Abel June.
Ese fue el nombre que asumió cuando despertó en ese mundo, un mundo lleno de magia y criaturas mágicas, de espadas, nobles y demás cosas. Podría describirlo como un mundo de fantasía.
Bueno, ajeno a los sueños de niño, ese maldito mundo de fantasía fácilmente podía matarte.
Él había aprendido a usar una espada por que era un “noble”, pero sin duda estaba lejos de tener la misma habilidad que sus guardias, y estaba mucho más lejos que Yoon, que fácilmente podría matarlo de un solo golpe si le daba un puñetazo con toda su fuerza.
Si, ese mundo de fantasía era una completa porquería en la que él podría morir fácilmente, no solo con la amenaza de la guerra inminente.
Pero era un superviviente, o algo parecido, así que asumió su papel y decidió sobrevivir en ese lugar.
No fue fácil.
Lo descubrió cuando dos gatos que parecían insignificantes casi lo asesinaban, dos gatos, ¡Dos putos gatos!
Su recuerdo de él intentando escalar una pared y los gatos, que esperaron hasta que había subido lo suficiente antes de arrojarle ramas y piedras para tirarlo, luego se vio envuelto en alucinaciones que casi lo hacían caer a un lago con una corriente que lo arrastraría y lo ahogaría.
Ann y Manuel posiblemente le tuvieron lástima, por lo que lo dejaron vivir y lo sacaron de la alucinación antes de que llegara al río, el se sintió agradecido y les llevó comida como pago para que lo dejaran escapar de su entrenamiento.
Aunque se juraba y se repetía a si mismo que ellos le habían tenido lástima y que lo apreciaban por que los alimentaba, una parte de él también le aseguraba que la única razón por la que lo dejaron vivir fue por qué era el primer maestro de la casa del Marques y no podrían salir impunes a su asesinato.
Pero tampoco podía juzgarlos.
Hacer lo necesario para sobrevivir tampoco era un crimen, siempre y cuando no mataran a nadie.
Suspiró con molestia, sintiendo que le dolía la cabeza.
¿Por qué no había acabado en una novela normal y con un final feliz?
Negó con la cabeza mientras veía la luna a través de la ventana de su cuarto. Él no podía recordar muchas cosas, recordaba parcialmente su vida, sus amigos y recordaba el temblor, pero no podía recordar si tenía familia, si la tenía... ¿Habrían sobrevivido?
Su edificio se había derrumbado, él seguramente murió aplastado, o tal vez estaba en coma y todo ese mundo era solo un sueño... Aunque le gustaría ese escenario sabía que no era posible.
Se dejó caer sobre la cama, viendo la luz de la luna filtrarse por la ventana mientras se sujetaba la cabeza por el dolor de cabeza que le provocaba pensar en su vida antes de convertirse en Abel June. Incluso había olvidado cuál era su nombre real.
— Abel ¿Estás bien?
La voz infantil del dragón blanco, que se miraba aún más deslumbrante con la luz de la luna que entraba por la ventana, lo hizo olvidar lo que estaba pensando, mientras se sentaba en la cama, con la espalda pegada a la pared. El dragón voló hacía él con lentitud, acurrucándose a su lado en la cama.
— ¿Has recordado algo? — Le preguntó el pelirrojo.
El dragón solo negó con la cabeza, mientras recargaba su cabeza en una de las piernas del pelirrojo, que le acaricio la escamosa cabeza con lentitud.
Anka.
Eso era todo lo que sabían sobre él pequeño dragón, que su nombre era Anka. Pero era un nombre que solo ellos dos sabían, todos los demás simplemente le decían dragón por que él nunca les había dicho su nombre.
Un dragón herido era espeluznante. Siendo niño o no, los dragones eran seres supremos que podían destruir montañas a voluntad, por lo que él dragón herido y con amnesia que apareció de la nada en un pantano lo hizo sentir escalofríos. Sus padres no estaban por ningún lado, y a pesar de ser un mundo de fantasía, los dragones no eran nada común en ese lugar.
No era un mal niño, y se apego a él creyendo que era su salvador, aunque le había explicado en muchas ocasiones que él solo lo encontró por casualidad.
