AIDAN
San Francisco
―La oscuridad, ligada a la soledad, producen una combinación...conjunto... dosis, combinación...―cierro los ojos e intento encontrar alguna rima, pero mi cerebro no parece ceder a mi pedido.
Sigo con la mente bloqueada.
Descontento―a no encontrar alguna palabra cercana o de utilidad lírica―, curvé mi cadera a un lado y lancé la guitarra por los aires. Para su suerte, el sofá amortiguo la posible destrucción del instrumento musical. Y ese no fue mi propósito, ya que había olvidado la ubicación del mullido mueble a mis espaldas.
Trazo pasos sin sentido por el departamento. Mis manos se pierden dentro de mi larga y seca cabellera.
―Producen una combinación... un conjunto... son una dosis de... de... ¡Mierda! ―exclamé iracundo.
El primer objeto que cae en mis trémulas manos, es estampado contra la pared. Uno de los taburetes de la cocina, tal y como lo dicta la ley de gravedad, vuela por una corta distancia y termina impactando contra el suelo.
Se me hace forzoso respirar, los ojos me arden y ya no soporto mi peso. Mi pensamiento últimamente ha sido tortuoso.
El insomnio y la soledad me atormentan.
No puedo descansar, pensar con claridad.
Hay tantas cosas que necesito aclarar con Andy. Necesito verla otra vez.
¿Por qué todo tuvo que terminar así? ¿Por qué ella estaba en el consultorio de Harry? ¿Acaso habrán aceptado que en sus venas circula la misma sangre que mi progenitor?
Frustrado, me dejé caer sentado sobre el sofá. La guitarra descansando a un lado.
Apoyé los codos en mis rodillas, sosteniendo así mi cabeza con ambas manos. Fijé la vista en un punto insignificante.
Mi mente traza caminos rápidos entre recuerdos y, entonces, imagina su presente, de cómo puede estar, de lo que será de ella.
No importa si Andrea no quiere saber absolutamente nada de mí, yo necesito verla. Aunque sea a distancia. Muero por ella.
Últimamente he intentado apaciguar mis penas con la música. Soy un ser inservible al que no le sale un acorde, como si fuera un novato con la guitarra. Mi concentración está en ella, en la caótica situación.
No me avergüenzo de haber tenido un romance con Andrea Bianchi, sin embargo no quiero que lo nuestro sea señalado como abominable. Por su integridad, decidí tomar distancia. Por más que eso me lleve a adaptarme a una absoluta soledad, alejándome de mis amigos, mi madre, en especial de Soraya. Porque sería inevitable cruzarme con su nieta si me atrevo a visitar su hogar en búsqueda de un consejo, ansiado sus abrazos cargados de seguridad.
Ansío volver a ser el mismo Aidan de antes de caer en este agujero de depresión. Son enorme las ganas de buscarlas y también son pesadas las cadenas que me abstienen.
Mabel tiene razón, soy un cobarde. Un hombre que le tiene más miedo al desamor que desmentirle a la esposa de su padre.
Esa maldita mujer no puede ser madre del ser más extrovertido, inteligente y gentil que es su hija. Son tan diferentes que me resulta complicado creer que son parientes, Andy no sería capaz de pisotear a otros por capricho propio, es incapaz de mentirle a alguien sin pensar en la gravedad de su engaño. Andy no piensa solo en ella, sino también en el bienestar de las personas que ama.
Andy es Andy y por eso la amo. Nada, ni nadie podrá modificar los sentimientos que nacen de mi alma cuando se trata de ella, ni siquiera el pasado secreto de su madre.
Pero sin ella no soy nada.
Necesito a mi musa para recuperar inspiración, para volver a ser quien era: Aidan. Sin apellido, sin rótulos, sin apodo, solo Aidan. Su ángel, como ella solía decirme.
―Soy patético―me margino a mí mismo, apoyando la frente sobre mis palmas.
¿Por qué me hago esto? ¿Por qué nos hago esto? ¿Por qué no investigo más a fondo? Escapé sin tener la certeza de que la confesión de Barbara White es cien por ciento fiable. Como si creyera en la palabra de esa mujer sin indagar y poseer las pruebas que podrían desmentirla.
No lo hice antes por miedo a, obligadamente, tener que aceptar que entre Andy y yo existe parentesco.
Pero ¿y si no es así?
