Episodio Tres

—Malditos, desgraciados policías —los insultos salían de la boca de Khione al recordar lo que en la madrugada le había sucedido.

Pasando sus guantes sucios por su frente, bajó las escaleras con frustración guardada.

—Ni coger un coche para llevarme, hijos de-

Dejando de hablar para gruñir de dolor en su lugar, todas sus extremidades pedían auxilio pero mas su tobillo. Intentó no gritar desgarradamente pero no pudo controlar que sus ojos se cerrasen con fuerza y se hiciese un ovillo en el ultimo escalón.

—¿Te encuentras bien, Khio? —le preguntó un compañero de su trabajo, Christian.

—¿Acaso me veo bien, idiota? —gruñendo cada vez mas al intentar levantarse, decidió quedarse acostada en el sucio pavimento.

—De lucir, siempre luces bien pero tu rostro muestra sufrimiento —este se acercó un poco mas, cuando su mano quería dirigirse en aquel pie, rápidamente lo retiró.

—Oye, Khione, no eres una vagabunda, levanta aquel trasero ya mismo —raro seria que no lo haya identificado a la hora de escucharlo.

Ese chino cruzado con un español tan básico, al menos se le entendía con gusto.

—Cierra el maldito pico, tú —sin mirar, ya que había levantado su brazo para proteger su rostro del sol, Khione mantenía su cuerpo descansando.

—Venga, te necesito viva y caminante —los pasos cada vez se acercaban mas, hasta el punto en que Takidashi no sentía el pesado sol en su brazo.

—¿Qué quieres? —sonando un poco sufrida, con ayuda de su amigo Chris, logró levantarse.

—Lo sabrás cuando salgas de trabajar, vamos —no había tacto ni nada que la forzara a seguirlo como si de un secuestro se tratase.

Si no ya su voz mandaba ordenes que acatarías sin darte cuenta, aunque se viese un tanto indefenso, un par de palabras suyas y ya los tendría a todos sobre sus pies. Solo que eso a muchos no les pasa, se permitió soñar muy grande.

—Demonios —maldijo soltándose con amabilidad del agarre de su compañero—, muchas gracias, Chris, eres muy amable conmigo, ya te invitare a to-

—Khione —como si de un sargento se tratase, había demandado sin darse la vuelta.

Y sin mas le siguió.

—Quiero pasar primero por el hospital si es posible, mi tobillo va por un mal cami-

—Buenas tardes para ti también —un rostro nuevo, extraño y poco conocido.

—¿Quién cojones eres? —se preguntó ella para intentar a toda costa abrir de nuevo la puerta—, tío, me he metido al coche pensando que me devolverías mi puto móvil y un poco del dinero que me habéis quitado ayer, no conocer a mas de vosotros.

—Que mal recuerdas, Takidashi, ayer te dejamos en la comisaria y no en un arroyo —sus ojos no eran la gran cosa pero comunes tampoco eran, los tonos tan oscuros como el negro en su mirada no era normal.

—¿Eres el imbécil que me quería meter en el baúl? Vaya, para ser un viejo eres de ese estilo que mantiene las acostumbres —resopló mientras se acomodaba y quedaba bien cerca de la puerta por si en algún momento le quitaban el seguro.

—Bien que este viejo hará que ganes mas dinero de lo que tienes tirando la basura en un maldito camión —girando hacia al frente, no la volvió a mirar—. Mi nombre es Eron, mucho gusto.

—El gusto seria mío si me pudiera tirar ahora mismo del vehículo, a mi me gusta un poco mi trabajo —exclamó con capricho.

—¿En serio? El aroma no desaparecerá nunca.

Dejó aquello en el aire, el pelirrojo chino se encontraba conduciendo sin problema alguno.

—¿Dónde me lleváis? ¿Para qué me necesitáis? No creo que vuestros trabajitos sean de mi gusto.

—Lo será, porque es algo que se te da un poco bien —dijo Eron mientras que el otro giraba el volante.

—¿Un poco? Ya me estáis asustando, me tienen que llevar al hospital porque estoy comenzando a tener escalofríos —informó con temor al sentir un mareo y una punzada al intentar mover su tobillo.

—¿Qué te ha sucedido? —arqueando una ceja, la miró, girando su cuerpo, intentando ver el pie de la chica.

—Estaba distraída y no vi el último escalón por lo que me doble el tobillo bastante feo.

—Bien, vayamos a emergencias pero iras sola.

—Que actitud y gratitud tenéis, eh, la verdad que sois la puta hostia, pedazos de capullos —insultando en susurros, abrió la puerta en movimiento antes de que este pudiera pisar el freno.

—¿Tú de nuevo? —tres médicos la miraron de arriba hacia abajo, viendo que tenia un pie sin apoyar.

—Es lo que ven, creo que me he torcido un poco mi tobillo, no puedo colocar mi peso completamente en él. Espero que esto tenga una solución rápida, tengo que seguir trabajando —habló rápidamente, provocando que el medico comenzase a guiarla.

Esta vez el hospital seguía un tanto igual, los médicos no parecían ser nuevos ni mucho menos unos principiantes, se mostraban seguros y para nada alarmantes.

