Para Ángel, la división entre día y noche se ubicaba en el preciso momento en el cual su habitación era invadida por la oscuridad. Dado que vivía en la azotea de la casa de sus padres, estos fenómenos resultaban perceptibles. Sabía antes que nadie cuándo llovía, cuándo hacía frío, cuándo hacía calor, cuándo había neblina y, en este caso, cuándo oscurecía.
Pero todo su conocimiento se basaba en impresiones. No sabía algo hasta que lo sentía, ignorando completamente sus efectos al rato. Su atención siempre estaba dirigida a la pantalla del monitor, después de todo.
El nuevo juego Americans era insuperable, o eso creía al menos. Se había estrenado el 5 de enero junto a otros títulos; pero debido a que los puzzles, los juegos de aventura y rol lo habían decepcionado, decidió comenzar con el único estrenado en su género.
Si se hubiera tratado de un chico común y corriente, los síntomas de ludopatía habrían golpeado fuertemente en sus hábitos y en su entorno familiar. Pero Ángel tenía problemas desde incluso antes de ser mayor de edad. En ese punto, daba igual lo que jugara. No había ningún solo videojuego al cual culpar.
Sin embargo, aquella sensación intensa de dependencia, que había experimentado al inicio de TODO, reapareció con Americans. No había nada más en su mente que ese juego. Cada vez que entraba a alguna red social para leer novedades sobre la industria o ver alguna transmisión de su jugador favorito, sentía la necesidad de cerrar todo y jugar.
Incluso su afición de escribir historias de terror en cierta plataforma virtual había sido dejada de lado. Teniendo en cuenta que nadie lo leía, no era necesario en realidad un gran obstáculo.
Apenas soportaba alejarse de Americans cuando bajaba al primer piso para traer su comida o ducharse. Aun en el baño, jugaba varias partidas desde su celular.
Pero hubo momentos en los que tuvo que separarse de él bastante tiempo, como era de esperar. Cuando ello ocurría, el pecho se le contraía de una manera incontrolable, empezaba a transpirar y no podía mantenerse quieto por más de cinco segundos.
Solo conseguía calmarse al estar cerca de su habitación.
La única parte del día en la cual la necesidad de jugar no lo atormentaba era cuando tenía que dormir. La ansiedad lo abandonaba por completo. Sentía que las cadenas del mundo lo soltaban y dejaban a su suerte. Se generaba un ambiente propicio para relajarse.
Sin embargo, la realidad era diferente. Cuando su mente se vaciaba de Americans y todas aquellas cosas en las que malgastaba su tiempo, la ansiedad se convertía en miedo.
¿Quién era Ángel? ¿Quién era a fin de cuentas?
—Soy un perdedor de mierda, mantenido por su madre y su padrastro. No estudio ni trabajo. No hago nada productivo en mi vida, no aporto ni una sola moneda en la casa, solo genero gastos. Ni siquiera sirvo para conseguir dinero jugando. No tengo nada que ofrecer, nada interesante. Carezco de disciplina, de perseverancia, de carisma. No puedo ser un maldito jugador profesional ni un jodido streamer egocéntrico. Soy una completa basura. Merezco morir. No merezco recibir amor.
Cada noche, minutos antes de conciliar el sueño, Ángel se repetía las mismas palabras. Recordaba el camino que había recorrido y trataba de ver a dónde llegaría. Estas imágenes creadas por él mismo lo aterraban. Sobre todo, el amargo final en el que desembocaría.
—Probablemente, ellos se cansen de mí muy pronto. Soy mayor de edad. No estudio ni trabajo, así que no están obligados a seguir cuidándome. Me botarán como si fuera una bolsa de basura, no, como la bolsa de basura que soy. Ni siquiera ella podrá tolerarme un segundo más. ¿Qué será de mí? Debería buscar trabajo. Sí, debería. Pero... ¿en qué momento jugaré? ¿Dónde lo haré? ¿Dónde viviré? ¡Es mi fin! Estoy perdido, maldición.
Su cara se llenaba de lágrimas y su garganta se sentía tensa. A pesar de que no creía fervientemente en él, le rezaba cada día para encontrar la luz que lo guiara por el camino correcto.
Un camino que no tenía el valor de recorrer y, por lo tanto, nunca lo llevaría al lugar que él quería. Como todas las noches, se paraba el inicio de este solo para apreciar la posibilidad.
—¿Qué pasaría si decido acabar con todo? Dudo mucho que sea la única persona en haber deseado ser alguien importante. Pero... si todos fuéramos importantes, ¿qué sentido tendría serlo? Algunos simplemente mueren en el camino, ¿verdad? No tengo por qué ser recordado como una gran persona después de que me vaya.
Luego de sonreír con alivio, su cara se deformaba motivada por el dolor más profundo de su memoria.
—Pero... no quiero ser recordado tampoco de esa manera. ¡No quiero que se rían de mí por ser un cobarde! ¡No quiero que le echen en cara a mamá la mierda de hijo que fui! Sería horrible que el fin acabara resultando más estúpido que mi propia vida.
En este punto, secaba sus lágrimas con el antebrazo. Su dolor era gradualmente reemplazado con el sueño más profundo. Y colocándose de costado, sostenía con fuerza su frazada, llenándose de valor.
—Tal vez sería mejor si abandonara este mundo junto a mi familia. Ellos ya están viejos; no les falta mucho de cualquier forma. Dentro de unos meses, vendrá mi hermana con mis sobrinos, así que puedo llevarlos también. El mundo me vería de una forma menos humi...
Independientemente de las palabras que usaba o el ánimo de la respectiva noche, siempre hacía una pausa larga después de su confesión inmoral. Parecía que olvidaba esta conclusión al inicio de cada mañana.
—No, tampoco me gustaría ser recordado como un asesino. Es cierto, solo yo recibiría la culpa; pero ¿qué sentido tiene ser el malo de la historia? Voy a tomar una decisión pensando en todos, no solo en mí. No lo merezco.
Al borde del sueño, unas palabras sueltas, que se alojarían en algún rincón de su cerebro, fueron pronunciadas por primera vez. Esas palabras contenían cierta liberación para su alma, cierto alivio incapaz de encontrar en su vida cotidiana. Incluso esta condena nocturna sería olvidada al despertar. No obstante, la agradable sensación de tales palabras se grabaría en su mente para siempre.
—Si tan solo hubiera alguien o algo más que se encargara de acabar con nuestra historia...
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