¿Que fue eso?

Todo comenzó un día normal, como cualquier otro. Estaba en mi oficina atendiendo a mis deberes del día, cuando, como de costumbre, mi hermana irrumpió en mi despacho sin llamar ni anunciarse a mi secretaria.

¿Acaso se cree que esto es su casa de juegos?

—¿Cuántas veces te he dicho que no puedes presentarte en mi oficina cuando te dé la gana? —dije, frustrado.

—¿Cuál es el problema? ¿Todo esto no es tuyo? —respondió señalando con la mano el lugar.

Mi hermana Karen, de dieciocho años, llevaba consigo un estuche de violín a su espalda.

—¿Crees que, porque soy el dueño, puedo dejar que mi hermanita haga lo que quiera? —la recriminé.

—Obviamente.

Se cruzó de brazos con una sonrisa de suficiencia. Suspiré de irritación.

Cuanto antes sepa qué quiere, antes se irá.

—Dime, ¿Qué es lo que quieres?

—¿No puedo visitar a mi querido hermano porque lo extraño?

Tuve un escalofrío de lo más molesto e incómodo. La fulminé con la mirada y ella levantó las manos riéndose.

—Era broma, era broma. —se apresuró a decir.

—Dime qué quieres. —dije ahora más molesto y serio.

Mi hermana suspiró acercándose a mi mesa.

—Quiero que vayas a recoger a Máximo esta tarde. —pidió.

La miré fijamente, por si había entendido mal.

—¿Qué me miras así?

—¿Viniste hasta aquí solo para decirme algo así? ¿Por qué no me llamaste?

Karen se dejó caer en uno de los sillones frente a mi mesa.

—Si tuviera que esperar a que me respondas al móvil, Máximo se quedaría en el veterinario para siempre. Me pregunto para qué tienes un móvil si nunca lo usas. —me reprochó.

—No es que no lo utilice, me defino como alguien bastante práctico, y solo empleo el móvil la mayor parte del tiempo para el trabajo. Considero que estar en el móvil chateando por horas es una pérdida de tiempo y energía. Además, solo daña la vista.

—¿Acaso me viste con cara de recadero? ¿No les prometiste a nuestros padres que te harías cargo de él cuando decidiste adoptarlo? —le recordé.

—¿No me he estado haciendo cargo todo este tiempo? Si te lo pido es porque no puedo ir, tengo un concierto de violín esta noche y debo estar allí antes para practicar. ¿Acaso lo has olvidado?

Nunca me dejas olvidarlo.

—¿Y por qué no se lo pides a padre y madre?

—Están trabajando de expedición fuera de la ciudad, ya lo sabes.

—¿Y qué crees que hago yo? —espeté irritado.

—Por favor, Kiran, prometo no pedirte nada en lo que queda del año. —suplicó, juntando las manos y mirándome como un animal a punto de ser abandonado.

—Está bien, pero que sepas que es el último favor que te hago. —le advertí, suspirando, rendido.

Karen saltó del sofá y se abalanzó sobre mí en un abrazo, besando mi mejilla.

—Eres el mejor, gracias. Prometo compensarte por esto.

—Me conformo con que dejes de entrar a mi empresa como perro por su casa.

Se separó poco después, apresurándose hacia la puerta, pero se detuvo a medio abrir.

—Ni se te ocurra llegar tarde a mi concierto o quemaré tu empresa.

Soltó aquellas palabras con una sonrisa radiante, pero sus ojos denotaban algo siniestro, como si lo que dijera fuera en serio. Luego, se despidió lanzándome un beso al aire y se fue como si nada.

Debo hablar con mis padres para que le hagan un chequeo exhaustivo a esta niña.

Suspiré de nuevo, reclinándome en el respaldo de mi asiento y volteando hacia la ciudad que tenía a mis pies. Tener estas vistas tan impresionantes, ver esta ciudad desde lo alto de este edificio, me producía una pequeña sensación de paz, satisfacción y un poco de poder. Aunque esa sensación estaba lejos de lo que realmente quería o deseaba.

Después de aquella conversación con mi hermanita, me sentía un poco irritado por su culpa, ya que hablar con ella siempre me producía mucho estrés. Así que decidí cambiarme de ropa y salir a correr. Como dije antes, soy un hombre práctico, por lo que hice que construyeran un baño donde guardo ropa de emergencia. Nunca se sabe lo que puede pasar y es mejor ser precavidos.

Como iba diciendo, salí de mi trabajo corriendo a paso ligero. Le envié un mensaje a mi hermana para que me dijera a qué veterinario debía ir. Después de saber el lugar, corrí a trote hasta allí. Para cuando llegué, estaba todo sudado y con la respiración agitada. Me tomé unos minutos para calmar mi ritmo cardíaco, pero cuando iba a entrar algo me distrajo.

Un aroma empalagosamente dulce, como a frutos, inundó mis fosas nasales, aturdiéndome por unos segundos. Lo siguiente que me distrajo fue el cabello rojizo de una mujer. Su cabello brillante chocó contra mí.

—¡Oh, perdón! —soltó sin voltearse a verme.

Salió corriendo mientras los perros que llevaba en las correas la arrastraban.

Después de haber presenciado una escena de lo más extraña, entré al veterinario para recoger a Máximo. Ambos nos dirigimos a la casa de mis padres, que como era de costumbre, estaba vacía, excepto por los sirvientes.

¿Para qué tienen una casa tan grande si nunca están en ella?

Dejé al perro y volví a mi propia casa. Para cuando llegué, ya había oscurecido, por lo que me preparé para el dichoso concierto.

Y si tuviera que decir algo respecto a ese día es... ¡Que maldigo el día en que fui a ese dichoso concierto!

Más populares

Comments

Alias Mendez

Alias Mendez

👁️

2022-11-27

0

Total

descargar

¿Te gustó esta historia? Descarga la APP para mantener tu historial de lectura
descargar

Beneficios

Nuevos usuarios que descargaron la APP, pueden leer hasta 10 capítulos gratis

Recibir
NovelToon
Step Into A Different WORLD!
Download MangaToon APP on App Store and Google Play