Capítulo 5: de bienvenidas y despedidas

CINCO AÑOS DESPUES

Presente

Emeraude se despertó con el sonido de unos pasos correteando por toda su habitación. Dios bendito, ¿Era mucho pedir cinco minutos de paz?

Si, sabía que estaba retrasada para el desayuno, la manera en que el sol entraba por las ventanas a las que Hyacinth había corrido las cortinas se lo dejaba muy claro. Sin duda ese montonal de luz que entraba a raudales era un claro indicativo de lo tarde que era. Pero es que simplemente le resultada imposible levantarse de su cómoda cama. Era tan suavecita…

—Señorita, necesita levantarse— le murmuro delicadamente la doncella, mientras abría el dosel de su cama.

De pronto, la luz se vio amplificada, y Emeraude gimió mientras se retorcía hasta quedar debajo de las sábanas.

—Señorita, necesita levantarse. Hoy es el día, hoy llega la campaña de su alteza el príncipe heredero. Y también de sus hermanos. ¿Acaso no piensa ir a recibirlos? — hablaba más fuerte Hyacinth, mientras ahora sin decoro jalaba de sus cobijas para hacerla levantarse.

Ante la mención de la bienvenida, Emeraude se incorporó de un salto. Pero claro, ¿Cómo podía haberlo olvidado? ¡Ese era el día en que llegaba la campaña de guerra de Henry! Y no solo eso, era el día en que esos terribles

gemelos también volvían a casa.

Emeraude sintió inmediatamente como todo el sueño se iba de su cuerpo, mientras la expectación corría por sus venas. No cabía en sí de la emoción, ese era el día en que por fin los volvería a ver, a todos ellos.

Hacía más de tres años que una rebelión se había alzado en el sur del reino, ocasionando grandes disturbios y daños a los territorios a su paso. Al inicio su majestad y sus consejeros habían pensado que se trataba de una sublevación sin importancia, eran comunes cada ciertos años y solían estar relacionados con burgueses que deseaban crear tumultos para distraer la atención de algún acto ilícito que desearan cometer: unos bienes robados por aquí, unos contrabandos ilegales por allá. Usualmente no escalaba a mayores, y era fácilmente controlable, y los responsables capturados.

Unas cuantas tropas fueron enviadas para controlar la zona, y todos esperaron en la capital, continuando con sus vidas como si nada hubiese cambiado.

 Pero vaya que las cosas cambiaron.

De esa expedición que se envió, nadie regreso con vida. Fue como si el sur se hubiese vuelto una zona de guerra, con todos los pueblos y ciudades devastados, ante el caos total. Funcionarios, soldados, regentes y familias

enteras de la nobleza, masacrados y despojados de sus tierras. Nadie sabía a ciencia cierta quienes eran los causantes de todo, solo sabían que hubo familias que se beneficiaron y otras que lo perdieron todo. La suma de muertos aumentaba cada vez más, y los ataques se iban desperdigando por todo el reino, y ya no solo en el sur. Temiendo una guerra civil, o un posible derrocamiento, su majestad movilizo inmediatamente a su ejército. El ejército de Eresdrel era el más poderoso en todo el continente, y no tenía rival alguno. El rey era conocido por ser un gallardo guerrero que no mostraba piedad ante sus adversarios, sin embargo, esta vez su lucha no sería en un campo de batalla, sino en los terrenos del palacio. El reino no podía arriesgarse a que algo le

sucediese en ese momento, además de que planeaban acabar con la insubordinación demasiado fácil, demasiado rápido. No sería necesario que su majestad fuese a liderar personalmente a sus tropas.

Así que, en su lugar, fue el príncipe heredero. Henry estuvo más que dispuesto a liderar al pequeño ejercito que se destinó para la rebelión, para combatir y para erradicar cualquier vestigio de traición en las tierras. Su

misión era más complicada que ir a matar, debían ir y descubrir no solo quienes eran los cabecillas de la operación, algo que de por sí ya era difícil, puesto que se rumoreaba había muchos nobles de alto rango involucrados; sino que debían descubrir que tan extensa era la red de espías con los que la rebelión parecía contar. Y vaya que debía ser grande y poderosa, puesto que siempre parecían saber con antelación lo que el palacio haría.

