–Acompáñame a inscribirme al club de matemáticas–
–¿Disculpa?– me detuve a mirar a quién tenía por amiga. –? A inscribirte a qué?–volví a repetir.
–A un club, me gustaría mejorar mis notas en matemáticas–
–Lo que traduce que quieres que Daniel juegue con su lengua en tu boca, ¿verdad?– me miró molesta y luego se echó a reír.
–¿Tan obvia soy?–
–Al menos sé que no te gustan los problematicos ni los inservibles, Daniel es un buen prospecto–
–Pero no quiere nada más allá del estudio el muy idiota–
–Oye, te acaba de escuchar–
–¡¿En serio?! – la palidez en su cara me hizo burlarme inmediatamente y supo que solamente eran mis inventos.
Ya me imaginaba que quién daría las tutorias sería ese Daniel, el que tenía uno de los mejores promedios en la escuela, era excelente con los números, no era tímido en lo adsoluto y sabía decir las cosas de manera amable y en el momento oportuno. Imagen de un buen tutor.
–¿De verdad te gusta o sólo quieres conquistarlo y ya?–
–Las tres. Me gusta, lo quiero y si se puede mejoraré mis notas, obviamente–
–Ánimo entonces, Mariposilla– apliqué lo que ella tanto me decía.
Terminamos yendo a la cancha para observar el partido del equipo de fútbol donde estaban tanto Sebastián como Henry, pero llegamos algo tarde para darles energía positiva ya que prácticamente lo tenían rodeado las chicas.
–Me pregunto, tú porqué no estás allí, ¿no se supone que también eres porrista O fingiste la baja para poder inscribirte al club lo más rápido posible? ¿Es eso verdad querida?– me burlé.
–Pero si estoy mal del estómago, que culpa– se tomó la barriga fingiendo.
Procedimos a sentarnos donde ya nos esperaba Lucas y desde allí tuvimos que enviarle saludos y besos a los chicos. Era tan gracioso ver a Henry esquivar los besos que desde la distancia le mandaba Erica mientras la gente los veía también. Son unos tontos pero son los mejores.
Afortunadamente el partido se resolvió a favor de la escuela y el equipo completo iría a celebrar.
–¡Ay Dios! Me duele todo mi sexy cuerpo y para rematar tengo que trabajar ahora– se quejó Henry al ver parqueado el auto de su chófer designado. –Ni siquiera puedo ir a celebrar el triunfo con los chicos ¡maldición!–
–¿Mi pobre angelito está tan adolorido?– pregunté haciendo carita triste para él, me miró y me respondió como un niñito de mamá.
–Pues recuerda que tú te lo buscaste, pequeño niño bonito– le apreté la mejilla con algo de fuerza para ganarme su mirada odiosa.
–¡Sueltame!–
–Te dejaré en paz sólo porque voy tarde al trabajo por verme su partido y debo conseguir transporte ya mismo–
–Vamos te llevo, no es como si tuviera prisa por ver los montones de papelería que me esperan– se ofreció a pesar de tocarse adolorido las mejillas.
Derrepente el pito del auto nos hizo apurarnos.
–Recuerda tomar tus antibioticos Sebas, te llamo más tarde– me despedí del grupo.
–Sube tonta– Henry me abrío la puerta.
–Vaya pero si que hay algo de caballero en ti por fuera del teatro– me burlé entrando al auto para darme cuenta que quien conducía era nada más y nada menos que su hermano mayor.
–Buenas tardes, señor Lombardi– saludé mirandole por el espejo retrovisor de en medio.
–Buenas, Señorita, ¿cómo le va en el día de hoy?— siguió el saludo.
–Perfectamente, gracias por preguntar. ¿Cómo le va a usted?–
–Ya dejen la charla plana y formal– Henry interrumpió.
–Qué infantil eres niño– comenté sacando mi celular.
–¿Por qué estas tú aquí? ¿A caso creíste que escaparía para celebrar con el equipo?– preguntó.
–Lo has hecho antes, ¿crees que este castigo no va en serio?– dijo Alexander con voz muy seria por lo que ignoré su pelea de miradas centrandome en mi celular l.
–Sé lo que hice y no voy a escapar– dijo molesta la persona a mi lado dándose por abatido de la mirada rígida de Alexander.
–Supondo qué usted va a casa, no señorita?–
–Ah, se me olvidaba, llévala a TOP Silliman, va tarde al trabajo. ¿Qué? quién te manda a hacer de chofer— se burló de su hermano.
