Continuación de la novela La esposa del emperador...
Marcos ha conocido a la mujer que va a ser su emperatriz y hará todo para tenerla a su lado.
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15
Capítulo 15
Después de ver a los bandidos volverse cenizas por el gran fuego negro que los envolvió, Marcos, salió con Ema en sus brazos. Ella estaba muy cansada, tanto por el tiempo que estuvo peleando con la espada como por la gran cantidad de energía que utilizó para invocar esa cantidad de fuego, que se desmayó.
Afuera de donde ellos habían estado peleando con esos bandidos, ya los demás soldados habían podido poner orden y por suerte ya estaban sacando a los prisioneros y las personas que habían rescatado de la mano de la esclavitud.
Como no querían perder tiempo, tomaron unas carretas que eran usadas para el transporte de los diamantes, algunas tenían grandes cantidades de él todavía, y empezaron a subir a las personas que hasta hace unos momentos eran esclavos, ya que había muchos que estaban muy enfermos y desnutridos.
Los bandidos que fueron tomados como prisioneros, fueron encadenados unos detrás de los otros y ellos tendrían que caminar hasta llegar a donde los refuerzos los encontrarían, puesto que ya se habían mandado a dos hombres pidiendo carretas y más soldados a la capital.
Cuando Marcos salió de la mina con Ema en los brazos, los tres capitanes se acercaron de inmediato a ver que fue lo que había pasado con ella, mientras que los demás soldados solo miraban también preocupados.
-Tranquilos, solo se agotó y se desmayó. Necesita descansar y estará como nueva.
Dijo Marcos a los capitanes que ya habían llegado a su lado y veían a Ema muy cómoda entre los brazos del emperador. Para su vergüenza, estando en su estado de inconsciencia, Ema largó un pequeño ronquido, causando la risa de esos tres, que fue callada de inmediato al ver como los miraba Marcos.
Cuando los tres capitanes desaparecieron de allí, Marcos miró a Ema quien seguía con su leve ronquido, sonriendo como tonto enamorado.
-Eres hermosa.
Le dijo en un susurro.
Levantando la mirada, se dirigió a donde estaba su caballo, al llegar a él, vio que los capitanes estaban allí, por lo que les pregunto:
-¿Ya revisaron todo?
-Si emperador, no hay nadie más. Además, hemos encontrado unas carretas con diamantes, son en las que estamos transportando a las personas que eran prisioneras.
Dijo uno de los capitanes.
-¿Y los diamantes?
Preguntó Marcos.
-Los llevamos en las carretas, por las dudas de que alguien venga y que nosotros no estemos. Queríamos dejar a unos guardias, pero hemos tenido perdidas también y solo considero pertinente dejar cinco soldados, yo entre ellos. Ya mandé a dos soldados a buscar carretas y más soldaos a la capital, emperador.
-Perfecto, entonces nosotros nos vamos, te dejo encargado de todo. Si vez que vienen más bandido, huye, no te quedes a enfrentarlos. Total no quedaron diamantes que puedan obtener y nosotros podemos recuperas esta mina después, no arriesgues tu vida ni la de los soldados por nada.
-Si emperador.
Después de esa orden, Marcos colocó el cuerpo desmayado de Ema en el caballo y él se subió detrás de ella, sosteniéndola de la cintura para que no se cayera al suelo.
-Vamos, andando.
Dijo Marcos y tanto él como las carretas, los soldados y los prisioneros emprendieron camino a la capital.
...
Por otro lado, en la mansión del conde Víctor, tal y como había dicho Marcos, apenas había amanecido y ya los soldados que él dejó custodiando empezaron a movilizarse para llevar a Víctor a la capital como un prisionero.
Una hora después de que amaneciera, uno de los soldados, despertó al prisionero con una patada en las piernas, haciendo que saltara asustado y gritara. Su madre, quien estaba durmiendo en uno de los sillones de la sala, se despertó también sobresaltada.
-¿Qué es lo que hacen?
Dijo a los gritos al ver como el soldado se llevaba a su hijo a las rastras hasta la puerta.
-Ya amaneció, señora, llevaremos al prisionero a la capital.
Dijo el hombre sin detenerse, haciendo que Víctor gritara que lo soltaran y pidiera ayuda a su madre, quien en un ataque de locura se abalanzó en contra del soldado que llevaba a su hijo para tratar de liberarlo. El hombre para liberarse de ella solo le bastó un movimiento y ella ya estaba en el piso aturdido por el golpe.
Otro de los soldados que estaba presente al ver esto fue hasta donde estaba ella y la esposo también diciéndole:
-Esta detenida, señora, por intentar ayudar a un criminal a escapar y atacar a un soldado.
-¿Qué? ¡No! Ustedes no me pueden hacer esto.
-Hubiera pensado antes de hacer lo que hizo señora. Mire que tratar de ayudar a su hijo a escapar...
Así como se llevaban a Víctor antes, ahora también se lo llevaban a él y su madre también. Los dos fueron metidos en una carreta y llevados hasta la capital, por suerte para ellos, después de haber subido, les habían metido una bolsa de tela en la cabeza, por lo que al pasear por las calles de la capital las personas no pudieron reconocerlos, por lo que todavía no se sabía lo bajo que habían caído.
Al llegar al palacio, los bajaron y fueron llevados directamente a los calabozos, donde se los encerró juntos para que se estuvieran en silencio y no causaran un problema, ya después se haría su juicio.