Cuando entramos, lo primero que vimos fue el recibidor que era bastante amplio y con una decoración clásica respetando la antigüedad del castillo, cuando entré creí que me recibirían como si fuera una criada, pero realmente fue muy distinto, en mi bienvenida se encontraba la ama de llaves Carlota Campbell, el mayordomo, Victor Glenn, seguido de algunos miembros de la servidumbre con más antigüedad en la casa.
— Señora Campbell, señor Glenn, ella es la señorita Elisa Jacobs, ella será la segunda médico y se encargará de la salud de todas las damas que atienden al señor Gunn y parte de la servidumbre de este hogar, por favor hagan que se sienta cómoda y como en su casa. Señora Campbell, por favor acompañe a la señorita a su habitación — ordenó William con mucha naturalidad.
— Si señor — dijo mirándome con un gesto amable.
— Pero no tarden mucho, el señor no tarda en llegar a casa y quiere que todos estén listos para recibirlo — dijo con una etiqueta impecable.
— Señorita, acompáñame para que puedas refrescarte, tienes que estar impecable para cuando el señor llegué — dijo con una expresión de tranquilidad.
No pude evitar recordar cuando mi madre me recibía de la escuela justo antes de que llegara mi padre a casa, por qué sí, teníamos que estar impecables para cuando el señor llegase.
— Si señora — solo obedecí.
— Me alegra que hayan traído a una mujer educada y madura, creo que así no tendré muchas cosas que enseñarte —
Seguía hablando como si de verdad creyera que estaba aquí por mi voluntad, aún que todos en esa casa sabían que cuando llegaba una mujer aquí, no era precisamente por voluntad propia, me preguntaba si a ella también la habían traído a la fuerza o con engaños como a mí.
— ¿Este es mi cuarto? — pregunté sorprendida al ver tan bella e iluminada habitación.
— Así es y espero que sea de su agrado ya que al señor Gunn no le gusta que le hagamos cambios a su casa — dijo en tono de advertencia pero sin tratar de asustarme.
— No tengo problema de hecho es bastante linda y acogedora — y de hecho si lo era.
— Me alegro, entonces te dejo, regresaré en diez minutos, tu ropa está en aquel closet y el vestido que está sobre la cómoda es lo que te pondrás el día de hoy para recibir al señor Gunn, igualmente los zapatos los dejo a tu consideración y están en aquel estante, ¿correcto? — dijo con una sonrisa en su rostro.
— Si gracias, estaré lista en menos de cinco minutos — trate de responder de forma amable y no sonar muy forzada.
— Escucha, yo sé que puedes estar asustada yo también lo estuve cuando llegue aquí — me confirmó lo que ya me imaginaba — Pero... si eres del agrado del señor y cumples con tus tareas al pie de la letra, podrás ganarte la confianza del señor —
Ella trató de reconfortarme pero realmente no podía dejar de pensar en como en tan solo dos días había perdido todo, en ese momento solo pude sonreír para agradecerle el gesto que ella estaba teniendo conmigo.
— Te daré un consejo — tomó mis manos — No cometas los mismos errores que han cometido muchas al llegar aquí, tu solo haz tu trabajo, sé una mujer leal y todo saldrá bien para ti... Me voy, regresaré por ti en unos minutos, permiso —
Se fue dejándome completamente sola, pero decidí que esto no me iba a derrotar y para ser sincera la señora Campbell me dió la esperanza que tanto buscaba, por qué quizás y solo quizás pudiera ganarme el beneficio de ver a mi hijo o por lo menos mandarle algo de dinero para que puedan vivir bien, así que me dispuse a cambiarme de ropa por ese vestido que me habían indicado, realmente no era nada fabuloso pero era un lindo vestido en color crema y con un corte muy elegante, era discreto y nada provocativo, podría decir que hasta aburrido, abrí el estante para elegir mis zapatos y solo había cuatro pares: color crema, blanco, negros y rojos, ¡siiii rojos!, eran preciosos y estaba muy tentada a usarlos, además, si por cualquier nimiedad podían lastimarme pues que sea por una razón que verdaderamente disfrute, aparte ese vestido era muy aburrido como para elegir unos zapatos igual de aburridos.
