Capítulo 4

—Sí, mamá está acá, ya la encontré. Te llamé hace rato para decírtelo.

—Es que estábamos muy preocupadas por su estado.

—Aún no despierta, pero pronto lo hará.

—Hijo, lamento no haberte ayudado antes, pero desde ahora y en cuanto llegues puedes dejarnos a Giane

para pasar tiempo a solas con ella. Siento el no haberte creído... —Suspiró—.Esa niñita me va a escuchar.

—Ya te escuchó.

—Es una mentirosa, nunca creí que nos haría esto. Gianella me va a conocer....

—Ya mamá, creo que Mariana está despertando. Te llamo luego.

—Claro hijo, chao.

—Mariana —se acomodó a su lado, tomándole de una mano—,¿cómo te sientes?

—¿¡Qué!? —Miró en derredor, intentando recuperar la nitidez de las imágenes—.¿Dónde estoy?

—Mariana, soy yo. ¿No me reconoces?

—Luis —musitó con amargura e intentó voltear hacia el otro lado—.No quiero un sermón.

—No te lo daré, no estoy en ese plan.

Ella lo miró, pero aún no conseguía verlo con claridad.

—¿Entonces?

—Estoy seguro que esto es mi culpa —le besó la mano que sostenía—,por eso volveremos a casa y comenzaremos de cero otra vez.

—¿A qué te refieres?

—Mariana, ¿te has dado cuenta que ya no nos tratamos con cariño?, ¿te has percatado de que cada día parece que perdemos más y más cercanía? —Enjugó sus labios—.En verdad, no quiero convertirme en un extraño

para ti.

—Luis...

—¿Sí?

—No es por cortar esta conversación con mala intención, pero estoy con una feroz caña. —Sonrió, él rio por lo

bajo—. Necesito dormir un poco más y ¿tienes agua?

—Tengo el desayuno.

—Gracias, pero mi estómago no está en condiciones.

—Entiendo.

Mariana apoyó su espalda en el respaldo de la cama, después de beber un vaso con agua mineral se percató de que Giane no estaba.

—¿Dónde está Giane?

—Finalmente se salió con la suya. —Sonrió—.Anoche tuve que pedirles a María y a Juan el favor de cuidar de ella mientras te buscaba.

—Al menos no se enteró de esto.

—De hecho sí. —Se sentó a su lado—.Como no me contestabas el celular me preocupé y ella no paraba de preguntarme por ti, así es que le conté que no podía ubicarte y se desesperó tanto que decidió decir la verdad.

—¿Qué verdad?

—Ya te enterarás cuando la veas, Roxana ya la sabe.

—Ella se enteró de mi desaparición. —Él asintió—.¿Por qué se lo contaste?

—Porque necesitaba más personas que me ayudarán a ubicarte, ya que pensaba que no querías contestar el

celular porque era yo quien te llamaba.

—Entiendo. —Sonrió—.Lo siento, es que jamás lo escuché.

—Sí, eso me dijo.

—¿Quién?

—El hombre que te encontró.

—¿Hombre?

—Sí, un hombre te encontró y como estabas inconsciente en el suelo decidió contestar tu celular.

—¡Oh! —Cubrió su cara con ambas manos—.En verdad, anoche te monté una escena.

—No, no lo hiciste. —La abrazó—.Tarde o temprano uno de los dos iba a estallar, era cosa de tiempo.

—Luis, en verdad lo siento.

—No quiero molestarte, pero esto pasó porque no confías en mí. Tengo claro que soy el culpable de eso, yo te defraudé y es lógico que desconfíes de mí... —No pudo seguir hablando, pues Mariana lo besó—. ¿Y esto?

—Creo que este es el momento que estábamos esperando, ¿no crees?

—Si te sientes en condiciones.

—La verdad no, pero ganas no me faltan.

Luis colocó una mano en cada pómulo de la chica y lentamente acercó sus labios, hasta que alcanzó los de ella y tras un corto jugueteo de roces la besó con toda la pasión que había guardado durante meses.

Mariana no lo pudo soportar más, y con toda la brusquedad que le fue posible intentó sacarle la polera, pero en vez de eso consiguió rompérsela.

Eso a Luis lo descolocó por unos momentos, pero luego se recompuso y se lanzó en su contra cayendo sobre ella y reteniéndole ambas manos por sobre su cabeza, mientras que con su mano libre le recorría desde la cintura hasta detenerse en su cuello, allí le sostuvo la cabeza hacia un lado e inició una ronda de acaloradas caricias que se detuvieron cuando ella se dio impulso para quitarse la camisa que la cubría.

—Recuerdo que llevaba un vestido puesto.

—No creerás que desaprovecharía esta oportunidad de quitarte la ropa y ponerte un pijama, ¿o sí?

Ella rio, justo cuando él hundía su cabeza para acariciarla más.

—¡Ay, Luis! —Suspiró excitada, al sentir sus labios recorriéndole cada centímetro de su cuerpo, comenzando por su cuello hasta terminar un poco más abajo de su ombligo.

—Extrañaba tu piel —le susurró en un oído.

—Yo extrañaba otra cosa. —Él sonrió.

—No puedo imaginar qué...

Mariana se colocó sobre él y comenzó a darle tiernos besos en su torso, los cuales se volvieron cada vez más candentes y él no pudo contenerse más, procediendo a quitarse lo que le quedaba de ropa, mientras ella lo miraba insinuante.

—Amor, me enloqueces con esa mirada. —La besó profundamente, mientras ambos se estiraban sobre la cama—.Tiempo sin ver estos ojos picarones.

—Ya es tiempo, ¿no crees?

—Como gustes.

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