Una brisa cargada de tensión recorría los pasillos de la prisión Fallen Ángel mientras la nueva reclusa, Bella Connor, era escoltada por el oficial Oliver Charles. La joven caminaba con cautela, sus ojos escudriñando el entorno, tratando de asimilar el lugar al que había llegado. Las cadenas resonaban con cada paso que daba, marcando su entrada a un mundo de rejas y barrotes.
—Camina, vamos —indicó Oliver con voz firme, mientras abría la celda asignada a Bella. La joven obedeció, entrando en su nueva morada temporal con resignación.
—Después te hará una entrevista el oficial Oscar —añadió Oliver, ofreciendo un atisbo de orientación en medio de la incertidumbre—. Está bien.
La celda quedó cerrada, dejando a Bella a solas con sus pensamientos. A sus veintitrés años, había cometido actos de violencia que la habían llevado a ser considerada peligrosa. Ahora, se encontraba en un lugar donde tendría que enfrentar las consecuencias de sus acciones.
Mientras tanto, en el patio de la prisión, los reclusos compartían momentos de ocio en la hora libre. Alison Morgan y Melanie Moon intercambiaban palabras sobre la llegada de la nueva interna.
—Parece que trajeron a otra nueva —mencionó Alison, observando con curiosidad la escena.
—Así parece —respondió Melanie, con una pizca de intriga en su tono.
—Después vamos a conocerla —dijo Alison, anticipando un posible encuentro en el futuro cercano.
En otro rincón del patio, Miley Petters, acompañada por Mia y Jackson, no pudo evitar notar a la recién llegada.
—¿Y ella quién es? —preguntó Miley, mientras seguía con la mirada a Bella.
—No sé, pero es el número treinta —respondió Mia, haciendo referencia al sistema de numeración que identificaba a los reclusos según la gravedad de sus crímenes.
—Vaya, treinta… —musitó Jackson, reflejando la percepción de la posible peligrosidad de Bella.
—Sí, la veo —confirmó Nick, uniéndose a la observación.
Antes de que la conversación pudiera avanzar, la oficial Eva Rhis intervino, recordando la necesidad de mantener la disciplina.
—Chicos, vayan a bañarse, hombres y mujeres separados —anunció la oficial, recordando la rutina carcelaria.
Mientras tanto, en un escenario distinto, Ana, la madre de Lowen, se encontraba inquieta en su hogar. Decidió tomar acción y marcó el número de su sobrina Jessica Evans, quien había compartido una relación cercana con Lowen y Gwen.
—Jessica, ¿podrías ir a visitar a Lowen y Gwen a la prisión? Yo no puedo ir, tengo que estar ocupada con la casa, pero mándales un saludo de mi parte —suplicó Ana, transmitiendo su preocupación.
—Seguro, planeaba ir a verlos de todos modos —respondió Jessica con empatía en su voz, sintiendo la responsabilidad de apoyar a sus primos.
A pesar de su propia inquietud, Ana se sentía aliviada al saber que Jessica estaría allí para brindarles apoyo. La joven salió de su casa con determinación y se dirigió a la prisión, llevando consigo un regalo especial para Lowen, sabiendo que un pequeño gesto podría significar mucho para él.
En medio de la prisión Fallen Ángel, una nueva presencia llegó a sacudir el ambiente. Jessica Evans, la prima de Lowen, atravesaba los pasillos con determinación en busca de su ser querido. Su encuentro con la oficial Rose marcó el inicio de una visita que prometía cambiar el día de Lowen.
—Hola, ¿necesitas ayuda? ¿Qué buscas? —preguntó amablemente la oficial Rose, mostrando una faceta menos rígida de la vida en la cárcel.
—Hola, sí, busco a mi primo Lowen Anderson, ¿puede ser? —dijo Jessica, expresando su motivo de visita con una pizca de esperanza.
—Sí, al fondo, la puerta número cuarenta —indicó la oficial Rose, señalando la dirección que Jessica debía seguir.
