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Desazón II

Capítulo 1

Un hombre encapuchado contemplaba, desde el interior de un callejón oscuro, como Mariana, ahora con una larga y rizada cabellera colorina, permanecía acuclillada frente a una animita mientras movía sus labios pronunciando palabras que él logró captar por completo. Luego vio a una pequeña de unos tres años, cuyo cabello era de un pelirrojo claro con destellos amarillos, acercándosele. Sin duda esa tierna niña debía ser su hija Gianella, pensó para sí. En ese instante, Mariana besó su palma derecha y la colocó sobre un vidrio que resplandecía producto de la intensa luz solar que a esa hora pegaba con fuerza.

Por un momento se olvidó de la existencia de Luis, y, sin pensarlo, sus pies comenzaron a moverse en su dirección cuando ella se alejaba del lugar. De pronto, un joven de cabello castaño claro apareció con unos helados, abrazándolas y llevándoselas consigo.

El verlo lo descolocó por un momento, haciéndolo quedar completamente paralizado y observando cómo se alejaban cada vez más de donde él estaba. Apenas doblaron por la esquina, salió de su escondite, aproximándose a la animita lo suficiente como para ver las flores y la foto de a quién le pertenecía ese sitio de descanso y recuerdo compartido.

—Mariana, eres una gran mujer, gracias —musitó—.Me alegra que hayas tomado la decisión de seguir con tu vida.

—A ver, ¿qué quieren almorzar mis princesas? —les preguntó Luis.

—Yo soy pincesa —rezongó Gianella— y mamá es deina

—¿Ves como tiene los puesto de nuestro reino bien definidos? —repuso Mariana, después de reír por lo bajo—.No debes confundirnos.

—Ya veo —dijo sonriendo—,¿y papá qué puesto tiene en este reino?

—Papá debería sed dey, pedo... —lo detuvo antes de que la ovacionara—,mi pefedencia es que papá sea un plebeyo sedvidod.

Mariana no lo pudo soportar más, y estalló en risa con una sonora y estridente carcajada.

—¿Así que soy un simple plebeyo servidor tuyo?

—No.

—¿Entonces?

—Eres sevidod de la pincesa y de la deyna del deino, pedo puedes acceded al tono en algún futudo.

—Perdón, es que no puedo soportarlo —se disculpó Mariana entre su histérica risa, pues Luis la miraba con sus ojos entrecerrados—.Además, ella es la princesa, no la reina.

—¿Eso qué?

—Que la reina es quien da los puestos superiores. —Le pasó sus brazos alrededor  del cuello—.Si me convences puedes llegar a ser rey.

—Mm... —exclamó Luis, insinuante—.Creo que sé de qué manera convencerte.

—¡Ey, estoy aquí!

Ambos padres rieron.

—¿Cómo es que esa frase la pronuncias bien? —rezongó Luis.

—Abuela Doxana me la enseñó podque dice que la debo usad en muchas ocasiones.

—Mi madre tenía que ser.

—Dice que las padejas jóvenes son muy califas.

—¡Oye! —la reprendió su madre—. ¡Cuidado con esas palabras!

—Le diré a tu abuela Roxana que no debe enseñarte ese tipo de vocabulario.

Después de almorzar en un restaurant, comida típica de la zona, se dirigieron al hotel, en el que pasarían el resto de la semana. Ya habían acomodado sus cosas el día anterior, por lo que Luis se estiró en la cama y prendió el televisor.

—Papá. —La pequeña se recostó a su lado.

—¿Sí? —contestó sin mirarla, pues estaba embobado viendo la televisión.

—Pido el control.

—No, ahora es el tiempo de papá.

—Creo que ya es muy tarde —le comunicó Mariana, justo en el momento en que su partido de fútbol era reemplazado por dibujos animados.

—¡Nooo!

—Ya relájate —Mariana pasó frente al televisor cubierta por una toalla—,¿estás aquí para ver tele o para vacacionar?

—Creo que se resume en que…

—¿Sí?

—Vengo a disfrutar la atractiva vista que tengo a diario, pero desde otra perspectiva.

Mariana le sonrió y antes de cerrar la puerta del baño le guiñó un ojo.

—Eso es mejor panorama que la tele —murmuró sin dejar de mirar la puerta del baño.

—¿Qué es mejod panodama?

—Tú solo disfruta los dibujos animados —la instó, mientras corría el cerrojo de la puerta de entrada— y no le abras a nadie y no salgas.

