Después de terminar la secundaria, Armando quiso estudiar en una universidad en el extranjero. Aunque su familia tenía los recursos necesarios para apoyarlo, sus padres no lo permitieron, considerándolo demasiado inmaduro para vivir sin supervisión en otro país. Por ello, Armando ingresó en la misma facultad de periodismo que Mireya, lo que él consideró una verdadera desgracia.
Desde el inicio de las clases en la universidad, tanto Armando como Carmelo atrajeron a muchos seguidores gracias a su carisma. Mireya, en cambio, era una estudiante promedio y algo perezosa, siempre dependía de la ayuda de Armando para aprobar sus materias. Al principio, esto no molestaba a Carmelo, ya que sabía que su novia siempre había sido dependiente de otros para superar sus estudios, como él mismo la había ayudado durante la secundaria.
—Gracias por ayudar a Mireya con sus materias —le dijo Carmelo.
—No tienes nada que agradecerme, Carmelo —respondió Armando.
Por otro lado, Margarita, prima de Mireya, ingresó a la facultad de ciencias sociales para estudiar trabajo social. Margarita era una alumna destacada y admirada por todos, incluido Carmelo, quien poco a poco comenzó a acercarse a ella.
—Margarita, a veces me gustaría que Mireya fuera tan inteligente como tú —le dijo mientras le arreglaba el cabello.
Margarita se sonrojó ante su tacto, pues sentía atracción por Carmelo. Sin embargo, él era el novio de Mireya, y desde ese momento Margarita comenzó a sentir envidia de su prima.
—Carmelo, el problema es que Mireya siempre ha sido muy sobreprotegida —respondió Margarita.
El primer conflicto entre Armando y Carmelo surgió cuando ambos se postularon para la presidencia del consejo de estudiantes. Armando ganó las elecciones, lo que fue mal visto por Rómulo Carmona, quien consideraba a su hijo Carmelo un desperdicio. Rómulo no entendía que su actitud hacia Carmelo era lo que realmente perjudicaba la carrera política de su hijo.
—¡Eres un completo inútil! ¡Nunca puedes hacer nada bien! —le gritó Rómulo a Carmelo.
Carmelo recibió duras críticas de su padre durante su primer año en la facultad debido a la derrota en las elecciones del consejo de estudiantes. Sin embargo, al año siguiente, Armando, quien era indisciplinado, decidió no postularse para la reelección al darse cuenta de que el consejo de estudiantes implicaba demasiado trabajo. Carmelo ganó las elecciones de manera abrumadora y continuó siendo reelegido hasta su graduación, gracias a su buena gestión como presidente.
Durante ese tiempo, Carmelo se acercó cada vez más a Margarita Moncada, notando que, a diferencia de Mireya, ella era astuta y valiosa para captar seguidores. Margarita se enamoró de Carmelo, atraída por su carisma y su atractivo físico: piel clara, ojos pardos, cabello castaño lacio y una altura por encima del promedio. Además, Carmelo cuidaba mucho su imagen personal.
Con el tiempo, Margarita se convenció de que ella era la pareja ideal para Carmelo. Sin embargo, su tío insistió en comprometerlo con Mireya. Todos sabían que esa relación no funcionaría, ya que Carmelo era muy ambicioso y Mireya tenía un carácter débil. A pesar de ello, existían demasiados intereses en común entre ambas familias.
Mireya no estaba interesada en Carmelo como hombre, y él lo sabía. Pero no le importaba, siempre y cuando ella estuviera a su lado. Mireya era su soporte emocional, y mientras vivieron en esa “normalidad”, Carmelo fue una persona amable y considerada, manteniendo su lado oscuro dormido.
Desde joven, Carmelo había mostrado un lado seductor, pero nunca forzó a su prometida a complacerlo. Desde los catorce años, disfrutaba seduciendo a sus compañeras de clase, encontrando mayor placer en aquellas que eran más inocentes. Al seducir a Margarita y descubrir que él fue su primer hombre, Carmelo se dio cuenta de que ella le permitía explorar su personalidad sin sentirse horrorizada. Por el contrario, Margarita disfrutaba de esa conexión, y Carmelo entendió que había encontrado a una gran compañera.
Margarita era una joven muy inocente que, impulsada por el profundo amor que sentía por Carmelo, fue arrastrada hacia un camino de perversión junto a él. Ella sabía que jamás sería más que la amante de Carmelo, pues su corazón pertenecía a Mireya y su familia respaldaba plenamente el compromiso entre ellos. Margarita no era más que la pariente pobre de los Moncada, y su tío Augusto nunca rompería el compromiso de su querida hija en favor de su sobrina.
Mireya, por su parte, desconocía lo que ocurría entre su prima y su novio, ya que confiaba ciegamente en Carmelo. Esa confianza era la razón por la cual, a pesar de sentirse atraída por Armando, nunca cruzaba los límites. Para Mireya, Carmelo era el mejor hombre del mundo. Mientras tanto, a sus espaldas, Margarita y Carmelo se encontraban frecuentemente para tener relaciones íntimas. Su relación era un secreto a voces en el recinto universitario; incluso Armando lo sabía, pero prefería no intervenir en asuntos tan privados.
Armando era conocido en la universidad por sus relaciones fugaces y su carisma, que siempre lo rodeaba de diferentes chicas. Era directo con ellas, algo que algunas consideraban franqueza y otras, rudeza. Aunque desde la secundaria sentía atracción por Mireya, respetaba que ella fuera la novia de Carmelo, su amigo. Sin embargo, le resultaba irritante que Carmelo, teniendo una novia tan hermosa, le fuera infiel. A pesar de esto, respetaba las decisiones de su amigo.
Armando no entendía por qué Carmelo no valoraba a Mireya. La joven tenía una belleza clásica: su piel blanca contrastaba con sus ojos negros, su largo cabello castaño lacio enmarcaba una imagen de fragilidad. Pero Mireya era ingenua; había sido criada en un ambiente tradicional y opresivo, donde su madre nunca la orientó sobre las relaciones entre hombres y mujeres. Cada vez que Carmelo intentaba acercamientos íntimos, Mireya se sentía cohibida, frustrándolo. Carmelo comenzó a cuestionarse si casarse con ella era una buena idea, aunque sabía que romper el compromiso era imposible. El padre de Mireya era un benefactor clave para él y no tenía el poder suficiente para desafiar a su propio padre.
Era habitual ver a Armando y Carmelo en un pub cercano a la universidad, compartiendo cervezas y partidas de cartas. Nadie imaginaría que, en el futuro, se convertirían en enemigos cuya rivalidad afectaría a todo un país. Al inicio de sus años universitarios existía una fuerte camaradería entre ellos, pero, a medida que Carmelo se enfocaba en su ambición de convertirse en presidente, comenzó a apartarse de quienes no compartían su pensamiento. Desde niño había sido egocéntrico y solía descartar a quienes no seguían sus ideales.
Armando también era apasionado y egocéntrico, especialmente cuando se trataba de temas liberales. Aunque no tenía interés por la política, su familia estaba profundamente involucrada en ella, y él solía hablar sobre la línea editorial del periódico familiar. Con el tiempo, este fue el primer punto de conflicto entre ellos, ya que las discusiones sobre el tema eran inevitables. Sin embargo, en ese momento, aún podían mantener su amistad, pues ninguna diferencia había llegado al nivel de fracturarla por completo.
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