Salimos rumbo a un restaurante a comer y brindar, Rita que ya conducía llevaba mi camioneta, y yo como pasajero era el centro de atención, todos en complot me jugaban bromas, Daimar hacía gestos con sus manos, ojos y boca preguntando que síntomas presentaba, no me dejaban hablar. Mi emoción era grande en ese momento por varias razones: mi segundo título, Daysi y yo nos estábamos llevando mejor, mi suegra me quería tanto como a su hija, mis cuatro hijos juntos, no podía pedirle a Dios nada más en ese momento.
Llegamos al restaurante que Rita y su mamá habían elegido, al estacionarse en frente mi cuerpo quedó paralizado, no sabía qué hacer, a mi mente venían muchos recuerdos, no podía creer que estuviese sucediéndome, en ese lugar fue donde comenzó esta parte de mi vida. Todos bajaron y se reunieron a esperar por mí.
_ Ya puedes bajar amor, es aquí donde vamos a celebrar.
Dijo Rita dejando escapar una sonrisa de medio lado.
Todos reían y aplaudían sin parar, mis manos temblaban, mis ojos se llenaron de lágrimas, abrí la puerta y al bajar pregunté:
_ ¿Ustedes están bromeando verdad? ¿Estuvieron de acuerdo para traerme para acá?
Mary Ann no pudo ocultar su sonrisa, se acerco.
_Rita me contó un día mientras andábamos de compras, pasamos por acá y decidimos traerte aquí donde inició tu historia, mereces un lugar como este para celebrar tu nuevo título, hoy estamos aquí quienes que te amamos con toda la sinceridad del mundo.
Rita me tomó de la mano y me invitó a entrar, mi vista recorrió todas las caras, mi madre Daysi me invitaba con sus manos, tía Rose apenas alcanzó a decir unas palabras.
_ Mereces todo cuanto tienes muchacho, eres un ángel, gracias por hacer de mi hijo un profe…
Y sus lágrimas obstruyeron su garganta. Sebastián saludaba como todo un oficial de la armada. Vivian allí parada no decía nada, solo secaba sus lágrimas. Avancé de la mano de Rita y al entrar un letrero grande decía: “Bienvenido a tu casa, donde todo comenzó”
El personal que trabajaba allí estaba de pie frente a mí, cuando estuve cerca se hicieron a los lados y al final estaba parado el señor Américo Díaz, dueño del restaurante, a su espalda un cuadro en la pared con mi foto de cuando fui trabajador del mes.
Américo Díaz era un hombre blanco de estatura mediana, cabello cenizo, abdomen abultado, siempre vestía de traje. A lo lejos con una sonrisa en su rostro me invitó hasta donde estaba. Rita soltó mi mano para que me acercara a él, mientras caminaba recibía aplausos y palmadas en mis hombros, cuando estuve en frente me dio un abrazo, un abrazo muy fuerte, eso me decía que estaba orgulloso de mi.
_ Hola muchacho ¿Cómo estás?
_ Señor Américo, ¿Usted también es cómplice de esto? Perdón por no visitarlo en tantos años.
_ Conocí a Rita tu esposa, y Mary Ann tu suegra, ellas me contaron parte de tu historia, quisieron celebrar aquí y yo encantado acepté. Por el tiempo sin venir no te preocupes, no te guardo rencor y tu cuadro ha estado en el mismo lugar, nunca nadie superó tu excelencia como empleado.
_ Gracias señor Américo, todavía recuerdo cuando vine a pedir empleo porque tenía una crisis financiera.
_ Claro muchacho, también recuerdo que te dije que con tus estudios no debías trabajar aquí, recuerdo cuando te dije que en este lugar llegaría quien descubriría tu talento y te contrataría.
_ Como olvidar esas palabras señor.
_ Estás en tu casa, yo personalmente te serviré, no sabes lo feliz que estoy de saber que un día fuiste mi empleado y ahora eres dueño de un emporio empresarial tan importante. Siéntate con tu familia.
Tomamos asiento y Américo se acercó con su traje de mesero, entregó las cartas, parado a mi derecha esperó pacientemente por nuestra orden, anotó en su libreta y se retiró. No tardó en volver y servirnos y dijo.
_ Señor Damir Mc.night, que disfrute su comida, con permiso.
No podía creer que estuviera siendo atendido por quién fue mi jefe. Rita me miraba con una enorme sonrisa, ella sabía que yo estaba feliz de volver a este lugar, miraba a mí alrededor y todos aplaudían.
Terminamos de comer y salieron varios meseros con botellas de vino. Américo trajo para mí una botella de Gato Negro, siempre le decía que quería tomar una, la destapó, tomó una copa y sirvió, estaba en óptima temperatura.
_ Un regalo que ha esperado mucho por ti, disfrútala.
Me levanté de mi lugar y fui hasta donde estaban Jade y Hane que se habían mantenido a distancia.
_ Señoras, con su permiso, quiero que compartan este vino conmigo, ustedes también son importantes en mi vida.
Les serví una copa y las invité:
_ A su salud. Gracias por estar en mi vida.
Volví a mi lugar y compartí con todos. Levanté una mano y un joven mesero se acercó un tanto nervioso.
_ A su orden señor Mc.night.
_ Tráigame la cuenta por favor.
_ En seguida señor.
Se retiró, no tardó mucho en volver, me entregó un sobre y se retiró. Cuando abrí el sobre había una nota que decía que todo estaba pagado, al ver que no me cobraban nada fui hasta la oficina de Américo.
_ Permiso señor Américo, ¿No piensa cobrarme nada?
_ Muchacho, cuando te fuiste no regresaste por tu liquidación, tu dinero ha estado aquí todos estos años, quizás deba pagarte aún más.
_ No es justo señor, debe cobrar sus servicios, hemos consumido mucho para que usted cargue con esa cuenta.
_ Damir, el dinero no tiene valor cuando se está agradecido con alguien. Te he seguido desde que te fuiste de aquí y me has enseñado como ser buen jefe, tus técnicas me han hecho crecer como persona y como empresario, no me debes nada.
Salí de su oficina después de estrechar su mano y fuimos a casa. Aquellas palabras se quedaron en mi cabeza. Todos nos dispusimos a arreglar el desastre de la mañana, Jade llevó a Hane a su habitación, los niños fueron a jugar a los jardines con Vivian. Tía Rose y Sebastián se fueron a su casa, Daysi y Mary Ann se fueron a la biblioteca a discutir unos negocios, querían levantar unos invernaderos en las tierras que dejó mi padre, eso me agradaba, además, estas mujeres habían logrado una amistad como si se conocieran desde siempre.
Rita y yo fuimos a la habitación a tomar un baño, estábamos colocándonos los pijamas cuando tocaron la puerta.
_ Si, ¿Quién es?
Preguntó Rita.
_ Jade, por favor ¿Puedes prestarme la camioneta de Damir un momento?
_ Las llaves están en la mesa de la sala, puedes llevártela, no hay problema.
Y en ese mismo instante un sobre blanco se deslizó por debajo de la puerta.
_ ¿Rita qué es eso?
Pregunté a Rita viendo el sobre en el piso, sobre que por las características era el mismo que vi días atrás en la mesa, justo cuando Jade llegó a casa.
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