Siguiendo las indicaciones, Jessica avanzó por los pasillos hasta llegar a la celda de su primo. Al abrir la puerta número cuarenta, se encontró con Lowen acostado en su cama, quien al escuchar su voz, volteó sorprendido.
—¿Lowen? —lo llamó Jessica, su voz llena de cariño y emoción.
La sorpresa se reflejó en los ojos de Lowen al ver a su prima parada ante él.
—¡Jessica! ¿Qué haces aquí!? —exclamó Lowen, su sorpresa contagiándose en su voz.
Jessica sonrió y le entregó un paquete a Lowen. La curiosidad se apoderó de él mientras desempacaba el regalo, revelando una chaqueta de cuero negro, guantes y lentes, todos del mismo tono.
— ¡Qué bonita chaqueta! Gracias Jessica, todo es fantástico, me encanta —exclamó Lowen, sus ojos brillando de gratitud y alegría.
—De nada —respondió Jessica, con una sonrisa cálida—, todo para mi primo favorito.
El tiempo pasó mientras compartían conversaciones y risas. Sin embargo, llegó el momento de despedirse y Jessica se preparó para partir.
Al quedarse solo en su celda, Lowen no pudo resistir la tentación de probarse los regalos de Jessica. Se puso la chaqueta de cuero, se colocó los guantes y ajustó los lentes con una sonrisa satisfecha.
—Me encanta todo —murmuró para sí mismo, admirando su nueva apariencia con orgullo—. Voy a presumir.
Decidido a mostrar sus obsequios, Lowen salió de la celda. La hora libre había comenzado y los reclusos se movían por los pasillos y patios. Al caminar con paso seguro y una actitud arrogante, Lowen no pasó desapercibido. Las miradas curiosas y admiradoras se dirigieron hacia él, causando un alboroto de murmullos y comentarios.
La chaqueta de cuero, los guantes y los lentes, regalos de su prima, no solo transformaron su apariencia física, sino también su actitud. Confiado y decidido, Lowen se convirtió en el centro de atención, dejando en claro que estaba listo para enfrentar cualquier desafío que la prisión pudiera presentarle.
(Comienzan la canción de fondo “money – Lisa”).
La transformación de Lowen no pasó desapercibida en la prisión. Su nueva chaqueta de cuero, guantes y lentes negros le daban una apariencia distinta y confiada, que generó una mezcla de admiración y comentarios entre los reclusos.
Mientras caminaba por el pasillo, pasó junto a Sky, su eterno rival, y no pudo evitar mostrarle el dedo del medio. Sky quedó con la boca abierta, sorprendido por la audacia de Lowen. Al llegar a una pared, Lowen se detuvo para encender un cigarrillo, quitándose los lentes mientras lo hacía.
En ese momento, Sky se acercó a Lowen, y ambos se enfrentaron cara a cara. La tensión entre ellos era palpable.
—Vaya, qué arrogante —comentó Jackson, observando la escena.
—Sí, lo he visto —respondió Nick Collins.
—Vaya, se cree muy listo —dijo Luz Brown, con un dejo de sarcasmo.
Mientras la confrontación continuaba, Gabriela se acercó a Lowen y se paró a su lado, demostrando su apoyo.
—Oye estúpido, te crees muy listo, ¿verdad? —provocó Sky.
—No, no me creo, lo soy —respondió Lowen, su respuesta llena de confianza.
Gabriela no tardó en intervenir.
—¿Qué pasa aquí? —preguntó, desafiante.
—Nada que te importe.
—Oye, no le hables así, eh —advirtió Lowen, demostrando que no permitiría que Gabriela fuera menospreciada.
Sky continuó sus provocaciones, insinuando la relación entre Lowen y Gabriela.
—¿Por qué la defiendes? ¿Acabas de llegar y ya tienes novia?
—¿Qué diablos te importa? Es mi amiga, porque tengo amigos, a diferencia de ti —respondió Lowen, defendiendo a Gabriela y dejando en claro que su amistad era genuina.
