El festival de primavera del reino Parafox era muy conocido por el continente.
Siete dias de celebraciones y ofrendas a dios y los santos. La iglesia se involucraba demasiado.
Lo divertido era en la plaza, las calles se llenaban de lamparas y flores, musicos y una feria repleta de diversiones.
Entre tan colorida gente y disfraces, Carlos pasaba desapercibido y bueno, si eso pasaba con Carlos, Luciel se sintió borrada de la historia.
Eso no era malo, porque podía hacer lo que ella quisiera y nadie le diría nada.
—Las brochetas de ahí son una delicia, aunque prefiero las de cerdo—dijo Carlos.
—¿Qué es eso de ahí?—señaló Luciel las figuras cristalinas de flores y animales.
—Son dulces de azúcar, lo colorean y forman todo tipo de figuras ¿Quieres uno?
—Me encantaría —aceptó Luciel—, quiero un gato.
El dulcero no tardó en formar al gato y Luciel tampoco tardó en comerlo.
Lo siguiente fue el juego de dardos donde Carlos erro la mayoría.
—Parece que estas en problemas—dijo Luciel.
—Problemas es poco, estoy quedando mal contigo, eso es vergonzoso.
—Creí que eras muy talentoso—siguió Luciel.
—Lo soy, le gano a Aleph en espadas...—se defendió orgulloso.
—A mi hermano incluso yo le gano—sonrió Luciel.
Carlos también comenzó a reir.
—Tienes razón, aunque lo de mis talentos son muy ciertos, soy un musico excelente y también muy bueno en cualquier arte.
—¿Entonces que hacemos aquí? Deberiamos estar en el baile.
—Quería romper el hielo, hacerte ver que no soy solo "El principe" -dijo Carlos— es cierto que lo soy, pero soy como tu en muchas formas.
—No te veo solo de esa forma—dijo Luciel—Creo que eres un chico sorprendentemente valiente.
Carlos tomó la mano de Luciel con una sonrisa.
—Y un excelente bailarín.
Corrieron hasta llegar al centro de la plaza, en el suelo estaba dibujado el corazón del reino y los puntos cardenales, era un baile tradicional del reino, uno muy movido impropio de los nobles. los tobillos y piernas se veían mucho al saltar.
—No creo que debamos—dijo Luciel.
—¿Qué dices? Solo somos dos chicos—señaló Carlos los antifaces.
Aunque Luciel lo dudó un gran tiempo, finalmente se unió al grupo que giraba de las manos, si ya había salido de su casa al menos quería llevarse una experiencia completa.
Carlos por su parte se acercó a los músicos, les agradó tanto que le prestaron un violín y los acompañó a tocar.
Luciel mientas giraba cantaba, sujetaba su vestido sin sentir temor y brincaba, las luces eran un rayón en sus ojos, era diversión.
Eran tan mágico el baile que de un momento a otro solo era Luciel y acercandoce e incandose sobre su rodilla estaba Carlos con el violín, ruidos desenfrenados, él tocaba firmemente para ella, por tanto tiempo hasta que sus pies dolían.
Solo así calló sobre Carlos, quien tenía los dedos tan dormidos como los pies de ella.
—Estabas brillando—dijo Carlos—, como el fuego.
Tal vez fue su imaginación pero Carlos se veía tan lindo, tan suave de su rostro que quería tocar su cara.
Aunque se contuvo y se puso de pie.
—Ya es demasiado tarde—dijo Luciel.
—Lo es, debo llevarte a casa—dijo Carlos.
—Vamos.
El regreso no fue tan largo como la ida, conforme se acercaban a su casa Luciel se abrumaba de lo que había hecho ¿Y si su padre estaba buscándola? iba a estar muy enojado.
—¿Porqué lo piensas tanto?—le preguntó Carlos—, pensarlo no soluciona nada.
—Y no pensarlo tampoco.
—A eso quería llegar, no te pongas nerviosa por eso, lo que pasará es cosa del destino.
—¿Crees en el destino?—le preguntó Luciel con sorpresa—, creí que eras religioso.
—Mi familia lo es y creo que yo también—dijo Carlos—, pero mi padre siempre me leyó la historia de los viejos reyes. El destino y la magia que alguna vez hubo aquí es sorprendete. Y me alegra mucho la idea del destino.
—Yo soy religiosa—dijo Luciel —, aunque me guste la historia, me da miedo el hecho de negar de dios.
Carlos la miró un momento y ya no dijo nada, siguió su camino en silencio, Luciel temía haber dicho algo que lo hubiera decepcionado.
Notaría que era el mismo tipo de noble que las cincuenta mas que lo querían, no era excepcional o inusual, era como todas.