— ¿Crees que es bonita?
— ¿Eh? — La pregunta lo tomó desprevenido y miró al dragón algo confundido — ¿Quién?
El dragón soltó una leve risa.
— La chica de ojos raros — Bromeó un poco mientras agitaba sus alas — Siempre la miras.
El pelirrojo se encogió de hombros.
— Solo la estoy vigilando.
— Y le cortas la carne.
— Parecía batallar — Mintió el pelirrojo.
El dragón se removió un poco, poniendo lo que parecía un puchero en su cara blanca.
— A mi no me cortas la carne.
El pelirrojo sintió como si una roca metafórica le golpeara la cabeza, tratando de mantener la compostura para no gritarle a un niño, y sobre todo, a un dragón, que podía matarlo solo agitando su garra.
— Lo que tú comes es diferente a lo que como, no es como si pudiera tomar un cuchillo y cortar a los animales que cazas — Explicó con calma.
El dragón pareció pensarlo por unos segundos, pero finalmente asintió con la cabeza, pensando en que él humano Abel no podría ayudarlo a cortar a un animal.
— Parece que te quiere golpear la mitad del tiempo.
El pelirrojo sonrío levemente.
— Lo sé, pero no creo que lo haga.
El dragón lo miró confundido, pensando en si el humano de cabello rojo era de esos humanos extraños de los que Ann le había hablado, a los que les gustaba que los golpearan.
Bueno, esperaba que no.
Abel solo acaricio silenciosamente la cabeza del dragón, mientras pensaba con algo de diversión en como la castaña se obligaba a si misma a poner una sonrisa tranquila, cuando realmente parecía querer golpearlo.
Recordaba levemente que Seina era un nombre japonés, pero la chica en cuestión no parecía asiática como Yoon, y Zayago en definitiva no parecía un apellido del lugar, además de que los plebeyos por lo general no tenían apellido, cosa que tal vez ella no sabía antes de decírselo.
Le daba un poco de risa, pero también lo intrigaba mucho. Tal vez ella era como Yoon, y una parte como él.
Yoon no hablaba mucho de su pasado, pero a veces hacía comentarios extraños, dando a entender que él mundo del que él venía había acabado, aunque solo decía país y no mundo, en ese lugar no había ningún país asiático.
Él no sabía si su mundo también había acabado a causa de los temblores, solo tenía la sospecha de que había muerto a causa de estos.
Seina Zayago no había hablado en absoluto, y se esforzó mucho en mantener su historia de la aldea en el norte del país, así que estaba casi seguro que ella era igual que Yoon.
Ese color de ojos, sin duda, no era fácil de encontrar en ese mundo.
Además de que era muy divertido molestarla y ver como soportaba las ganas de golpearlo.
Le parecía un poco molesto que ella se resistiera mucho a comer, no sabía si creía que estaba envenenando su comida o simplemente era su forma de ser, pero le daba la sensación que se desmayaría en cualquier momento.
Dejó de divagar sobre eso, pensando en las reuniones del día siguiente, y como, de alguna manera, tendría que explicarle a su “padre”, que había salido del marquesado con solo un mayordomo, un guardia y dos gatos y ahora regresaba con un montón de gente.
También estaba leyendo sobre las estrategias de guerra y la forma correcta de usar los recursos de su marquesado para protegerse de la guerra, pero sin entrar en una batalla, aunque no era muy alentador sobre ese tema.
Decirle a sus vecinos, “vengo de otro mundo y sé que habrá una guerra” era la forma más fácil de terminar en una celda por que pensaran que había perdido la cabeza.
Pero tenía que haber una forma.
Debía haber una, o al menos eso esperaba.
***¡Descarga NovelToon para disfrutar de una mejor experiencia de lectura!***
Updated 35 Episodes
Comments
Milo Torres
Ósea que todos llegaron ahí por un fin del mundo?
2021-09-15
0
Isa Montgomery
Siii, ese dragón sabe que le gusta
2021-09-15
0
Elise Sher
Hasta el dragón se dio cuenta que te gusta
2021-09-15
0