Fuerza

Ahí estaba una vez más congelada al ver a Joe. Ya sabía que al retomar mi vida estas cosas sucederían, estos encuentros serán a diarios. Pero seré fuerte aunque mis piernas tiemblen de miedo, Seré más fuerte que mis tristezas.

— Sofía. Podemos hablar.

— No.

Tomó mi mano y me llevó por las escaleras. Leonardo observaba de lejos. Y caminó hacia donde estaba.

— Sofía hablemos— decía Joe— Perdoname.

— No me vuelvas a tocar por favor. Lo nuestro terminó hace más de un año, en muy malos términos y te pediré el favor que hagas como si no me conoces, creo que sería lo único que puedes hacer después del daño que me hiciste.

— Perdoname Sofi, te confieso que padezco de algo. Trastorno de identidad...

— Me importa pocos tus trastorno de identidad, bipolaridad, irá y todo lo demás. Eres un maldito drogadicto que no midió sus actos. Arrebataste algo que era mío. Te desprecio.

— Perdoname por favor. Estoy arrepentido de la bajeza que hice. Solo te pido una oportunidad para demostrarte que he cambiado.

— Por mi puedes darte veneno— Saqué de mi bolsa un gas pimienta y lo apunté en dirección de su ojos— Si me sigues molestando probaras esto. Asi que aléjate de mi.

Bajé las tres peldaños que había subido y vuelvo a toparme con Leonardo. Entre abrí los ojos al verlo, seguramente escuchó todo lo que hablé con el patán de Joe. Sentí una pena en mi corazón.

— Te andaba buscando muñeca.

Joe miraba y escuchaba.

— ¿Qué tienes que ver con el profesor?

— Nada que a ti te incumba.

Leonardo tomó mi mano y la entrelazó.

— Caminemos Sofi a mi oficina.

Me dejé guiar por Leo. Sentía palidecer de la vergüenza. Entramos a la oficina.

Un silencio dominó el momento. Sus ojos verdes me miraban fijo. Yo quería mantener la mirada pero no podía. Simplemente bajé mi rostro y estallé en lágrimas.

Leo si decir nada, simplemente me abrazó. Me abrazó tan fuerte que mis pedazos se juntaron. Sentía la calidez en su pecho, no sabía por qué sentía eso. El silencio se rompió.

— Eres una chica muy valiente. Eres una joven muy buena. No tengas miedo de las circunstancias. Si de algo soy de ayuda, pidemela. Yo encantado en ayudarte.

— Tus palabras— No podía hablar, callé.

— Si quieres conversar conmigo de lo que te pasó con ese joven, soy todo oídos. A veces necesitamos ser escuchado y ser comprendido por personas que tal ves no tengamos un vínculo de amistad.

— Te puedo decir Leo. Gracias por ese abrazo, lo necesitaba. No sabes cuántos infiernos he vivido y lo he vivido sola. Alejé a mi amiga, a mi única amiga por una estupidez, me privé del mundo durante un año, me aislé de todas mis actividades y tuve muchos pensamientos suicidas. Sentía que mi valor como mujer era nulo. Si estoy acá en estos momentos es por qué mis demonios cedieron y disque yo gané.

— Aún no entiendo que te pudo haber pasado. Pero agradezco que quieras abrirte conmigo. Escuché una parte de lo que ustedes hablaron y me acerqué porque vi que te tomó y prácticamente te arrastró a las escaleras. Él era tu pareja?

— Fue mi novio durante 6 años. Y me engañó con mi compañera de clase. También me engañó con muchas prepago y con otras cuántas que no conozco.

— Eso es ser bárbaro. Pero ya saliste de ese hoyo. Ahora a hecharla todas en tus clase. No te dejes vencer por las circunstancias.

— Gracias Leo o digo Profesor..

— Leo esta bien. Te conocí antes de saber que eras estudiante de esta prestigiosa universidad— Sonrió.

La vergüenza se desvanecía de a poco. Y platicar con Leo me tranquilizó.

— ¿Te puedo preguntar algo?

—Si. Dime.

— ¿Hace cuánto tiempo terminaste con el joven?

— Hace un año.

— A ya. Te invito a cenar esta noche.

— Así de repente me invitas. No creo que pueda.

— Tal ves otro día entonces. Espero no me tengas bloqueado, porque me gustaría chatearte.

— Me retiro, gracias por todo. Esta vez sí te voy a contestar.

Salí helada de la oficina de Leo.

Tenía mil pensamiento en mi cabeza, aún me dolía todo lo que había sucedido. Y me sentía sucia, como podía empezar a conocer a alguien sabiendo que como mujer no valgo nada. No tenía esa confianza. Le tenía miedo a las relaciones sexuales. Aunque mi única vez fue obligada. No tenía nada que dar.

Caminaba gas pimienta y una navaja conmigo, desde ese incidente que me marcó mi vida.

— Por fin saliste de ahí. ¿Él es tu novio? El francés es tu novio, por eso no quieres darme una oportunidad.

— Y si lo es, eso a tí no te importa.

Caminé hasta mi auto. Joe se subió y cerró la puerta.

— Sube. Necesito hablar contigo.

— Si no te bajas de mi auto, llamaré a la policía.

— Hazlo. No me importa, quiero aclarar las cosas contigo.

Subí al auto. Conduje hasta cierto punto.

— Bájate Joe. Si no lo haces, te arrepentirás.

— Sofía no te portes asi, empecemos de nuevo. Perdoname. He sido un completo estúpido. Dejé la marihuana y la coca. Todo por recuperarte.

— Me alegro que dejaras tus vicios. Pero eso es muy personal tuyo. Me violaste? Arrebataste mi primera vez y de la peor forma. Eso nunca te lo voy a perdonar. Bajate de mi auto.

Saqué la navaja, la apuñé con todas mis fuerzas, lágrimas salían de mis ojos.

— Bajate— Grité— si no lo haces te juro que te mato.

Di una estocada en su mano izquierda. La sangre salía. Me hervía la sangre. Joe bajó inmediatamente con su mano envuelta en sangre. Arranqué mi auto y lo deje ahí.

—Maldita mujer — Gritó Joe.

Llegué a mi departamento y vi la sangre de Joe en el asiento del auto. Por un momento me sentí cegada por el enojo. Que locura acabo de hacer. Aunque se lo merecía, me ostigó a penas me vio. Le dije que se alejará de mi, pero no, él seguía detrás de mí.

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