De inmediato me puse de pie, perdiendo por unos segundos la visión y compostura. Pues el cuerpo me pasa factura ante la falta de alimentación y poco descanso.
Parpadeé hasta que el desolado departamento cobró forma.
Dubitativo, cavilé entre los pros y contra de lo que acaba de pasar por mi cabeza.
Tal vez por eso Andy estaba en el consultorio de Harry hace dos días.
Debo reaccionar y actuar de inmediato.
Debo armarme de valor y enfrentar la tempestad.
Debo plantarme delante de las personas que aprecio y esclarecerles: Sí, estoy perdidamente enamorado de Andy Bianchi, sea quien sea, yo la amo.
Ya no le temo a nada, solo a perderla.
Tratando de ignorar a mi mente y su intento por retenerme―pues, como he dicho, especulé entre los pros y contra―, me lleno de valor y salgo del departamento de Mabel en San Francisco. Pues ella sigue en New York y fue muy amable de prestarme las llaves, sin preguntar cuál era mi inquietud.
La adrenalina que fluye en mi interior me aconseja urgencia, como si el tiempo se estuviera perdiendo y tenga que llegar de inmediato a mi destino.
...****************...
Sudan mis palmas. Se evaporan de mis poros los nervios que también afectan a las palpitaciones, vigorosas y cargantes, de mi ritmo cardiaco.
Lo he pensado varias veces detrás del volante. Planeé e imaginé lo que le diré cuando la vea.
Si me rechaza, me lo merezco por cobarde.
Si me pide distancia, se la daré.
Si me pide que me olvide de ella, ahí sí que no sé si podré darle lo que pide, lo he intentado y he fallado.
Pero, buscándole un lado positivo en nuestra relación, si me pide que no vuelva a alejarme, que me quede y luche junto a ella, lo haré, juro que lo haré con gusto.
Quiero recuperarla, la necesito tanto. Se ha convertido en el factor crucial de mi mecanismo para que funcione completamente.
Con un molesto nudo tomando forma entre las paredes de mi garganta, lo cual intento ignorar, le doy tres toques a la puerta. Ni a una mosca posándose en la madera hubiese ahuyentado con esos golpes a peso de pluma. Luego, tras un profundo respiro, presioné el timbre.
Ya no estoy nervioso, sino ansioso que esta acumulación de consternaciones desaparezca.
El alma me vuelve al cuerpo cuando escucho el cerrojo de la cerradura. Cierro los ojos unos segundos y doy una fuerte calada de oxígeno para mis pulmones.
«Cálmate Aidan» me pide la voz en mi conciencia.
Levanto los parpados. No voy a huir.
―¿Aidan? ―Inquirió Soraya, asomando medio cuerpo por la puerta. En sus facciones abunda la tristeza y el cansancio.
Al parecer no soy el único que ha transcurrido días grises últimamente.
―Hola, nana―saludé, sin dejar de detallar con preocupación su evidente desolación.
Soraya abre completamente la puerta, me mira de pies a cabeza, se cubre la boca con sus arrugadas manos y, de pronto, sus ojos comienzan a lagrimar.
Sin permitirme reaccionar, los brazos de la mujer que me cuidó de niño, rodearon mi torso.
―¿En dónde estuviste, niño tonto? ―Más allá de un regaño, su pregunta sonó consternada.
Acepté el abrazo y acompañé el gesto, rodeando sus hombros y apoyando mi mentón en su cabeza.
Un abrazo, eso es lo que estaba ansiando desde hace días.
Beso su frente y luego coloco mis manos en sus hombros, terminando poco a poco con su abrazo.
Una vez vuelvo a ver su rostro, tomo cuidadosamente sus mejillas y barro con mis pulgares el rastro de lágrimas que quedaron en ellas.
―Nana, ¿Qué ha pasado? ¿Por qué lloras? ―Preguntas preocupadas emergen de mi boca, sin dejar de mirarla a los ojos―, es Andy ¿verdad? ―intuí.
Un nuevo nudo se me forma en la garganta al pensar que algo terrible pudo haberle pasado y que por cobarde no he estado para impedirlo.
―Nana Soraya, por favor contésteme.
Desesperación, eso es lo que me provoca su silencio.
La rubia niega con la cabeza y comienza a articular con torpeza la boca, pocas palabras salen de su garganta. Sin embargo me resultan inentendibles.
