Mi primer dia de clases fue terrible, dada mi personalidad distraída y retraída. No puse atención a las instrucciones iniciales y me encontraba perdida en un mar de chicos que parecían adultos. Yo parecía una niña perdida en un mundo maduro: mujeres usando maquillaje, tacones de punta y bolsos caros, caballeros con portafolios y traje sastre. Todo ello debido a que la mayoría trabajaba ya activamente en despachos, oficinas o bancos. Yo ese día
llevaba tenis.
Batería 10%.
La escuela, los estudios y las tareas, para eso si me consideraba buena. Nunca dije abiertamente que era “ñoña” pero dentro de la descripción que la palabra engloba al parecer yo encajaba perfectamente en la representación.
Este era mi mundo ahora, mi oportunidad para alcanzar la felicidad.
¿Es eso realmente la felicidad?
Una punzada en mi corazón me advirtió del poder de esa pregunta: Realmente no lo sabía. Nunca me enseñaron a ser feliz, únicamente me indicaron como podría llegar a obtener independencia económica que eventualmente podría traducirse en felicidad.
¿De verdad quiero ser feliz? ¡Claro! ¿Quién no querría? Es lo que todas las personas buscan, pero los medios para obtenerlo, los caminos para alcanzarlo se distorsionan y se desvían de la búsqueda de tan preciada meta.
Sin notarlo me encontraba en la antesala de una cascada de acontecimientos que me harían reflexionar tanto sobre esta cuestión. Al final de toda la tormenta, me daría cuenta de que esto que yo tanto anhelaba ya existía dentro de mí y que no era una meta sino un estado interno personal.
¿Cuánto hay que sufrir para entenderlo? ¿Por qué yo? ¿Era necesario tanto sufrimiento? ¿Cómo hubiera sido de no haber ocurrido? ¿Podría haber habido otra solución? Son preguntas que aun hoy y de vez en cuando me hago.
Había elegido estudiar la carrera de administrador, no es que las finanzas me enloquecieran, sino que para ese entonces y analizando mi situación era la única carrera que me permitiría trabajar, estudiar y conseguir un empleo fácilmente al graduarme. Al menos esa era mi perspectiva, en ese entonces. Mi objetivo era entrar al campo laboral tan pronto como me fuera posible y ayudar a mi familia.
¿Quién me salvaría a mí?
Un susurro me hablaba desde el fondo de mi corazón. ¿A qué barco me voy a aferrar en este océano de inextinguibles turbulencias? La verdad es que mi interior se siente tan vacío.
Batería 9.55555555555%
(Un chocolate)
Batería 10%
Perdí dos clases tratando de ubicar los salones de clases, en realidad el lugar no era muy grande, simplemente mi sentido de ubicación era pésimo. En la entrada había tres edificios enormes de 3 pisos cada uno, el primero era la biblioteca y los subsecuentes eran llamados edificios A y B. El último de los edificios era llamado la “escuelita” un sencillo edificio de dos pisos y bastante deteriorado. Cuando finalmente llegue al salón de clases, ya todos los alumnos habían ocupado los lugares más preciados: los que estaban al fondo.
Solo quedaba un lugar al frente del salón de clases, un asiento a un lado de una pareja de chicos que ya platicaban animosamente de todo y nada. Estaban tan inmersos que no notaron mi presencia, ni siquiera se inmutaron. Pero el resto de la clase abalanzó sus ojos en mí. Los entiendo. Yo misma soy una constante interrogante para mi mente. Sin que hubieran dicho una sola palabra, mi mente ya estaba formulándose cientos de reparos y censuras que yo sentía que dirigían hacia mí:
“¿Cómo puede venir en tenis?, esto no es la escuela secundaria, ¿primer día ya llegaste tarde? Seguro se le pegaron las cobijas, tiene cara de niña, su ropa no es nada bonita. ¿Ya viste su cabello alborotado?”