—¿Crees que no puedo abid la puedta? —entrecerró

sus ojos—, no me subestimes.

—No sé dónde aprendes tantas palabras difíciles.

—Un poco de aquí y allá. Abuela y ustedes. ¡Ah! y abuelo es muy letado.

—¿Te refieres a letrado?

—Sí, eso.

—Solo ve tele, que eso es lo que querías, ¿no?

—Bien. —Dirigió su atención a la pantalla led—.No taden o me abudidé.

—Sabes, mejor veré tele contigo.

Se acomodó a su lado y sacó su celular para incursionar un rato por la red. Se entretuvo entre viendo videos y navegando por sus redes sociales. Hasta que el artefacto le avisó que quedaba menos del 30 % de batería, por lo que se sentó en la cama y sacó el cargador del cajón de la mesita de noche y lo enchufó a la corriente. Entonces, al levantar la cabeza, vio que su hija dormía.

Sonrió, el verla dormida siempre le había parecido una escena muy tierna y digna de fotografiar, cosa que ya había hecho muchas veces, esta vez no lo haría. Optó por taparla con su cobertor preferido, el cual debían llevar a cada viaje, pues de lo contrario Giane les montaba una escena.

Se quitó los zapatos y sigilosamente entró al baño, encontrando a Mariana dormitando en la bañera con el agua espumosa hasta el cuello.

Le dio un beso en la frente, esperando que ella se despertara y lo hizo.

—¡Oh!, me quedé dormida esperándote —dijo, sacando sus manos del agua.

—No creas que no entendí tu indirecta.

—Sé que la entendiste —gruñó como una gatita, mientras le tomaba del cuello de la polera con ambas manos—.Supongo que Giane te descubrió.

—Claro que lo hizo —le sonrió, dejándose guiar por su esposa—,tuve que esperar hasta que se durmiera.

—Espero que no te haya engañado otra vez.

—No sé por qué a ti te resulta.

—Es porque paso más tiempo con ella y la conozco mejor que tú, pero ahora —rozó los labios de su esposo con los suyos, terminando con una insinuante mordida en su labio inferior—,menos charla y más acción.

Luis perdió el equilibrio cayendo al agua.

—¡Ay! —exclamó recuperando su aliento—.Estás muy ganosa.

—No tienes idea —le susurró.

Mariana se lanzó en su contra, haciéndolo apoyar su espalda hacia el otro lado de la tina e iniciando las primeras caricias en su cuello. Mientras lo hacia intentaba desabrocharle el botón de su pantalón. De pronto él tomó el mando, levantándola varios centímetros por sobre el agua y apegándole su espalda a la pared, mientras reclamaba aquellos labios carnosos que tanto lo enloquecían.

La Muchacha interrumpió el beso para quitarle la polera mojada, tirándola lejos. Pero en cuanto lo hizo, él recuperó esos labios y ella inició la excursión con sus manos por el torso marcado del chico, hasta llegar a su espalda, en la cual deslizó suavemente sus uñas, provocando que Luis entreabriera su boca excitado.

Justo cuando él se quitaba el pantalón escucharon unos suaves golpes en la puerta, haciéndolos detener su estampida de pasión en seco.

—Mamá —escucharon la voz de Giane—,me da miedo estad sola.

—Ya... ya salgo cariño —musitó decepcionada.

—Tengo miedo, no me gusta estad sola.

—Ya voy, es que me quedé dormida.

En ese momento, Luis aflojó la presión y ella pudo hundir sus pies en el agua y alcanzar la toalla que colgaba del perchero, procediendo a cubrirse con ella.

—Necesitamos intimidad —rezongó Luis—. ¿Cuándo haremos un viaje solo los dos?

—Luis, sabes que Giane no lo permitiría.

—¡No lo permitiría! —susurró molesto—.Ella no es quien debe poner las reglas, somos nosotros.

—Esto es ser padres. —Le guiñó un ojo, antes de enrollar su cabello con otra toalla.

—El ser padre no debería anularnos como pareja.

—No lo hace.

—Mariana, ¿recuerdas cuándo fue la última vez que tú y yo...?

No pudo terminar la oración, pues Mariana lo besó impidiéndole seguir hablando.

—Tal vez a la noche, además, era yo la que quería esto...

—Sabes que yo también lo deseo...

—Cálmate, ya tendremos tiempo.

—¿Cuándo?

