^^^Jack O'Connor.^^^
Aunque odiaba la mayor parte de este orfanato, sé que voy a extrañar los días en compañía del resto de los chicos. Ellos no lo saben, pero fueron una familia para mí y nunca podría dañar a mi familia.
—¿Debes irte?.—Pregunta un de los tantos niños que hay en el lugar. Sus ojos están llorosos y sus labios hacen un puchero que en algunos pocos se les puede ver adorable.
Otros tres mocosos están detrás de él, viéndome con sus rostros igual de tristes. Nunca fui social con nadie del orfanato, pero los niños siempre fueron mi excepción.
—Ya soy legalmente un adulto, no puedo quedarme.—Decido ponerme el casco para finalmente subir a mi motocicleta.
Trabajé sin descanso para lograr comprarla y afortunadamente, todavía tengo unos ahorros para sobrevivir por el momento.
Es un asco que justamente hoy deba cumplir mis 18 años y deba empezar mi primer día en esa jodida escuela de niños ricachones. Dejaría los estudios de lado para empezar un trabajo y buscar un sitio más cómodo en donde pueda quedarme, pero gané una beca y sería estúpido no utilizar mi cerebro para terminar mis estudios.
—No nos olvidarás, ¿verdad?.—Vuelve a llamar mi atención el chico y solo por hoy decido ser más amable y acariciar su cabello castaño.
—Cuida de tus hermanos, Liam.—Porque ya no podré hacerlo yo, aunque no se lo digo, el chico es inteligente y sabe que ahora es su turno para cuidar de los más pequeños.
El orfanato se llevó toda mi infancia y adolescencia, entregándome recuerdos agridulces y algunos cuantos traumas que intento guardar en un rincón de mi cerebro.
La hermana Carolina se aseguró de recordarme el hecho de haber sido abandonado en la basura a mis cuatro meses de vida, dejándome en claro que nadie podría amarme, si mis padres no pudieron, entonces el resto del mundo tampoco podría.
Estúpida monja.
Hasta el día de hoy todavía no descubre quién asesino a su jodido hámster.
De todos modos estás patéticas criaturas se mueren por cualquier cosa.
Me aseguro de despeinar el cabello de Liam antes de encender mi motocicleta y finalmente largarme de aquí. No planeaba esperar una celebración o un saludo especial por el día de mi cumpleaños, en este orfanato no hacen ese tipo de cosas.
No tardo más de unos pocos minutos para llegar a la escuela y enfrentarme a toda esa multitud de personas que tuvieron el doble de suerte que yo. La envidia fue arrancada de mi personalidad hace años, pero sigue existiendo ese rencor hacia los más afortunados por mí yo infante.
Recuerdo ver a través de las ventanas del orfanato a todos esos niños con sus madres y padres sosteniendo sus manos para llevarlos al parque.
Maldito parque.
Si tan solo no hubiese estado al frente del orfanato, ninguno de nosotros hubiéramos visto a todas esas jodidas familias felices, JUNTAS Y FELICES.
Doy un suspiro y estaciono la moto entre los tanto automóviles que hay en el estacionamiento de la escuela, al menos puedo estar seguro de que nadie podría intentar robarla. Hay guardias vigilando el lugar, exigiendo pases escolares para entrar y viendo los traseros de las estudiantes que llevan su falda más arriba de lo que deberían estar.
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Comments
Janet Herrera
me encanta esta historia ❤️
2022-12-27
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