Los ojos inquisidores de mis torturadores me siguieron hasta que me senté. Mi cara para ese entonces ya estaba muy roja. Sin embargo, una vocecita tintineante me hizo salir de mi lamentable transe:
- ¡Hola! Soy Elvira. ¿Cómo estás? ¿Cómo te llamas? Él es mi amigo Diego. ¿Por qué llegaste tarde? ¿Quieres que te pase los apuntes de la clase anterior? ¿De verdad estas en la universidad? ¿Qué edad tienes? ¿De qué preparatoria vienes? ¿Te gusta el chocolate? ¿Quieres? ¿Dónde vives? ¿Vienes en autobús? ¿Nos podemos ir juntas? ¿Qué música te gusta? ¿Tienes novio? ¿Cómo es tu familia? ¿Ves televisión? ¿A dónde fuiste de vacaciones? ¿Te resulta fácil confiar en alguien? ¿Te gusta leer? ¿Qué libro leíste? ¿Perros o gatos? ¿A dónde vas en tu tiempo libre? ¿Tienes hermanos? ¿A quién le tirarías un globo de agua? ¿Cuándo es tu cumpleaños? ¿Te gusta cantar? ¿Qué es lo que más te gusta de tu vida? ¿Dónde tienes cosquillas?...
- ¿Qué? - mi respuesta sobresaltada a su última quisquillosa pregunta.
Yo sentía que esta señorita enfrente de mi hacía preguntas a la velocidad de la luz, las lanzaba una por una casi sin que yo pudiera pensar en ellas. Como un interrogatorio, ¡sí! como un interrogatorio policial.
Ella quería saber todo de mi para saber si podría confiar y yo honestamente no tenía tantas ganas de hablar.
Las personas que son tan brillantes y alegres me inhiben. Pero su insistencia y su tono dulce de preguntar terminaron por mi minar mis barreras. Por más que yo quisiera pasar desapercibida en esta inmensidad de jóvenes aprendiendo a ser adultos yo tendría que involucrarme, aunque fuese un poquito con ellos. Así que agradecí el hecho de que fuese ella y no yo quien estuviera dando el primer paso. Sin embargo, estaba en el punto de realmente despedazar mi paciencia.
La chica a pesar de ser tan inquisitiva no era muy bonita, tenía el cabello obscuro lacio y largo muy largo. Me sorprendió que ella usara el cabello tan largo a diferencia de mi media melena. Usaba lentes de mediana graduación, que combinaban con unos ojos pequeños y ojerosos, Era muy delgada. Si yo sentía que estaba muy delgada ella estaba en extrema delgadez, honestamente pensaba que estaba enferma. Tenía la nariz aguileña y un tono claro en su piel pareciendo ser inclusive amarillento. Puntos positivos: tenía una risa agradable y era muy amable.
Diego era el chico que se sentaba aun lado de ella, era igual de brillante y amistoso que ella. Era muy simpático y amable. Si Elvira me parecía radiante, Diego desplegaba un aura increíblemente agradable y transmitía mucha confianza. Curiosamente tenía muchas cosas en común con él, sin embargo, las diferencias y similitudes no parecían ser un problema para él, por que poseía una increíble capacidad de adaptarse a cualquier conversación fuese con quien fuese.
De pronto lo veías platicando con alguien fuera del salón, otro tanto con jóvenes de otro escritorio, con chicas, chicos, profesores. Me sorprendió mucho la humildad y sencillez que Diego desplegaba. Para mi personalidad tan rara y flemática, él era un chorro de agua tibia que calentaba mi frio corazón.
Diego no era nada atractivo, no era más alto que yo. Tenía la cabeza muy grande y el cabello negro, nariz grande y redonda. Ojos pequeños y la tez clara. Finalmente, sus pocos atributos físicos podrían ser pasados por alto debido a su personalidad tan encantadora.
Con el tiempo las alianzas y amistades se establecieron, las dos señoritas que siempre acompañaban a Diego estaban riendo. Siempre al borde de la carcajada. Visto a la distancia parecían ser los mejores amigos. Había muchas personas que siempre nos preguntaban si nosotros ya nos conocíamos desde antes y lo sorprendente era observar que llevábamos tan solo un par de meses de conocernos. Íbamos a desayunar, a la biblioteca, trabajábamos en equipo, etc.
Batería 50%
Nos entendíamos no solo en lo escolar sino también en lo personal. Aunque nuestras familias eran diferentes, ellos venían de un entorno más sano que el mío. Cuando me tocaba hablar a mí del pasado o de mi familia yo prefería salir con otro tema para evitar exponer mis sentimientos.