No pudiendo aguantar la agonía, me introduzco como un intruso en su casa y subo las escaleras.
Reduzco la velocidad de mis piernas frente a la puerta de su habitación. La única persona que puede abrirme es ella, nadie más.
Lleno mis pulmones de oxígeno y golpeo. El corazón amenaza con traspasarme mi caja torácica.
Escucho ruidos desde el otro lado, la esperanza despierta. Trago saliva y vuelvo a golpear con más exigencia.
―Aidan―la serenidad con la que Soraya, niñera de pequeño y vecina desde que tengo uso de razón, me constriñó a mirarla.
Sacudió la cabeza con tanta pena, que ya me estaba dando la idea de la decepción que me caería encima si la escuchaba.
―Ya es tarde―musitó.
―No es cierto―más que una respuesta, fue una auto-convención.
La abuela de Andy apartó la vista y estiró las manos, como cediéndome el permiso a verlo por mí mismo.
No di más vueltas y lo hice. Abrí la puerta del dormitorio de Andy, encontrándome con la negrura de la oscuridad. Raro porque son las tres de la tarde y ella, en algunas ocasiones―porque a veces lo olvida―cierra las cortinas en las noches, para que al despertar los radiantes rayos de sol no afecten en sus ojos.
Me vi obligado a prender la luz. Desconcertándome al notar que los muebles están cubiertos por un nailon oscuro; el armario se encuentra abierto y completamente vacío; sobre la cama solo hay un colchón cubierto con un cobertor desteñido―para protegerlo del polvo que se acumula cuando no tiene utilidad― y, sobre el mismo, Salem estira sus terminaciones.
El minino debe haber despertado desde el segundo que las luces iluminaron la abandonada habitación. Me miró unos segundos, dio un salto hacia mis pies, ronroneó alrededor de mis piernas y se marchó.
Soraya apoyó su mano en mi hombro, en un gesto empático.
Por un momento quise creerme una mentira, como si esto no fuera real y que al reaccionar vería lo que espero y no lo que es. Pero es imposible que las cosas cambien de un segundo a otro, a menos que ya haya llegado al borde de la locura e intente convencerme que esto no está ocurriendo. Sin embargo, todas mis emociones a flor de piel esfuman esa nube de ilusión.
―Lo siento Aidan, pero ella volvió a casa―Soraya afirma lo que ya me suponía.
Esa sensación cargante y que me comprime el corazón, es a lo que yo llamo decepción. Estoy decepcionado, no por ella, sino por mí. Porque básicamente la dejé ir.
Apoyé mi palma sobre la mano de Soraya descansando en mi hombro, trazando caricias en su dorso con mi pulgar.
―Te equivocas Nana, esta es su casa.
―Lo sé hijo―permaneció en silencio por escuetos segundos y entonces dijo: ―, tengo algo que mostrarte.
...****************...
―¡Pero mira a quien tenemos aquí! ¡La reencarnación de Aidan Reynols! ¿Cómo estás? ―inquirió amargamente Derek, cruzándose de brazos.
―Algo me dice que no te importa mi respuesta, pero, para contestarla, estoy como la mierda.
―Pues bien hecho.
―Derek―bufé.
―No me hables, deja tus pertenencias en la habitación que también abandonaste y enciérrate ahí―hago una mueca. No esperaba que mi corto distanciamiento también le afectara―. Estuve tiempo que quería hablar contigo, no nos has dicho en dónde estabas. ¡Andy tenía algo importante que decirte y tú simplemente la ignoraste!
Asentí a duras penas.
―Lo sé, lo sé, pégame si quieres, cometí un gravísimo error al ignorarla. Pero dime ¿qué harías si de la noche a la mañana resulta que la mujer que amas, posiblemente, comparte los mismos genes que tú? ―Derek no contesta, lo que me da acceso a proseguir: ―. No solo te sentirías un degenerado, sino también pensarías que has atacado su integridad. Andy y yo tenemos historia, incluso una que se basa en la profundidad con la que nos conocemos. ¿Qué quieres que hiciera? Tenía miedo a lo que pensarán los demás, a como nos juzgarían ¡lo que le dirían a ella! No Derek, yo no pretendía que ensuciaran nuestros nombres por aquello, por eso decidí alejarme de todos.
Apoyé la espalda en la puerta del departamento, me dejé caer hasta que mis posaderas hicieron contacto con el piso, flexioné las rodillas y me tomé la frente, bufando.