La tensión escaló cuando Sky decidió marcharse, pero antes de que pudiera alejarse, Gabriela tomó medidas drásticas. Con un rápido movimiento, pateó a Sky en su entrepierna, provocando un grito de dolor.
—¡¡Ahh!! Hija de tu maldita madre —Sky gritó, doblándose por el dolor.
La reacción de Sky no solo causó risas en Lowen, sino que también dejó clara la victoria de Gabriela en ese enfrentamiento.
—Siempre molestando, no lo soporto —concluyó Lowen, refiriéndose a Sky con una mezcla de desprecio y burla.
Después de recibir el golpe, Sky se alejó furioso, dejando atrás una situación que había quedado completamente bajo control gracias a la determinación y valentía de Gabriela.
El ambiente en la prisión estaba lleno de interacciones, vínculos y tensiones. Mientras Gabriela charlaba con Lowen, su hermana Melanie se acercó a saludar. Lowen les presentó y las hermanas tuvieron la oportunidad de conocerlo un poco más.
—Ah, hola Melanie, él es mi amigo Lowen —dijo Gabriela—. Lowen, ella es mi hermana Melanie.
—Hola, es un placer —la saludó Lowen.
—El placer es mío —respondió Melanie— ¿Por qué estás aquí? —preguntó con curiosidad.
—Pues, mate a mi padre. Era una mala persona que me despreciaba y defendía a mi ex, Victoria.
—Ah, que mal —dijo Melanie, comprendiendo la difícil situación de Lowen.
La conversación se movió hacia el descontento con la vida en prisión.
—Odio estar aquí, los oficiales nos tratan muy mal —se quejó Alison.
—Lo sé, pero es obligación estar aquí, sabes —dijo Mía, tratando de encontrar una perspectiva positiva.
—Ah, cada día aquí es un infierno —añadió Miley, compartiendo el sentimiento de frustración.
Mientras tanto, Bella, la nueva reclusa, se encontraba sola en el patio, sumergida en su libro. Su actitud seria y malhumorada la hacía destacar entre los demás.
—Hola, tú eres nueva, ¿cierto? —Jackson se acercó a saludar.
—Ah, hola, sí —respondió Bella Connor con su característico tono serio.
—Mmm, pues, un gusto. ¿Por qué estás aquí?
La interacción con Bella no resultó como Jackson esperaba.
—¿Qué te importa? Deja de preguntarme estupideces —respondió Bella, dejando clara su desaprobación.
—Qué desubicada, te he hablado bien.
—Oye, tiene mal carácter, cuidado con hablar con ella —advirtió la oficial Rose.
—Ah, no sabía —murmuró Jackson, retrocediendo con cautela.
En otro rincón de la prisión, Jackson encontró a Gwen, el chico nuevo, mirando la televisión en su celda. Intrigado por la actitud de Gwen, decidió acercarse para charlar.
—Hola, ¿por qué no sales? —preguntó Jackson, curioso pero tratando de ser respetuoso—. Perdón, sé que no me incumbe.
—No, no, espera, no hay problema —respondió Gwen—. No salgo porque no tengo ganas, y quiero estar aquí.
—Ah bueno, un gusto conocerte —dijo Jackson, entendiendo que cada uno tenía sus propias razones y experiencias en ese lugar.
La prisión continuaba siendo un escenario de encuentros y contrastes, donde las personalidades y circunstancias de cada recluso se entrelazaban en una compleja red de relaciones y conflictos.
Mía, decidida a conocer más a Gwen, se acercó a su celda mientras él estaba dentro. A pesar de su actitud reservada, Gwen la recibió con amabilidad y permitió que entrara.
—Ah, después les hablo chicas —dijo Mía, despidiéndose de sus amigas—. Hola, Gwen.
—Bueno, los dejo —dijo Jackson al percibir la conversación en curso.
—Hola Mía.
—¿Puedo pasar? —preguntó Mía con gentileza.
—Sí, claro.
—¿Qué haces aquí?
—Pues, como le decía a Jackson, no tengo ganas de salir.
—Ah, bueno —dijo Mía, sentándose a su lado en la cama.
