Después de firmar los documentos que me habían dado, me sentía un tanto tímida e incómoda con la ropa que llevaba puesta. Los nuevos compañeros que conocería ese día me miraban de arriba abajo, lo cual me ponía aún más nerviosa. A pesar de que la secretaria me indicó los pasos a seguir, me dirigí a la oficina donde me atendieron ayer. Fue allí donde vi a ese hombre al que había tocado la puerta para entrar.
Al momento en que me dijo que pasara, ingresé tímidamente y me presenté. En ese instante, él se levantó y giró para mirarme de arriba abajo con sus ojos oscuros. Los nervios se apoderaron de mi cuerpo y no sabía qué me pasaba. No me gustaba cómo me miraba y mis piernas temblaban. Aunque estaba lejos, me dedicó una pequeña sonrisa y se acercó a mí.
-Te queda muy bien tu nuevo uniforme. Ya te asignaron tus deberes aquí en la empresa, ¿cierto? En este momento, serás mi asistente, ya que la que tengo ha estado muy ocupada y necesita ayuda extra. Te han organizado tu escritorio, así que, por favor, organízalo todo y tráeme los primeros documentos que deba firmar. Necesito que seas puntual y que todo esté en orden. No quiero nada fuera de lugar y espero que cumplas tus deberes puntualmente.
-Claro, haré todo como usted dice. Muchas gracias por esta oportunidad de trabajar aquí. Daré lo mejor de mí- respondí.
-Espero que así sea. Ahora puedes retirarte.
Al salir, me dirigí a la secretaria, quien me indicó cuál sería mi nuevo lugar de trabajo. Al sentarme, me di cuenta de la gran cantidad de documentos que había. Nunca imaginé que en una empresa como esta hubiera tanto trabajo. A pesar de que había muchos empleados, pensé que no habría tanto trabajo, pero me equivocaba. Me entregaron tantas carpetas para organizar que no creí que pudiera terminar.
Después de organizar todo y marcar las tareas que debían hacerse, me dirigí a la oficina para entregar algunos documentos que el señor debía firmar. Sin embargo, me sorprendió escuchar gemidos desde el interior. Dudé si debía tocar o retirarme, pero él me dejó en claro que debía ser puntual y responsable con mi trabajo.
Decidí tocar la puerta y, al fondo, escuché que me gritaba que ingresara. Al entrar, me sorprendí al ver a la secretaria en una situación desordenada. Quedé atónita al presenciar esa escena. Nunca pensé que pudieran tener una relación laboral, pero para mi sorpresa, eso no era lo único. Él tenía la costumbre de tener relaciones con cualquier secretaria que le apeteciera. Ahora entendía por qué todos le tenían tanto respeto, ya que podía dejar a alguien sin trabajo de la noche a la mañana o arruinar su reputación para que nunca más encontrara empleo.
En ese momento, me acerqué mostrando los documentos y él se acomodó la camisa, revelando un abdomen muy bien tonificado. No sabía qué hacer, así que simplemente desvié la mirada y le pedí que firmara lo más rápido posible.
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