Sultán Waleed

— Eso sería todo, si quiere más detalles, su majestad — el gran visir se vio interrumpido.

— Aslan. — llamó su nombre en privado.

Tras un silencio en el que ambos esperaban las palabras de otro, Aslan pasha contestó. — Dígame, su majestad. — miró la espalda que el sultán le daba.

— Dime qué has oído. — le ordenó.

— ¿A qué se refiere? — preguntó pasha, desconcertado.

— ¿Sabías que tengo un harén? — preguntó retóricamente.

—...Lo sé, su majestad. — respondió Aslan, el visir.

— Conoces también a la consorte Bahar. — declaró.

— Si, su majestad. — afirmó Aslan.

— Se desmayó. — dijo sin filtro, volteando a ver a su ministro.

— Creo que oí algo de eso...— bajó la mirada al encontrar el rostro del sultán.

El sultán asintió lentamente. — Excelente reporte, puedes retirarte pasha. — terminó abruptamente la conversación despidió al visir, quien más que confundido se limitó a hacer una reverencia y salir. — Meryem. — el sultán alzó su voz e inmediatamente entró un mujer mayor, tesorera del harén.

— Su majestad. — hizo una reverencia.

— Señorita Meryem, vaya a llamar a la consorte Irem. — ordenó.

Señorita Meryem sin saber que pensar hizo una reverencia y salió, cruzando el palacio entero hasta los aposentos de la consorte.

Abrieron la puerta, Irem alzó la mirada.

— Consorte Irem. — entró Meryem. — Su majestad el sultán mandó a llamarla. — informó.

Irem, al principio, no entendió. Las palabras se desordenaron en su cabeza y ella, anonadada, no se inmutó.

— Debo llevarla a él cuanto antes. — habló Meryem, orientando un poco a la mujer perdida, mas no hubo cambio.

— Mi señora — Gulistan se acercó a Irem. —, el sultán ha mandado a llamarla, debemos ir pronto. — aclaró.

Irem pestañeó un par de veces sin comprender la situación ni tener una pista de porqué el sultan la estaba llamando. Asintió lentamente y se apoyó en Gulistan para pararse.

— No lo hagamos esperar entonces. — se recompuso Irem y salió de la habitación, seguida de la señorita Meryem y las criadas.

Atravesaron el harén y todos apreciaron la caminata de Irem con la tesorera del harén a su lado. Susurrando y creando suposiciones. Caminaron en los pasillos fríos del palacio mientras Irem hacía específicas preguntas en su cabeza, y caminaba en silencio.

Una vez frente a la puerta de la oficina del sultán, señorita Meryem dió una señal y los guardias abrieron la puerta, agachando sus cabezas para evitar ver a una de las mujeres del sultán, lo que les costaría un alto precio según las leyes islámicas.

— Su majestad, la señorita Irem está aquí, como me lo pidió. — habló Meryem, puesto que el sultan estaba parado frente a las ventanas detrás de su escritorio, dándoles la espalda.

— Déjanos a solas. — ordenó. Meryem hizo una pequeña reverencia y se marchó llevándose a las criadas con ella. — Consorte Irem.

— Su majestad. — hizo una reverencia que el sultan no pudo ver.

— Nunca oí de ti. — fue directo.

Tras el silencio de Irem, el sultán continuó.

—, aunque, no puedo mentir, no conozco a todas las mujeres de mi harén. — habló sin interrupciones por parte de Irem. — Debo admitir que tus palabras fueron dramáticas. — se dió la vuelta y miró la cabeza agachada de Irem. — ¿Sabes de qué hablo? — le preguntó.

— Me temo que no, su majestad. — respondió la consorte.

El sultán asintió y tomó un papel de su escritorio para desenrollarlo.

— “Tengo entendido que la consorte Bahar tiene un gato. Si la consorte Bahar se comporta así, ¿significa eso que su gata es la que se comporta como una dama?”— leyó en voz alta.

Irem entendió finalmente de lo que se trataba y tuvo un pensamiento lleno de sarcasmo.

El sultán bajó el papiro y la miró, dejando su trasero en una esquina del escritorio.

— ¿Cómo puedes explicarme esto? — la miró. — Adelante, habla.

— Su majestad...— habló Irem sin mirarlo. —, no hay nada que explicar, me temo que las palabras que usted releyó no tienen ninguna incongruencia y sus intenciones son demasiado claras como para retractarse de algo. — dijo sin pena.

— ¿Sabes qué pasó con la consorte Bahar? — preguntó el sultán.

— No lo sé, su majestad.