Después de un rato la señora Campbell tocó a mi puerta y yo abrí, ella me vio de cabeza a pies quedando algo aturdida con mi elección pero sólo se limito a sonreír y pedirme que la acompañara. Cuando llegamos al recibidor ahí estaban los mismos empleados pero había una hilera de cinco señoritas, bastante lindas a decir verdad, se veían de entre unos veinte o veinticinco años, con rostros muy dulces y figuras delgadas pero muy bien formadas (compañeras), el señor Glenn nos llamó a todos para salir a recibir al señor Gunn.
— Salgan todos por favor, señorita Jacobs usted estará a un lado del doctor Anderson quien es el médico del Señor Gunn, señorita por favor —
Él me indicó mi lugar, que de hecho era bastante preferencial, me di cuenta de que la señora Campbell tenía razón y tal vez yo podría conseguir buenos beneficios si hacía bien mi trabajo. Al fin y al cabo solo venía como médico de la familia, ¿no?.
Los minutos pasaban y yo sentía como si mi corazón intentará salirse por mi boca, realmente latía con una rapidez impresionante, pero algo captó mi atención y era el hecho de que las chicas estaban muy emocionadas por la llegada de este sujeto como si se tratara del sultán de sultanes, era exasperante saber que estás chicas lo idolatraban como a un dios, entre su cuchicheo por su llegaba se alcanzaba a oír como hablaban de mí entre dientes.
— ¿Ya viste los zapatos que está usando? — dijo Angela una de las chicas más jóvenes del grupo ella era dulce e "ingenua", o al menos eso era lo que hacía creer ya que a mí parecer fingía bastante bien para agradar, me percaté que tenía que mantenerme muy atenta con esas chicas.
— Si ya la ví, esperemos y el señor Gunn no se percate de tan desatinada elección — dijo la mayor de todas en un tono bastante despreciativo.
Ella era Addison era la abeja reina del lugar y como no, si era la favorita del señor Gunn, era "especial", ella era la que más libertad tenía, incluso tenía el beneficio de salir de la mansión con solo pedirlo, era engreída y superficial pero bastante culta.
— Debemos ser sinceras Addison, el señor se puede fijar en todo menos en nuestros pies, él... no tiene esos fetiches, aparte es su primer día y es médico apuesto a que no sabe mucho de etiqueta y para serte sincera se le ven bastante lindos con ese vestido hace un buen equilibrio — dijo la siguiente a Addison, Catalina.
Ella era la más inteligente de todas y se mantenía al margen de las habladurías, además, era a quien el señor Gunn más le tenía confianza.
Así continuaron hablando hasta que el señor Glenn las silenció, nadie tenía más autoridad sobre la casa y sus decisiones como ese sujeto, era un hombre mezquino y muy orgulloso que sin duda alguna era capaz de entregar la cabeza de alguien con tal de salvar la propia y su autoridad solo lo superaba obviamente el mismísimo señor Gunn.
— Dejen de parlotear, vuelvan a sus lugares y mantengan la postura, deben por lo menos actuar como si fuesen unas damas, no como una vulgares criadas, y... ¿tu? — mirándome con frialdad — ¿Cómo se te ocurrió usar esos zapatos?, son horrorosos — más horrorosa era su cara, pero en fin — ¡Carlota!, ¿acaso no acompañaste a esta mujer a cambiarse de ropa? — tratando de retarla.
— Victor tranquilízate es su primer día, dale un poco de libertad — uy si libertad... si como no — Además, tú sabes que ella no viene como criada, ¿por qué no te relajas tomas tu lugar y hacemos lo que hemos hecho por tantos años?... nuestro trabajo — respondió tranquilamente mientras fijaba su mirada al frente y erguía su espalda, ahora sabemos quién llevaba realmente las riendas de esta casa.