—Mi hermano está triste por lo de su hija. Tú lo ves bien porque está fingiendo, no quiere que lo vean así de mal, dentro de él hay odio y tristeza.
—Vaya que mal, ¿qué le pasó a su hija?
—Victoria, su ex y madre de su hija, intentó matarla.
—Por dios, qué maldita. ¿Cómo se llama la niña?
—Liza, y tiene ocho años.
—Pobrecita, es tan pequeña.
—Sí, lo sé.
La conversación entre Mía y Gwen permitió que se conocieran mejor y compartieran sus inquietudes.
Unos días después, Ana, la madre de Lowen y Gwen, tomó la decisión de visitar a sus hijos en la prisión. Mientras tanto, en el ambiente carcelario, la hostilidad hacia Victoria continuaba, con los prisioneros lanzándole insultos y manifestando su repudio.
—¡Asesina! ¡Estúpida! ¡Intentó matar a su hija! ¡Pagarás por eso! —los gritos llenaban el espacio, dirigidos hacia Victoria.
La mujer se sentía avergonzada y abatida, tratando de mantenerse fuerte frente a las provocaciones.
—Cállense ya —intervino el oficial Kelly, tratando de poner fin a la situación, aunque la tensión en el aire seguía palpable.
...
—Vaya, miren lo que tenemos aquí —dijo Luz Brown con sarcasmo.
—El tonto uno y la tonta dos —añadió Sky, buscando provocar.
—¿Qué te pasa, idiota? ¿Otra vez tú? Ya no te soporto —respondió Lowen, visiblemente frustrado.
—Es que me divierte molestarte —dijo Sky, con una sonrisa desafiante.
—Estos dos son un par de perdedores —se burló Luz, agregando combustible al fuego.
—Oye, ya déjenlos en paz, métanse con alguien de su tamaño —intervino Melanie, defendiendo a Lowen y a Gabriela.
—¿Y ustedes quiénes son para meterse en conversaciones que no les incumben? —respondió Luz.
—Soy la hermana de Gabriela —dijo Melanie, enfrentando la situación.
—Entonces eres la tercera perdedora —replicó Sky con desprecio.
—Oye, no le hables así a mi hermana —advirtió Gabriela con un tono amenazante.
—Pero si es una perdedora como tú —respondió Luz, tratando de mantener su actitud despectiva.
La tensión en la sala aumentó rápidamente hasta que Gabriela, harta de los comentarios de Luz, no aguantó más y le propinó una cachetada. Luz reaccionó rápidamente, tomándola del cabello y derribándola al suelo. Un enfrentamiento físico entre ambas prisioneras estalló en medio de la algarabía de los demás internos.
—¡Hey, no! Basta —exclamó Lowen, intentando detener la pelea.
—¿Qué está pasando aquí? —se acercó Leo Roberts, sorprendido por la escena.
—¡Están peleando! —gritó Alison Morgan, tratando de mantener la calma.
Los demás prisioneros se aglomeraron alrededor, alentando el conflicto con sus gritos y vítores, mientras los oficiales corrían para separar a Gabriela y Luz.
—¡Separadas ya! —ordenó el oficial Murphy Walls, empujando a los espectadores para abrir espacio.
—No vuelvas a meterte con Melanie, estúpida —dijo Gabriela con ira, una vez que lograron separarlas.
—¡Te odio! —le gritó Luz, luchando por liberarse del agarre de los oficiales.
El enfrentamiento dejó un ambiente tenso y desagradable en el aire, mientras los prisioneros regresaban a sus actividades tratando de asimilar lo ocurrido.
Más tarde, en la calma de las celdas...
—Hola —dijo Victoria Smith, con voz insegura.
—¿Qué quieres, perra? —respondió Lowen con amargura en su voz.
—Sé que me odias por lo que hice, pero quiero pedirte perdón —dijo Victoria, intentando disculparse.
