Capítulo 5: casa nueva.

—¿Dónde está mi hermano? —preguntó Gwen, visiblemente preocupado.

—No sabemos, Gwen, hemos estado buscándolo por todas partes —respondió el oficial Aiden Kelly, con un tono de preocupación en su voz.

—Dios, no puedo creerlo… —murmuró Gwen, sintiéndose angustiado por la situación en la que se encontraba su hermano.

—Chicos, cálmense ya, hemos estado buscándolos y no sabemos dónde están —intervino el oficial Murphy, tratando de tranquilizarlos.

—¿Cómo es posible que hayan logrado escapar? —exclamó Jackson, mostrando su incredulidad.

—Es algo que no puedo entender —añadió Nick, frunciendo el ceño.

—¿Se escaparon? —preguntó Victoria, sorprendida.

—Sí, no te das cuenta de nada, ¿verdad? —respondió Alison, sarcástica.

Y en otro rincón de la prisión, Bella, la nueva prisionera con mal carácter, permanecía siempre callada y solitaria.

—Hola, Bella —saludó Jackson, tratando de establecer una conversación, pero ella lo ignoró por completo.

Bella mantenía una mirada seria y no respondía.

—Hey, te estoy hablando —insistió Jackson.

—Jackson, aléjate de ella, no te acerques ni le hables, es peligrosa —le advirtió el oficial Aiden Kelly, preocupado.

Jackson decidió hacer caso a la advertencia y se alejó de Bella.

—¿Cómo lograron escapar? —se preguntaba Miley— ¿A ti no te afecta en absoluto?

—La verdad es que Lowen no me importa en lo más mínimo —respondió Victoria, mostrando su desinterés.

Más tarde, Gwen logró infiltrarse en la oficina del oficial y encontrar un teléfono para llamar a Lowen.

—¿Hola? ¿Gwen? —dijo Lowen con sorpresa al escuchar la voz de su hermano al otro lado de la línea.

—Lowen, ¿dónde estás? ¿Por qué te escapaste? —le preguntó Gwen, lleno de preocupación.

—Necesitaba estar con Liza y mamá. Escucha, nos vamos a mudar lejos para que no nos encuentren, y no puedo dejar que estés solo ahí, ni tampoco a las chicas. Debes escapar también, Gwen.

—¿Qué? ¿Estás diciendo que escape de la prisión? ¡Eso es una locura! —exclamó Gwen, sintiéndose abrumado por la idea.

—Piénsalo, Gwen. ¿No quieres salir de ese infierno? Yo sé que lo deseas. Escondí las llaves debajo de la cama, abre con cuidado y lograrás escapar.

—Está bien, pero solo si puedo llevar a Mía conmigo. No quiero dejarla sola, y también a Miley, que es su hermana —dijo Gwen.

—Hazlo, llévalas contigo. Y también a Melanie —agregó Lowen.

Con paciencia, Lowen detalló a su hermano el plan de escape. Horas después, Gwen se dirigió a la celda de las chicas, nervioso pero decidido.

—Chicas, tenemos un plan para escapar de aquí —anunció Gwen en voz baja.

—¿Qué? ¿Cómo? —preguntó Mía, sorprendida.

—Dime cómo, Gwen —dijo Melanie.

—Gwen, ¿en serio estás hablando de escapar? Estás perdiendo la cabeza —comentó Miley, incrédula.

—Empaquen sus cosas discretamente y sigan mis instrucciones —les susurró Gwen con determinación.

Horas más tarde, los cuatro habían empacado lo esencial y esperaron a que la prisión se sumiera en la oscuridad de la noche. Con sigilo, salieron de sus celdas y lograron obtener las llaves de la puerta trasera. Treparon por las rejas cuidadosamente para evitar ser vistos por los guardias.

—Corran, rápido, sigan… —ordenó Gwen en voz baja mientras avanzaban a través de las sombras.

Finalmente, lograron tomar un taxi y llegaron a la casa de Lowen y Ana. Ana los recibió con preocupación y, sin perder tiempo, pagó al taxista.

