David

–Dime si quieres que este intruso salga.

Obligo a mis ojos a alejarse de Sam y veo a un hombre, a medio mal traer, acercándose a ella cojeando.

–Yo puedo cuidarme sola, sobre todo contra este intruso –le responde Sam mirándome fijamente.

 ¿Un intruso? Campanilla sigue molesta conmigo.

Hora de la diversión.

–Estaré arriba. Si necesitas algo, sólo grita. –Sam le sonríe y le guiña un ojo–. Y no vuelvas a poner esa música o no te oiré.

Sube la escalera alegando en contra de sus oídos y la música fuerte.

Cuando ya no lo escuchamos más, nos miramos.

–Interesante compañía –me aventuro a decir.

–Eso no de tu incumbencia. ¿Se puede saber cómo demonios supiste que estoy aquí? –pregunta molesta.

Nada. No queda nada de la dulzura de Sam, esa dulzura que se adhería a ella como una segunda piel.

–Eso no importa.

–Sí que importa. No voy a preguntar de nuevo  dice amenazante.

Quiero reír por su amenaza, pero una mirada a su rostro me dice lo contrario.

–La familia Guerrero sabe que estás aquí hace unas dos semanas ya.

Hace una mueca de disgusto.

–¿Cómo diablos se enteraron? He sido muy cuidadosa. –No digo nada, porque sé que está hablando con ella misma, no conmigo. Campanilla siempre ha tenido tendencia a balbucear sola–. Sólo quedan dos de ellos, no serán tanto problema. –Me tenso y me pongo alerta–. ¿O tienen más familiares? –pregunta. Cuando me ve, sabe que no le contestaré–. No sé ni para que me molesto. Ellos son importantes para ti, tanto, que me involucraste para

salvarles el pellejo.

–No fue así y lo sabes. Tú te ofreciste a ayudar primero –espeto molesto. No estoy dispuesto a soportar que me arroje eso a la cara.

–Como sea, lo averiguaré.

Me acerco a ella y la tomo de su brazo.

–¿A qué estás jugando, Campanilla?

Tenerla así de cerca, me hace querer abrazarla, sentirla más cerca aún, pero tengo que averiguar qué demonios está tramando. Si lo que quiere es vengar a su familia, debo advertirle a los Guerrero.

Me mira fijamente. Sus ojos grises, se ven fríos y distantes, ni parecidos a sus ojos grises cálidos de antes. En un

movimiento se suelta de mi agarre.

–Tranquilo, David. Tu familia sustituta estará bien, siempre y cuando no se interpongan en mi camino. Adviérteles, dile que estaremos bien mientras no los vea cerca de mis terrenos. Y a cambio, yo me mantendré alejada de ellos.

–Campanilla, ¿qué te pasó?

–Nada, estoy mejor que nunca. Y no me vuelvas a llamar así. Mi nombre es Samantha Rodríguez y harías bien en recordarlo.

–Sam… esta no eres tú –digo y tomo su rostro en mis manos.

Me parece que tiembla, pero creo que es mi imaginación. Acaricio sus pómulos cubiertos con pecas y es cuando me doy cuenta que el que tiembla, soy yo.

Quiero y necesito abrazarla. Al diablo, lo haré.

La abrazo fuerte, no queriendo dejarla ir. Fueron muchos años sin saber de ella, muchos años culpándome por como dejamos las cosas, por la forma en que la dañé, a ella, que es una de las personas más importantes para mí.

–Te extrañé –susurro.

Espero que me diga que me extrañó también, pero no me dice nada. Y es entonces que me doy cuenta que está muy tensa en mis brazos, tanto, que parece que estuviera abrazando a una roca en vez de a una persona.

Se aleja y sus ojos grises me disparan fragmentos de hielo.

–Yo no puedo decir lo mismo. Quiero que te vayas.

–Sam…

–No he terminado –me corta–. No te quiero ver en mi casa de nuevo. Si vuelves a venir sin mi autorización, te aseguro que no fallaré en mi tiro de nuevo.

La miro sorprendido y admirado, a mi pesar. Esta es una mujer que sabe lo que quiere y que sin duda se puede defender sola. Nadie podrá lastimarla nunca.

La miro y sonrío.

–Volveré, Campanilla.

–¿Qué te dije? –pregunta furiosa.

–Los dos sabemos que no soy un hombre que siga órdenes, así que no veo por qué te sorprendes tanto. –Me parece, por un segundo, ver una chispa de diversión y desafío en sus ojos–. Estoy ansioso por saber quién se rendirá primero.

–Eso es fácil, tú lo harás, empezando ahora. Te lo advierto, David, no te quiero ver por aquí.

Asiento divertido.

–Por cierto, lindo trabajo –digo mirando a mi alrededor–. Este lugar parecía un basurero, pero ya comienza a parecer una casa. Bien hecho, Campanilla.

Ahogo una risa al ver como tiembla de irritación.

Toma, con sus pequeñas y mortíferas manos, mi camisa y acerca mi rostro al de ella antes de hablar: –Detente, David –espeta furiosa. La amenaza y enfado que destilan sus palabras harían retroceder a cualquiera, a cualquiera menos a mí.

No, Campanilla, a mí no me engañas.

Al estar tan cerca de su rostro, observo su nariz llena de pecas y sin poder evitarlo dejo un beso en la punta.

En un movimiento me da una bofetada tan fuerte, que mi mejilla arde. Increíble que una mano tan pequeña pueda golpear así de duro.

Conmigo no, nena.

La tomo bruscamente por la cintura y la siento en la mesa sobre el plano. Jadea sorprendida.

–Las bofetadas las devuelvo con besos. Estás advertida, Campanilla. –Me acerco y beso su mejilla–. Considera esta advertencia una cortesía, por la amistad que tenemos.

–Hey, tu barba raspa y no soy tu amiga…

–Shhh –digo poniendo mi dedo índice en sus suaves labios–. Deja hablar a tus mayores, no seas una niña malcriada. –Disfruto sentir su molestia–. La próxima vez que me golpees, nena, mi barba hará más que lastimar tu mejilla. Nos vemos pronto.

Me alejo y sonrío mientras camino hacia la puerta. Cuando llego a ella veo la daga y la saco de un tirón.

–Creo que esto es tuyo –digo y la lanzo hacia ella, clavándose en la mesa, al lado de su mano, justo dónde quería.

–Mira, ¿quién lo iba a decir? Yo también fallé. Nos vemos, Campanilla.

–¡Eres un mal nacido! –grita.

Me rio antes de gritarle de vuelta: –¡Lo dos lo somos, nena. No lo olvides!

Mientras manejo de vuelta hacia la casa de mi prima no puedo parar de sonreír.

Ahora sí que es verdad, Campanilla ha vuelto.

***Este trabajo esta bajo contratado con NovelToon y la piratería, como la reimpresión sin permiso, están estrictamente prohibidas.***

***¡Descarga NovelToon para disfrutar de una mejor experiencia de lectura!***