Estando el arca en el agua desde hacía dos meses, las maderas de su casco habían trabajado lo suficiente y nada de agua entraba en ella. Poco tiempo quedaba para partir desde Posadas, Capital de la Provincia de Misiones en Argentina, hacia el mar sin antes romper la botella de champagne contra la popa para augurar una buena travesía.
Cierto día, luego de un riguroso control de abastecimiento de alimentos, remedios y chequeo de la nave, se puso en marcha toda la familia. Dentro de ella se encontraba Canela, esposa y madre, una mujer muy distinguida, protectora y de buen corazón, con alma de artista y un tanto por demás bohemia. Así, dejaba de alguna manera, por pereza, que los demás manejaran su vida, descuidando, tal vez, al resto, aunque sabía compensar esta actitud con su cariño, alegría y generosidad. *
Tenían dos preciosas hijas: Agata, quien con su encanto conseguía todo cuanto uno ni podía imaginar, poseía una gracia inigualable, un poder sin igual, era una niña muy soñadora. Camila, en cambio era más parecida a su padre, una adolescente fuerte a quien le gustaban las aventuras. Cada integrante de la familia compartía ese espíritu aventurero y así comenzaron el viaje camino a mar abierto, no sin antes elevar una oración a Jesús y a su madre María por la dicha de cumplir un sueño tan anhelado. *
Dago
Las chacras las dejamos al cuidado de los matrimonios y sus hijos, que teníamos de hace añares y serían supervisados por mi hermano Felipe, el menor de todos, que además de ser vecino nuestro, se había convertido en un gran empresario en la industria maderera, yerbatera y de té: con mucho esfuerzo y perseverancia había arrancado de la nada y hoy era uno de los ilustres reconocidos de Misiones, su aserradero estaba entre los cinco más importantes de la región y como acopiador de yerba mate y té, su producción había alcanzado volúmenes muy importantes. Para esos días, estaba desarrollando una planta para fraccionar en bolsas de uno, cinco y diez kilos, que deseaba exportar a todos los continentes. Era imparable. La relación con sus empleados, mejor no podía ser, tenía un carisma único, era exigente pero a la vez se ocupaba de manera personal cuando los problemas aparecían. Siempre buscaba la forma de tenerlos contentos, que nada les faltara. Carismático, equilibrado en su actuar, generoso con sus tiempos para con los demás. Sin pensarlo iba rumbo a ser, en algún momento, Gobernador de la rica Provincia de Misiones. Había integrado junto con un párroco con su capilla, un comedor comunitario, escuela donde a los chicos, además de enseñarles las materias obligatorias, les enseñaban las tareas de la producción de la huerta, la construcción de una vivienda digna y autosustentable, evidentemente era un avanzado y los alumnos que salían recibidos de esa escuela, tenían mayores facilidades para insertarse en el mercado laboral; aquellos que obtenían muy buenas calificaciones, inmediatamente conseguían trabajo y a los que querían, se les brindaba todo lo necesario para iniciar carreras universitarias, como contaduría, agronomía y arquitectura. Eran esfuerzos muy grandes que los estudiantes tenían que realizar, pero los frutos superarían sus propias expectativas.
En resumen, quién mejor que él para supervisar nuestras chacras: llevaría una administración impecable, reinvertiría las ganancias donde él lo considerara oportuno. Y todos contentos.
Felipe se había ganado no sólo nuestra confianza, sino la de toda la comunidad, incluso la de personas que nada más habían escuchado hablar de él.
La relación con su mujer, Vanesa y sus hijo,s María de 17 años, José de 16 y Matías de 14, parecía ser intachable. Tenía tiempo para la comunidad, pero su prioridad era su familia.
Cuántos momentos habíamos vivido juntos, cuántos recuerdos desde la infancia teníamos, sueños que habíamos compartido y hoy se hacían realidad. El de él era su imperio, el mío era el arca. Sabíamos que la vida así como te entrega años de gracia divina, también te pone a prueba con obstáculos o desgracias que debemos superar. Hasta ahora, éstas no habían sido tan terribles, y eso lo teníamos muy presente.
Agata
Antes de partir, mis papás dijeron que solo faltaba ponerle un nombre y una leyenda al arca, que luego ellos crearon. Papá talló con sus manos en un tablón para ponerla en la popa. Dice así: “EL ENCANTO DE AGATA”. Se leía la leyenda debajo de su nombre: “Que junto a nuestro Dios creador que todo lo puede, nos llevará a vivir aventuras extraordinarias”.
Todos los vecinos vinieron a ayudarnos a cargar las cosas para el primer tramo del viaje; mamá les agradeció con una gran fiesta en la chacra principal: sacrificaron una ternera y algunos pollos de la granja, con pan casero, la chipa que nos encanta y que tan exquisita le sale a mi bisabuela Ada, bebidas, música, baile y un gran fogón que duró hasta la madrugada.
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