—¡Gwen! ¡Hijo! —exclamó Ana, emocionada al ver a Gwen y los demás llegar a salvo.

—¡Hola! —saludó Melanie, mostrando una sonrisa al reunirse con su hermano.

—Aquí estamos —dijo Mía, emocionada por su nueva situación.

—Llegamos —confirmó Miley, sus ojos brillando con esperanza.

—¡Melanie! ¡Hermana! —exclamó Gabriela, abrazando a su hermana con alegría.

Liberados de sus trajes de prisionero, todos se vistieron rápidamente con ropa normal, marcando así el comienzo de su nueva vida.

Un tiempo después, Ana logró vender su casa anterior y con el dinero adquirido compró una casa más amplia en otra ciudad. La familia se mudó rápidamente para comenzar su nueva vida en un lugar distinto.

—¡Sí! ¡Lo logramos! ¡Escapamos! —gritó Lowen, su rostro radiante de felicidad.

—Es realmente hermoso aquí, incluso la ciudad parece increíble —comentó Miley, maravillada por el nuevo entorno.

—Estoy de acuerdo, es un lugar muy agradable —añadió Mía, admirando la vista.

—Sí, definitivamente me agrada este cambio —dijo Gabriela, asintiendo con una sonrisa.

—Finalmente estamos libres, lejos de ese infierno —dijo Lowen, dejando escapar un suspiro de alivio.

—Bueno, chicos, vayan a descansar en sus habitaciones, están en casa ahora —anunció Ana, indicándoles que se dirigieran a descansar.

Los nuevos residentes subieron emocionados y eligieron sus habitaciones. Gwen, exhausto por el día lleno de emociones, se quitó la camiseta y se dejó caer en la cama para finalmente descansar en paz.

Mía lo vio y sintió un ligero rubor en sus mejillas.

—Oh... umm... Gwen, ¿qué estás haciendo? —preguntó nerviosa.

—Ah, h-hola Mía, solo estaba descansando. Hace calor, ¿no crees? —respondió Gwen, tratando de parecer casual.

—S-Sí... —respondió Mía, sintiendo cómo el rubor en su rostro se intensificaba.

—Creo que sería mejor si me pongo mi chaqueta —añadió Gwen, sintiendo la necesidad de disimular y evitar cualquier incomodidad.

—Bueno, me iré, debo ir a bañarme —dijo Mía.

—Está bien —respondió Gwen.

Gwen dejó escapar un suspiro mientras veía a Mía alejarse.

—¿Por qué mi corazón late tan rápido cuando la veo? —pensó para sí mismo—. Esto es ridículo, solo somos amigos...

...

Mientras tanto, Gabriela estaba acostada en la cama, sumida en su lectura. Lowen se acercó a ella y se sentó a su lado.

—Hola, hehe —saludó Lowen.

—Hola Lowen —respondió Gabriela, sonriendo.

—¿Qué haces aquí sola? —preguntó Lowen, acomodándose.

—Nada en particular, solo quería descansar —contestó Gabriela, sintiendo cómo su corazón latía un poco más rápido al tenerlo cerca.

—Gabriela... —dijo Lowen, nervioso.

—Sí, ¿qué pasa? —respondió Gabriela, acercándose un poco más a él.

—Me... me está empezando a gustar estar a tu lado —confesó Lowen, sintiendo cómo sus mejillas se calentaban.

—¿En serio? —dijo Gabriela, mirándolo con sorpresa.

—Sí, claro —afirmó Lowen, sonriendo tímidamente.

—A mí también me gusta estar a tu lado —dijo Gabriela, sintiendo que su corazón latía aún más fuerte.

—¿Puedo decirte algo, si no te molesta? —preguntó Lowen.

—Por supuesto, adelante.

—Eres muy linda —dijo Lowen, con sinceridad.

—Tú también, Lowen —respondió Gabriela, sonriendo cariñosamente—. Eres tan especial, incluso cuando te enojas.

