- No te preocupes, no todo está perdido, igual sigues siendo la heredera de la compañía de tus padres, incluso si se la dejaron a tus tutores legales, esa empresa es tuya por derecho, no todo está perdido. -dijo una de las voces en su cabeza-
- Solo tengo que demostrar que no estoy loca, tarea sencilla, primero dejar de escuchar a las voces en mi cabeza, segundo seguir con en medicamento y tercero tratar de matar a mi tía.
- Ahora sí que te volviste loca - dijo otra de las voces en su cabeza-
Para no escuchar más las voces en su cabeza y dormir tranquila decidió tomarse el medicamento que le indicó su tía que se tomara.
Mientras pensaba en eso último que dijo el sueño la invadió y se dijo así misma, - no puedo matar a mi tía, ¿ Cómo lo haría? Eso empeoraría todo. Solo olvidaré todo y esperaré a salir de aquí.- El sueño le terminó de ganar y poco a poco fue perdiendo la conciencia para sumergirse en lo más profundo de sus sueños.
Se despertó y ahora estaba en su antigua habitación, todo estaba destruido, las paredes llenas de suciedad, el piso destruido, los muebles hechos carbón. Se levantó de su cama confundida y salió de su habitación, todo en el pasillo estaba igual de destruido, mientras iba caminando pudo ver a alguien corriendo hacia el ascensor, la niña corrió hasta la persona pero esta cuando se metió al ascensor este se cayó haciendo un fuerte estruendo. No tuvo más opción que bajar por las escaleras ocultas, estaban a dos metros del ascensor, presionando un pedazo de ladrillo falso abría la puerta con la escalera, bajó cuidadosamente a las oficinas, y todo estaba hecho un caos. Papeles por todos lados, escritorios incendiados y todo sucio, a la derecha estaba el ventanal y había alguien arrodillado, al principio no pudo distinguir quién era pero cuando se acercó se dio cuenta que era su padre.
- ¡ Papi!
El hombre no reaccionó, solo se quedó viendo por la ventana.
- Papi, ¿ No me escuchas ?
La niña se le acercó lo suficiente como para ver el rostro de su padre, estaba demacrado, como si hubiese estado sin comer semanas, con los ojos bien abiertos y rojos mirando hacia la ventana, balbuceaba algo que la niña no podía entender, se acercó más y escuchó
- Dios perdona mis pecados, Dios perdona mis pecados, Dios perdona mis pecados.
La niña no comprendía por qué su papá actuaba así, le dio un beso en la mejilla y se fue, una sonrisa salió del rostro de su padre pero no sé fijó, ya se había ido.
La niña siguió por los pasillos explorando su antigüo hogar todo destruido. Llegó hasta un pasillo grande, allí se encontraba un señor gordo con dos niñas agarradas de su mano, cuando la niña siguió avanzando estos brincaron cayendo por una ventana que daba al exterior, sorprendida por lo que acababa de observar corrió hasta la ventana pero una voz detrás de ella detuvo sus pasos.
- Hola niña, no deberías estar aquí.
Dijo con voz muy calmada una mujer blanca, su piel parecía que brillara, tenía un vestido gris de ejecutiva con tacones negros, su cabello era color marrón claro y le llegaba hasta el cuello.
- Estoy buscando a mi mami, no entiendo que pasa.
- Tu mami no está aquí niña, está en un mejor lugar.
- ¿ Y por qué mi papi está aquí?
- Tu papi está aquí porque se portó muy mal, tiene que pasar un tiempo aquí.
La mujer la agarró entre sus brazos y se la llevó de aquel lugar, sujetándo bien a la niña la mujer realizó un salto con mucha fuerza pasando por todos los pisos del edificio, la niña se cubrió los ojos, todo era turbulencia hasta que quedó en calma.
- Ya llegamos niña, avisaré a tu mamá para ver si puede venir.
- Está bien, ojalá le den permiso, quisiera verla, tengo mucho tiempo sin verla.
La mujer dejó a la niña en un sofá, se encontraba en un edificio donde todo era de color bronce pulido, en ese piso había cuatro salas, una en cada esquina, algunas tenían gente hablando otras estaban vacías, en el medio un árbol blanco con una jardín alrededor irradiado de mucha luz blanca. La niña sentía paz en aquel lugar.
Después de esperar un tiempo, la mujer se le acercó a la niña indicándole que la siguiera, la niña se levantó del sofá le tomó la mano a la mujer y se fueron, pasaron por una puerta con una luz blanca y aparecieron en un jardín donde había mucha gente, algunos hablando, otros jugando. A lo lejos pudo ver qué su mamá se acercaba, miró a la mujer y esta le hizo señas con la cabeza para que se fuera a reunir con su mamá, la niña salió corriendo para abrazar a su mamá, sus ojos se llenaron de lágrimas cuando finalmente pudo abrazarla, fue un emotivo momento, un reencuentro que la niña esperaba desde hace tiempo. Después de ese abrazo la madre abruptamente sostuvo a su hija en tres sus brazos mirandola fijamente le dijo:
- Mi niña no tenemos mucho tiempo, solo tengo que decirte que tienes que ser fuerte, ya no me tienes en cuerpo físico pero me tienes espiritualmente, te vienen cosas muy graves pero tienes que saber afrontarlas, no quisiera que esta sea la última vez que nos veamos, tienes que ser fuerte. Por personas avariciosas fue que nos pasó todo esto, cuídate mucho y no te olvides que siempre estaré contigo.
La niña fue a decirle unas palabras pero no pudo, sintió que estaba cayendo y no podía sostenerse de su mamá, la madre le lanzó un beso y observó como esta iba cayendo sin poder hacer nada.
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