—¿No es Carlos un caballero?—preguntó Luciel a su hermano quien trataba de estudiar—, tan valiente y fuerte...
—Diablos solo dile que te gusta y ya—gritó Aleph cerrando el libro. Desde el acontecimiento del carruaje Luciel no dejaba de hablar del príncipe.
—La reina tiene intensiones de comprometerme con Carlos, claro aun quiero conocerlo pero no me molesta la idea de que él sea mi esposo.
—Es un buen candidato—aceptó Aleph.
—¿Buen candidato? ¡Es el mejor candidato!—exclamó Luciel.
—El mejor candidato siempre será el futuro rey, y ciertamente Carlos no lo es.
Luciel dejó de hablar, el futuro rey era bien conocido. Arioc, el príncipe maldito.
Se dice que cuando nacio sus ojos y piel eran cicatrices dejadas por los viejos hechiceros tras su asesinato en el palacio real. Miles de personas que decían poder curarlo fueron llevados ante el príncipe y ninguna funcionó.
Solo la gente del palacio sabe que tan atros es la maldición que fue llevado a la fortaleza del sur para probar un tratamiento nuevo.
Luciel solo lo vio una vez hace dos años durante el baile de la primavera. Se parecía a su madre y al rey de igual forma, ciertamente no era bello ni guapo, estaba cubierto de la mitad de la cara y sus ojos eran rojos como la sangre.
—No me casaría con él—dijo Luciel.
—Ni yo quisiera que pasara eso—coincidió Aleph—, después de todo tienes la oportunidad de elegir con quién te vas a casar.
Antes de que ella pudiera decir algo, la ama de llaves entró sosteniendo una carta.
—Viene del palacio para la señorita Luciel.
Luciel saltó de la emoción rumbo a su habitación con la carta en mano.
Una vez dentro observó el sello negro de su familia, algo que no quedaba con él.
..."Lady Luciel, he pensado mas de lo razonal en nuestro encuentro casual y quiero confesarle que meramente no fue casual, sabia que iría a ver a su hermano y me aproveché de ello....
...Resultó ser mejor de lo que imaginaba y por ello le pido una cita, en el mercado del reino. Sin mis guardias y sin los suyos, solo nosotros dos....
-Carlos Parafox.
Luciel no tardó en responder aceptando tal propuesta. Le emocionaba la cita secreta con Carlos, así que definió el día y la hora que vio adecuada.
Estaba cerca el festival de primavera y las flores estaban en abundancia. Luciel siempre fue una chica que amaba todo color y toda flor, la primavera era su estación favorita.
Y que mejor que ir con el principe de la primavera, tan hermoso y caballeroso.
—Lili—llamó a su dama con una sonrisa—, tenemos que ir por vestidos.
—¿Va a salir?—preguntó lili sorprendida.
Lili era su única amiga, ella era enfermiza desde niña y nunca pudo visitar a otras nobles, solo Lili.
—Yo...¿Has escuchado de el principe Carlos? —preguntó Luciel.
—¿Carlos? He escuchado todo de él, ¿Cómo no lo haria cuando es el mas guapo de todos?—respondió lili con una sonrisa.
—Eso ya lo se—dijo Luciel—, pero algo mas personal, su vida. Tu prima trabaja en el palacio ¿Te ha contado algo?
Lili se acercó a la puerta asegurándose de que no hubiese nadie, cerró con cuidado y habló entre susurros.
—Dicen que solo es querido por el rey, la reina nunca lo ha querido, cuando fue bebé lo alimentó una nodriza, hasta hoy en día nadie sabe la razón de ese desagrado.
—Vi eso—dijo Luciel—, es demasiado fria con él ¿Pero que razón es necesaria para no querer a tu hijo?
—Hay mas rumores, cada vez mas oscuros mi lady... Cuentan que el día del nacimiento de los príncipes, el rey salió casi todo un día y traía algo en sus brazos, muchos creen que podría ser que uno de los bebes no es hijo de la reina.
Durante años—siguió Lili —, la familia real es de espeso cabello negro y ojos negros, ¿De dónde pudo salir un chico rubio y de ojoz azules?
—Eso si es grave—dijo Luciel—, el rey nunca haría tal cosa, además es mejor que este rumor no sea escuchado porque podrían acusarte de traición.
—Lo se mi lady por eso le hablo muy despacio, ¿Puedo saber Porqué está tan interesada en eso?
—La ultima vez que fui al palacio conocí a Carlos y hoy me escribió... Estoy muy nerviosa.
Lili gritó en voz baja emocionada.
—¡Le interesa señorita!
—¿Por qué lo dices?—preguntó Luciel esperando ansiosa por la respuesta.
—El príncipe también es famoso por no tener una vida amorosa, que usted haya sido invitada eso es algo especial.
Esa tarde entre risas y susurros, Luciel y lili buscaron ropas y zapatos, uno mas dificil que el otro, finalmente a muy altas horas de la noche ella ya tenía planeada toda la cita.
Transcurrieron dos días hasta que llegó la tan esperada cita, todos fueron a sus respectivas habitaciones siendo ya de noche, Luciel dejó una vela en su ventana mientras esperaba la hora prevista.
Lo que anunció la llegada de tan esperada persona fue el viento que apagó el fuego de la vela.
Luciel miró al joven de traje oscuro y rojo, su cabello dorado parecia luz en la noche y sus ojos eran como dos piedras azules.
—Llegó temprano—dijo Luciel.
—Quería verte—respondió Carlos entrando a su habitación—, espere que los guardias se distrajeran para poder entrar.
—Es es muy impropio de un principe.
—Tengo muchas cosas impropias para ser un principe—sonrió Carlos—, ¿Vienes?—extendió la mano que Luciel tomó sabiendo que no había vuelta atrás.
Carlos bajó por las enredaderas con destreza, una vez abajo le dijo a Luciel que era su turno.
—No puedo hacerlo, me voy a caer.
—Yo te atrapo—dijo Carlos.
—Con todo respeto —dijo Luciel—, nuestros pesos no deben ser muy distintos.
Era cierto, Carlos aún era un muchacho apenas unos centímetros mas alto que ella.
—Bien tienes razón—comenzó a reirse Carlos—, pero no te lastimarías tanto si caes.
Luciel se sostuvo de las enredaderas y con complicaciones logró bajar, fue dificil pero no lo vio imposible.
—Bien hecho, me evitaste la vergüenza que todo caballero quiere evitar—dijo Carlos aliviado.
—¿Cuál vergüenza?—preguntó Luciel.
—El no poder sostener a una dama de una caída, para mi consuelo aún tengo tiempo de crecer algo.
—Espero que si.
Despues de esa platica tuvieron que correr y ocultarse de los guardias hasta llegar a los muros, afortunadamente había un pedazo roto cubierto con enredaderas.
—¿Cómo encontraste esto?—preguntó Luciel.
—Lo hice yo.
—¿Rompiste un muro de mi casa?
—Quería verte.
—¿Qué razón tan desesperada te haría romper un muro?—preguntó Luciel pasmada.
—Quería verte, desesperadamente.
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