—Hehe, sí, supongo que tengo ese pequeño defecto de enojarme rápido —dijo Lowen, riendo.

Poco a poco, Gwen comenzó a sentir que sus sentimientos hacia Mía se estaban volviendo más profundos, mientras que Gabriela también empezaba a darse cuenta de que sus emociones por Lowen estaban creciendo.

—¿Quieres bailar? —preguntó Gabriela de repente.

—¿Bailar? —repitió Lowen, sorprendido.

—Sí, un vals. Puede ser divertido —dijo Gabriela, entusiasmada.

—Bueno, déjame intentarlo —respondió Lowen, aceptando.

Gabriela puso una música suave y Lowen tomó su cintura con suavidad. Ella colocó su mano en el hombro de Lowen y comenzaron a moverse al ritmo de la música.

Durante el baile, realizaron un paso en el que Lowen la sostenía por detrás, y Gabriela sintió cómo su corazón se aceleraba. De repente, Gabriela apagó la música y se separó de él.

—No puedo, estoy demasiado nerviosa —confesó Gabriela, apenada.

—¿Por qué? —preguntó Lowen, preocupado.

—No lo sé... Supongo que tengo sueño, iré a la cama —dijo Gabriela, buscando una excusa para disimular su nerviosismo.

—Está bien, descansa. Hasta mañana —se despidió Lowen.

Al día siguiente, el caos se desató en la prisión cuando se dieron cuenta de que Gwen, Melanie, Mía y Miley también habían escapado.

—¡No puede ser, maldición! —exclamó el oficial Murphy, frustrado.

—¿Qué sucedió? —preguntó el oficial Kelly, alarmado.

—¡Gwen, Melanie, Mía y Miley también se escaparon! ¡Esto no puede ser real! —gritó el oficial Murphy.

—¡¿Qué?! ¡Esto es una locura! Tenemos que encontrarlos inmediatamente —ordenó el oficial Kelly.

Las alarmas sonaron de nuevo y más autos de policía salieron en busca de los fugitivos. El juego del gato y el ratón continuaba, mientras las autoridades luchaban por recuperar el control.

—¿Qué? ¿Ellos también se escaparon? —dijo Victoria, sus ojos se abrieron con sorpresa y preocupación, mientras sus manos se apretaban instintivamente.

Ski asintió con un gesto serio. —Sí, parece que sí. Los rumores dicen que lograron escapar de la misma manera que Lowen y Gabriela.

Jackson frunció el ceño, enojado. —Es increíble, todos están huyendo como si fuera un juego.

Alison miró a Leo con inquietud. —¿Qué crees que les espera cuando los atrapen? ¿Las consecuencias podrían ser peores que estar en prisión?

Leo asintió lentamente, compartiendo la preocupación. —Es difícil decirlo, pero probablemente enfrentarán medidas más severas por su intento de fuga.

Jackson dejó escapar un suspiro y miró hacia la distancia. —Espero que hayan pensado bien en lo que están haciendo y que estén dispuestos a enfrentar las consecuencias.

El oficial Jhon interrumpió la conversación con firmeza. —¡Silencio! Dejen de hablar y mantengan la calma. Nuestra prioridad es localizar a los fugitivos y traerlos de vuelta bajo custodia.

—Ahh, fue un gran riesgo escapar… —dijo Melanie, su voz llevaba una mezcla de emoción y nerviosismo, mientras miraba a su alrededor como si todavía no pudiera creer que estaban fuera de la prisión.

Miley asintió con seriedad. —Sí, pero también fue un riesgo que estábamos dispuestos a tomar. No podíamos seguir soportando estar allí.

Gwen suspiró, pensativo. —Lowen realmente no quería dejarme atrás, incluso cuando planeó todo esto. Aunque sabía que podía enfrentar consecuencias aún peores si nos atrapaban juntos.

Mía, que hasta ahora había estado callada, finalmente habló. —Creo que todos estamos buscando una oportunidad para cambiar nuestras vidas. Y si eso significa arriesgarlo todo, entonces así será.

