¿Un enamorado?

A la mañana siguiente todos fueron reunidos en la sala de conferencias del barco, el cual estaba adaptado para trabajar pues incluía mesas, ordenadores y sillas.

Las paredes eran blancas al igual que las sillas a excepción del piso y la gran mesa las cuales eran de madera.

Una parte de la pared era de cristal por lo que podían ver el mar para relajarse.

Cada uno fue tomando asiento conforme llegaron.

Vio tres hombres en total incluyendo al líder del trabajo y una chica más.

A primera vista les pareció personas amigables pues sonrieron al presentarse.

Este equipo parecía impregnar la sala de buena vibra y eso le gustó. Alterarían su magia si pasaba el tiempo con personas de cara larga y mal temperamento.

La preparación para zarpar fue tediosa y al mismo tiempo emocionante por las personas con quienes empezaban a convivir.

Alzó la vista para hacer uso de esa ventana que daba al mar.

Desde aquí podía ver también esas Islas que aún eran unos pequeños puntos, y hacia el cual no tardarían en arribar.

Para los demás esto era un gran trabajo para ganar prestigio en su área, pero para ella era mucho más que eso.

Sabía que cada objeto con enorme valor histórico para la humanidad era también un recipiente contenedor de magia.

Magia que debía mantenerse alejado de todo ser humano por su bien o podían enloquecer por la falta de esperanza o luz como le cómo le solían llamar ellos en su clan.

Aquí entraba ella, su tarea era recolectar la magia que encontrará para evitar estos accidentes y llevarlo a su mundo para fortalecer la barrera que tenía alejada a la oscuridad.

Requería al mismo tiempo mantener su mente libre de emociones por medio del dominio que había aprendido de sus mayores.

Si llegaba a alterar este equilibrio sólo atraería el peligro.

Sabía el desafío que conllevaba estar aquí encerrada con seres que experimentaban emociones que para ella podían ser su destrucción, y no sólo de ella si no que podía alcanzar su mundo por ser una pieza importante dentro del eslabón.

Miró al líder, así que se llamaba Alejandro Cruz.

Le pareció un buen nombre, como si encajara bien a su aspecto físico.

La chica que se había presentado como María Pérez estaba muy cerca de él.

Sería que fueran tal vez novios, tenían tanta cercanía que los envidio o puede que fueran celos.

Otra vez estaba experimentando extrañas emociones.

La noche había llegado después de estar prácticamente todo el día en la sala con los detalles del viaje, cada uno se fue despidiendo.

Los chicos trataron de ser el último de entre ellos, para despedirse de ella como si quisieran toda su atención para el final.

Le daba gracia las miradas que le lanzaban ¿acaso no había muchas humanas con su físico?

Casi terminó yéndose al final después del líder y la chica.

Al parecer él mantuvo su vista lejos de ella este día, ¿sería que era por la chica?

La bruma del mar cayó envolviendo el barco, ella recorrió los pasillos como una sombra, con su característico aire felino.

Aún seguía pensando en ese humano interesante, pero se dio cuenta de algo; aquella chica podría ser su novia, no había otra explicación por cómo la trataba.

Fue algo extraño las emociones que experimentó con ellos cerca.

No supo identificarlos en un principio, así que estuvo un buen rato comparándolos con sus archivos recopilados de todo el mundo.

Su confirmación la descoloco, provocándole una agitación sobre el pecho; no podía creer que le gustará aquel hombre, recordó cierto pensamiento que había tenido en su primera conversación al conocer su personalidad "yo querría a un hombre así", lo cual sólo reafirmaba su emoción.

No era fácil estar con un humano, menos si éste ya había entregado su corazón a otra, entonces ya no habría esperanza.

Era duro ser consciente de esa posibilidad.

Esta misión sería mucho más complicada de lo que aparentaba y eso que apenas llevaba poco tiempo.

. . .

Durante los siguientes días siguieron la misma rutina: preparar papeles y más papeles.

¿Es que acaso nunca se acababan?

Pensó para sí mientras tomaba unos para revisión, casi le dio un tic nervioso.

Ella no había tocado tanto papel en su vida salvo la de su identificación.

Los otros parecían cómodos en lo que hacían, era un misterio para ella su método usado.

Empezaba a pensar que tal vez si fuera cierto que lo de campo era lo mejor, aún así, no le faltó ayuda por parte de los demás, sobre todo de los otros dos chicos.

Con el líder era otra historia.

A veces su exigencia le irritaba, pero cuánto desaparecía todo el día comenzaba a añorarlo.

Qué diablos estaba pasando con su mente, no podía estar siempre pensando en él.

¿porque no podía dejar de mirarle? No es que fuere adonis físicamente, eso debía hacerle desistir.

Decían que las chicas eran superficiales pero aquí no aplicaba.

Si no que era su forma de ser lo que la atraía una y otra vez.

Tenía ese algo que aún no lograba identificar, era fácil de darse cuenta si lo comparaba con los otros chicos, mentira, con otros cientos de chicos más.

El brillaba por sí mismo en donde estuviera.

Y al mismo tiempo que ella tenía sus ojos en el líder alguien más tenía sus ojos por completo en ella.

Podía percibirlo en la forma de tratarla, no es que le molestase la atención, sólo que detestaba verse acorralada o que apareciera por cada pasillo que iba.

Aquel tipo casi se veía desesperado, si pudiera asustarse fácilmente ya lo habría hecho.

Era más agradable quedarse al lado del chico que sólo se la pasaba bromeando con ella, sin intentar nada más.

Las horas de la comida era entretenidas, porque todos se relajaban y bromeaban al tener la suficiente confianza del otro.

No tardaron en integrarse los que eran nuevos en el grupo, es decir ella y el chico bromista: Gustavo Altamirano.

Nunca habrían pensado en tener una comida así, pues en su mundo no se hacían ese tipo de cosas que fomentaran a tener emociones, no se podían permitir tanta fluctuación.

Ella estaba tomando calmadamente su papel de chica tímida, al mismo tiempo requería espacio para ser ella misma.

No es que no pudiese mantener su perfil por mucho tiempo, era lo estresante del papeleo, que era tan pesado.

Sólo quería noches para disfrutar a sus anchas su verdadera identidad, libre de ojos humanos que no comprendiera y sólo saldrían huyendo.

Por eso los mayores decían que los jóvenes eran un peligro.

La habían visto en una ocasión anterior, cuánto planeaba ligeramente a poca altura con su frondoso y corto cabello negro al igual que sus ojos, su tez de porcelana, y sus finas curvas que complementaban su disfraz del momento, eso no impidió que un humano la viera más normal, porque se quedó un rato quieto tratando de entender lo que su mente veía y después salió corriendo.

Cuando la volvió a ver el pareció reconocerla y se puso a temblar.

Vaya impresión que le había dejado al pobre aquella vez.

Casi pensó en marcharse del barco por el tipo de rutina al que se sometían.

Pero no era una opción irse sin terminar, se lo debía a sus mayores.

Dos semanas tuvieron que pasar para el fin zarpar hacia las Islas y no sabía si debía reír o llorar.

;)

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