—Pronto.

Ella sonrió al salir y cerrar la puerta del baño, dejando a Luis en su interior completamente mojado y con ganas de mucha acción.

Capítulo 2

—Preciosa —dijo al salir del baño, pues la niña la abrazó—.¿Por qué tanto miedo? Acá no te sucederá nada.

—Es que papá me acompañaba y cuando despedté ya no estaba.

—Ya, no pasa nada —la levantó entre sus brazos—. Mamá ya está aquí contigo, pero debe vestirse, así es que —la dejó sobre la cama—te quedarás aquí mientras escojo mi ropa, ¿sí?

—Clado, mamá.

Mariana entró al closet, el cual era un cuarto de dos por dos y escogió un vestido azul, junto a unos zapatos del mismo color que tenían brillantes y un pequeño tacón. Luego eligió un collar y unos pendientes. Dejó todas las cosas sobre un mueble para colocárselos más tarde, pues ahora debía bañar a Giane. En su lugar se vistió con un buzo azul marino y salió del cuarto.

—Giane —llamó a la pequeña—,es hora de tu baño.

—¿Baño? —exclamó asustada—,¿pod qué?

—Porque esta tarde visitaremos a tu amiga Camila.

—¿En sedio? —se paró sobre la cama.

—Sí, pero para eso debes estar limpia y bien presentada.

—¡Entonces lo vale! —comenzó a saltar sobre el colchón.

—Ven, debemos ir por un poco de tu jabón preferido.

—¿Ya no queda?

—No, ¿me acompañas?

—Claro, mami.

Luis escuchó que cerraban la puerta de entrada al cuarto. Ese era el momento ideal para darse una ducha y vestirse. Lo mejor de todo era que tendría el televisor para él solo. Por lo que se dio una ducha rápida, al salir del baño prendió el televisor y mientras tiraba toda su ropa sobre la cama veía otro partido de fútbol. Al cabo de media hora, recién comenzaba a escoger qué ponerse, pues era el momento del entretiempo del partido.

—¡Luis! —Mariana fue la primera en entrar y le tapó los ojos a su hija con una mano—. ¡Tapa  tus vergüenzas!

—Lo siento —se cubrió con una toalla—,es que como no estaban yo...

—Vamos, Giane. —La levantó entre sus brazos—.¡Vístete de una vez!

—Sí, sí...

—Ya veo por qué no te has vestido.

—¿Cuando esté lista, yo vede tele?

 —Sí, nena.

Entraron al baño y al cabo de cinco minutos salieron de allí. Giane estaba totalmente vestida al igual que Luis.

—Iré por unos chocolates, ¿quieres algo?

—No, gracias.

Dijo sin perder el contacto visual con el televisor.

—¿Giane, vamos?

—No, mami... quiero quedadme con papá.

—Bueno, tesoro. —Le sonrió abriendo la puerta principal—.Ya vuelvo, Luis.

—Mm... ¡ey, qué haces!, ¡nooo!

Giane acaba de cambiarle el canal.

—Es mi tudno.

—¡Ah, no, señorita! —Le quitó el control remoto y volvió a su programa deportivo—.Mamá no está, así es que ahora estoy a cargo.

—Edes un pesado.

—Mamá no te pone límites, pero yo sí.

—Te acusaré con Doxana.

—Solo porque no te doy en el gusto.

—No, no seda pod eso.

—¿Entonces por qué me acusara la princesita mimada?

—Podque estabas en el baño con mamá y me dejadon sola en la pieza. Yo ecuchaba todos los gitos que...

—¿Gritos? —soltó—. No gritamos.

—¡Entonces sí estaban juntos bañándose!

—No, ¿de qué estás hablando?

—De que cuando despeté estaba sola y ustedes estaban encedados en el baño.

—Eso nunca pasó, no inventes cosas.

—Me pasas el control o Doxana se entedada de eso y muucho más.

—No serías capaz.

—Puébame.

—¡Eres  realmente perversa!

Giane intentó quitarle el control, pero él lo evitó.

—¿Me lo dadas?

—No, no te lo daré porque ya es hora de que empieces a respetarme.

La niña cruzó sus brazos molesta.

—¡No! —la reprendió—,nada de pucheros, lloriqueos o llantos.

—Ya veremos quién gana —expresó, saltando de la cama al piso.

—¿Adónde vas?

—No te impodta.

—Ven acá ahora.

