Tomás

Cierro el notebook lo más rápido que puedo. ¿Por qué me puse hacer el informe aquí, cuando existe la posibilidad de que alguien me descubra?

La miro, y sus ojos verdes me exigen que le dé una respuesta.

–¿No me vas a responder? –pregunta. Mierda.

Tomás dile algo.

–Me asustaste. –¿En serio? ¿Eso es todo lo que le vas a decir? Esta mocosa correrá a contarle a su papá, estarás fuera del caso esta noche. Y quizá muerto mañana. La miro, directo a los ojos, me levanto de mi silla y me acerco a ella. Se sonroja y le tiembla el labio. Bien, ponla nerviosa. Me acerco más, y un aroma evocador me llega. Dulce, a pera dulce. Recuerdo el kuchen de peras de mi madre y se me hace agua la boca–. Es una larga historia –le digo para ganar tiempo.

–Bueno…–titubea, mientras me mira a los ojos–. Tengo tiempo. Mis clases acabaron –dice mientras baja su mirada. Esta chica es tímida.

No, no lo creo, la mocosa es una buena actriz.

Tengo que ser convincente con mi historia.

–Te lo diré, si juras que me guardarás el secreto. Es algo vergonzoso –le digo y veo un brillo de curiosidad en sus ojos.

–Benjamín, no le diré a nadie. Puedes confiar en mí.

Mentirosa, le quiero gritar, pero me comido.

–Ok, esto es difícil –digo, bajando la mirada como ella lo hace, para parecer avergonzado–. ¿Prometes no reírte?

–Te lo prometo –susurra.

–Mi amigo y yo…Bueno, nosotros. –Me callo, como para dame valor, casi como si estuviera a punto de confesar un delito–. Mi amigo y yo estamos escribiendo un libro –digo en una carrera.

–Un libro, ¿en serio?

–Sí, llevamos meses tratando de cuajar la historia, pero por ahora son solo trozos. No somos buenos –le contesto bajando la mirada, como si me sintiera avergonzado.

De pronto me toca el brazo. Mi cuerpo reacciona como si estuviera en medio de un tiroteo. Mi sangre empieza aumentar la velocidad con la que circula por mi cuerpo, mi piel, se siente tensa, tirante y mis músculos se flexionan listos para la acción. Estoy en estado de alerta.

–No te avergüences. Yo…–Baja su mirada y luego me mira. Me congelo, sus ojos brillan. Sus ojos se ven como las hojas de los árboles cuando le dan la luz del sol, me pierdo en ellos por un segundo–. Yo creo que es muy valiente, lo que tú y tu amigo hacen. Me gustaría poder hacer algo así, pero no sirvo para eso… ni para nada en realidad…–Sé que es tonto, pero no me gusta que hable así de sí misma. Es una mujer con muchas cualidades, sociable, respetuosa, empática, eso sin considerar lo bella que es…¿Qué estoy pensando? No me debo dejar engañar. Está jugando conmigo. Debo agregar buena actriz a sus virtudes–. Sólo digo que se necesita valentía para hacer algo así. No te rindas, tú y tu amigo lo lograrán. Ya verás cómo sin darte cuenta acabarán con el libro.

–Vaya, gracias –le digo.

Demonios es buena actriz, parece muy sincera y tan dulce. Ese olor, me está volviendo loco. Me alejo un paso. Necesito aire, para pensar claramente.

–De nada. ¿Cómo se llama tu amigo? –pregunta.

–Samuel –contesto rápidamente. Demonios, no pude pensar en otro nombre.

–Cuando terminen, y si a Samuel no le importa…–Vuelve a bajar la mirada. No puedo soportarlo, necesito ver ese brillo en sus ojos y sentir su aroma, me recuerda a mi hogar. Pongo mi dedo en su mentón y alzo su cara hacia la mía, por un segundo me maravillo en la suavidad de su piel. Un rubor vuelve a cubrir sus mejillas–. Sólo si se puede me gustaría leer el libro.

–Claro –le respondo de inmediato. Sus ojos vuelven a brillar, pero esta vez de felicidad. Me regala una sonrisa que ilumina su cara de ángel.

–¿En serio? –pregunta, como si no se lo creyera.

–Claro, es más, me encantaría saber tu opinión y creo que a mi amigo también.

–Gracias, por lo que vislumbre sé que será una buena historia. Objetivo me suena a policía. –Me tenso–. Persecuciones, caza recompensas. Como una película del viejo oeste… con vaqueros –dice y ríe. Su risa, es como una campana, tan musical–. Seguramente no estoy ni cerca.

–No te puedo decir hasta que esté terminado –le digo–. Pero confieso que también me gustan las películas del viejo oeste.

–Sí, son las mejores. Ver a esos hombres andando en caballo, tan seguros. Lo que más me gusta es cuando las mujeres cabalgan. Se ven tan valientes, como si nada pudiera dañarlas. Debe ser genial –dice y suspira.

–Si quieres te puedo enseñar.

–¿Hablas en serio? –pregunta ansiosa.

–Sí, aprendí a montar a los 5 años, mi abuelo y mi padre me enseñaron. –Sonrío ante el recuerdo–. Es lo que más me gusta hacer. No hay una sensación como esa. Deberías experimentarlo.

