La noche, a ese pueblo con un pasado oscuro, llegó y la brisa golpeaba fuerte sobre las puertas de todas las cabañas del pueblo Husdale. Los aullidos de lobos se hacían cada vez más fuerte y toda especie de aves desplegaban sus alas para dar vuelo alejándose apresuradamente de aquel pueblo como si algo malo sucediera en ese momento.
Oliver Hoffman, sentado con los brazos apoyado en la ventana de madera, veía el bosque Malwood desde su posición. La distancia entre el bosque y la casa de Oliver no era tanta solo caminaba de largo unos cuarenta pasos y llegaba dentro de aquel bosque que tanta intriga le causaba.
Se mordía los labios a la vez que sus pensamientos insistían en recorrer aquel bosque con pinta tenebrosa pero él trataba de resistirse y ser fuerte ante cualquier tentación.
—¡Oliver! —se sobresaltó en cuanto sintió la fuerte mano de su madre agarrarlo por los brazos hasta alejarlo de la ventana y soltarla con tal rudeza— ¡Cuántas veces te tengo que decir que no te acerques a la ventana! —exclamó su madre con la mirada furiosa.
Oliver sabía que su madre no le dejaba ni salir a tomar sol porque estaban en guerra, es por eso que la ilusión de ir al bosque siquiera se hacía más grande de lo que era. Su madre lo mataría antes de cruzar el umbral de la puerta.
—Perdón, no quise hacerlo —bajó la mirada jugando con las pulseras de su muñeca.
—Ya es muy tarde, por qué no te acuestas hace mucho frío para estar fuera de cama —propone la mujer algo más calmada y regalándole una sonrisa a su hijo.
Oliver arrastró sus pies hasta llegar a su habitación y colarse dentro de la cama, cerró sus ojos unos largos minutos y luego se levantó de golpe cuando sintió la puerta de la habitación de su madre cerrarse. Se colocó en puntillas y caminó hasta la sala sin hacer mucho ruido, agarró el mango de la puerta y de un solo empujón la llevó hacia atrás con la intención de no ocasionar chirrido tras otro que lo único que haría era despertar a su madre.
—¡Las zapatillas! —exclamó en un susurro bajo mirando hacia su pies descalzos.
Ya no había marcha atrás, no podía regresar a por ellas, no se podía arriesgar a que su madre lo pille.
Rendido, se puso en marcha hasta el bosque con total cuidado de no pisar heces de perro o excremento de caballo y aún peor sería toparse con alguna rama con púas, luego qué explicación le daría a su madre de llegar herido.
La grande niebla se extendía más y más conforme avanzaba hacia el bosque, los cuervos graznaban revoloteando en círculo alrededor de su cabeza. Oliver dando manotazos al aire para espantarlas y dando vueltas sintiendo el mareo repentino. Plumas de aves desplegándose de sus alas, caían sobre los cabellos rubios del chico quien ahora presa del pánico se tira al suelo con la intención de que los cuervos le pierdan de vista.
—¡ahh!— una mordedura en el dedo índice de la mano izquierda. Había arrancado parte de su uña y ahora la sangre brotaba desmesurado por la piel—. ¡¡Genug!!¹ —grita.
Los cuervos empezaron alejarse de él, pero no por el grito que lanzó. Un sonido del disparo de una escopeta sonó —se tapó los oídos— entonces otro disparo más y las aves desaparecieron de su vista.
Oliver aún echado y con el dolor en su dedo, incorporándose sobre los codos. Levantó la cabeza y en esa posición pudo observar a un chico con la tez pálida y cabello oscuro. Podría reparar en el color de sus ojos si tan solo la luna estuviese a su favor, pero al parecer no quería alumbrar mucho aquella noche.
No hacía falta ser adivino para saber que aquel chico había sido la causa de aquellos disparos y que gracias a ello esté vivo o por lo menos con las partes de su cuerpo en donde deberían de estar.
Se levantó completamente cerrando la mano en puño ocultando su dedo índice entre ellas. Por los nudillos Caían las gotas de sangre gota por gota pintando la tierra en una mancha pequeña de color escarlata. Su vista era tímida y endeble al notar la escopeta a su lado mirando en dirección al cielo.
Tragó saliva. Ambos se miraban sin poder quitarse la mirada el uno del otro. El chico dio media vuelta cortando el juego de miradas. Se adentró al bosque dejando a su paso una extraña sensación en Oliver quien parecía perdido y desconectado de la realidad «Escalofriante» pensó, frotando su brazo derecho con la mano izquierda.
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