—No —negó, saliendo del cuarto y corriendo por el pasillo que daba al comedor.

—Ven —la retuvo de un brazo, interceptándola frente a la puerta principal—,hazme caso.

Se abrió la puerta dejando ver a Mariana con una bolsa de compras entre sus manos. En ese instante Gianella comenzó a llorar.

—¡Qué le estás haciendo!

—¿Yo?, ¡nada!

—Papá se enojó conmigo y me pegó —murmuró entre sollozos.

—¿Qué? ¡Eso no es cierto!

—Luis, ¿qué dijimos respecto al tema? —Levantó a su hija, con el fin de consolarla—.Sin importar lo que haya hecho no debes pegarle. Esa no es manera de reprenderla.

—¡NO LE PEGUÉ!

—Me pegó podque le cambié el canal, yo solo quedia ved monitos —gimoteó.

—¡Luis!

—Ella me faltó al respeto y salió del cuarto sin mi autorización...

—¿Por eso le pegaste?

—¡Que no le pegué!

—Me pegó —repitió la niña llorando.

—¡No, no le pegué! —se defendió—.¡Está mintiendo!

—Luis eres un adulto y debes comportarte como tal.

—Sabes —guardó su billetera y las llaves del auto en un bolsillo de su pantalón—,mejor me voy.

—Pero Luis hoy iremos a...

—Giane está castigada por mentir. —Tomó el pomo de la puerta—.Por lo que se cancela la visita, personalmente iré a...

—Luis, espera....

—Mariana, me importa un soberano pepino que no me creas, pero soy su padre y debo castigarla.

—Ya la golpeaste, eso debería ser suficiente.

—No lo hice.

—Ella...

—Ella es una niña mimada por ti y sus abuelas que debe aprender a no mentir y a respetar a sus mayores.

En especial a mí y espero que algún día te des cuenta de lo manipuladora que es.

—¡Luis! —alzó la voz molesta, pero él ya había cerrado la puerta.

—Tu padre se llevó las llaves del auto —le informó a su hija, cuando bajaban en el ascensor—,pero eso no nos impedirá llegar a casa de Cami.

—Gacias mamá.

—Tu papá es muy injusto, además, no debió pegarte.

Salieron del hotel, pero al doblar la esquina se encontraron con Luis.

—¿Adónde van?

—¿Me das las llaves del auto?

—Depende de a dónde te dirijas.

—Eso no te importa.

—Estás muy arreglada como para ir a comprar.

—Idemos a casa de Cami —habló Giane con tono burlón.

—No, tú no irás.

—Ella irá.

—¿Pasarás, una vez más, sobre mi autoridad?

—Giane es tu hija, no deberías tratarla así.

—No discutiré más contigo. —Tomó a la niña entre sus brazos—.Tú puedes ir a donde se te plazca, pero ella se queda conmigo hoy.

—No.

Luis le dio un leve empujón y le entregó las llaves del auto.

—Ve a donde quieras para que medites un poco. Cuando estés calmada regresa.

—No la dejaré contigo...

—Mariana, te aseguro que no le pegué y es por ese motivo que está castigada, ella no debe seguir mintiendo y tú debes confiar más en mí. —Le dio la espalda, pero volvió su cuerpo para seguir hablándole—. Estoy harto de que pases sobre mis decisiones, yo también tengo parte en su crianza, por lo que ya no dejaré que tú o mi madre me pasen a llevar.

—¡No te comportes conmigo como lo hiciste con tu madre cuando te metiste con Stela! —le gritó.

Él no se molestó en voltear y entró al hotel.

Capítulo 3

Luis tenía razón en que ella debía tranquilizarse, pues no era bueno para Giane que los viera pelear. Estas discusiones se habían vuelto tan habituales que podían producirle a su hija algún desequilibrio emocional en

el futuro. Así es que optó por ir a dar un paseo. Decidió no ir en el automóvil y caminar.

Mientras pensaba en todas las peleas que habían tenido desde que Gianella había aprendido a hablar y lo acusaba de que le pegaba, llegó a una larga feria artesanal callejera. Al entrar, inmediatamente su mente se concentró en todas las cosas que cada puesto tenía y disfrutó de ellas. Terminó comprándose un helado de dos sabores y una botella de agua mineral.

Al salir de allí se sentó en una banca, frente al mar del muelle y degustó su helado con calma, aunque le fue difícil, ya que se le formó un nudo en la garganta, pues había vuelto a recordar las discusiones con Luis respecto a la crianza de Giane.