Efectivamente me dejaron en mi destino y prácticamente tuve que salir corriendo como pude. No todas las veces solía ir a cambiarme de ropa, posar y sonreír para las cámaras, también iba a colaborarle a Elena, la organizadora de puesta en escena en jefe y a las chicas con el vestuario, el maquillaje, la utileria o cualquier otra cosa, lo que sea para no estar en las cuatro paredes de mi casa a solas y mirando al techo, era increíble ser independiente, pero también una tormenta la soledad.
Eso probablemente a parte de distraerme también me serviría para aprender y crecer mucho más de lo que era, además de que podría degustarme con los ojos viendo a tantas bellezas y diseños divinos de un lado y del otro. Amaba ese lugar, amaba ese mundo, pero no me veía siendo modelo por mucho tiempo no creía que pudiera soportar tanto como esas hermosas mujeres que terminaban creando toda una trayectoria profesional, mi objetivo sólo sería ahorrar el suficiente dinero para pagarme futuramente la carrera de Diseño de modas y seguir invertiendo en la línea de ropa que diseñaría algún día.
–Soy como una muñeca de plástico– suspiré viéndome al espejo sacándome la última prenda de la prueba de vestuario preparándome de cara al siguiente día.
–¿Por qué dices eso?– preguntó Elena sorprendiendome empujando el esqueleto con ruedas de aluminio donde estaban unos abrigos masculinos.
La eficiente Elena, era una de las que primero llegaba al trabajo y la última en irse. Le apasiona tanto su mundo que no dejaba nada a la suerte y si era de hacerlo ella misma lo hacía. Siempre la veía llevando y trayendo accesorios, carpetas, prendas incluso gente para dejar todo listo para el día siguiente a pesar de que contaba con un asistente y su equipo de trabajo.
–¿Necesitas ayuda con eso?– pregunté.
–Tiene ruedas, además no soy tan vieja, niña tonta– respondió haciendome reír.
–¿Qué con eso de ahora te crees una muñeca plástica? ¿No hablas de hacerte cirugía, verdad? Eres muy joven, ni yo pienso en eso– se tomó el rostro dimencionando.
–No para nada, sólo pensaba en voz alta, tú disculpa, sigue empujando tu caminadora de anciana– ella se echó a reír junto conmigo.
–Deberías invertir energías en cosas productivas que no te lleven a repensar que lo que haces no está valiendo la pena– me dijo y asentí ante su consejo.
–Gracias–
–Ah, otra cosa, será el jueves y no el viernes que llegarán los chicos de Lanús, deberías venir temprano para que ayudes a Lalit a no pasar vergüenza y puedan conseguir un autógrafo–
–Gracias por la información, Elena, te amo–
–Amas a todo el mundo, Azul– renegó dejándome sola.
Lanús era una banda de tres chicos que recientemente se volvió muy popular y que siempre venía a sus secciones de fotos para promocionar sus canciones o cosas publitarias a Silliman, pero que por mi reciente inclusión en temas laborales a la empresa no les conocía directamente y por lo tanto la idea de su llegada me emocionaba ya podría por primera vez conocer a gente famosa o tal vez tener siquiera un autógrafo, aún que para mi compañera de trabajo, Lalit, ellos estaban a otro nivel.
Inmediatamente de vuelta a casa saqué mi celular y llamé a la chica a contarle la primicia. Chilló hasta decir no más y luego se molestó consigo misma por no estar lista para recibir a sus tres novios que no saben que son sus novios, pero lo son.
–¿Crees que deba ir maquillada?–
–Trabajamos después de la escuela, Lalit, crees que llegar con dos kilos de maquillaje en la cara se verá natural?–
–Obviamente no llegaremos con el uniforme o si?–
–Todo depende, pero espero que no– respondí.
Ella junto conmigo y otras chicas éramos de las más jóvenes en Silliman, pero en nuestro caso puntual nos amigamos al siempre estar compartiendo mismos escenarios y rutinas, tanto que hasta ya se conocía con Erica y me había estado pidiendo conocer a mi grupo completo de amigos, pero yo a sabiendas de la propia realidad no podía simplemente juntarlos sin domarlos y prepararlos para no pasar vergüenza con sus imprudencias de “seducción” especialmente de Henry o la forma tan cariñosa de ser de Lucas.
Esos tontos...
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