—¿Perdón? Eres una hipócrita. Después de todo lo que has hecho, ¿ahora te atreves a pedir perdón? —exclamó Lowen, lleno de rabia—. Ojalá algún día pagues por lo que hiciste. ¡Es nuestra hija! ¡Nuestra Liza! ¡Nuestro amor! Yo te adoraba, Victoria, te amaba con todo mi ser y me traicionaste. ¿Y luego intentas matar a nuestra hija? No quiero volver a verte nunca más. Me das asco, Victoria. ¡Asco!
Victoria, sin atreverse a responder, abandonó la celda de Lowen en silencio. Mientras tanto, Ana, la madre de Lowen y Gwen, llegó para visitarlos.
—¡Lowen! Hijo mío —exclamó Ana White, emocionada, mientras se acercaba a él para abrazarlo.
—¡Mamá! ¿Qué haces aquí? —preguntó Lowen, con una sonrisa genuina iluminando su rostro.
—Vine a verlos, cariño —respondió Ana, abrazándolo con fuerza.
—Me alegra mucho que vinieras, madre —dijo Lowen, con gratitud en su voz.
—A mí también, los extraño mucho. ¿Dónde está tu hermano? —preguntó Ana, mirando a su alrededor.
—En la celda cuarenta, donde también estoy yo. Ven, te llevo —dijo Lowen, guiando a su madre hacia la celda que compartía con Gwen.
Una vez dentro, Gwen se emocionó al ver a su madre. Corrió hacia ella y la abrazó con fuerza.
—¡Mama! ¡Qué sorpresa! —exclamó Gwen, emocionado.
—Hola, cariño. Extrañaba verlos a ambos —respondió Ana, devolviendo el abrazo con ternura.
Ana se quedó un rato en la celda, conversando y poniéndose al tanto de cómo estaban sus hijos en la prisión.
—No sabes cuánto extraño a Liza, mamá —dijo Lowen, con un dejo de tristeza en su voz.
—Lo sé, yo también la extraño. Voy al hospital todos los días, los doctores dicen que hay que tener paciencia y esperar a que despierte. —Ana intentó reconfortar a su hijo, aunque también se sentía devastada por la situación.
Las lágrimas comenzaron a brotar de los ojos de Lowen al recordar a su hija y la difícil situación que estaban viviendo.
—Victoria es una maldita desgraciada —dijo Gwen, lleno de indignación.
La conversación continuó entre madre e hijos, compartiendo sus preocupaciones, deseos y frustraciones. La celda, aunque austera y fría, se convirtió en un lugar de encuentro lleno de emociones y afecto mientras compartían sus pensamientos y esperanzas en medio de las circunstancias adversas que los rodeaban.
La conversación continuó entre los prisioneros, cada uno compartiendo sus opiniones y pensamientos sobre la situación de Victoria y su hija Liza. Las emociones estaban a flor de piel, y aunque había desacuerdos, todos parecían unirse en la preocupación por la pequeña.
Mientras tanto, Lowen estaba solo en su celda, lidiando con sus propias emociones. La frustración y el dolor lo abrumaban, llevándolo a un ataque de ira. Arrojó objetos con fuerza, rompiendo vasos y desahogando su dolor en la destrucción. Gwen intervino para calmarlo, preocupado por el estado emocional de su hermano. La cercanía de Gwen y sus palabras lograron tranquilizar a Lowen, aunque sus lágrimas seguían fluyendo.
En otra parte de la prisión, las chicas se reunieron en su celda con la intención de practicar un baile. Sin embargo, su intento se vio interrumpido por el oficial John, quien les ordenó apagar la música. A pesar de la frustración, decidieron no darle importancia y seguir adelante.
Más tarde, Jackson intentó acercarse a la nueva prisionera, Bella, en busca de amistad. Sin embargo, la respuesta de Bella fue brusca y agresiva, golpeándolo en el miembro como advertencia. Mia corrió en su ayuda, y ambos comentaron sobre el carácter de Bella.
La noche cayó sobre la prisión y todos fueron a sus celdas para descansar. Cada uno lidiaba con sus pensamientos y emociones mientras se preparaban para dormir en medio de las frías y duras realidades de su vida en prisión.
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