Tanta sorpresa no les había dado ver de nuevo a Khione.

—Bien, señorita, siéntese en la camilla y quítese su calzado, primero tocare la zona —avisó mientras se colocaba guantes de látex.

Takidashi no hizo mas que seguir la orden, con un poco de dolor se sacó el calcetín y lo dejó al lado suyo. A ver, que le daba vergüenza sus calcetines, un poco si, tener nubes escondidas en un calzado contrario a todo ello.

Aquel doctor se inclinó, inspeccionó la zona y localizó un hematoma que le faltaba un poco de tiempo para dejar un morado en aquella piel.

—Pues si, se ha torcido su tobillo, señorita. Llevara estas vendas y tendrá que comprarse unos elásticos para rodearlo de la misma manera en la que hare ahora —dijo para sacar unos vendajes que rodearían su pie y tobillo—, el movimiento tiene que ser escaso, si quiero le firmo un certificado para que se tome unos días de descaso y-

—No, no, así esta bien, con tal de saber que no fue mucho y que sin tanto esfuerzo se curara. Le agradezco eternamente, doctor, por el momento no me duele —rápidamente se colocó su calcetín, teniendo cuidado al ponerse su calzado.

—La crema debe ser cuando renueve su vendaje, unas doce horas como mucho —arqueando su ceja al ver la actitud de Khione, sonrió al ver lo apresurada y torpe que estaba—, vaya con cuidado, señorita Takidashi.

—Lo tendré en cuenta, doctor… —esperando a que el muchacho dijese su nombre, sostuvo el picaporte a la espera.

—El calavera —finalizó, provocando que Khione sonriese.

Pocos dirían que fue inevitable no quedarse viendo lo extraño y lo bien que le sentaba a aquel hombre el tatuaje en su rostro. No se ve todo los días y no ha muchos les queda.

—Me alegra saber que has salido ilesa y no con un yeso, con lo que te has tardado —bufando, fue lo primero que dijo Eron una vez que Khione había entrado.

—Que te jodan —le contestó, saliendo de nuevo del vehículo, intentando irse caminando.

—Vuelve aquí, Takidashi, ha no ser que quieras que vayamos a buscarte a tu casa o trabajo —sin salirse de la ventanilla y solo mirándola desde el espejo retrovisor, vio que la chica no se inmutaba.

—Ni en tus sueños iré a buscarla —le dijo rápidamente Xian, con una mirada aburrida a su jefe.

—Echa para atrás, Xian, que en realidad si la necesitamos —sosteniéndose su sien y con el ego por el suelo, dejó que el chico hiciese aquello.

Retrocediendo con cuidado para luego girar el vehículo, vieron como seguía caminando Khione por la acera, con total tranquilidad.

—¡Si no entras por las buenas, entraras por las malas! —gritó Eron en el momento que el conductor se había acercado en la vereda andando.

Sacando de la guantera un par de cosas.

—¡Les he dicho que no, dejadme en paz que debo volver al trabajo para conseguir un jodido sueldo! —girando sus ojos con cansancio, no paró su andar.

—¡Sabes bien que conmigo puedes ganar mejor que un maldito basurero! —rompiendo el limite, Eron vio en aquel momento como el perfecto, sosteniendo en su mano un trozo de tela mojado con alcohol.

—Jefe…

Dejando en el aire el habla del chino por culpa de la mirada amenazante que le dio Eron, paró su habla para solo ser un espectador. Khione no había parado su andar pero en ningún momento escuchó el ruido de la puerta abrirse y sentir pasos rápidos detrás de ella.

Aquellas manos que en su dorso había un tatuaje, colocaron aquel trapo húmedo sobre su nariz para que lo inhalase, cosa que inevitablemente lo tuvo que hacer, cayendo de a poco un tanto dormida hasta ya no sentir su tobillo punzante.

—Joder, ayúdame que pesa mucho —exagerando mas de la cuenta, Eron la metió como pudo al vehículo sin mirar a su alrededor.

No notando que aquella zona siempre había sido vigilada por muchas personas, demasiadas y entre ellas, la policía y muchos mas.

—No veía que sea necesario hacerle eso —reclamó Xian, arreglando a Khione, quien desparramada se encontraba en los asientos traseros.

—Llega rápido, es lo único que te ordeno —con cansancio, los dos se mantuvieron en silencio.

La ruta hacia un lugar desconocido había sido larga, con tránsitos insoportable pero los minis ronquidos que Khione daba no están escuchados por Eron, eran solo oídos por Xian. Se notaba que estuvo cansada, no dudarían en que sus palabras sean verdaderas, darían bastante pasta por lo que le ofrecerían a esta joven.

—Levanta, venga —con vagancia los ojos de Khio fueron de a poco abriéndose, nunca pensó encontrar tanta humildad y amabilidad en una persona que poco conocía. Pocas son las personas que te levantan con aquella calma.

Los ojos de Khio se achinaron al ver al almacén tan grande y ancho, notando que se le hacia conocido el espacio.

—¿Este no es uno de esos lugar donde los maleantes usan para hacer entregas de cocaína y trafico de personas? —consultó con una mueca en su rostro, negándose a si misma por acertar.

