Los últimos meses para ella fueron caóticos, todos los días sufría ataques de pánico y ansiedad, los doctores decían que era normal luego de haberse enterado que perdió mucho tiempo de su vida, era el proceso de aceptación del cuerpo, los psicólogos llegaron a la conclusión que estaba bien, ya no tenía alusinaciones, era algo bueno, pero para prevenir iba a tomar un medicamento de por vida para no volver a sufrir alusinaciones, estar tranquila y poder acoplarse a la sociedad con total normalidad.
Ese día se cumplían los tres meses que le pidió aquel señor, se preparó, se levantó temprano, acomodó la poca ropa que tenía, se duchó y se colocó la única prenda que le gustaba, un mono deportivo gris con una franela roja y zapatos deportivos negros. Teniendo todo listo en la habitación solo se sentó a esperar a que llegara aquel hombre, un mar de pensamientos llegaron a su cabeza, nunca había sido bombardeada con tantos pensamientos hasta aquel momento, quizás eran los nervios de volver a salir pensó ella, trató de recordar sus momentos en la clínica pero si mente no quería acceder a aquellos recuerdos, fueron tortuosos esos años en la clínica mental, se acordó de la última vez que vió a mamá y se le hizo un nudo en el corazón, sintió que el corazón se le encogía de la tristeza, hasta ese día no se había percatado que de verdad su mamá ya no estaba viva, ya no la iba a ver más. Una parte muy pequeña en su ser aceptó que no la iba a ver más y también sabía que su mamá dónde estuviera la estaba cuidando, las lágrimas comenzaron a salir sin cesar, no pudo contenerlas más, simplemente dejó salir todo el dolor que tenía en aquella fría habitación, se recordó cuando cocinaban juntas, cuando su mamá le enseñó a usar la máquina de coser, cuando le enseñó a tejer para que hiciera sus propios peluches, en ese momento se dio cuenta que ya no iba a tener nada de eso.
Una mujer la llamó, le decía algo pero ella todavía estaba dormida, había llorado tanto que se quedó dormida, la mujer le decía:
- Niña ya es hora del almuerzo.
Ella todavía medio dormida se levantó recogiendo su cabello y haciendo una cola de caballo.
- Niña ¿ Por qué has estado llorando? Estás hinchada de tanto llorar - dijo la enfermera muy preocupada-
- Solo recordé que ya no tengo familia.
- No pienses en eso, muy pronto tu vida volverá a la normalidad. Ya nos dijeron que hoy te vas, solo estamos esperando que lleguen a buscarte.
Se alivió un poco al saber que la clínica iba a dejarla libre ese día, sin embargo estaba preocupada ya que era medio día y no había rastro del señor.
- Solo come, tienes que reponerte, estás muy flaquita.
Esa enfermera le trajo un recuerdo lejano de su abuela, cada vez que la iban a visitar, no importaba si ya había comido le servía comida, así estuviera flaca o gorda siempre le decía que necesitaba comer más. Iba a extrañar a las enfermeras, habían pasado años que nadie la trataba como ellas, la hacían sentir querida, como si de verdad fueran parte de su familia.
La enfermera esperó que ella terminara de comer para llevarse personalmente la bandeja y despedirse de ella. Cuando terminó de comer la enfermera le dio una bolsita que tenía en su cartera, al abrirlo se dio cuenta que era una barra de chocolate, la enfermera le hizo seña con el dedo de que no dijera nada acerca de ese regalo, a los pacientes con tratamientos especiales no se les dejaba comer otra cosa que no fuera lo que se le asignaba, ella asintió dejándole saber a la señora que iba a ser su secreto, se regalaron un sonrisa y se dieron un abrazo.
Ya era tarde y ella todavia seguia esperando al señor, pensó que tal vez fue una mentira lo que le dijo aquel hombre de dejarla salir de allí. Mientras estaba perdida en sus pensamientos aluien tocó a su puerta, era raro ya que habia sobrepasado la hora de visita, ella se levantó de su cama y fue hasta la puerta para ver quien era, pero antes de llegar a ella esta se abrió, revelando asi que era aquel señor.
- Buenas noches, disculpame haber llegado a esta hora, reuniones en la oficina me retasaron - dijo aquel hombre algo agitado-
- Oh, está bien, igual no tengo mucha prisa de salir de aqui - dijo ella sarcásticamente-
- Bueno, no tienes que ser sarcastica conmigo muchacha, me imagino que ya tienes todo recogido, yo soy un hombre de palabra y te iras conmigo hoy.
Ella al escuchar eso se sentia muy alegre pero trató con todas sus fuerzas de que el señor no notara esa felicidad.
- Pues si, ya tengo todo recogido.
- Entonces nos vamos, agarra tus maletas y dejalas en la puerta, ya vengo, tengo que firmar unos papeles para sacarte de aqui.
El hombre se dio media vuelta y salio de aquel lugar, ella se sentia muy emocionada, por fin saldria despues de tanos años. Una voz en su cabeza quizo surgir pero ella pude reprimirla, ya se sentia mejor y con ayuda de los medicamentos podia suprimir todas las voces que a veces la atormentaban. Hizo como el hombre le indicó que hiciera, agarró todas sus cosas y las colocó al lado de la puerta para esperarlo.
El hombre se demoró mas de lo que ella quería pero llegó con otra personas, esta agarró sus cosas y se las llevó. El hombre le hizo señas para que ella lo siguiera, mientras iba por los pasillos todaía no podía creer que se iba de ese lugar, las enfemeras al vela salir se despidieon de ella, para ella fue muy emotivo después de tanto tiempo compartiendo con todas ellas. Una de esas enfermeras le dijo que no llorara por ellas ya que ese era un momento feliz para ella, tenía ue disfrutarlo a que por fin sería libre. Siguio por todos esos pasillos hasta llegar a la recepción donde aquel hombre le entregó un sobre al vigilante de turno, este lo miró, lo selló y se lo devolvió al hombre, miró a la muchacha y le hizo una inclinacion con su cabeza, ella le hizo el mismo gesto y salieron de aquel lugar.
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