—Luis tiene razón —se tomó la cabeza con ambas manos— en que no confío en él, pero es que Giane no sería capaz de mentir... ósea cuál de los dos miente.... ¡ash! —Se golpeó las piernas con sus palmas—. No puedo creer que esto nos esté arruinando nuestro matrimonio, tal vez habría sido mejor habernos divorciado. —Miró hacia el horizonte en donde se dibujaba una hermosa puesta de sol, la cual dejaba el cielo, a su alrededor, de color

naranja—. ¡Esto nos pasa por habernos adelantado!

Más molesta de lo que estaba antes de llegar al muelle, se levantó y comenzó a caminar sin rumbo mirando fijamente el suelo, hasta que música a todo volumen la hizo volver su atención hacia su alrededor.

Estaba en la calle donde se encontraban todos los locales de juerga, eso la hizo pensar en cuánto extrañaba la vida nocturna. Carretear con sus amigas, bailar hasta más no poder y beber como si el mundo estuviera por acabarse eran cosas que había perdido en cuanto se convirtió en madre. Aunque antes de eso, era bastante excitante el escaparse de la casa de sus padres para irse de juerga y el regreso era adrenalínico, pues no sabía si

la habían descubierto. Por suerte, eso jamás pasó.

De un local, salió un grupo de cinco chicas riendo. Una de ellas resbaló en el último escalón y alcanzó a afirmarse de una de sus compañeras arrastrándola consigo en la caída. Las otras tres estallaron en risas, mientras que las que habían caído intentaban pararse apoyándose en la pared del local.

—Por suerte no rompiste la botella. —Se la quitaba una de las que estaban riéndose—.Eso habría sido un sacrilegio.

—¿En vez de preocuparte por mí y ayudarme a pararme te preocupas por el copete?

El guardia del local, que había presenciado la escena, la ayudó a pararse.

—Por suerte se van, pues yo suelo sacar a los que están como ustedes. Me han hecho un favor. — Les sonrió.

—Gracias, guapo.

Las chicas cruzaron la calle riendo y tambaleándose.

Mariana no pudo evitar sonreír ante tal escena. En ese momento se decidió a entrar, sacó su carnet y se lo mostró al guardia. El hombre se lo devolvió.

—Adelante, hay mesas en el segundo piso y sillas desocupadas en la barra.

—Gracias.

El interior del local estaba atestado de gente, las luces apenas alumbraban y la música retumbaba en cada rincón. Caminó hasta la barra y se sentó en una de las altas sillas.

—¿Tienes algo en mente?

—¿Ah?

El barman, un tipo rubio de cabellera frondosa, con expansiones en sus orejas, le hablaba.

—¿Quieres ver la carta o...?

—Dame un mojito.

—Tenemos de...

—Uno tradicional con menta.

—Enseguida. —Mientras le preparaba lo pedido, la observaba—. No es por ser entrometido, pero no te ves muy animada.

—No lo estoy.

—¿Se puede saber qué es lo que te entristece? —Ella sonrió—.Te hice sonreír, eso es bueno.

—Es que nunca había hablado con un barman, siempre los vi tan metidos en su trabajo que...

—No soy el único esta noche, así es que puedo divertirme y charlar un poco.

—Ey, necesito dos Daikiri de frambuesa, una ronda de golpeados y tequila blue —le dijo uno de los meseros.

—Enseguida. —Le entregó su Mojito a Mariana y procedió a realizar el otro pedido—.¿Y bien, me dirás qué es lo que te tiene así?

—Problemas familiares.

—¿Con tus padres?

—No, con mi esposo.

—¿Eres casada?

—Sí y tengo una hija.

—Pensé que apenas tenías diez y ocho.

—Gracias —rio, bebiendo un poco—, enrealidad, tengo

veintidós.

—Pues te ves de diez y ocho, como mucho.

—Es bueno saber que no me he avejentado, ya que con todas las discusiones que he tenido podrían estarse

reflejando en mí.

—Pues no es así.

Luego de bajar todo el contenido del vaso con un largo sorbo, le pidió otro.

—El problema está en que Luis, ósea mi esposo, me miente y mi hija lo deja en evidencia.

—¿Cómo es eso?

—Es que cuando se queda con ella solo, y luego regreso, ella está llorando y lo acusa de que él le

pegó, siempre le pega por estupideces.

