CAPITULO 4

CAPÍTULO 4.

Por Derek.

Cuando llegue al gym que estaba ubicado en una de las alas de la mansión, vi que ella tenía preparado ya todo tipo de cosas, desde cremas hasta geles y un que otro aparato de gimnasio.

—Hola. —Exclamo ella con una risa radiante. —Que bueno que hayas decidido venir.

—Sí, como sea. —Exclame, desinteresado.

—Es todo tuyo. —Dijo Franco guiñándole un ojo. —Te veré luego, Derekcito.

Solté un suspiro exasperante. Odiaba que me digan así. Antes de ese maldito día yo era feliz, no tenía novia, pero sí una chica que parecía ser amable, noble. Aunque no estaba enamorado de ella, creí que sería bueno hacerla mi esposa en algún momento. Pero claramente, cuando supo que no volvería a caminar se esfumó como todo el mundo. Ella solía decirme Derekcito todo el tiempo, con esa voz chillona. Y lo odio. Poco tiempo después del accidente supe que era una zorra cazafortunas que solo quería casarse conmigo para tener una vida de reina.

—Muy bien Derek. —Exclamo ella. —Te ayudaré a ponerte sobre la camilla.

—Está bien. —Dije intentando levantarme. —No sé por qué doy pie para hacer esto.

—No seas gruñón. Será divertido y te ayudaré, ya verás.

—Lo dudo. Aunque quiero volver a ser el de antes, quiero recuperar el lugar que me corresponde y estar más fuerte para mis enemigos. Y adivina que… no puedo hacerlo lisiado. Te daré una oportunidad, intrusa.

—Muy bien... Eso basta para mí. —Exclamo ella. Mientras me ayudaba a pasarme a la camilla desde la silla de ruedas. Nuestras miradas se conectaron en el instante en que ella se acercó para ayudarme. Me sentí extraño. Sentí una especie de conexión con esa mirada, sentía calor en cada lugar donde ella pasaba sus manos en mi piel.

¿Qué carajo me pasa? Realmente necesito volver. Parezco una niña.

Ella arregló la camilla con suavidad para que esté más cómodo y luego comenzó a masajear mis piernas y pies. Sería algo tan relajante si tan solo sintiera algo. Pensaba para mí mismo. Luego comenzó a flexionar mis piernas suavemente para darle cierta movilidad.

—¿Qué se siente? —Le pregunte, desafiante.

—¿A qué te refieres? —Dijo ella con su voz dulce.

—Ser la hija de Antony D'amico. —Dije sarcástico. La sentí suspirar con pesar y me puso un poco mal al saber que pensó demasiado tiempo su respuesta. Tal vez mi padrino tenga razón y ella no tenga absolutamente nada que ver con su padre.

—La verdad... Cualquier respuesta que te dé será inútil. —Exclamo ella. —No sé qué responder porque apenas lo conozco.

—Me imagine que serias algo así como... La princesa de papa.

—Es más complicado que eso. —Dijo, quedando en silencio. —Y bien, cuéntame. —Hablo nuevamente, cambiando de tema. —¿Cómo fue?

—¿Que cosa?

—Tu accidente. ¿Cómo acabaste así?

—Una bomba exploto cerca de mí, me tiro para atrás, golpee contra algo en mi columna vertebral y cuando abrí los ojos estaba en una cama de hospital y no sentía absolutamente nada de la cintura para abajo. —No comprendía como estaba contándole todo esto con tanta facilidad. Creo que ella me genera un poco de confianza. No me reconozco.

—Entiendo. —Dijo ella. —Derek... Haré una cosa y quiero que tú me digas si sientes algo. ¿Está bien?

Asentí confundido.

—Es hora de que te pongas boca abajo. ¿Puedes?

—Sí... Yo... Puedo. —Exclame. Me sentía relajado con ella. Apenas la conozco. Parezco un tonto debilucho. ¿Qué haría si ella está infiltrada aquí? Pondría todo en riesgo.

Ella comenzó a masajear mis piernas del otro lado poco a poco y luego la vi tomar algo de entre sus instrumentos y empezó a pasarlo por los dedos de mis pies.

—¿Sientes algo? —Pregunto.

—Nada. —Dije algo frustrado.

—Esto lleva tiempo Derek. No te preocupes. Es solo que creí que con tus antiguas terapias hubo algún avance.

—Eso... Eso que hiciste recién, hazlo otra vez. —Exclamo.

Ella me observó confundida.

—¿Te refieres a esto? —Dijo, apretando el dedo gordo de mi pie izquierdo.

—Sí... Eso... Yo... Sentí un leve cosquilleo allí. —Dije algo esperanzado.

