Saludos al Sultán

Despertaron todos temprano para preparar a Irem.

La bañaron, vistieron, peinaron. Ya estaba lista para saludar al Sultán.

Le abrieron las puertas y caminó en línea recta, uniéndose a otras chicas. Bahar estaba ahí, la miró fijamente, preguntándose el porqué de la presencia de Irem, furiosa.

—El Sultán Waleed —fue anunciado.

Las mujeres hicieron una reverencia: abrieron las puertas y el Sultán entró.

—Buenos días Sultán —sonrió una de las mujeres.

—Sultana Esra, te ves hermosa —le acarició la mejilla.

“¿Sultana Esra?” se preguntó. “Oh, Dios...”

Era ella, en persona, en vivo y a todo color: la Sultana Esra, hermana del Sultán.

En la familia imperial los roles están siempre definidos, en hombres y mujeres por igual:

El Sultán tiene muchas mujeres, puede casarse con un máximo de cuatro como dicta el Islam ya que tiene indudablemente los recursos suficientes para mantenerlas a todas ellas por igual ya que debe ser un matrimonio equitativo. Las hijas de las mujeres del Sultán (esposas o criadas del harén) nacían siendo sultanas, y tenían el mismo poder que las hermanas del soberano desde el momento en que nacen a pesar de no tener derecho a gobernar, mientras tanto los herederos del Sultán que sean varones tendrán que destacarse y ganar el favor de su padre, el que sea proclamados heredero tomará el trono cuando su padre muera y podrá matar a los demás hijos varones ajenas a su madre. Su madre, por otro lado, pasa a ser la Madre Sultana, siendo así la primera mujer más poderosa del imperio Otomano.

Las criadas del harén no tienen más poder que las hermanas del Sultán, incluso la favorita debe aún reverenciarse ante ellas. A menos que seas la esposa legal del Sultán no tienes voz ni voto ante sus hermanas.

En el imperio otomano, o estado Turco, se practica el Islam. Normalmente las mujeres que seguían otras religiones se volvían prostitutas para poder sobrevivir ya que llegaban al estado como esclavas, por tanto sus únicas opciones eran servir a un hombre sexualmente y ser su esclava, ser llevadas al harén del Sultán si cumplían con los estándares, o trabajar en burdeles.

En el harén del sultán solo pueden entrar mujeres que cumplan con los estándares de belleza, tampoco pueden ser musulmanas pues el no estar casadas con un hombre y ser una de sus esclavas sexuales denigraría la imagen de la mujer musulmana que dictan las leyes de Dios. A menos que vayas a casarte con el sultán inmediatamente, no entrarás al harén siendo musulmana.

—Su majestad — con voz melosa y sonrisa "dulce", Bahar hizo una reverencia ante el sultán cuando éste pasó a ella.

—Bahar... — la miró.

Bahar es la favorita del sultán, por ello tiene un habitación propia y "poder", dentro de lo que cabe. Se ha acostado con el sultán más veces de las que se pueden contar con un par de manos.

—Su majestad, ha vuelto al palacio, lo extrañé mucho —bajó la cabeza en fingimiento de timidez.

“Me pregunto a quién mató esta vez...” comentó en su mente Irem, sobre el Sultán.

El Imperio Otomano, como si fuera pequeño, sigue expandiéndose. Su poderío militar es grande y han subyugado varios estados, trayendo más poder, riquezas y mujeres al reinado del Sultán Waleed.

Historia y majestuosidad que Irem se pasaba por el arco del triunfo.

—Los días han sido tan largos que mis penas no cesaron con facilidad —dijo Bahar entre tanta poesía.

“Que barato.” pensó Irem.

Entre adulaciones y algún sutil coqueteo ambos danzaban en el estómago de Irem, incomodándola a tal punto de sentir una amarga sensación subiendo por su garganta y haciendo un nudo.

—¿Es tal como dices? —preguntó el Sultán.

—No hay nada más frágil que el corazón, mi sultán —lo miró a los ojos.

Irem, sin interés en nada de lo que estaba pasando, miró hacia otro lado disimuladamente, sin calmar uno que otro movimiento ansioso, impulsado por sus ganas de largarse de ahí.

El Sultán la miró. —¿Tú qué opinas, concubina Irem? —le preguntó.

El cuerpo de la fina mujer se paralizó, su piel no tenía que pintarse más blanca, era lo suficientemente pálida ya, sin embargo la voz del Sultán hablándole le hizo pensar algo gracioso: “Qué mierda hice...”

—¿Disculpe? — movió sólo sus ojos, evitando la mirada del Sultán. El silencio del mismo hombre y todos los ojos en la sala puestos en ella le hicieron recordar mágicamente la pregunta—. En lo personal...

—¿Sí? —dijo Bahar con la sonrisa más fingida y antipática del mundo.

“Dios la proteja siempre de mis garras.” suplicó Irem en su cabeza.

—Considero que el papel es más frágil —mantuvo una pose reverencial.

En la sala no hubo más que silencio. Ni incómodo ni fúnebre, sólo silencio.

—¿Qué? — preguntó Bahar, sorprendida de una respuesta tan fría y poco considerada tomando en cuenta que el Sultán estaba presente.

“¿Bromea? ¿El sultán está aquí y ella sólo actúa fríamente como si no le importara obtener su favor?” se preguntó Bahar ya que, claramente, la meta de Bahar era escalar hasta el puesto más alto que pudiese obtener, por ello juzgaría el comportamiento y las acciones de los demás como si tuvieran la misma meta. Bahar no entendería nada que no fuese ambición o la idea más coherente en la posición en la que se encontraban todas las mujeres del harén.

—El papel es más frágil que el corazón —afirmó.

—¿Qué quieres decir? —preguntó Esra, la sultana, sin entender en absoluto ese tipo de respuesta.

Tras un silencio y la insistente mirada de todos, Irem se dignó a responder.

—El amor y la poesía reviven el corazón. En una lámina de papel se puede verter agua, se puede rasgar, se puede quemar, y nada va a componerlo. Frágil es el vidrio, o el papel, frágil es la voluntad y la resistencia. El corazón es frágil por romperse, pero es entre todos el más fuerte por volver a nacer.

Bahar hizo silencio.

—Por un momento pensé... —habló el Sultán— que en realidad no te importaba el amor.

—¿Qué es el amor, Sultán? —preguntó Irem, y alzó la mirada para encontrarse con los ojos del gobernante del mundo.

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Comments

Mirta Liliana

Mirta Liliana

ohh!el amor,el amor!!

2022-09-12

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