Y Carlos no era como todos, era un libro que siempre cambiaba su trama y no sabrías que haría después. Luciel no era enigmática ni sorprendente.
Eso la hacia sentir que en cualquier momento ya no volvería a verlo.
Cuando finalmente llegaron al muro, lo cruzaron y cubrieron con la hiedra, se escabulleron hasta llegar a la ventana de Luciel.
—Gracias por la noche, nunca me había divertido tanto —dijo Luciel.
—De eso se trataba—respondió Carlos.
—Yo—dijo Luciel a medias, ¿Cómo podría verlo después? ¿Le tiene que decir hasta luego?
—Te escribiré —dijo Carlos notando su inquietud—, me divertí, como no lo hice hace tiempo.
Luciel se detuvo a medio paso, ¿Debería besarlo? era una posibilidad, despues de todo, nada garantiza que vuelva a verlo.
Luciel se acercó cerrando los ojos y Carlos pudo ver su intención. Así que le correspondió el beso, suave y ligero que hizo que Luciel pudiera sentir lo tibio de su boca y rostro.
—Quería hacerlo —dijo Luciel.
—Lo se —respondió Carlos riendo—, deberías subir de una vez, los guardias van a terminar su vuelta.
—Tienes razón, hasta luego y ten buena noche—se despidió Luciel aun despistada por sus emociones.
—Te veo luego —respondió Carlos corriendo al muro, donde Luciel lo perdió entre la oscuridad.
...—Adios Carlos...—susurró sobre su cama sin dejar su sonrisa, estaba encantada, quería pasar tantas cosas con él que se durmio imaginando y riendo....
...ΩΩΩ...
Cuando Carlos llegó al palacio y se escabulló a su habitación para su sorpresa estaba la reina de pie en el ventanal.
—Madre —la saludó Carlos—¿Qué hace aquí
—Llegas tarde—dijo la reina con su voz de hierro, la unica que Carlos conocía o que era solo para él—¿Te divertiste?
—No de que habla...
—El baile de primavera, dos jovenes bailando y un joven rubio habilidoso con el violín. Mis guardias te siguieron—dijo la reina, fuiste con la joven Mohanath.
—No es algo grave, quería ir con ella al baile, solo eso—dijo Carlos quitando sus tan pesados zapatos.
—Ella me agrada demasiado, nunca tuve hijas —comenzó la reina—, pero siempre pensé que sería así. He querido que se case con Arioc desde hace mucho tiempo.
—Es elección de ella —dijo Carlos—, despues de todo ella debe elegir.
—Lo se, Arioc no es alguien presente en su vida, lo curioso es que tu si lo eres.
—Somos amigos —sonrió Carlos, interrumpido por la ironía de la reina.
—Ah Carlos te conozco desde bebé, se que tipo de persona eres, siempre has sido ambicioso y tenez para lograr tus objetivos, una cualidad de admirar.
—Gracias madre, pero no creo necesario hablar con rodeos—respondió Carlos con la misma frialdad que la reina. Una cara que ella había descubierto no hace mucho tiempo. Tenía unos ojos que... incluso a la reina le daban escalofríos.
—Bien, no se que quieres con el poder de la familia Mohanath y por ello utilizas tus radiantes encantos, pero lo que sea que estés planeando no es bueno para nosotros.
—Nunca le haría daño a mi padre—protestó Carlos.
—El viejo rey está mas en su muerte que en vida—replicó la reina—, me refiero a mi y Arioc, tu futuro rey, si es que lo has olvidado
—¿A qué va todo esto?—preguntó Carlos con cansancio.
—Solo quiero que recuerdes tu lugar.
—Mi lugar es el que mi padre decida, quien sabe —sonrió Carlos con burla—, quizas algún dia me nombre rey.
La reina sin dudarlo golpeó su mejilla.
—¡Traición! ¡Como puedes siquiera imaginar tomar el lugar de Arioc!
—¿Qué lugar? Arioc no vive aquí, ¿Qué es lo que ha hecho para ganarse ese titulo que yo no haya hecho cien veces mejor?
—Él es mi hijo... y tu...tu no lo eres—dijo la reina con lagrimas de reconcor—, eres un bastardo.
—Y tu—la señaló Carlos firmemente —, eres una desgraciada perra que se concuela con sus "maestres" mientras mi padre apenas respira.
La reina calló en suelo, su secreto, el que mas le pesaba lo sabía ese chico, sus multiples aventuras serian un escandalo todo estaría perdido.
Carlos sonría hermosamente, a los ojos de la reina, era hermoso como un demonio.
—Deberias dormir madre, te noto cansada.
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