Henry estuvo más que dispuesto hacerlo, incluso se podría decir que estaba eufórico de hacerlo. Lo veía como una prueba para demostrarle a su padre, y al reino, que era capaz de hacerse cargo de situaciones como esa.

La última vez que lo vio, hacía poco más de tres años, fue la madrugada del día de su partida. Le había mandado una carta secreta a través de Hyacinth, la cual no había sido leído por otros ojos que los de ella, y que además era

enviada sin remitente para evitar cualquier escándalo En ella, le había pedido verla en el lago que se encontraba cerca de su casa, ese que tantas veces habían visitado juntos, antes del amanecer.

La verdad fuese dicha, Emmie había sentido que el corazón se le saldría del pecho en cualquier momento. Nunca había hecho algo como eso, y temía ser atrapada y meterlo en problemas a ambos; ella ya no tenía esa vena aventurera con la que había contado de pequeña, por lo que contrario a los gemelos, no tenia experiencia escapándose a hurtadillas de la mansión. Sin embargo, Henry se había tomado la molestia de hacer todo el viaje a su casa de verano, aun cuando había estado hasta el tope de responsabilidades y ese mismo día partía al sur. Muy probablemente ni siquiera habría tenido oportunidad de dormir, aunque fuese un poco, así que un castigo muy bien valía la pena por verlo antes de que se marchase.

La verdad fuese dicha, en ese momento habría estado dispuesta a todo con tal de verlo antes de que partiese. Con un nudo en la garganta y las palpitaciones de su asustado corazón, había bajado las escaleras de servicio lentamente, una pequeña vela alumbrando apenas su camino, con su mismo camisón de dormir y solo un ligero abrigo cubriéndola. No se había animado a vestirse con algo más, puesto temía que en la mañana alguna de las criadas se diera cuenta de su escapada al revisar su armario

Al llegar a la cocina, pudo escuchar el roce de un banco antes de escuchar una voz ronca que provenía de la oscuridad que la vela no alcanzaba a iluminar. Antes de poder hacer o decir nada, su imponente padre salió de las

sombras, para verla directamente a los ojos sin decir nada.

Emeraude se sintió desfallecer, y solo alcanzo a tartamudear un tembloroso padre, antes de dejar caer la vela, y que esta repicara en el suelo hasta extinguirse. Con sus ojos aun acostumbrándose a la oscuridad, solo

observo a su padre en silencio. Este solo le dirigía una mirada en silencio, manteniéndole la vista en el joven rostro de su hija, hasta que de pronto dijo algo que dejaría a Emmie sorprendida.

—Deberías apresurarte, o no llegaras antes de que se haya ido— reverbero la profunda voz de su padre, que, si bien había hablado solo en un susurro, había calado hasta lo más profundo de su alma.

Emeraude se quedó patidifusa, sin comprender lo que su padre intentaba decirle. Su padre, viendo la mirada confusa de su hija, no pudo más que sonreír y decirle paternalmente.

—En el establo encontraras a Daisy ensillada. No te preocupes, nadie te detendrá— Para acto seguido agacharse a recoger la pequeña vela y, sacando unos cerillos del bolsillo de su pantalón, encenderla.

Entregándosela a la aun sorprendida Emmie, se inclinó y le susurró en el oído.

—Corre, Emmie. Que el tiempo se acaba florcita. — Todo mientras le propiciaba un beso en la frente y un apretón de hombros. —Dile que cuide de los gemelos. Dios sabe que debería estar diciendo lo contrario, pero bueno, ya conoces a tus hermanos. —

Con eso, se alejó galantemente, a hacer dios sabía que. Emmie sentía que todo aquello era un sueño, uno muy bizarro sin duda alguna. Jamás habría imaginado que Henry le pediría reunirse en la madrugada, y menos aún que en su proceso de escaparse se encontraría a su padre que no solo le daría su permiso, sino que la ayudaría a hacer todo más eficiente.