— Muy bien mujer, pero si Phillip me interroga por tan desagradable elección, te culpare a ti, ¿Estás de acuerdo? — dijo levantando su ceja.
— Sí, sí, Victor, no te estreses, si el señor pregunta le diremos que yo la autoricé a usar esos zapatos, ¿contento? — dijo en tono burlesco.
Transcurrieron tan solo dos minutos hasta que un criado hizo una señal... ya había llegado.
El auto se detuvo a tan solo dos metros de nosotros, mi corazón de poco en poco aceleró su latido, realmente no entendía por qué estaba tan alterada, incluso por un momento sentí que me desvanecía pero no tenía tiempo de eso por que cuando sentí que caería desmayada, la puerta del coche se abrió y de el salió ese estúpido paciente, sí, ese enorme caballero de algunos dos metros de altura que había atendido hace un par días.
Fue ahí cuando realmente entendí todo... tal vez mi excentricidad, nula tolerancia al desacato y completa falta de empatía al autoritarismo era lo que me tenía en ese lugar, yo misma guíe mi destino hasta esa casa y lo hice solo llamando un poco su atención, tal vez esa era su manera de elegir, al parecer él simplemente tomaba lo que quería, siempre buscaba una cualidad especial ya sea la dulzura, la belleza o la inteligencia, si había algo que llamara su atención ya sabían cómo terminaría todo.
No pude evitar verlo con tanto rencor como si de un monstruo se tratase, lo odiaba quería saltar en él y descargar toda mi furia contra él... pero se me adelantó.
— Valla, llegaste primero que yo — dijo con total tranquilidad e ignorando a todo el mundo a nuestro alrededor — Espero hayas tenido un buen viaje — seguía hablándome.
— ¡Mujer contesta que te está hablando el dueño de esta casa! — me habló con severidad el señor Glenn.
— No te preocupes Victor, dentro de poco se adaptara a nuestras costumbres — dijo tomando otra dirección — Todas lo hacen, ¿no es así? — dijo acercándose a Addison y abrazándola.
— Por supuesto señor — respondió con sumisión el abrazo.
— Me alegro que haya vuelto señor, realmente extrañamos su presencia en esta casa — dijo Catalina mirandolo con tranquilidad mientras el besaba su mano.
Su semblante era distinto ya que realmente se notaba que ella sentía un verdadero cariño y respeto hacia él.
Seguido de eso con una mano acaricio el rostro de Ángela y le dió un beso en la frente, ella solo lo abrazo con fuerza y expreso lo mucho que lo extrañaba (claro extrañaba no hacer lo que Addison decía).
Y así saludo a sus otras dos chicas que eran las más jóvenes y las que menos tiempo llevaban aquí, se notaba a kilómetros quienes eran sus tesoros más preciados.
Él no dejaba que nadie les hiciera daño así que tenía que tener a gente de confianza para cuidar de ellas, lo que me lleva a preguntar, ¿que habrá pasado con la médico anterior a mí?, y, ¿acaso puedo llegar con la misma suerte que él o ella?.
Cuando pensé que ya había terminado su desfile de bienvenida y se disponía a entrar a la casa, se paró frente a mí y sin siquiera mirarme a los ojos me dijo.
— Te espero en mi despacho — miró su reloj — En veinte minutos... por cierto — mirando hacía el suelo y regresando a encender su puro — Lindos zapatos no esperaba menos de ti, excelente elección — terminó con media sonrisa y se fue.
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Comments
patry
🙃🙃🙄🙄🤪
2023-08-01
0
patry
🙄🙄🙄🤪🤪🤪
2023-08-01
0
Laura Nicky
🤣🤣🤣🤣🤣buenisimo
2023-03-19
0