Con el tiempo me di cuenta de lo afortunada que había sido, agradecí enormemente que lo que parecía iba a ser una tormenta en mi vida, había resultado ser una dulce y grata experiencia de mis días de universitaria, al lado de mis amigos, con los cuales me sentía en confianza y a gusto.
Un dia, llegué tarde a clases, y no encontré ni a Diego ni a Elvira en el salón. Se me hizo muy raro que no me hubieran dicho nada. Al finalizar esa clase salí de la “escuelita” los busqué y los encontré cerca de una de las jardineras del patio principal.
Abrazados.
Ella había hundido su cara en el pecho de él. Y él la sostenía firmemente con sus brazos alrededor de su torso. Estaban en inmersos en una atmosfera por demás íntima y personal, alrededor de ellos dos no había nada más que ellos. Todo ello a pesar de estar en un lugar tan concurrido.
Por un momento sentí como si estuviera husmeando en la privacidad de dos amantes, me sorprendió mucho la escena y sentí vergüenza, me fui inmediatamente pues no quise interrumpirlos. Posteriormente los volví a encontrar justo antes de entrar al salón de clases.
Ambos estaban muy serios y cabizbajos, casi como si hubieran llorado. Yo no quise preguntar nada, pero la duda y la curiosidad me estaba comiendo por dentro. Finalmente, Elvira fue la que habló primero y dijo:
-Rompí con mi novio.
-Ahh - fue lo único que se me ocurrió decir.
A veces suelo decir cosas por convivir, pero ¿no es eso más grosero? Luego recompuse mi discurso, no era posible que yo fuera tan fría con alguien que había sido tan dulce y amable conmigo.
– ¿Y eso es definitivo? - le pregunté
- Si- murmuro ella. - Realmente ya no hay nada que se pueda hacer\, él ya tomo una decisión. – Concluyo con una mirada triste y vacía.
-Entonces tal vez quieras ir a tu casa para descansar y pensar. – Le dije, tratando de buscar una forma de reconfortarla.
- ¡NO! – exclamó rápidamente. - En mi casa me sentiría peor. Me alegra mucho que los tengo a
ustedes aquí para poder platicar y distraerme de lo que sucedió. - Recompuso con una leve sonrisa en la boca.
Sin embargo, ese dia (como todos los demás), yo tenía que irme a trabajar. Dejé a esos dos una vez más abrazados, unidos por un tierno lazo invisible y delicado el cual se podía ver incluso a la distancia, una unión la cual iba más allá de la amistad o la fraternidad. Tal vez yo era muy inocente en los temas del amor y cualquier muestra de afecto me aparecía una prueba de cariño entre dos amantes, no obstante, dejado de lado cualquier prejuicio, esa escena me parecía por demás conmovedora.
En ese momento yo tenía la certeza que mis amigos habían caído irremediablemente en las fuerzas gravitacionales del amor. Sentía como a pesar de que no se trataba de mí, una sensación extraña y suave calentaba mi corazón. Gracias a mis amigos yo podía ver, aunque fuese a la distancia, como era el amor entre dos enamorados.
Después una sensación de vacío lleno mi corazón. Un sentimiento obscuro y maldito que hacía meses no había sentido. ¿Por qué yo no podía sentir amor? ¿Amar y ser amada? ¿Estoy tan rota y mi vida es tan abominable que nunca podré amar?
Sacudí mi cabeza rápidamente para eliminar todos esos sentimientos de tristeza que me empezaban a embargar.
Gracias a mis amigos yo había encontrado paz y armonía, yo quería mantenerlo así.
Batería 70%
"A mi yo del pasado, la que está aquí de pie enfrente de ti, la que ya dejó las huellas para que vayas tras de mí. La que ya vivió lo que tu no. La que ya sufrió y amo. Tu yo más dispuesta y consciente. Quiero decirte que no debes ponerte triste por el amor. Los tiempos y las personas fueron puestos para ti desde antes de que tú lo hubieras planeado o imaginado. Confía en ti y sigue adelante con tus sueños. Lo que buscas pronto llegará a ti, pero debes seguir resistiendo. Las pruebas de tu resistencia aún no se han terminado. Cuídate de los que hoy admiras, a los que hoy amas que se muestran como ángeles porque en el mañana serán tus demonios, tus villanos”
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