Él Los Mató A Todos

Él Los Mató A Todos

Reunión (Primera parte)

7 de febrero de 2016

La noche era tan fría como de costumbre. Pero tal vez no resultaba así para Kassandra, quien había decidido vivir en otra provincia, al norte. Cuando regresó a la casa de sus padres junto a sus tres hijos, dos niños y una niña, recibió la nostalgia de sus años de infancia. Hubo cosas que eran diferentes, por supuesto; pero otras seguían siendo fieles a su memoria. La capilla de la virgen en el centro del parque, el alumbrado público, las pistas, las casas más llamativas. Sentía como si, además de viajar en el espacio, también lo hubiera hecho en el tiempo.

Sus padres, don Antonio y doña Regina, la estaban esperando en la puerta. Luego de bajar del taxi y de acortar distancias, se dieron un cálido abrazo con varios comentarios amables. Luego los niños se unieron y los cinco terminaron por regalarse más cariño de lo planeado. No obstante, debía haber más de cinco personas en escena. En esa casa, según lo que sabía Kassandra, sus padres no vivían solos. Los acompañaba Ángel, su hermano menor.

Contrario a lo que cualquier persona podría suponer, Ángel no era un niño ni un adolescente. Era un adulto de 27 años que no estudiaba ni trabajaba de manera estable, que había pasado gran parte de su tiempo en videojuegos y series de internet. Con la excusa de que el mundo no valoraría su talento, el cual nunca fue especificado, consiguió la aprobación de sus padres para evitar salir de esa vida por varios años.

Kassandra había discutido por teléfono con Antonio y Regina sobre este tema, sobre la independencia de Ángel; pero la posición de la madre no cambiaba con nada. Tal vez, tras la partida de la segunda hija, Mariana, temía quedarse sin la compañía del último que le quedaba. Antonio, por su parte, había intentado corregir la terquedad de su hijastro, siendo totalmente anulado por su cinismo.

Intuyendo el motivo de su ausencia en la recepción, Kassandra decidió entrar con sus hijos y dejar ese tema de lado.

Con solo ellos, la reunión familiar se llevó a cabo.

Pasado, presente y futuro. La conversación había recorrido todos los tiempos, durando hasta las doce de la noche. Todos ya se encontraban dormidos. Incluso Ángel había dejado de usar la computadora para acostarse en su habitación.

Mirtha, la hija de Kassandra y la menor de los hermanos, se despertó en medio de la oscuridad. A su alrededor, vio a Jacob y Pedro, durmiendo en sus respectivas camas sin hacer ruido. La razón de su despertar se debía a unas insoportables ganas de ir al baño. Como era lo suficientemente grande para girar la perilla de la puerta, salió con facilidad de la habitación y se dirigió al baño. Para su buena fortuna, la casa de tres pisos tenía un baño en cada uno. No había necesidad para la niña de nueve años de bajar las escaleras, lo cual resultaba peligroso sin supervisión adulta.

Dio cortos pasos, muy lentos, intentando no hacer el más mínimo ruido. Tenía un poco de miedo, ya que la única iluminación provenía de una lámpara en el pasillo.

Varios monstruos rondaban en la cabeza de un niño a esa edad, quienes se ocultaban supuestamente en las sombras. Por lo tanto, era entendible que aguardara esa sensación. Sin embargo, recordando lo dicho por su madre, "teme más a las personas", se llenó de valor y fue directo al sitio deseado.

Cuando se puso de pie frente a la puerta, algo cambió en el ambiente.

Oscuridad, solo oscuridad. Al parecer, la lámpara se había apagado.

Mirtha no supo qué hacer, entrar al baño o regresar a su habitación. Considerando que el baño contaba con su propio foco, era más práctico entrar y presionar el interruptor. Además, se encontraba más cerca que el dormitorio.

Las palabras de la madre se fueron con el viento. Ya no entraban razones lógicas en la cabeza de la niña.

Cuando se dispuso a entrar, el silencio fue roto. Varios pasos humanos consecutivos sonaron cada vez más fuerte, o mejor dicho, se acercaron con más velocidad. Mirtha se mantuvo inmóvil, cerrando los ojos con fuerza. Y solo los abrió cuando sintió una presión en su estómago que la impulsó contra la pared. Pudo sentir la respiración agitada de aquel ser que estaba frente a él, clavando un cuchillo en su cuerpo.

Sintió la presión varias veces más hasta que, finalmente, murió.

Como era de esperarse, los golpes repetidos hicieron que ambos hermanos despertaran. Pedro se levantó de la cama primero para escuchar a través de la puerta, colocando su mejilla sobre ella.

Consiguió oír pasos que se acercaban a una frecuencia constante, mas incrementándose la brusquedad con la que pisaban el suelo. Como si aquellos pies se volvieran más pesados con el tiempo.

Rápidamente, regresó a su cama. Jacob lo siguió con la mirada.

Ambos se cubrieron el cuerpo por completo con las frazadas.

Aquello al otro lado de la pared, mejor dicho, de la puerta, se detuvo. La puerta no pudo evitar que entrara.

Según la ojeada de Pedro, levantando la frazada hasta dejar una franja libre, el intruso se encontraba viendo a su hermano, fijamente. Luego, agudizando sus sentidos, pudo visualizar cómo su oscura cabeza, más oscura que su propio cuerpo, giraba en dirección a él.

Cubrió la franja con la frazada hasta quedar embargado en la profunda oscuridad.

Por otra parte, Jacob levantó la frazada para ver al intruso. Este se encontraba mirando fijamente a su hermano. Agudizando sus sentidos, pudo diferenciar su estática posición hasta dar con el hecho de que el individuo pretendía cruzar miradas.

Se aisló en la profunda oscuridad tras bajar la frazada.

Pasaron varios segundos que parecían minutos. Nada perturbaba el escenario. Ningún sonido, ningún movimiento, ningún presagio. Parecía ser la prolongación de una noche más.

Motivados por el miedo de que algo le hubiera ocurrido al hermano correspondiente, levantaron con bastante lentitud ambas frazadas.

La criatura veía a ambos a la vez.

Sacudió su cuerpo en todas las direcciones, arqueó la espalda como si quisiera vomitar y, acto seguido, su cabeza se hundió por el centro. Pero después de un momento, aquella división se extendió por todo su cuerpo hasta dividirlo en dos.

De cada parte nació un nuevo ser, y cada uno se encargó de cortar la garganta de su hermano más cercano. Murieron ahogados con su propia sangre.

El trágico incidente había ocurrido en el tercer piso.

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