David

Después de estar casi ocho meses viajando, creo que llegó el momento de tomar una decisión. Una decisión que cambiará mi vida irremediablemente, pero sé que puedo hacerlo.

Cuando tío me propuso dejarme el negocio, creí que estaba bromeando. ¿Por qué diablos pensaría en mí? No soy un idiota y me conozco, soy la persona menos seria y responsable de toda la familia, ni siquiera eso, de todo el cono sur. Diría que del mundo, pero tengo esperanza de que haya otro por ahí peor que yo, haciendo de las suyas. Difícil, pero la esperanza es lo último que se pierde, según siempre dice mamá.

Pero luego tío me explicó su decisión, me dijo que estaba cansado y que quería darle a su mujer lo que nunca pudo en todos estos años; paz. También me dijo que mis primas tenían sus familias y, aceptémoslo, están muy lejos de este mundo, siempre lo han estado, sobre todo Alicia. Mi primita se casó con un ex policía después de todo. Y Jess, a pesar de estar casado con Christopher, un traficante de armas, el tener hijos los ablandó hasta tal punto, que ya sólo trabajan con clientes fijos y se dedican más a sus negocios legales.

Mi tío sólo me pidió que, si aceptaba, mantuviera la seguridad para la familia, sobre todo para sus hijas y nietos. Y

no podría estar más de acuerdo. A mis sobrinos los protegería con mi vida. Son adorables. Los he extrañado todo este tiempo.

Mi tío me dijo que me tomara un tiempo para pensar. Decidí viajar, para estar solo y poder tomar la decisión correcta, pero ahora estoy de vuelta.

Dejo mi maleta en la entrada de mi departamento y me siento incomodo de inmediato. Mi hogar se me hace desconocido, ha pasado mucho tiempo. Decido ir donde Jess. Alicia me dijo que esta semana estarían en

Temuco, pero que cuando regresarán a Chillán, haríamos una cena familiar todos juntos. Estoy ansioso por ver a Alicia, pero más aún por conocer al pequeño Benjamín, las fotos y videos no son suficientes.

Subo a mi auto y por suerte funciona, pensé que la batería podría haberse dañado debido al prolongado tiempo sin uso, pero no es así, si hasta bencina tiene. Hoy es mi día de suerte.

Quizá no es suerte y mi tío se preocupó de que estuviera todo en orden. De hecho, es lo más probable.

No importa, sigue siendo mi día de suerte.

Manejo lo más rápido que puedo, impaciente por ver a mis sobrinos y a Jess. Cuando llego a la entrada del camino, no puedo dejar de sonreír. Siempre que estoy en este lugar me siento feliz.

Estaciono cerca de la casa, bajo la sombra de unos árboles, y me bajo del auto. Camino hacia la entrada y descubro a Jess sentada en la escalera del pórtico con su cabeza afirmada en sus manos, pareciendo triste, y a Christopher arrodillado frente a ella, hablándole. Guerrero acaricia el rostro de mi prima y le sonríe, pero Jess sigue triste. Christopher se ríe de algo y Jess lo mira furiosa. Luego la besa, acunando su rostro, y luego le da un beso en su nariz, consiguiendo que mi prima sonría. Luego la besa una vez más y camina hacia su auto.

Me siento como un voyerista, oculto entre las sombras de los árboles, sin que ninguno haya reparado en mí. Deben estar muy concentrados en lo suyo.

Cuando Christopher está cerca de su auto, me ve y sonríe.

–Nunca pensé que diría esto, pero estoy feliz de verte en mi casa.

–Siempre lo estás, primo. Admítelo, soy la luz que alumbra tus días.

Se ríe antes de acercarse y saludarme con un abrazo y un golpe en la espalda.

–La luz de mis días es tu prima.

–No, estás equivocado, soy yo.

Niega con la cabeza, divertido.

–Sé que vienes llegando, pero en serio agradecería que te quedaras con Jess y le subas el ánimo. Yo no puedo quedarme, tengo una reunión de negocios ahora.

–¿Qué le pasa a mi prima? –pregunto curioso.

–Claudio salió con una compañera, algo así como una cita y ya sabes cómo es Jess con los chicos.

Asiento, claro que lo sé. Cuando Cristóbal presentó a su primera novia, Jess estuvo triste casi dos semanas, más de lo que duró el noviazgo en sí.

–¿Claudio?, ¿en serio? ¿No tiene 10 años?

–No, mi hijo acaba de cumplir 12 años –dice destilando orgullo por todos lados.

–Es un crío.

Me mira y se ríe.

–Te apuesto lo que sea, a que tu empezaste joven.

–No tienes ni idea –digo y me rio–. Pobre mi prima. Sólo imagina cuando Guillermo tenga su primera chica.

Christopher se remueve.

–Ni siquiera quiero imaginarlo, lo bueno es que falta mucho para eso. Pobre de mi pequeñín, su mamá no se lo hará fácil.

–Bueno, tú disfruta mientras puedas, ya le llegará el turno a Mila –digo con la intención de que se ría, pero no lo logro. Su expresión cambia y veo al Christopher de antes, al hombre peligroso, al asesino. A la leyenda.

–No. Mila es una bebé. Mi bebé. Tiene sólo seis años. No dejaré que nadie ni nada la lastime –sisea amenazante.

Pobre de mi sobrina creo que lo tendrá más difícil que mis 3 sobrinos juntos.

