las primeras caricias en su cuello. Mientras lo hacia intentaba desabrocharle el botón de su pantalón. De pronto él tomó el mando, levantándola varios centímetros por sobre el agua y apegándole su espalda a la pared, mientras reclamaba aquellos labios carnosos que tanto lo enloquecían.

La Muchacha interrumpió el beso para quitarle la polera mojada, tirándola lejos. Pero en cuanto lo hizo, él recuperó esos labios y ella inició la excursión con sus manos por el torso marcado del chico, hasta llegar a su espalda, en la cual deslizó suavemente sus uñas, provocando que Luis entreabriera su boca excitado.

Justo cuando él se quitaba el pantalón escucharon unos suaves golpes en la puerta, haciéndolos detener su estampida de pasión en seco.

—Mamá —escucharon la voz de Giane—,me da miedo estad sola.

—Ya... ya salgo cariño —musitó decepcionada.

—Tengo miedo, no me gusta estad sola.

—Ya voy, es que me quedé dormida.

En ese momento, Luis aflojó la presión y ella pudo hundir sus pies en el agua y alcanzar la toalla que colgaba del perchero, procediendo a cubrirse con ella.

—Necesitamos intimidad —rezongó Luis—. ¿Cuándo haremos un viaje solo los dos?

—Luis, sabes que Giane no lo permitiría.

—¡No lo permitiría! —susurró molesto—.Ella no es quien debe poner las reglas, somos nosotros.

—Esto es ser padres. —Le guiñó un ojo, antes de enrollar su cabello con otra toalla.

—El ser padre no debería anularnos como pareja.

—No lo hace.

—Mariana, ¿recuerdas cuándo fue la última vez que tú y yo...?

No pudo terminar la oración, pues Mariana lo besó impidiéndole seguir hablando.

—Tal vez a la noche, además, era yo la que quería esto...

—Sabes que yo también lo deseo...

—Cálmate, ya tendremos tiempo.

—¿Cuándo?

—Pronto.

Ella sonrió al salir y cerrar la puerta del baño, dejando a Luis en su interior completamente mojado y con ganas de mucha acción.

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