El camino fue silencioso, no iba a negar que incluso apresuró un poco el paso para evitar cualquier intento de la pequeña por volver con su madre, lo cual sería un gran problema pues podría generarse un escándalo en el lugar considerando que el parque ya comenzaba a tener algunos visitantes. Sin embargo, descartó la idea totalmente al verla de reojo; su mirada baja y un poco de gimoteo producto del llanto reciente, incluso notaba como ella misma secaba sus lágrimas con la manga de su abrigo. La niña tenía 8 años pero al parecer entendía perfectamente el motivo por el que estaba ahí.
Quería indagar, quería saber exactamente lo que sus padres le habían dicho, los motivos de su separación, pero no lo veía prudente, no era el lugar adecuado para conversar sobre ello y no quería agobiarla más.
Se detuvo frente a su vehículo dejando por unos momentos la mano que sostenía sólo para sacar de su bolsillo ese pequeño control remoto que le permitió abrir la puerta del copiloto.
—Muy bien, Adeline… las damas primero— habló por fin manteniendo una sonrisa.
Ella alzó la mirada hacia el hombre, luego miró hacia atrás y terminó regresando su mirada hacia ese asiento en el que debía subirse. Dudaba y Evan lo podía notar.
Suspiró, y se agachó para quedar a su altura.—Te prometo que nada malo va a pasarte y que cuando menos te lo esperes ella volverá por ti para llevarte a casa junto con tu padre… mientras tanto permíteme cuidarte ¿está bien?
No hubo respuesta, sus pequeñas manitas se aferraron a ese abrigo propio repasando en su mente esas palabras que su madre le dijo minutos atrás donde le pedía mantenerse a salvo y esperar a su regreso, dio una mirada más hacia el parque y volvió a ese par de ojos color miel que aunque momentos atrás se habían mostrado serios ahora sólo le expresaban comprensión y ternura, asintió suavemente y tan sólo subió al asiento del vehículo. Evan no dijo palabra alguna, se puso de pie para cerrar la puerta, guardar el equipaje ajeno en la parte trasera del auto y dirigirse al lugar del conductor.
Hacía tanto tiempo que se dedicaba a esto y aún no se acostumbraba a ese tipo de situaciones; los niños solían deprimirse al principio por la ausencia o “abandono” de sus padres como ellos solían decirlo y era tan difícil quitar de sus mentes esa idea.
Condujo en silencio durante un tiempo, 20 minutos… tal vez un poco más, hasta que por fin se detuvo en la cochera de aquella gran casa de colores azulados. Volvió su atención a la pequeña quien ya se había tranquilizado un poco o al menos ya no lloraba.
—Llegamos—estiró su mano para poder darle una pequeña caricia en su cabeza, una suave muestra de afecto que aunque sabía que no iba a animarle del todo, deseaba transmitirle un poco más de confort.
Antes de poder decir algo más, bajó del auto para rodearlo y abrir la puerta del copiloto, Adeline apenas dio un par de pasos fuera, escuchó como la puerta principal se abría y de la casa salía una mujer castaña de ojos color miel con una sonrisa radiante en sus labios. Por un momento pensó en el enorme parecido que tenía con el hombre que la había traído ahí pero poco tiempo tuvo para divagar pues la chica en un abrir y cerrar de ojos ya estaba justo enfrente suyo.
—Hola, tú debes de ser Adeline, eres mucho más linda de lo que imaginaba— procedió a hincarse frente a ella para poder apreciarla mejor notando unas pequeñas manchas rojizas bajo sus ojos, sabía el motivo de éstas así que no tocaría el tema. —Hace frío deberíamos entrar a la casa, he preparado chocolate caliente para todos— se levantó — ¿Vienes, hermano? —y ésta vez se dirigía al castaño.
—En un momento, debo sacar el equipaje de la recién llegada y hacer un par de llamadas… adelántense y asegúrense de terminarse ese chocolate por mí.
La chica sólo rió suavemente por la respuesta de Evan y tomando de la mano a la pequeña comenzó a caminar hacia la casa. —Te guardaré tu ración, no tardes.
No hubo respuesta del otro, o no le dieron oportunidad para darla pues ya estaban dentro de aquella cálida residencia donde comenzó a inspeccionar con su mirada el lugar al que había llegado, el cual era agradable y sencillo, las decoraciones no resaltaban demasiado salvo un pequeño mural donde había fotos familiares, o eso era lo que daba la impresión de ser. La chica la llevó hasta la sala en donde ya se encontraba encendida la chimenea que ayudaba a mantener el clima agradable en el interior.
—Iré por tu chocolate, puedes sentarte donde gustes, ésta ya es tu casa— le soltó su mano para darle una caricia en la mejilla y retirarse.