— Luego de que mi segunda consorte abandonara el harén y regresara a sus aposentos, la consorte Bahar se desmayó. — dijo asintiendo sin mucho movimiento en su cabeza.

Irem no cambió su expresión, tampoco tuvo que contener una risa cínica, sin embargo la noticia no le afectaba, ni mucho menos la hacía arrepentirse de sus acciones.

El sultán vio todo eso en su rostro y sopló una carcajada. Irem lo miró se reojo.

— Se desmayó de la rabia. — entonó. — Veo que he dado vueltas. — mantuvo la cabeza en alto. — ¿Qué es lo que tienes que decir ante tus actos? — preguntó con un tono de severidad, y su entrecejo de vio arrugado mientras mantenía la mirada fija en la mujer frente a él.

— ¿Qué es lo que he hecho? — preguntó Irem, completamente calmada.

El sultán alzó una ceja. — ¿No sabes qué has hecho? — preguntó sarcásticamente.

— Sin duda, yo no desmayé a la señorita Bahar. — alzó la mirada, encarando al hombre más poderoso del imperio. — Sus emociones intensificadas fueron reprimidas y su cuerpo no lo soportó. — continuó. — Yo no me abalancé sobre nadie. — mantuvo su mirada en él. — Y si hablé del gato de la señorita Bahar es porque de pronto lo recordé, una memoria espontánea.

Observando el blanco rostro de la atrevida y valiente mujer frente a él, no alisó el arrugado ceño del sultán.

— Encuentro apropiado que te disculpes con la consorte Bahar.

— No puedo negarme. — afiló su mirada.

— ¿Qué hay con esa mirada? — preguntó el sultán empezando a molestarse con esos ojos.

— ¿Conoce usted la mirada que una mujer mantiene cuando está segura de algo? — ablandó su mirada y movió la cabeza ligeramente hacia la derecha.

— Una mirada orgullosa, sin duda la conozco. — levantó si trasero del escritorio. — Y la diferencio de la tuya.

Irem sonrió inocentemente. — Mis oídos atentos a lo que él sultán desea ya me han informado de todo lo que puedo hacer por él. — jugó a la humildad.

El sultán ladeó la cabeza, alzando las cejas un poco haciéndose para atrás. — ¿Qué quiere la consorte Irem? — preguntó con sarcasmo.

— No quiero ningún bien material. — contestó, y una idea entró en la cabeza del sultán. — Tampoco quiero a nadie. — Irem la captó en seguida. El sultán se extrañó, ¿si la mujer no quería ganarse su favor, qué quería entonces? — Usted me conoce. — afirmó con seguridad.

— ¿Es eso así? — se hizo el desentendido.

— Yo lo veo a usted por primera vez en mi vida, en éste día algo gris, y no visto algo lo suficientemente digno de sus ojos, su majestad. — respondió. — Vengo de Francia, su majestad. — siguió mirándolo.

El sultán miró por un momento algún punto frente a él, perdiendo su mirada en la nada, desenfocando la gran vista frente a él, y luego volvió a verla. — ¿Qué tiene eso de especial? — preguntó fingiendo desinterés, algo que Irem no se saltó.

— Precisamente a eso voy. — levantó a la altura de su vientre sus manos juntas. — Estoy en el imperio Otomano, gran sultán. ¿Qué importa Francia o los franceses cuando de está aquí? — preguntó retóricamente. — Bien puedo ser una esclava, a merced de su palacio. — afirmó. — Al contrario estoy aquí, siendo presentada por la tesorera del harén del sultán como la consorte del hombre más poderoso del momento. — pestañeó.

— ¿Cuál es tu punto? — exhaló lentamente.

— ¿Por qué soy su consorte? — preguntó Irem.

— ¿No pasaste las pruebas del harén? — cambió el enfoque.

— El que yo esté aquí responde esa pregunta. La pregunta de la cuál no hay indicio de respuesta es: ¿quién le ordenó a la señorita Meryem hacerme las pruebas y la capacitación para entrar al harén? Desde entonces soy incluso una de las dos únicas consortes del sultán.

— No sé de qué hablas. — declaró. — Ya hemos acabado, regresa a tus aposentos. — ordenó.

Tras mirarlo en silencio unos segundos, Irem recobró el sentido e hizo una reverencia. — Entiendo, su majestad. Perdone mi insistencia, no es mi intención molestarlo. — dejó el tema. — Que ALLÁH lo bendiga, me retiro. — dió la vuelta y tocó la puerta dos veces, la cual se abrió inmediatamente y salió, dirigiéndose a su habitación.

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Comments

Auristela Rivero

Auristela Rivero

yo también estoy confundida

2023-09-11

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