—¿No será que tu hija es quién miente?

—Eso es lo que dice él —le pegó un sorbo al nuevo mojito—,pero

yo no puedo creer que mi hija mienta.

—Pues uno de los dos debe mentir, ¿no crees?

—Sí. —Se terminó el contenido del vaso—.Por eso siempre terminamos discutiendo porque yo no confío en su palabra.

—¿Qué es lo que te hace desconfiar de él?

—Creo que es porque me engañó con mi mejor amiga una vez.

—Mal rollo —pegó un silbido—,cuando la confianza se pierde...

—Es muy difícil recuperarla. —Terminó ella—.Dame un Margarita.

—Sale un Margarita —le entregó la copa.

—¿Cómo la hiciste tan rápido?

—Es del pedido de Erik, pero como aún no lo ha venido a buscar.

—Claro.

—Sabes, te sugiero que converses de esto con él y tomen una terapia de pareja porque la confianza y credibilidad es vital en la convivencia en pareja.

—Pareces saber mucho al respecto.

—Lo dices desconfiada.

—Es que...

—No juzgues mi apariencia.

—Entiendo.

—Si me pides mi opinión, yo creo que Luis no te está mintiendo. El problema es que ante ti, perdió toda credibilidad y eso es algo muy difícil de recuperar.

—Lo defiendes porque eres hombre.

—No lo hago —sonrió—,además, creo que no me has visto bien.

—¿Por qué?

—La poca luz, tal vez juega en tu contra.

—¡Eres mujer! —la chica asintió—,lo siento, yo...

—No te preocupes, esa es la idea. Aunque no creí que se viera tan real aun.

—Pues sí.

—Sabes, también tuve tu problema, pero con una de mis novias y nunca volví a confiar en ella, así es que decidí cortar para siempre con esa relación. Pero lo tuyo es diferente porque estás casada y tienen una hija, por lo que creo que es de vital importancia intentar recuperar esa confianza, ¿no crees? Si no funciona, al menos tendrás la certeza de que lo intentaste.

—Tienes razón. —Bebió lo que le quedaba en la copa arrugando el semblante—.El concho estaba muy fuerte.

—Claro.

—¿Cuánto te debo?

—Son $7 550

—Añádele una Corona.

—Te queda en $8 550, entonces.

Mariana le pasó un billete azul, y la barwoman la cerveza, junto a su vuelto.

—Espero que llegues bien a casa.

—No te preocupes, aún estoy bien.

—Lo digo porque te puede pescar el aire.

—No te preocupes.

Salió del local, al caminar unas cuadras comenzó a marearse más de la cuenta y sin darse cuenta estaba frente a la animita de Raúl.

—¿Cómo llegué aquí? —Bebió un sorbo de la botella—. Hola, Raúl —se acuclilló, pero sus piernas no pudieron con el peso y cayó hacia un lado, quedando su cabeza muy cerca de la foto del chico—, Raúl —tocó la foto con su mano libre—, ¿qué habría sido de mi vida si estuvieras vivo? Tal vez estaríamos juntos. —Pegó una carcajada cargada de tristeza, luego comenzó a sollozar—.Raúl, Raúl... ¿por qué? Nuestro destino era estar juntos, pero ese maldito aluvión nos separó para siempre.... Raúl te extraño mucho, no sabes cuánta falta me haces...

Mariana se tendió completamente sobre el suelo llorando desconsoladamente. Hasta que sintió que unos brazos la sostenían y levantaban. Ella hundió su cabeza en el torso de aquel hombre y dejó que el extraño la abrazara.

—Mariana, nunca te he dejado —le habló—.Solo me perdí por algún tiempo, pero ya regresé.

Ella levantó la cabeza, pero entre la oscuridad y el mareo no podía ver quién era, pero esa voz la conocía bien.

—¿¡Raúl!?

—Mariana, te pedí que fueras feliz e hicieras tu vida, pero veo que no vas bien con eso.

—Raúl, lo siento. —Volvió a abrazarlo—.Es que es difícil...

—No confías en él.

—Es que él...

—Mariana.

—Raúl, yo te necesito... te necesito mucho.

—Vamos, te llevaré a tu hotel.

—No me lleves allá, no quiero verlo... quiero seguir contigo.

—Mariana, tu celular no ha parado de sonar en toda la noche, creo que Luis está muy preocupado y...

La chica se desvaneció de pronto, por suerte él alcanzó a sostenerla.

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