Volviendo a la realidad, Emmie había corrido hacia los establos, ahora más segura y determinada en sus acciones, después de saberse con la protección de su padre. Encontrando rápidamente a Daisy apago prontamente la vela mientras la lanzaba a un rincón, y sin tiempo que perder, la monto para comenzar a cabalgar hacia el lago. Normalmente, Emmie no era una jinete muy experta. Usualmente lo haría en compañía de Henry, que cabalgaría con ella y la esperaría pacientemente mientras le brindaba consejos. Su padre y los gemelos habían intentado enseñarle apropiadamente múltiples veces, pero simplemente nunca se le había dado con la misma elegancia y facilidad que a ellos. Contrariamente, Evangeline era una sorprendente amazona que parecía haber heredado todo el talento que a ella le faltaba en lo referente a caballos.

Si bien Emmie no era una maestra en la equitación, era capaz de tomar un paseo por si sola a un paso decentemente veloz. Sin embargo, en aquel momento las prisas la apresuraban, así que sin detenerse a pensar en los riesgos y posibles consecuencias de montar desbocada por un camino que solo contaba con la luz de la luna y unas cuantas farolas que alumbraban el camino, comenzó su viaje espoleando al caballo a su máxima velocidad.

En ese momento no lo pensó, aunque después se daría cuenta de cuanto sobreestimo su padre ya fuesen sus habilidades como amazona o su sentido común.

Un viaje que normalmente le habría tomado veinte minutos a un paso moderado, lo hizo en lo que sintió fue un cerrar de ojos. Se lamento no haber llevado consigo un reloj que le permitiese ver la hora. Cada vez acercándose más al lago, sintió como su corazón jugaba también una carrera, galopando salvaje en su pecho. Se sentía desfallecer, y no sabía si era el miedo de lo que le pudiese pasar a Henry o sus hermanos, o la expectación del momento, pero sin duda sus emociones la desbordaban.

Haciendo frenar súbitamente el caballo, Emmie a duras penas logro controlar al caballo, mientras desmontaba a Daisy. Acercándose, observo el oscuro semental de Henry, Furia. Había sido un regalo de su majestad, por su decimoctavo cumpleaños. Era negro como la noche, gigantesco, con un porte que intimidaba a cualquiera y un carácter de los mil demonios que alejaba a cualquiera que hubiese osado acercarse. Y sin embargo, era un amor con ella.

Ni siquiera el mismísimo Henry había logrado el nivel de devoción que Furia parecía profesar por Emeraude. Él, simplemente, estaba prendado de ella. El purasangre, conocido por su carácter indómito, su porte feroz y su linaje de corceles guerreros, se derretía cuando Emmie acariciaba y peinaba su cuerpo. Incluso se dejaba peinar sus crines con pequeñas trenzas y flores que simplemente creaban un cuadro demasiado pintoresco con aquel enorme caballo siendo acicalado por la diminuta joven. Muchas veces Henry se había quedado asombrado viendo como aquel monstruo gigante acariciaba la mano de ella en busca de más golosinas, usualmente manzanas, que la morena pudiese darle.

Cierto era que él había intentado múltiples maneras de conectar con él, pero simplemente era imposible: su personalidad era libre, y era como si hubiese decidido que aceptaba ser su caballo simple y llanamente porque él así lo había decidido. Henry no le mandaba, sino que Furia decidía llevarlo. Furia solo obedecía a una persona, y esa era Emmie.

Mientras veía como el caballo intentaba acercarse a ella desde el árbol donde había sido amarrado, Emmie se preguntó dónde estaba Henry. Sintiendo un temor invadir su cuerpo, Emeraude comenzó a buscarlo frenéticamente por el lugar, con el miedo de que hubiese caído en el lago.

De pronto, y sin que lo viera venir, una sombra se movió y sintió como una pared inmovible se colocaba a su espalda mientras un fuerte brazo rodeaba sus brazos a través de su pecho, manteniéndola inmovilizada, Y después llego el filo de una daga contra el cuello.