Asintió y claro que le tomó la palabra pues tomó asiento en el sofá más grande de la estancia, ahí en esa soledad momentánea aún procesaba lo que estaba sucediendo, tenía tantas dudas, todo fue demasiado rápido, sus padres habían evitado darle los grandes detalles quizás por su edad creían que ella no entendería y no se equivocaban, pero tenía un presentimiento no muy agradable gracias a una plática que no debió escuchar ¿Esa chica agradable le explicaría? ¿Quiénes eran ellos para empezar?
— ¿Hola?
Volvió a la realidad alzando la mirada hacia la persona que le llamaba, creyó que la chica había regresado pero, frente a ella estaba otra persona; un chico pelirrojo de ojos color cielo que esperaba una respuesta de su parte ¿tanto había estado perdida en sus pensamientos?
—Hola—respondió.
Él le sonrió. —Tú debes ser nuestra nueva hermanita ¿no es así?
Asintió con timidez. —Si, mi nombre es Adeline.
—Oh—al escuchar su nombre tomó la suficiente confianza para sentarse a su lado. —yo me llamo Liam… ¿Tus padres también te abandonaron?
Bajó la mirada. —No... Mi mamá vendrá por mí después.
—Hmmm… Yo no recuerdo a la mía, Evan me dijo que un día volvería por mí pero creo que ya lo olvidó— mientras hablaba balanceaba sus pies de adelante hacia atrás.
—Liam—una tercera voz se hizo escuchar, era aquella chica que traía en sus manos dos tazas con chocolate caliente las cuales colocó en la mesita de centro para sentarse al otro lado de la pequeña. —No deberías asustar de esa manera a tu nueva hermana.
—Lo siento— se disculpó con un pequeño puchero en su rostro. —Aunque es verdad. —soltó en voz baja.
Logró escuchar ese pequeño susurro pero no quiso tomarle importancia, no lo iba a reprender por ello. —Adeline, ya conociste a Liam, mi nombre es Evelyn, más tarde conocerás a tus otros hermanos y claro, ya conociste a Evan, dime ¿tienes dudas? Puedes preguntar lo que desees.
Lo meditó por unos segundos, tenía demasiadas dudas especialmente el motivo por el que sus padres la dejaron pero temía hacer esa pregunta, Liam le dijo que la habían abandonado pero no quería confirmarlo. Quería pensar que bromeaba y confiar en la promesa de su madre.
— ¿Qué es éste lugar?
—Bueno… Evan y yo lo llamamos “Casa de cuidado”, aunque realmente no existe ese término en otros lugares, somos una especie de guardería y cuidamos a los pequeños de papás que tienen conflictos que atender y no desean que sus hijos se vean involucrados o sufran cambios repentinos por las constantes mudanzas que deban realizar, en tu caso tus papás debían salir de los Estados Unidos urgentemente para realizar un viaje muy largo de negocios, por eso nos pidieron cuidarte durante ese tiempo—le respondió de más y si que era una mentira a medias pero no tenía el corazón para decir más detalles.
Sintió un pequeño alivio por su respuesta, ya que le había respondido incluso esa duda que le atemorizaba externar, aún era extraño, después de todo llegaba a un lugar nuevo.
—No te preocupes, Adeline— habló el chico rompiendo el silencio y bajándose del sofá para tomar esa taza con chocolate y ofrecérsela. —Mientras tu mami vuelve por ti nosotros vamos a ser tu familia, todos somos hermanos—señaló a la castaña—Evelyn es muy buena con nosotros, hace comida muy deliciosa y Evan nos lleva a comer helado cuando hace calor ó cuando está de buen humor.
Para Evelyn fue tan repentino ver a Liam tomar esa iniciativa para animarla, sin embargo se lo agradeció demasiado.
La pequeña tomó la taza que le ofrecía el pelirrojo para dedicarle una sonrisa, seguía triste, si, pero no iba a negar que se sintiera mucho mejor por sus palabras. —Gracias, Liam
—Bueno, iré a ver por qué Evan tarda tanto en traer tus cosas— se puso de pie no sin antes revolver afectivamente el cabello de ambos niños.
— ¡Yo la cuido, Eve! —gritó tomando su propia taza con chocolate y volverse a sentar a su lado.
—Te lo encargo—le guiñó un ojo antes de salir.
Estando solos las preguntas triviales no se hicieron esperar; el sabor de helado preferido, su comida favorita, si creía en santa, etc. Todo fue lo suficientemente ameno para Adeline que incluso un par de risas se hicieron escuchar en la habitación mientras Liam le contaba algunas travesuras que llegaban a hacerle a Evan, incluso le habló un poco sobre sus otros hermanos, de quienes no quiso decir mucho pues quería que los conociera en persona.
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Comments
Mary Montilla
Se Lee triste la historia, pero es interesante 👍🏻😜
2023-02-01
1
Beatriz Narváez campo
qué lindo es Liam, ojalá los otros hermanos traten igual de bien a Adeline!🤗🤗🤗
2023-01-28
3
✿☬Juliana Aké☬✿
ya quiero ver qué pasa
2023-01-27
2