—Muy bien... Esa es una muy buena señal.

Yo sonreí. Ella me ayudó a bajar de la camilla y sentarme en mi sillón de ruedas. Entre la fuerza que hacía para lograr que me siente, cayó encima de mí. Nos quedamos mirando a los ojos por un momento. Fue algo bastante intenso por mi parte. ¿Qué carajos me pasa? La conozco hace nada.

—Oye... Oye... —Dije, no queriendo interrumpir, pero me estaba doliendo demasiado. —Sé que estoy lisiado, pero... me estás haciendo doler mucho. —Dije avergonzado, ya que estaba apretando mi zona baja.

—Yo… Lo siento. —Exclamo ella, abriendo los ojos como platos. —De verdad no me di cuenta.

Ella bajo de mí, por lo que mi amigo se alegraba, y me ayudo a poner los pies sobre los pedalines del sillón, justo a tiempo para que entre Franco.

—¿Y bien? -pregunto él.

—Todo salió de maravilla. —Respondió ella. —¿Verdad Derek?

—Sí... Eso creo. —Respondí carraspeando levemente. Derek Greco no estaba dispuesto a decir que se había equivocado con respecto a las terapias.

Salimos los tres de ahí y Franco me pidió hablar conmigo a solas por un asunto importante. Pero primero dijo que tenía que salir con Alexa.

—¿A dónde debes ir con ella? —Pregunte sorprendido.

—¿Son celos? —Dijo Franco, elevando ambas cejas.

—Sabes que aún no confió del todo en ella. A pesar de haberme dicho que era de fiar.

—La llevaré al hospital. Tiene que ver a algunos pacientes. —Dijo Franco y yo solo asentí, dirigiéndome a mi habitación.

—Llámame cuando regreses. —Dije, mientras subía al ascensor

******

Por Alexa.

Esta era mi primera sesión con Derek. Sabía que no sería fácil con él, pero lo lograría. Para mí este hombre era todo un desafío. Cuando lo vi esta mañana, sentí un temblor en el suelo debajo de mí. Se veía imponente, con una mirada fría y unos ojos de color negros muy profundos. Su mirada fría me hacía temblar. Sentí que podría quitarme la vida en este momento con solo un chasquido.

Me sorprendió que haya llegado dispuesto a iniciar con las terapias. Aunque no estaba para nada contento, probablemente lo haga para cumplir con su amigo y su padrino.

Aunque después me sorprendió como fue desenvolviéndose durante el resto de la terapia. Estuvo dispuesto a hacerme caso en todo lo que le decía. Tuvimos una charla muy breve. Creo que es un hombre de pocas palabras. También creo que desconfía de mí todavía. Ha mencionado un par de veces a mi padre y eso es algo que no me gusta para nada.

Luego de finalizar la terapia, encontré a Franco, quien me había prometido acompañarme al hospital luego. Tome mis cosas y salí de la casa, él ya me estaba esperando fuera.

—¿Lista? —Pregunto.

—Sí, lo estoy.

—Bien... Nos acompañará otro guardia, es por seguridad. —Dijo.

—Está bien. —Exclame yo. Sabía que trabajando en la casa de los Greco, seré un punto débil para mi padre, quien no duraría en buscarme para intentar manipularme, por lo tanto, debía aceptar la protección que la familia Rinaldi me ofrecía.

—Alexa. —Dijo Franco, debatiéndose entre hablar o no hablar.

—Dime. —Respondí viéndolo a la cara, mientras él conducía.

—¿Cómo está, Sebastián? —Pregunto luego de un momento.

—Muy Bien... Si lo conoces sabrás como es él.

—Siempre pensando en los negocios. —Dijo Franco algo nostálgico. —¿Y... su familia? —pregunto por lo bajo.

—Felices... Ellos siempre han sido unidos. —¿Los conoces bien? —pregunte.

—Más o menos. —Dijo carraspeando.

Decidí no volver a tocar el tema, pero me dejo pensando su actitud. Estaba en un constante debate acerca de hablar sobre eso o no. Al llegar al hospital, Franco se bajó para acompañarme. No quería dejarme sola en ningún momento. Cuando termine allí, regresamos a la mansión. Vi a Derek en el balcón de su habitación. Parecía relajado. Levante mi mano a modo de saludo y él hizo lo mismo, pero sin el entusiasmo.

—Bien, es un avance. —Pensé.

Las semanas fueron pasando. Ya hace casi un mes que estoy en la casa y todo iba tranquilo. Las sesiones de Derek iban cada vez más intensas. Decidí darle un descanso por el fin de semana y el lunes comenzaríamos la Fase dos: levantarse de la silla.

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