Gabriela se unió a la conversación con una sonrisa suave. —No importa lo que pase, al menos estamos juntos y libres por ahora.

Lowen asintió con determinación. —Sí, estemos alerta y cuidémonos mutuamente. Nuestro objetivo es mantenernos a salvo y lejos de la prisión.

Mientras tanto, en la prisión, las autoridades continuaban su búsqueda intensa, decididas a recapturar a los fugitivos antes de que pudieran alejarse demasiado.

—¿Y por qué no le dices que te gusta? —dijo Mía, mirando a Gabriela con una sonrisa traviesa.

Gabriela se sonrojó y desvió la mirada. —No lo sé, me da vergüenza.

—Le diré por ti —propuso Mía, juguetona.

—¡No! No le digas, por favor —respondió Gabriela, alarmada.

Mía rió y le dio un golpecito amistoso en el hombro. —Ya, ya, está bien, era broma. Allí está, justo bebiendo algo, ve a hablarle. Yo tengo que salir.

...

—¿Dónde estarán los demás? —se preguntó Alison en voz alta.

—No sé, pero no me imagino lo que les harán como castigo —comentó Jackson, preocupado.

—Qué mal por ellos —dijo Nick, frunciendo el ceño.

...

—Ese imbécil decidió irse sin saber lo que le pasará… —murmuró Sky, con desdén.

—Ya verá cuando lo atrapen —añadió Luz, con una sonrisa maliciosa.

—Sí, claro que sí —respondió Sky, asintiendo con satisfacción.

...

—Oye, no me golpees, solo quiero hablar contigo —insistió Jackson, acercándose a Bella.

—¿Por qué siempre me hablas? No me agradas ni tú ni nadie —respondió Bella con frialdad.

—¿Por qué eres así de fría? —preguntó Jackson, desconcertado.

—Jackson, cuantas veces te tengo que decir que no le hables, te he dicho que tiene mal carácter —intervino el oficial Oliver, frunciendo el ceño.

—Mejor déjame en paz —dijo Bella, dándose la vuelta con desinterés.

—Haha, te lo mereces —se burló Victoria, disfrutando del conflicto.

—Cállate, estúpida, nadie te habló a ti —replicó Jackson, molesto.

En otra parte de la ciudad, Mía y Gwen paseaban juntos por la calle, disfrutando del buen clima y la libertad recién encontrada.

—Qué bonito día, ¿no? —dijo Gwen, mirando al cielo con una sonrisa.

—Sí, hace tiempo no veía uno así —respondió Mía, observando a su alrededor con alegría.

...

—Me he olvidado de decirles algo importante —dijo Ana con seriedad, reuniendo la atención de todos.

—¿Qué sucede, madre? —preguntó Lowen, preocupado.

—No deben salir de la casa, pues los oficiales están por toda la ciudad buscándolos. Si salen, los encontrarán de inmediato —advirtió Ana, marcando la importancia de la precaución.

—¡¿Qué?! —exclamó Lowen, su rostro reflejando una mezcla de sorpresa y preocupación— Hay, no… ¡Mía y Gwen salieron!

—No puede ser, espero que no los encuentren, dios —dijo Ana, llevándose una mano a la boca en gesto de preocupación.

Mientras tanto, Mía y Gwen seguían caminando ajenas a la tensión que sus acciones habían causado.

Minutos después, los oficiales Murphy Walls y Óscar Bels avistaron a dos figuras que coincidían con la descripción de Mía y Gwen.

—Miren, esos no son... ¿Mía y Gwen? —dijo Murphy Walls.

—¡Sí, son ellos! —respondió Óscar Bels.

—¡Mía, Gwen! Con que ahí están… —dijo Murphy Walls.

—¡¡Ahhh!! —gritó Mía, asustada.

—¡Corre, corre! —dijo Gwen.

Los oficiales comenzaron a perseguirlos. Mía y Gwen corrieron por las calles, su pulso acelerado por el miedo y la adrenalina.

—¡Vengan aquí, imbéciles! —dijo Murphy Walls, furioso.

