Durante la mañana siguiente tuve que correr como loca, se me hizo tarde y ni siquiera me había dado tiempo de desayunar. Eran las once en punto y yo apenas estaba entrando al aeropuerto. No imaginé que el metro iba a tardarse tanto y menos que la razón fuera Richie Evans.
Desde la primera puerta del aeropuerto vi pancartas, globos y chicas llenas de emoción. Tuve que esquivar a los fans y a la prensa para llegar a la casa de cambio, no fue fácil y me costó un retardo, pero la cara de Ruth hizo que todo valiera la pena. Estaba perfectamente maquillada, se había alaciado el cabello y usaba unos tacones tan altos que por poco y no la reconozco.
—Ruth, te ves muy guapa, pero, ¿te sientes bien? Parece que vas a vomitar —le dije al verla con la mano en el estómago y la mirada perdida.
—¡Luna, estoy demasiado nerviosa! ¡Quiero llorar! —gritó abrazándome con todas sus fuerzas.
—¿Por qué? ¿Por Richie?
—Es que ya casi llega y lo vamos a ver pasar por aquí. Estaré tan cerca de él. ¿Crees que pueda leer mi cartel?
—Ah, le hiciste un cartel y todo. ¿Y exactamente a qué hora llega?
—Ya debe estar aterrizando. ¿Y si me desmayo? Luna, no dejes que me dé un infarto antes de conocerlo...
—No, no puede darte un infarto...
—Hello... —dijo un hombre entrando al local cortando la emoción del momento.
—Yo lo atiendo.
—Gracias Luna, voy a la bóveda por un sobre de dólares.
Ya me estaba sospechando que ese día sería inolvidable porque ese hombre había cambiado sus billetes de rupias indias en los que estaba Mahatma Gandhi sonriendo y por alguna razón lo tomé como una señal de una revolución en mi vida, en mi mundo.
A los pocos minutos comenzaron a escucharse gritos y las personas corrieron a amontonarse al área de llegadas internacionales.
—Richieeee... —gritaban por todos lados.
Yo también estaba emocionada, era tanta la euforia que a mí también me palpitaba el corazón como si se tratara de un asunto de vida o muerte.
—Es él, es él, ya va a salir —se retorció Ruth en su ilusión cuando regresaba de la bóveda.
—¿Por qué no vas? Yo te cubro.
—¿En serio puedes quedarte sola unos minutos Luna?
—Sí, pero lleva tu celular, si necesito ayuda te marco.
—Gracias Luna, te debo una —dijo mientras salía corriendo con su cartel en una mano y su celular en la otra.
Cada vez se escuchaban más fuertes los gritos de los fans y los de seguridad ya estaban regañándose unos con otros; yo quería ver desde afuera, pero no podía salir del local, había muchos clientes y todos querían cambiar sus dólares.
De pronto, el caos se apoderó del aeropuerto y los flashes de las cámaras empezaron a dispararse en ráfaga. Yo quería ser parte de ese alboroto y estaba a punto de levantarme de la silla y salir del local para poder ver a Richie Evans, cuando alguien se estrelló en el vidrio de la entrada.
Era un hombre que se quedó en el suelo unos segundos y después se levantó para volver a la multitud, me dio miedo y preferí no moverme, pensé en Ruth y en si estaría a salvo entre tanto desorden, también me imaginé a Karla tratando de correr en las zapatillas rosas que Humberto le había ensuciado de café una noche.
No podía quedarme con la duda y abrí la puerta de seguridad, puse un pie fuera y miré a los lados. Lo primero que encontré fueron unos ojos que se clavaron en los míos.
Me quedé paralizada, "tiene toda la pinta de asaltante" pensé cuando lo observé de pies a cabeza. Usaba ropa gruesa y negra, y una gorra que le tapaba la mitad de la cara si se agachaba.
En cuestión de segundos corrió hacia mí empujándome con fuerza hacia adentro y luego me jaló para que me agachara junto con él cuando la puerta de seguridad se cerró.
—¡No me hagas nada! ¡Llévate todo! —le supliqué pensando que mi vida estaba en peligro.
Si ese asaltante se llevaba el dinero yo iría a la cárcel por no seguir el protocolo de seguridad, no podía perderlo todo así, por tonta y descuidada.
Él me puso la mano en la boca y me hizo una señal para que me quedara callada, sus ojos, su aroma, el corazón se me estaba congelando.
Intenté moverme para tocar el botón de emergencia, pero antes de tratar de forsejear noté que ese hombre no traía ningún arma, solo estábamos nosotros y no me había pedido nada, permanecíamos en el suelo y solo nos mirábamos esperando que alguno de los dos supiera qué hacer.
—¿Quién eres? —le pregunté observando los detalles de su rostro.
—Help me, please —contestó con la voz entrecortada.
Estaba temblando y viéndolo desde tan cerca no parecía en lo absoluto un delincuente, yo estaba más nerviosa que él y no pude moverme, algo me tenía hipnotizada y lo único que necesitaba saber era su nombre.
Sonó una alarma afuera y me levanté para asomarme por el mostrador, el ambiente estaba tan intenso que en seguida volví a agacharme y volví a preguntarle:
—¿Quién eres? Eh... Who... are you?
Él me sonrió y no creí que fuera posible, no se parecía a las fotos que había visto.
—¿Richie Evans? —le pregunté con el alma en un hilo.
—Sí —dijo con un tono que casi me fulmina—, soy Richie Evans.
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Comments
Griss Romero
Que impresión, Richie Evans, ?? Wooowww, nunca pensó que estaría tan cerca de él, ni se lo esperaba, y que hacer, solo brindarle la ayuda que quería 💖💖💖
2024-07-16
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