Posibles situaciones donde a ella le pasase algo, se le ocurrían por su cabeza, negándose y tratando de olvidar aquel pensamiento.

El lugar era la zona de descargas de Los Santos, donde la mercancía pesquera terminaba aquí para ser llevada a los comercios. Los enormes contenedores del lugar ocupaban en su mayoría todo el espacio, las farolas iluminaban un tercio de lo que era y ni el mar se iluminaba, solo la luna lo hacia, marcando el típico camino de luz que todos podrían ver.

No había coches ni motos estacionados, ni ratas pasando por allí. Por la zona solo había unas cuatro entradas de camiones, dos puertas normales en los dos edificios que se encontraban enfrentados.

—No te hagas tanto drama, Khion, que no te haremos nada. No creo que valgas mucho en el mercado negro, supe que fumas, y mira que los pulmones son los órganos que mas dinero dan —informó Eron de espalda, poniendo a la chica en modo de defensa.

—No estoy para bromas, ¡eh! —dijo en voz casi baja, intentado que le saliese un susurro, ya que el silencio del lugar le provocaba una reacción la cual le transmitía un “llegas a hablar en voz alta y te pego un puto puñetazo”.

—Entra —ordenó Xian una vez que había abierto la puerta de uno de los edificios, dejando primero a Eron que enrase. Su mirada iba de las cámaras apagadas hasta los barcos que se encontraban por allí.

La vista de Khio por un momento no se acostumbró ante tal oscuridad, poniéndola en una situación incomoda, ya que a ella no le gustaba para nada la oscuridad de los espacios tan profundos. Aunque aquella ansiedad se fue cuando la puerta se cerraba y las luces se prendieron ante el mini ruido que había provocado los botones.

—Bienvenida al lugar de armamentos de mi grupo familiar  —dijo Eron en la otra punta del gran vagón, invitándola a que caminase hasta él.

—Bueno, me quedo tranquila sabiendo que la carnicería no esta por aquí —soltó sin darse cuenta, notando que Eron y Xian sonrieron, provocando un sentimiento de tranquilidad en ella.

—Primero que nada —comenzó a hablar poniéndose frente a ella, poniendo su mano en una estantería donde se podía ver que había herramientas—. Este lugar queda totalmente prohibido informar a tus amiguitos, debes saber que si este lugar se llega a localizar por tu amigo el policía, nosotros ya no estaremos aquí, y quienes sufrirán mas serán ellos mas que tú.

Escuchó atentamente las palabras del hombre, asistiendo con la cabeza como afirmación, notando que su mano derecha sostuvo de la muñeca la izquierda. Por el otro lado de la mesa, se encontraba el chino, escuchando atentamente lo que su jefe decía al igual que Khione.

—Quiero que sepas un par de cosas e informarte bien de la situación en la que nos encontramos —siguió hablando luego de haber mandado algunas señales a su compañero, para que tocara algo del mueble, viendo unos escalones para llegar a una sala con una mesa en medio y a su alrededor solo armas de diferentes tamaños junto con navajas y cuchillas, cargamento y chalecos—. Te pongo al día, una familia con la cual no nos llevamos para nada bien, intenta atacar a mis hombres, el día en el que intentamos secuestrarte, me llegó un chivato de que había un barullo por la zona de comisaria y que uno de sus hombres se encontraba por allí. Sabiendo que tú estabas por ahí, pues no me venia mal echar un vistazo, ver por si las moscas la bala te daba a ti menos a la persona la cual iba dirigida. Pero tú te interpusiste, no sabia donde específicamente se encontraba el hombre hasta que lo descubriste tu misma. Suponía que ellos habían filtrado a alguien, aunque tampoco puso en duda de que fueses tú la mandada por ellos. Al estar en busca de una carpeta pone mucho de que dudar —alzó la ceja, mirando la zona donde estaría una carpeta celeste, la cual ya no era muy necesaria—. Viendo que eres un poco especial, específicamente porque te has cruzado conmigo y esta de alguna manera haciendo amistades con los poli-

—¿Me has traído aquí para sacarte la duda y entregarme? Que me haya chocado con aquel capullo y busque algo que es mío, no tiene por qué hacerles dudar —colocándose a la defensiva, respiró hondo en el momento que Eron no dijo nada mas—, se directo.

—Quiero que vuelvas, de nuevo, a comisaria para que mates a dos infiltrados —con rapidez, Khione se giró ante las palabras tan secas y sin explicación del hombre.

—¿Por qué debería? —alzó su ceja en busca de mas respuestas.

—Están detrás de tu trasero de alguna manera, que estuvieras justo en un asesinato que avisases de él con anterioridad, deja un poco de duda. Tienen ya información tanto mía como tuya, aquí no solo nos salvamos nosotros, si no tú también, chavala, nos salvamos todos —dijo, dando lo que necesitaba escuchar Khione.

—¡Oh claro, que genial es mandarme a mí a hacer este estilo de cosas! Solo porque ellos me tienen vigilada. Si, tío, te creo pero vamos, demasiado —susurró con ironía, girando sus ojos.

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