—¡Corre, Mía! —dijo Gwen, tratando de mantener la calma.

—¡¿Cómo nos encontraron?! —dijo Mía, su voz temblorosa.

—¡No lo sé!

A pesar de sus esfuerzos, los oficiales pronto los alcanzaron. Atraparon a Mía primero y la esposaron, mientras que Gwen quedó atrapado en las manos de Murphy Walls.

—¡¡Noo!! ¡¡Noo!! ¡¡No se la lleven, noo!! —gritó Gwen, luchando desesperadamente por liberarse— ¡¡Dejenla!! ¡¡Noo!!

A pesar de los ruegos de Gwen, Mía fue llevada en un auto de vuelta a la prisión. Gwen, por su parte, fue forzado a subir a otro auto, donde quedó encerrado en la parte trasera con sus manos esposadas.

—Ahora van a ver lo que les pasará —dijo Murphy Walls con satisfacción.

Una vez en la prisión, tanto Mía como Gwen fueron llevados a celdas de castigo separadas. Mía fue sometida a un castigo cruel, siendo empapada con una manguera hasta quedar casi sin aliento.

—¡¿Qué le han hecho?! ¡¡Malditos!! —gritó Gwen desde su celda, sintiendo impotencia y rabia.

Mientras tanto, en otra parte de la prisión, algunos prisioneros discutían la situación.

—Oye, no me golpees, solo quiero hablar contigo —dijo Jackson, intentando entablar una conversación con Bella.

—¿Por qué siempre me hablas? No me agradas ni tú ni nadie —respondió Bella con frialdad.

—¿Por qué eres así de fría?

—Jackson, cuantas veces te tengo que decir que no le hables, te he dicho que tiene mal carácter —dijo el oficial Oliver Charles, interviniendo en la discusión.

—Mejor déjame en paz —dijo Bella con desdén.

En medio de todo este caos, Gwen y Mía lograron tener un momento para hablar en la celda de Mía.

—Mía, ¿estás bien? Estás toda mojada, te ayudo a secarte —dijo Gwen con preocupación.

—Gracias —respondió Mía, agradecida por su gesto amable—. ¿Qué te hicieron a ti?

—Me golpearon —respondió Gwen, recordando la violencia que sufrió.

—Por dios, ¿estás bien?

—Sí, tranquila —dijo Gwen, intentando tranquilizarla a pesar de su propia angustia.

En medio de la conversación, el oficial Oscar Bels se acercó.

—¿Qué pasó, chicos? —preguntó, mostrando su preocupación genuina por ellos.

—Murphy y Kelly nos castigaron por haber escapado —dijo Gwen con frustración.

—Esos dos, maltratar a los prisioneros no es forma de enseñar —dijo Oscar con enojo—. Si siguen así, les prometo que serán despedidos. Yo soy el oficial jefe de la prisión.

Oscar dejó a Mía una toalla para que se secase, mostrando su compasión por los prisioneros. Mientras tanto, Gwen compartió sus preocupaciones con él sobre el destino de sus amigos.

—Oye, falta el resto, Melanie, Gabriela, mi hermano Lowen y Miley. Si los encuentran a ellos, les harán lo mismo que a nosotros —dijo Gwen con angustia.

—No lo permitiré, tranquilos —respondió Oscar con determinación.

El regreso de Mía y Gwen a la prisión generó diversas reacciones entre los otros prisioneros.

—¡Chicos, los encontraron! —exclamó Alison, compartiendo la noticia con los demás.

—Ah, hola Alison, sí, otra vez aquí —dijo Mía con un suspiro cansado.

—¡Chicos! ¡Los encontraron! —exclamó Jackson, llegando con la noticia a otro grupo.

—¿Qué pasó? ¿Cómo los encontraron? —preguntó Nick, visiblemente sorprendido.

—Vaya, vaya, han vuelto… —dijo Sky con un tono sarcástico.

—Si, al parecer sí —dijo Luz, mirando a los recién llegados con indiferencia.

