Capítulo 3

Luis tenía razón en que ella debía tranquilizarse, pues no era bueno para Giane que los viera pelear. Estas discusiones se habían vuelto tan habituales que podían producirle a su hija algún desequilibrio emocional en

el futuro. Así es que optó por ir a dar un paseo. Decidió no ir en el automóvil y caminar.

Mientras pensaba en todas las peleas que habían tenido desde que Gianella había aprendido a hablar y lo acusaba de que le pegaba, llegó a una larga feria artesanal callejera. Al entrar, inmediatamente su mente se concentró en todas las cosas que cada puesto tenía y disfrutó de ellas. Terminó comprándose un helado de dos sabores y una botella de agua mineral.

Al salir de allí se sentó en una banca, frente al mar del muelle y degustó su helado con calma, aunque le fue difícil, ya que se le formó un nudo en la garganta, pues había vuelto a recordar las discusiones con Luis respecto a la crianza de Giane.

—Luis tiene razón —se tomó la cabeza con ambas manos— en que no confío en él, pero es que Giane no sería capaz de mentir... ósea cuál de los dos miente.... ¡ash! —Se golpeó las piernas con sus palmas—. No puedo creer que esto nos esté arruinando nuestro matrimonio, tal vez habría sido mejor habernos divorciado. —Miró hacia el horizonte en donde se dibujaba una hermosa puesta de sol, la cual dejaba el cielo, a su alrededor, de color

naranja—. ¡Esto nos pasa por habernos adelantado!

Más molesta de lo que estaba antes de llegar al muelle, se levantó y comenzó a caminar sin rumbo mirando fijamente el suelo, hasta que música a todo volumen la hizo volver su atención hacia su alrededor.

Estaba en la calle donde se encontraban todos los locales de juerga, eso la hizo pensar en cuánto extrañaba la vida nocturna. Carretear con sus amigas, bailar hasta más no poder y beber como si el mundo estuviera por acabarse eran cosas que había perdido en cuanto se convirtió en madre. Aunque antes de eso, era bastante excitante el escaparse de la casa de sus padres para irse de juerga y el regreso era adrenalínico, pues no sabía si

la habían descubierto. Por suerte, eso jamás pasó.

De un local, salió un grupo de cinco chicas riendo. Una de ellas resbaló en el último escalón y alcanzó a afirmarse de una de sus compañeras arrastrándola consigo en la caída. Las otras tres estallaron en risas, mientras que las que habían caído intentaban pararse apoyándose en la pared del local.

—Por suerte no rompiste la botella. —Se la quitaba una de las que estaban riéndose—.Eso habría sido un sacrilegio.

—¿En vez de preocuparte por mí y ayudarme a pararme te preocupas por el copete?

El guardia del local, que había presenciado la escena, la ayudó a pararse.

—Por suerte se van, pues yo suelo sacar a los que están como ustedes. Me han hecho un favor. — Les sonrió.

—Gracias, guapo.

Las chicas cruzaron la calle riendo y tambaleándose.

Mariana no pudo evitar sonreír ante tal escena. En ese momento se decidió a entrar, sacó su carnet y se lo mostró al guardia. El hombre se lo devolvió.

—Adelante, hay mesas en el segundo piso y sillas desocupadas en la barra.

—Gracias.

El interior del local estaba atestado de gente, las luces apenas alumbraban y la música retumbaba en cada rincón. Caminó hasta la barra y se sentó en una de las altas sillas.

—¿Tienes algo en mente?

—¿Ah?

El barman, un tipo rubio de cabellera frondosa, con expansiones en sus orejas, le hablaba.

—¿Quieres ver la carta o...?

—Dame un mojito.

—Tenemos de...

—Uno tradicional con menta.

—Enseguida. —Mientras le preparaba lo pedido, la observaba—. No es por ser entrometido, pero no te ves muy animada.

—No lo estoy.

—¿Se puede saber qué es lo que te entristece? —Ella sonrió—.Te hice sonreír, eso es bueno.

—Es que nunca había hablado con un barman, siempre los vi tan metidos en su trabajo que...

—No soy el único esta noche, así es que puedo divertirme y charlar un poco.

—Ey, necesito dos Daikiri de frambuesa, una ronda de golpeados y tequila blue —le dijo uno de los meseros.

—Enseguida. —Le entregó su Mojito a Mariana y procedió a realizar el otro pedido—.¿Y bien, me dirás qué es lo que te tiene así?

—Problemas familiares.

—¿Con tus padres?

—No, con mi esposo.

—¿Eres casada?

—Sí y tengo una hija.

—Pensé que apenas tenías diez y ocho.

—Gracias —rio, bebiendo un poco—, enrealidad, tengo

veintidós.

—Pues te ves de diez y ocho, como mucho.

—Es bueno saber que no me he avejentado, ya que con todas las discusiones que he tenido podrían estarse

reflejando en mí.