―Tenía miedo a lo que pensara ella. Temía que me culpara y después me escupa en la cara lo mucho que se arrepiente de haberme besado, de...
― ¿De qué te culparía? ―Cuestionó Derek, con voz más calma.
―No lo sé―respondí, sin retomar por donde quedé después de ser interrumpido―, pero de algo me sentía culpable.
―Sí, de haberte enamorado de quien creías era prohibida para ti.
―Lo sé.
Lo miro desde mi lugar a baja altura, descubriéndolo enarcar una ceja con incredulidad.
― ¿Lo sabes? ―inquirió dudoso.
―Así es Derek, lo supe esta tarde. Pero lo sé.
―Lo sabes―repitió.
Volví a asentir con la cabeza, estiré las piernas y, una vez de vuelta de pie, busqué en el bolsillo trasero de mis jeans. Saqué un papel doblado en cuatro partes iguales, lo aprecié por unos segundos antes de entregárselo a mi amigo.
Derek no tarda en tomarlo y desdoblarlo como cual chismoso.
Su mirada no expresaba asombro. Él lo sabía, todos lo sabían y yo fui el último en enterarse. Es mi condena por no haber indagado sobre la verdad junto a ella.
Ojalá tuviera una oportunidad de retroceder el tiempo para corregir mis faltas. Y como eso es prácticamente imposible, lo que ahora tengo que hacer es enmendar mis errores.
―De donde...
―Soraya me lo entregó esta mañana, luego de que... me encontrara con la triste realidad.
Derek apartó la vista de los resultados y me escudriñó con sus ojos verdosos.
―Andy volvió a Italia, no murió ¿entiendes verdad? Ósea que nada es triste aquí, solo tu apariencia―bromeó, curvando una media sonrisa―. Ven aquí, tarado enamorado y arrepentido.
―Idiota―susurré antes de dirigirme hacia él y estirar mis brazos a su alrededor, para después palmear su espalda.
―Al fin estás de vuelta Aidan―dijo, apretando mi hombro y sacudiéndolo un poco.
―No, aún no estoy del todo de vuelta.
― ¿Cómo es eso? ―Inquirió confuso, dando un paso atrás.
―Aún tengo que disculparme con los demás. Contactar a Víctor y hacer lo posible para que me perdone, pues lo abandoné cuando ReyD estaba traspasando por una gran oportunidad. Tengo que hablar con mi madre, intentar reforzar nuestra unión madre e hijo y sobre todo... ―suspiré―, tengo que encontrar la forma de llegar a Andy. Quiero recuperarla. Una vez cumpla con todo lo planeado, volveré a ser Aidan, de lo contrario, solo soy un vagabundo dispuesto a recuperar todo lo que perdió.
―A mí me tienes contigo, perra―levantó la mano, como si hubiese pedido voluntarios.
Una ronca risa cosquillea en mi garganta y escapa entre mis labios.
Extrañaba a este tipo.
―Espera un momento ¿qué harás con tu padre y la mentirosa de su esposa?
Su pregunta no alteró mi sistema nervioso, ni me va a obligar a dar marcha atrás el solo hecho de pensarlos.
―A la basura es mejor tenerla lejos, podría atraer enfermedades―sobre todo emocionales.
Derek hizo una mueca y le proporcionó breves palmadas a mi hombro.
―Suerte con todo lo que te propones. De más está decir que cuentas conmigo en todo lo que necesites.
Asentí orgulloso y aliviado. Que Derek y mi nana Soraya estén de mi lado me fortifica. Claro que estimo ganarme el perdón de los demás, incluso el de mamá, pero tengo bien en cuenta que todo a su tiempo. Si me dejo llevar por la ansiedad, voy a terminar estropeándolo todo o, inclusive, empeorándolo.
Las cosas serán diferentes a partir de ahora. No iré a pedirle explicaciones a Harry, mucho menos a Barbara, es mejor tenerlos a distancia. Lo importante ahora es buscar y recuperar todo lo que, por cobardía, perdí.
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Updated 45 Episodes
Comments
Alba Hurtado
por pendejo por no averiguar ,
2022-08-15
1
Lala González
demaciado tarde
2022-08-14
2
Sandrith Leiva
se repitieron los capítulos estos son los últimos capítulos de la primera parte 😔
2022-05-05
1