Capítulos
1 Capítulo 1: de recuerdos y tiempos pasados
2 Capítulo 2: de juramentos y promesas futuras
3 Capítulo 3: de violetas y confesiones
4 Capítulo 4: de preguntas y decepciones
5 Capítulo 5: de bienvenidas y despedidas
6 Capítulo 6: de compromisos y resoluciones
7 Capítulo 7: de anillos, guerras y noticias que no se debían saber pero se supieron
8 Capítulo 8: de la preparacion antes de la bienvenida
9 Capítulo 9: de cuando los que vuelven no son iguales a los que se fueron
10 Capítulo 10: de vulnerabilidad y pasados que es mejor no recordar
11 Capítulo 11: de la bendita pero ingrata carta
12 Capítulo 12: de vergüenza y padres comprensivos
13 Capítulo 13: de los terribles días y horas antes del bendito baile I
14 Capítulo 14: de los terribles días y horas antes del bendito baile II
15 Capítulo 15: de castillos de ensueño y amigas que lo son aún más
16 Capítulo 16: de la frenética búsqueda y el no tana gradable resultado
17 Capítulo 17: donde una es seguridad y la otra es pasión
18 Capítulo 18: de un dolor mas grande que la muerte
19 Capítulo 19: de lo que no se quiere pero se tiene que decir
20 Capítulo 20: de momentos taciturnos y primeros encuentros
21 Capítulo 21: de visitas inesperadas y cosas que no se quieren enfrentar
22 Capítulo 22: promesas que fueron hechas pero se volvieron cenizas
23 Capítulo 23: de anillos que ya no significaban lo mismo
24 Capítulo 24: donde se cumplen promesas que no se quisieran cumplir
25 Capítulo 25: de cerrar ciclos y reunirse con amigos
26 Capítulo 26: de la verdad que uno se niega a aceptar, a decir en voz alta
27 Capítulo 27: de reuniones, peleas y hablar de rencores pasados
28 Capítulo 28: de juegos retorcidos y presencias imponentes
29 Capítulo 29: de verdades a medias y animales que hablan
30 Capítulo 30: de coloridos paseos y estandartes del corazón
Capítulos

Updated 30 Episodes

1
Capítulo 1: de recuerdos y tiempos pasados
2
Capítulo 2: de juramentos y promesas futuras
3
Capítulo 3: de violetas y confesiones
4
Capítulo 4: de preguntas y decepciones
5
Capítulo 5: de bienvenidas y despedidas
6
Capítulo 6: de compromisos y resoluciones
7
Capítulo 7: de anillos, guerras y noticias que no se debían saber pero se supieron
8
Capítulo 8: de la preparacion antes de la bienvenida
9
Capítulo 9: de cuando los que vuelven no son iguales a los que se fueron
10
Capítulo 10: de vulnerabilidad y pasados que es mejor no recordar
11
Capítulo 11: de la bendita pero ingrata carta
12
Capítulo 12: de vergüenza y padres comprensivos
13
Capítulo 13: de los terribles días y horas antes del bendito baile I
14
Capítulo 14: de los terribles días y horas antes del bendito baile II
15
Capítulo 15: de castillos de ensueño y amigas que lo son aún más
16
Capítulo 16: de la frenética búsqueda y el no tana gradable resultado
17
Capítulo 17: donde una es seguridad y la otra es pasión
18
Capítulo 18: de un dolor mas grande que la muerte
19
Capítulo 19: de lo que no se quiere pero se tiene que decir
20
Capítulo 20: de momentos taciturnos y primeros encuentros
21
Capítulo 21: de visitas inesperadas y cosas que no se quieren enfrentar
22
Capítulo 22: promesas que fueron hechas pero se volvieron cenizas
23
Capítulo 23: de anillos que ya no significaban lo mismo
24
Capítulo 24: donde se cumplen promesas que no se quisieran cumplir
25
Capítulo 25: de cerrar ciclos y reunirse con amigos
26
Capítulo 26: de la verdad que uno se niega a aceptar, a decir en voz alta
27
Capítulo 27: de reuniones, peleas y hablar de rencores pasados
28
Capítulo 28: de juegos retorcidos y presencias imponentes
29
Capítulo 29: de verdades a medias y animales que hablan
30
Capítulo 30: de coloridos paseos y estandartes del corazón

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