—¿Ya vas a comenzar a molestar? —dijo Gwen, enfrentando a Sky.

—No, no, solo quería ver cómo regresaron al infierno, hahaha —dijo Sky, riéndose con maldad.

—Ah, ¿sí? Pues en este "infierno" estás tú también, no solo nosotros —respondió Gwen, defendiéndose con valentía.

El oficial Oscar Bels intervino para calmar la situación.

—Bueno chicos, vayan al patio, aquí no hay nada que ver —dijo Oscar, indicándoles que se dispersaran.

Mientras los prisioneros se retiraban, algunos de ellos expresaban sus propias reflexiones sobre la situación.

—Al final volvieron… —pensó Victoria, sintiendo una mezcla de pena y resignación.

Más tarde, el oficial Oscar llamó a Ana para informarle que su hijo Gwen y Mía habían sido encontrados y ya estaban de vuelta en la prisión.

—Hay, dios, no puedo creerlo…

—¿Qué pasa, mamá? —preguntó Lowen.

—Encontraron a Mía y a Gwen —respondió Ana con preocupación.

—¡¿Qué?! ¡¡No!! —exclamó Lowen, sintiendo una mezcla de enojo y desesperación.

—No, ¿es en serio? —dijo Gabriela, culpándose a sí misma— Mía me dijo que iban a salir y yo no la detuve.

Melanie suspiró y se cubrió el rostro con las manos, sintiendo la tensión en el aire.

—¿Y ahora qué haremos? —preguntó Miley, mirando a su alrededor, buscando respuestas.

—Chicos, ahora solo quedan ustedes, no salgan por favor —dijo Ana con un tono preocupado.

—No te preocupes, madre, no haremos nada estúpido —respondió Lowen con determinación.

—Papa, ¿los encontraron? —preguntó Liza, preocupada por la situación.

—Sí, mi amor, al final los encontraron —respondió Lowen con un suspiro pesado.

—¿Mi madre está allí en la prisión? —preguntó Liza, recordando la razón detrás de la captura de Mía.

—Sí, cariño, está allí por hacerme daño a mí —explicó Lowen con cierta tristeza en su voz.

—Ah bueno, se lo merece, espero que se quede allí para siempre —dijo Liza con determinación.

—Hehe, esa es mi niña hermosa —dijo Lowen con una sonrisa, conmovido por el apoyo de su hija.

—Oye, Lowen es muy cariñoso con su hija —comentó Miley, observando la escena con admiración.

—Sí, mi hijo es muy cariñoso con todos los que ama —dijo Ana con un tono orgulloso, apreciando el lado tierno de su hijo en medio de la adversidad.

Más tarde, todos se prepararon para cenar. Gabriela no pudo abrir la botella de refresco, ya que estaba muy trabada, y ninguno de los presentes lograba abrirla.

—¡Ahh! No puedo abrirla —se quejó Gabriela, frustrada.

—Yo tampoco puedo —respondió Melanie con una risa.

—A mí no me miren, si ustedes no pueden, yo tampoco podré —añadió Miley, riéndose.

—A ver, ¿las ayudo? —ofreció Lowen—. Miren y aprendan.

Lowen agitó la botella de bebida con gas sin darse cuenta de las consecuencias, y al intentar abrirla, el gas salió disparado directo a su rostro.

—¡¡Ahh!! —gritó Lowen, sorprendido.

Inmediatamente, la misma suerte corrió Gabriela cuando inclinó la botella.

—¡¡Oye no!! ¡¡Ahh!! —exclamó Gabriela, molesta— ¡¡Lowen!!

—Oh no, perdón, no pensé que esto pasaría —se disculpó Lowen, riendo por su torpeza.

—Qué tonto eres, hijo, no tenías que agitarla —lo reprendió Ana, aunque no pudo evitar una sonrisa.

—¡No! ¡Mi ropa limpia! —se quejó Gabriela, mientras tomaba una toalla para secarse.

Miley y Melanie no pudieron contener las risas al ver la situación. Aunque frustrada, Gabriela se secó con la toalla, y luego tuvo que cambiarse de ropa al igual que Lowen.