–Ya pensaba que habías perdido el carácter, pero veo que no.

–No cuando se trata de mis hijos.

Me rio.

–En serio, tú y Christian se ablandaron con los niños. A todo esto, ¿cómo está el pequeño Adam?

Christopher sonríe.

–Mi sobrino está grande y hermoso, ya lo verás. Ese Adam es todo un personaje, apenas tiene 10 meses y tiene a sus padres hechizados y embobados. Antes que se me olvide, no te vayas, tengo que hablar de algo importante contigo. ¿Podrías quedarte a cenar? –pregunta sonriendo.

–Pero primo, parece que ya no me conoces. Aquí me quedaré, no me perdería una cena casera por nada del mundo.

–Chico listo. Nos vemos más tarde.

Se sube a su auto y se va.

Camino hacia mi prima, quien sigue sentada como una niña castigada, sin reparar en mi presencia.

–Ya puedes dejar de sufrir, prima, tu primo favorito está de vuelta.

Jess se pone de pie y se tira a mis brazos.

–Primo, te extrañé tanto –susurra después de un rato–. Los niños preguntaban todos los días por ti. Sobre todo, tu ahijado.

Sonrío.

–Les traje regalos a todos.

–Estarán felices sólo con verte. Los mellizos llegarán del colegio a eso de las seis, Christopher dijo que los pasaría a buscar. Cristóbal llega más tarde y Claudio… mi pequeñín llegará con Christopher y los mellizos –dice triste. Me mira atentamente por mucho tiempo, se aleja un poco y toma mi cabello–. Tienes el pelo largo y barba –dice acariciando mi mejilla–. Te queda este look.

–No es un look, no pasé a ningún lado a cortarme el pelo, eso es todo. Y llevo tres días viajando por las escalas, sin poder afeitarme. Estaba en Egipto, me tomó tiempo volver.

–Deberías pensar en dejártelo, te ves bien. ¿Te quedas a cenar? –pregunta sonriendo–. Prepararé lo que me pidas –dice tentándome, como si necesitara ser tentado.

–Definitivamente me quedo a cenar. Tu marido me dijo que necesitaba conversar conmigo.

Asiente.

–Sí, ha estado preocupado estas dos últimas semanas. Tener noticias de los Rodríguez, después de varios años de silencio, lo puso en alerta.

–¿De qué hablas? –pregunto ansioso.

Los Rodríguez están muertos, a no ser que… no. No puede ser.

–Hablo de tu amiga, esa chica… Samantha, volvió hace dos semanas.

Sam… aquí.

–Prima, nos vemos más tarde –digo sin darle tiempo a reaccionar.

Corro al auto y manejo como un desquiciado.

Campanilla ha vuelto.

Sam está aquí.

La culpa me invade al recordar lo que pasó la última vez que nos vimos… Cómo estuve a punto de… No, no pasó. Eso es lo importante. No la dañé irreparablemente, pude detenerme, a pesar de lo doloroso que fue. Sobre todo, cuando se desnudó frente a mí.

Mierda.

Golpeo furioso el volante al sentir que se me pone dura con el recuerdo, es asqueroso. Lo que estuve a punto de hacer es imperdonable, más aún, lo mucho que me costó alejarme y lo que aún provoca en mí el recordarla de esa manera.

Cuando llego a la casa, estaciono y bajo del auto.

Me acerco a la puerta, que se encuentra abierta. Los Foo Fighters a todo volumen me reciben.

Sonrío, a Campanilla siempre le ha gustado el Rock.

Cuando la canción termina empieza de inmediato a sonar The Rolling Stones.

Me acerco y la observo.

Se encuentra mirando una especie de plano en una mesa, dándome la espalda. En cuánto la veo, sé que ya no es una niña. A pesar de no verle el rostro, su aura es el de una mujer que sabe cuidarse sola. Su pelo rojo cae como una cascada por su espalda. Sigue tendiendo a ondularse en las puntas, tan lindo. Usa unos pantalones oscuros y una polera que no logra ocultar su fina cintura y su menudo cuerpo. En su mano derecha hace girar distraídamente

una daga, es sorprendente que no se lastime.

Sonrío al recordar sus habilidades con las armas blancas y su asombrosa puntería. Su padre le enseñó bien.

Entro por la puerta, consciente de que no se dará cuenta de mi presencia, ¿cómo podría con la música tan alta?

Noto como se tensa. Se endereza y en un segundo se gira y lanza la daga en mi dirección. Veo sorprendido como se clava en el marco de la puerta a menos de 1 centímetro de mi rostro. Es bueno que este sea mi día de suerte.

Se congela al verme, yo lo hago más.

Es Sam, pero no parece ella. Me cuesta trabajo relacionar a la hermosa mujer de ojos grises que tengo en frente con la Sam que conozco y tanto quiero. Sin embargo, hay algo que no ha cambiado, su belleza. Sigue siendo la chica más linda que conozco.

De pronto la música cesa, supongo que la apagó con algún control. Aunque no me extrañaría que la música cesara simplemente porque ella así lo desea. Es una mujer mágica, una hermosa hada, Campanilla.

Mi Campanilla.

–Sigues teniendo tan buena puntería como siempre –digo admirado.

–No entiendo por qué dices eso, fallé.

Bueno, quizá no sea mi día de suerte después de todo.

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Comments

Nataly Escudero

Nataly Escudero

Definitivamente me hace el día /Facepalm/

2024-05-03

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