Yoon Seong-jin no era alguien que creyera en supersticiones, lo cuál era irónico si hablaba del lugar del que venía.
Él nació en un lugar llamado Corea.
Tuvo una vida fácil, era el segundo hijo de una familia promedio, su vida no era acomodada, pero nunca le falto nada. Su padre trabajaba para el gobierno en un puesto sencillo, su hermano mayor quería seguir los pasos de su padre, por lo que él se concentró en otras cosas.
Cuando aún era un niño, miró como los soldados escoltaban al emperador y los príncipes en su caravana por la ciudad.
Los maestros de artes marciales y maestros de espada se veían brillantes a sus jóvenes ojos. Corrió hacía sus padres, suplico y lucho para poder convertirse en un maestro de espada.
Las clases fueron difíciles, el correr hasta ganar la velocidad necesaria para la lucha, los saltos usando todos los músculos de las piernas, girar en el aire, mover los brazos en movimientos constantes hasta sentirlos entumecidos, cada que salía del entrenamiento sentía sus músculos hechos pedazos y se quedaba en el baño más tiempo del necesario.
Pero para él valía la pena, por la espada que había aprendido a amar, para dar honor a su familia, para cuidar de su país.
Tenía 17 años cuando su trabajo fue reconocido, y fue aceptado como aprendiz de un guardia de uno de los príncipes. Él era feliz, sus padres estaban orgullosos, sentía que nada podía salir mal.
Estaba equivocado.
Aunque él era un simple aprendiz, tampoco era idiota. Notó el nerviosismo del príncipe, del rey, como muchos guerreros partían hacía lugares desconocidos y nunca regresaban, como sus mayores iban desapareciendo cada vez con mayor frecuencia, sin una palabra o explicación, simplemente desaparecían.
Sabía que algo andaba mal, pero no sabía que. Tampoco podía decírselo a su familia, simplemente estaba alerta, esperando el momento de que la batalla estallara en su amado país, se propuso proteger a su príncipe y a su familia.
La batalla no fue como el creyó que sería, no tuvo oportunidad de proteger a nadie.
El infierno se desató en el cielo. Las llamas empezaron a caer con grandes rocas por todo su país, lo primero que destruyeron fue el palacio. El enorme edificio de color gris que expresaba la magnificencia de su país fue reducido a cenizas con todos dentro de él en menos de 10 minutos.
El agua de los ríos se evaporo, enviando olas de calor y vapor por todos lados, los cultivos y los bosques se incendiaron, las manadas de animales aplastaron hasta la muerte a las personas que intentaban escapar.
Cubrió a sus padres y sus hermanos, corriendo junto a ellos en un intento de llegar a un lugar que no estuviera cubierto de fuego o de animales enloquecidos, pero se separaron antes de que pudiera lograrlo. Su familia sucumbió ante una bola de fuego que cayó del cielo.
Pero él estaba vivo.
Por alguna razón no murió por el fuego, ni el calor, ni los animales, ni siquiera murió por el hambre.
Solo, vagaba por las cenizas de lo que alguna vez fue su país, viendo a sus conciudadanos morir de hambre, por el fuego o el calor, o siendo atacados por algún animal. Pero él seguía vivo.
No tenía casa, ni familia, ni alguien a quien servir, solo vagaba por el fuego errante que había decidido consumir el mundo.
Luego despertó en una selva.
Aún no entendía que había pasado, había ido a dormir una noche y a la mañana siguiente se despertó en un lugar completamente diferente. Era un lugar húmedo y caluroso, con animales peligrosos con grandes garras que intentaron matarlo en más de una ocasión. Aún sin pretenderlo, aún sin su amada espada, los mató uno a uno mientras avanzaba por esa húmeda selva sin saber que pasaba, pensando que era un sueño y que posiblemente volvería a despertar en esa aldea destruida por el fuego.
Cuando, probablemente ya que había perdido el sentido del tiempo, tenía 24 años, llegó al borde de la selva, donde había un miro liso, que saltó sin ningún tipo de problema. No había nadie a su alrededor, así que siguió caminando.
Y entonces lo vio. Un chico con el cabello rojo como el fuego que cubrió el cielo, pero con los ojos del mismo color gris apacible de su palacio.
— ¿Quién eres? ¿Estás bien?
Bueno, en realidad no entendió una jodida palabra, no hablaba el mismo idioma. Fue frustrante, después de vagar por tanto tiempo que no pudiera entender lo que le decía la otra persona.
Fue hasta después, cuando aprendió el idioma del país, que se dio cuenta que él chico le había preguntado como estaba.
No tenía sentido.
Si te encuentras a un chico ensangrentado a las afueras del muro de la selva que se supone que debes custodiar no le preguntarías si está bien, deberías estar alerta para evitar que esta persona sospechosa te ataque.
Abel June era extraño, pero también era una buena persona (algunas veces).
Fue este joven maestro, de una jerarquía que no entendía, la que se encargó de que le enseñaran el idioma, lo alimentaran, le dio nueva ropa, una espada y sin proponérselo, también le dio un nuevo hogar.
Él, que había perdido todo lo que amaba alguna vez, ahora tenía un nuevo lugar al que pertenecer.
Pero era estúpidamente difícil servir a este joven maestro, aún más difícil que al príncipe heredero que había servido en el pasado. Eso era por qué este pelirrojo débil como un pollo no dejaba de meterse en problemas uno tras otro, acogiendo a todo tipo de personas sin pensarlo y luego meditando donde debería acomodarlos.
Era un idiota de buen corazón.
Lo más reciente fueron este grupo de jóvenes Jaguares, y aunque admitía que había sido parcialmente su culpa por llevarlos con él, no esperaba que realmente se hiciera cargo de ellos y les buscara un nuevo hogar.
Incluso Jhon que siempre se mantenía atento y sonriendo le había dado una mirada de enojo cuando se entero de esto, además de la chica de ojos raros/maga/elemental que también habían llevado y de la que no sabía el alcance de sus habilidades. Si fuera solo una maga no debería haber podido usar fuego, pero si fuera una elemental no podría haber usado la aglomeración de mana, y Karina había dicho que no era una ninfa o algún hada.
No tenía idea de que era esa chica de ojos raros.
Pero ella había accedido a actuar como la guardia de Abel, así que los estaba acompañando, permitiendo evaluarla lentamente.
Cuando llegaron a la posada a ver los niños tuvo un sentimiento indescriptible.
Primero le hizo gracia ver como empujaba a un noble para llegar a la habitación, pero verla abrazando a los Jaguares le hizo recordar lo que había perdido.
Aunque estuviera contento con la vida que tenía en ese momento, su familia, su país y su príncipe no regresarían.
— ¿Que estás viendo?
Escuchó la voz de Abel, que le sonreía ligeramente, antes de hacerle una señal con la cabeza de que deberían dejarlos solos. Yoon simplemente asintió caminando tras de él.
Aun si no tuviera una familia, estaba contento con su decisión de seguirlo.
Pertenecía a un nuevo lugar.
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Updated 35 Episodes
Comments
Elise Sher
Yoon por fin tiene un lugar
2021-09-15
0
Isa Montgomery
Pobre Yoon con un maestro tan difícil jaja
2021-09-15
0
Milo Torres
Tan débil como un pollo
2021-09-15
3