—¡Ay, por fin! —exclamó Gabriela, al acabar.

—Qué divertido fue todo esto —dijo Miley, aún riéndose.

Después de cenar, tanto Lowen como Gabriela necesitaron cambiarse de ropa, ya que sus prendas estaban empapadas. Decidieron poner las prendas mojadas a lavar antes de que los demás se dieran cuenta de su pequeño accidente.

—Listo, eso debería solucionarlo —dijo Gabriela, una vez terminada la tarea.

—Definitivamente no esperaba que la cena terminara así —comentó Lowen, con una sonrisa.

—¡Hey, Lowen! —gritó Miley desde la cocina.

—¡Ya voy, qué molesta! —respondió Lowen con un tono divertido.

—Hehe, ¿qué pasa? —preguntó Gabriela.

—Nada, Miley está empeñada en que la ayude con la cocina —dijo Lowen, rodando los ojos.

—Ah, ya veo —respondió Gabriela con una sonrisa cómplice.

—Bueno, nos vemos —se despidió Lowen, con una sonrisa sincera.

—Ahh, me sonrió —pensó Gabriela, sintiendo cómo su corazón latía con fuerza.

...

—¿Se puede saber qué quieres? ¿Es necesario insistir tanto? —dijo Lowen, un poco molesto.

—Sí, porque no tengo paciencia —respondió Miley con una risita juguetona.

—Ahh, pero eso no es problema mío —respondió Lowen, con una sonrisa de complicidad.

En la hora libre...

—¿Por qué se escaparon? —les preguntó Jackson, curioso.

—Pues fue idea de mi hermano —respondió Gwen, explicando la situación.

—Ah, y así sufrieron el castigo —comentó Nick, entendiendo la situación.

—Haha, se lo merecen —bromeó Sky.

—Cállate, imbécil, no te metas donde no te llaman —respondió Gwen, molesto ante el comentario de Sky.

Un poco más lejos, Mía lloraba en silencio, abrumada por todo lo que habían vivido. Al verla, Gwen se acercó preocupado y se sentó a su lado.

—Mia, ¿qué pasa? No llores —dijo Gwen con ternura.

—¡¡Estoy harta de estar aquí!! —exclamó Mía, con lágrimas en los ojos.

—Ya, tranquila, algún día saldremos de este lugar —respondió Gwen, intentando consolarla mientras secaba sus lágrimas con la manga de su uniforme—. No llores, vamos a superarlo.

Gwen intentó calmarla, pero Mía decidió retirarse a su celda para estar sola con sus pensamientos.

—¿Qué le pasa? —preguntó Leo, preocupado por Mía.

—Está deprimida porque sufrió un feo castigo por intentar escapar y ahora volvió aquí —explicó Gwen, suspirando al recordar los acontecimientos.

—Adivinaré, la ahogaron con agua, ¿verdad? —preguntó Leo, asumiendo lo peor.

—Sí… —Gwen soltó un suspiro, reviviendo en su mente lo que habían tenido que soportar.

Cuando Mía finalmente se quedó dormida, Gwen decidió entrar en su celda con cuidado. Se sentó junto a ella y acarició suavemente su cabello mientras la observaba dormir.

—Mía... —susurró Gwen con cariño, asegurándose de que estuviera profundamente dormida—. Es realmente hermosa —pensó para sí mismo, sintiendo un afecto más profundo por ella.

—¿Dónde estarán esos idiotas? Todavía no logramos encontrarlos —dijo el oficial Murphy Walls, frustrado.

—Los encontraremos pronto, no te preocupes —respondió el oficial John Adels, intentando mantener la calma.

—Van a sufrir las consecuencias por escaparse, te lo aseguro —dijo Murphy Walls, con enojo.

—Recuerden que deben tratar a los prisioneros con respeto, no deben causarles sufrimiento —intervino el oficial Oliver Charles, advirtiendo a sus colegas.

—Eso lo veremos —respondió Murphy Walls, desafiante.

