Un brujo

Clelia tocaba la puerta de la habitación de la princesa.

El corazón de lucero se aceleró, tomó un pequeño bolso con ropa, la carga era ligera no quería que la atrapará, pues sabía que su tío iba ir tras ella.

- Es hora, apresúrate, decía Clelia caminando con cautela por la oscuridad.

Salieron de los jardines del castillo por la puerta de la servidumbre, corrieron a toda prisa por varios kilómetros, hasta que llegaron a un bosque, Clelia chifló y una pequeñas luces iluminaron un camino hacia la oscuridad.

- Clelia es seguro ir por este camino.

- Si lo es.

- ¿A dónde vamos?.

- A la casa de mi mejor amigo, su padre le enseñó el arte de la brujería.

- ¡Es un brujo!, gritó asustada lucero.

- Si es un brujo, el nos va ayudar es buena persona, decía Clelia.

- ¿Cuando un brujo se sabe que es bueno Clelia?

- Él me ayudó, hace unos meses unos ladrones me quitaron las piedras que tenía que entregarle al joyero para que realizará una de tus coronas, me golpearon y me dejaron tirada en el bosque, el me curo y me cuido mientras me recuperaba de mis heridas.

- No sabía que te había sucedido eso, ¿por qué no me contaste?.

- Por qué eran tus joyas y gracias a ellas todos comemos en el Palacio.

- Ahora entiendo por qué mamá dice que es una bendición.

- Lo es hermanita, decía Clelia abrazando a su hermana.

A lo lejos miraban una enorme casa de color negro, que tenía aspecto tenebroso y sucio.

Clelia tocó la puerta tres veces está se abrió lentamente.

- Vamos el debe estar cocinando, decía emocionada Clelia.

- ¿Y quién abrió la puerta?, decía lucero asustada.

- El es un gran brujo, sonrió Clelia.

Al llegar a la cocina un joven alto y de piel blanca con ojos negros sonría y abrazaba a Clelia.

- Te extrañe, decía el besando la mejilla de Clelia.

- Te dije que volvería. Te presento a mi hermana.

- Un placer soy Noe.

- Me llamo Lucero, decía la princesa temerosa.

- ¿Que te traía a mi casa hermosa?,le decía Noe a Clelia.

- El rey murió Noe y quieren que mi hermana haga algo que ella no quiere.

- ¿Y que quiere ella?, decia el joven de 22 años.

- Yo solo quiero vivir mi vida, creo que aún soy muy joven para tomar el reino de mi padre.

- ¿Quieres una posion para tener más edad?

- No, quiero esconderme y vivir.

- Pues puedes hacerlo, pero no puedo tener a la Reyna del Cherok en mi casa, Clelia sabes que eso me llevaría a la muerte.

- Ayúdanos, por favor.

- No puedo hermosa, sabes que odio todo lo que tenga que ver con la realeza, prefiero estar lejos de ese lugar.

- ¿Este era tu salvador?, decía la princesa molesta a Clelia.

Noe y Clelia miraban a la princesa molestos pues lucero se comportaba fastidiosa.

- ¡Así quieres que ayude a esa niña arrogante! decía Noe a Clelia.

- ¡Basta por favor!,déjame hablar con Noe a solas, decía Clelia mientras empujaba a la princesa fuera de la habitación.

La princesa se sentó en una silla de madera y suspiraba.

Sentía que pronto la encontrarían y lo único que pedía era huir en ese momento.

Clelia salía de la cocina con una sonrisa en su rostro.

- Vamos, decía Noe mientras se colocaba su capa negra.

- ¿A dónde nos lleva?

- A un mundo diferente a éste, decía Clelia.

- ¿De que hablas?.

- Tu solo confía en mí.

Llegaron a un río, las piedras eran enormes y con la corriente del agua se movía diferente, el río fluía al revés.

- ¿Están listas?, decía Noe.

- Lista, decía Clelia tomando la mano de la princesa.

El brujo tomo un puño de polvo que tenía en su bolso lo tiro sobre el río, este se detuvo y abrió un portal.

- Vamos, tomo a Clelia de la mano y los tres cruzaron.

La princesa tenía sus ojos cerrados, estába aterrada no sabía dónde se encontraba.

- ¡Vamos hermanita abre tus ojos!, decía Clelia.

Al abrirlos miró un ciudad era muy moderna a su tiempo, al fondo un enorme castillo en forma de cristal brillaba con los rayos del sol.

- En donde estamos, decía ella confundida.

- Bienvenida a la ciudad cristal, aquí vivimos la mayoría de brujos y hechiceros, que fueron perseguidos por tus padres, decía Noe molesto.

- ¿Mis padres?, no entiendo.

- Si tus padres, mataron a muchos de los brujos que existían en el mundo, el hechicero blanco y el brujo negro crearon este mundo para nosotros, aquí podemos estudiar y tener una vida sin persecución, desde que tú padre inicio una casería todos los demás humanos comenzaron a mirarnos con desprecio hemos sido víctimas de violencia, un brujo tiene prohibido atacar a un humano.

- ¿Pero a mí me maldijo un brujo?, decía lucero enojada.

- ¿Un brujo?, ¿segura?, respondía Noe enojado.

- Claro que sí, lo que dijo mi padre.

- ¡Tu padre te mintió!, gritaba Noe molesto, se dio la media vuelta y siguió su camino.

- ¡Tu sabes algo, debes decírmelo!, gritaba la princesa furiosa.

- Ya basta hermana, el nos está ayudando por favor no lo arruines tal vez aquí alguien tenga la cura y pueda ayudarte con tu maldición.

- ¿Lo amas?, decía lucero molesta.

- ¿De que hablas?.

- Vamos Clelia, no soy tonta lo miras como si el fuera tu todo, babeas por el.

- ¡Claro que no, cállate!.

- Claro que sí, ¿que tienes con ese tipo?.

- Nada, decía Clelia nerviosa.

- Si claro, te toma de la mano como si fueran pareja.

- ¡Ya basta si!, el me gusta pero aún soy muy pequeña para el y el tiene novia así que no puede ser.

- ¿Quién sería la novia de un brujo?, pobre chica el tipo es tan insoportable.

- Ya basta lucero, por favor solo comportarte, el trata de ayudarnos.

- Si claro, solo se la pasa diciendo que mis padres son unos moustros.

- Sabes que lo son lucero, mataron gente inocente.

Lucero camino callada, las últimas palabras de Clelia habían hecho eco en su mente sabía que sus padres no habían sido muy buenos últimamente.

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