–No quiero importunarte –dice y vuelve a mirar al suelo. Aprovecho su movimiento para volver a tocarla, necesitando sentir la suavidad de su piel. Levanto nuevamente su rostro, para que me mire.

–No lo harás. Es más, disfrutaré un montón. Estar con caballos, es mi paraíso personal –confieso–. Prepararé todo. Mañana te digo dónde y cuándo –le digo, ya que debo averiguar dónde existe un lugar donde se pueda ir a montar en esta ciudad, si es que existe algo así por acá. Cuando le dije a mis colegas en Santiago, que me trasladarían a Chillán, se burlaron de mí, diciéndome que vendría al campo. Ellos no sabían que yo vengo de uno. Lo más gracioso es que esta ciudad es todo menos campo, está lleno de cemento, en vez de pasto, edificios en vez

de terrenos abiertos y tiendas comerciales en vez de bosques. Hay campo, pero como en toda gran ciudad, tienes que alejarte a la periferia de la misma.

–Gracias –dice entusiasmada y me abraza.

Me congelo, mi cuerpo reacciona violentamente. Tanto, que alejo mi cadera de ella, para que no se dé cuenta. Me siento culpable, nunca me había pasado algo así y no debería, estoy con Bárbara y la quiero, es mi mujer. Pero no es ella la que está en mis brazos ahora. Es Alicia, un ángel. Me invade su calidez y aroma. Mi hogar. Me recuerda tanto a mi casa, que me concedo disfrutar del momento tan solo unos segundos, pero antes que tarde, se aleja.

Tomo sus hombros, ella se sorprende, yo más. No quiero que se aleje, quiero retenerla tan sólo unos segundos más. Quiero sentirme en casa, sólo unos segundos más.

Nos miramos, ambos sorprendidos por mi comportamiento, pero eso no impide acercarnos. Cara de ángel mira mis labios y yo los de ella. Siento la necesidad de probarla, saber a qué sabe. Necesito saber si su sabor también me recuerda a mi hogar. A pesar, de que es un error, quizá el peor error de mi vida, me acerco a ella. Tomo su hermoso rostro entre mis manos y acaricio su mejilla con mi dedo índice. Siento como se estremece bajo mi tacto. Percibo su calor, ahí donde su cara se cubre de rubor. Con mi pulgar acaricio su generoso labio inferior y ella ahoga

un suspiro.

La necesito, me acerco más.

Estoy a punto de besar sus labios, casi apreciando su sabor cuando lo escucho.

–Alicia, ¿qué demonios estás haciendo? –Una fuerte voz masculina nos hace separarnos.

Nos volteamos hacia la fuente de esa voz. Maldición. Es el tipo que hace un rato me decía con lenguaje corporal, que me alejara. El chulito de playa. ¿Será su novio? Me sorprende lo que me molesta la idea.

–¿Yo?...–pregunta avergonzada y vuelve a bajar la mirada. Ese idiota la está haciendo sentir mal. Pero, ¿quién se cree que es? Me acerco con la intención de romperle su cara por hablarle así a Ángel.

–Alicia, vamos. Nos queda una buena caminata y estoy agotada –le dice la chica morena.

–Sí, Ali, ya quiero llegar a casa. Este día ha sido agotador –le dice la mujer, bueno ahora puedo afirmar que es mujer por su suave voz.

–Claro. Sí, vamos –dice. Me mira avergonzada, creo–. Adiós, Benjamín, nos vemos.

–Nos vemos –le respondo.

Veo como se acerca a la manada y para empeorar la situación, ese idiota se acerca a ella y pasa su brazo por sus hombros, se gira y me da una mirada de advertencia.

Oh, niño, no sabes con quién estás tratando.

Una vez que se van y que puedo librarme del calor y aroma de Alicia, me doy cuenta en la estupidez que estuve a punto de cometer. Y lo peor es la indignación que siento por la interrupción. Si no hubiesen llegado, en este momento estaría probando el sabor de esa boca. La culpa me agobia, estuve a punto de engañar a mi novia, ella no se merece eso. No, claro que no se lo merece. Ninguna mujer merece eso.

Debo tener cuidado, la mocosa me ganó este round. Lo bueno de todo esto, es que encontré la manera de acercarme a ella y ganarme su confianza.

Seré su instructor, le enseñaré a montar. Por lo menos, ahora puedo agregar algo al informe que es cierto, hice avances hoy. Una sonrisa parte mi cara, seré su profesor, le enseñaré todo lo que sé y disfrutaré con esta nueva tarea.

Espero que sea una buena idea.

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Comments

Linilda Tibisay Aguilera Romero

Linilda Tibisay Aguilera Romero

hay Tomas vas a caer en tu propia trampa

2025-04-10

1

Natalia Rea

Natalia Rea

aaaaa🤣🤣🤣🤣alerta AMOR 💘 💕 ♥️ ❤️ 💖 esto se pone bueno🥰🥰🥰

2025-02-17

1

yuraima maldonado

yuraima maldonado

Tomasito, el q va a caer eres tu

2025-04-05

1

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