—Si alguien es descubierto maltratando a los prisioneros, enfrentará serias consecuencias —advirtió Oliver Charles.

—¿Cómo podemos encontrarlos? No hemos tenido éxito hasta ahora —dijo la oficial Rose Byrne, preocupada.

—Debemos seguir buscando y no rendirnos —insistió el oficial Oliver.

Más tarde...

Después de terminar de ordenar la cocina, Miley y Lowen discutían en voz baja.

—Ya he terminado, deja de insistirme tanto —dijo Lowen, visiblemente molesto.

—Siempre buscas la manera de no hacer nada, eres un vago —respondió Miley, exasperada.

—¿Un vago yo? No necesito que me estén insistiendo todo el tiempo. Si necesitas ayuda, tienes tus propias manos —contestó Lowen.

—Ah, claro, porque para ti es tan sencillo... —dijo Miley, sarcástica.

—¿Por qué están discutiendo? ¿Qué pasa? —intervino Ana, preocupada.

—No es nada, mamá, no es nada —respondió Lowen antes de marcharse de la cocina.

...

—Liza, ve a bañarte, ya es hora de dormir en un rato —le indicó Lowen.

—Sí, papá.

Mientras Liza se dirigía al baño, Lowen aprovechó para acercarse a hablar con Gabriela.

—Hola —saludó Lowen.

—Ah, ho-hola Lowen —respondió Gabriela, nerviosa—. ¿Terminaste de ordenar?

—Sí, pero terminé discutiendo con Miley.

—¿Por qué?

—Porque me insiste una y otra vez para que la ayude, y eso no me gusta.

—Ah, qué mal.

Gabriela dejó caer su diario íntimo y se abrió. Lowen se agachó para recogerlo y dárselo, pero Gabriela lo tomó rápidamente antes de que pudiera leer algo.

—Ehh... gracias por recogerlo —dijo Gabriela, sonriendo y tomando una almohada para jugar.

—¡Gabriela! —exclamó Lowen, mientras tomaba otra almohada para unirse al juego—. ¡Ah, quieres guerra! Está bien, te la daré.

—¡No, no, Lowen!

Ambos comenzaron a golpearse con las almohadas en una divertida guerra.

Una vez que terminaron de jugar, Lowen tropezó y estuvo a punto de caer sobre Gabriela, quedando ambos cerca de la pared. Quedaron mirándose durante un instante.

—Ah... Lowen —susurró Gabriela.

—Emm... lo siento, soy un poco torpe —dijo Lowen, alejándose rápidamente.

—Me hace sentir bien estar con Lowen, es como si tuviera mariposas en el estómago —pensó Gabriela.

—Gabriela me hace sentir feliz, como si tuviera mariposas en el estómago —pensó Lowen—, pero no creo que ella sienta lo mismo por mí.

—Lowen, ayúdame a ordenar el cuarto —dijo Miley.

—¿Otra vez? —respondió Lowen, con cierto cansancio.

—Ay, eres un flojo —respondió Miley, frunciendo el ceño.

—Siempre insistes con el orden —dijo Lowen— ¿Por qué no pides ayuda a Melanie en lugar de mí?

—¡Porque tú nunca haces nada!

Lowen salió del cuarto y cerró la puerta detrás de él.

—¡Oye! ¡Ábreme, insensible! —exclamó Miley, golpeando la puerta.

Mientras tanto, Lowen se sentó en el sofá y encendió un cigarrillo.

—Ahh, por fin un poco de paz —suspiró Lowen, disfrutando del momento.

—¡Papá! —gritó Liza.

—¿Qué sucede?

—¡Ya terminé! ¿Cómo se cierra la ducha?

Liza se envolvió en una toalla y Lowen entró al baño para cerrar la ducha.

—Listo, mi vida. Ahora ve a cambiarte y luego a dormir, ¿de acuerdo?

—Sí, papá.

Mientras revisaba algunas de sus cosas antiguas, Lowen encontró el teléfono que solía usar antes de que ocurriera lo de su padre.

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