—Pues no es así.

Luego de bajar todo el contenido del vaso con un largo sorbo, le pidió otro.

—El problema está en que Luis, ósea mi esposo, me miente y mi hija lo deja en evidencia.

—¿Cómo es eso?

—Es que cuando se queda con ella solo, y luego regreso, ella está llorando y lo acusa de que él le

pegó, siempre le pega por estupideces.

—¿No será que tu hija es quién miente?

—Eso es lo que dice él —le pegó un sorbo al nuevo mojito—,pero

yo no puedo creer que mi hija mienta.

—Pues uno de los dos debe mentir, ¿no crees?

—Sí. —Se terminó el contenido del vaso—.Por eso siempre terminamos discutiendo porque yo no confío en su palabra.

—¿Qué es lo que te hace desconfiar de él?

—Creo que es porque me engañó con mi mejor amiga una vez.

—Mal rollo —pegó un silbido—,cuando la confianza se pierde...

—Es muy difícil recuperarla. —Terminó ella—.Dame un Margarita.

—Sale un Margarita —le entregó la copa.

—¿Cómo la hiciste tan rápido?

—Es del pedido de Erik, pero como aún no lo ha venido a buscar.

—Claro.

—Sabes, te sugiero que converses de esto con él y tomen una terapia de pareja porque la confianza y credibilidad es vital en la convivencia en pareja.

—Pareces saber mucho al respecto.

—Lo dices desconfiada.

—Es que...

—No juzgues mi apariencia.

—Entiendo.

—Si me pides mi opinión, yo creo que Luis no te está mintiendo. El problema es que ante ti, perdió toda credibilidad y eso es algo muy difícil de recuperar.

—Lo defiendes porque eres hombre.

—No lo hago —sonrió—,además, creo que no me has visto bien.

—¿Por qué?

—La poca luz, tal vez juega en tu contra.

—¡Eres mujer! —la chica asintió—,lo siento, yo...

—No te preocupes, esa es la idea. Aunque no creí que se viera tan real aun.

—Pues sí.

—Sabes, también tuve tu problema, pero con una de mis novias y nunca volví a confiar en ella, así es que decidí cortar para siempre con esa relación. Pero lo tuyo es diferente porque estás casada y tienen una hija, por lo que creo que es de vital importancia intentar recuperar esa confianza, ¿no crees? Si no funciona, al menos tendrás la certeza de que lo intentaste.

—Tienes razón. —Bebió lo que le quedaba en la copa arrugando el semblante—.El concho estaba muy fuerte.

—Claro.

—¿Cuánto te debo?

—Son $7 550

—Añádele una Corona.

—Te queda en $8 550, entonces.

Mariana le pasó un billete azul, y la barwoman la cerveza, junto a su vuelto.

—Espero que llegues bien a casa.

—No te preocupes, aún estoy bien.

—Lo digo porque te puede pescar el aire.

—No te preocupes.

Salió del local, al caminar unas cuadras comenzó a marearse más de la cuenta y sin darse cuenta estaba frente a la animita de Raúl.

—¿Cómo llegué aquí? —Bebió un sorbo de la botella—. Hola, Raúl —se acuclilló, pero sus piernas no pudieron con el peso y cayó hacia un lado, quedando su cabeza muy cerca de la foto del chico—, Raúl —tocó la foto con su mano libre—, ¿qué habría sido de mi vida si estuvieras vivo? Tal vez estaríamos juntos. —Pegó una carcajada cargada de tristeza, luego comenzó a sollozar—.Raúl, Raúl... ¿por qué? Nuestro destino era estar juntos, pero ese maldito aluvión nos separó para siempre.... Raúl te extraño mucho, no sabes cuánta falta me haces...

Mariana se tendió completamente sobre el suelo llorando desconsoladamente. Hasta que sintió que unos brazos la sostenían y levantaban. Ella hundió su cabeza en el torso de aquel hombre y dejó que el extraño la abrazara.

—Mariana, nunca te he dejado —le habló—.Solo me perdí por algún tiempo, pero ya regresé.

Ella levantó la cabeza, pero entre la oscuridad y el mareo no podía ver quién era, pero esa voz la conocía bien.

—¿¡Raúl!?

—Mariana, te pedí que fueras feliz e hicieras tu vida, pero veo que no vas bien con eso.

—Raúl, lo siento. —Volvió a abrazarlo—.Es que es difícil...

—No confías en él.

—Es que él...

—Mariana.

—Raúl, yo te necesito... te necesito mucho.

—Vamos, te llevaré a tu hotel.

—No me lleves allá, no quiero verlo... quiero seguir contigo.

—Mariana, tu celular no ha parado de sonar en toda la noche, creo que Luis está muy preocupado y...

La chica se desvaneció de pronto, por suerte él alcanzó a sostenerla.

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