Los chicos llegaron a la universidad. Bajaron de la moto, sólo segundos después llegó el Audi de Indigo. Aidan tomó a su amigo de un brazo y se lo llevó a la entrada del edificio para ir a sus salones, el pelirrojo no dijo nada, seguramente su amigo estaba molesto por la famosa reunión que tendría el viernes.
—Creo que no deberías estar con ese rostro todo el día— le reclamó Sayer mientras era jalado por los pasillos—. Tu humor arruinará tu día.
Aidan no dijo nada, sólo se enfocó en llegar al salón de clases y esperar la hora del almuerzo para hablar con Kilian. De igual manera pensaba en las palabras de su amigo, no era su idea arruinar su día con la molesta reunión. De todas maneras aún faltaban dos días para ello.
El profesor llegaba al salón saludando, cerró la puerta y dio inicio a las clases. El pelinegro dejó de pensar y se concentró en los estudios. Las horas fueron pasando y finalmente el timbre del receso sonó. Los chicos salieron del salón y se dirigieron al comedor, en el pasillo se encontraron con Kilian y Mael.
—Buenos días— les saludaron los mayores.
—Buenos días— respondieron los otros dos. Aidan le sonrió a Kilian.
Los cuatro se dirigieron al comedor. Cerca de ellos iban Indigo y Odris.
—¿Y cómo lo harás el viernes?— le preguntó Odris al castaño.
—Ustedes vayan y me esperan allá— le dijo Indigo—. Llegaré apenas termine la reunión con mis padres.
El chico asintió y continuaron caminando hacia el comedor.
Mientras que el grupo de cuatro se acomodaba en una mesa, Brenda y Gladys esperaron a Indigo y Odris.
—Kilian— le dijo Aidan—. El viernes no podré irme con ustedes, mis padres necesitan hablar de algo importante conmigo. Luego de eso iré con ustedes.
El mayor puso cara triste.
—¿Pero vendrás?— le preguntó Kilian.
—Por supuesto que sí— le sonrió Aidan—. Sólo deseo ver la Galaxia de Andrómeda.
—Te mostraré todo— le dijo el mayor con una pequeña sonrisa.
Mael lo quedó mirando y frunció levemente el ceño. Trataba de entender que sólo era el mejor amigo de Kilian, sin embargo le dolía ver como sus sentimientos iban dirigidos a otra persona y no él.
—Entonces me iré yo con ustedes— les dijo Sayer.
Mael espabiló y dibujó una sonrisa.
—No hay que preocuparse, le enviaremos la ubicación y Aidan llegará sin problemas— dijo mirando al pelinegro—. ¿Verdad qué estarás bien?.
—Lo estaré— le afirmó Aidan a Mael.
Kilian se sintió más tranquilo después de escuchar las palabras de su amigo, si él decía que todo estaba bien, entonces lo estaría. Siempre había confiado en el juicio de Mael.
—Bien, entonces comamos— les dijo Kilian.
Los chicos hicieron caso y continuaron mientras hablaban. Luego de terminar sus almuerzos, salieron al patio para tomar algo de aire. Mientras que Indigo, Odris y las dos chicas terminaban de afinar los detalles para el viernes.
El día finalmente pasó y los alumnos regresaron a sus casas. Ese día Aidan pudo terminar sus estudios más tranquilo después de hablar con Kilian. Después de regresar a sus casas los chicos se prepararon para las clases del día siguiente.
Los días fueron pasando y finalmente el viernes llegó. Las clases terminaron a las cinco de la tarde, Odris se despidió de Indigo. Él y las chicas se irían primero y esperarían a su amigo en el lugar indicado. Mientras que Kilian y Mael se llevaban a Sayer en su auto, Kilian le envió un mensaje a Aidan con la ubicación del lugar.
—Te veremos allá— se despidió Sayer antes de subir al auto de Kilian.
—Los veré allá— le sonrió Aidan.
—No comenzaremos sin ti— le dijo Kilian.
El pelinegro asintió con una sonrisa. Luego se subió a su moto y se fue directo a su casa, en el camino fue alcanzado por el auto de Indigo. El castaño miró la Honda roja y a su ocupante, hasta el momento no se había fijado como se veían las curvas de Aidan, sobretodo su trasero bien acomodado sobre el asiento. La luz cambió y ambos avanzaron, iban por el mismo camino después de todo seguían siendo vecinos. Llegaron a la casa de los Cinn, Aidan metió su moto en el garage, Indigo dejó su auto en la casa y luego cruzó al frente.
—Espero que no sea una reunión muy extensa— le dijo Indigo una vez estuvo con Aidan.
—Ambos sabemos que nos hablarán de la empresa, así que dejemos que digan lo que tengan que decir, y terminaremos pronto— dijo el pelinegro—. Tengo cosas más importantes que hacer.
Indigo frunció levemente el ceño.
—Para mí tampoco es agradable estar aquí— le dijo el castaño con rostro serio.
—Bien, entonces estamos de acuerdo en que nos odiamos y sólo haremos ésta alianza provisoria con la empresa por ellos— dijo Aidan molesto—. Ten en cuenta que sólo quiero vender mi parte porque no trabajaré jamás a tú lado.
Indigo apretó los puños por la rabia que sintió al escuchar esas palabras. Iba a responder aquello, pero sus ojos fueron a dar sobre el collar de Aidan. Si tanto lo odiaba, ¿por qué lo seguía usando?.
—Aunque tus ojos me digan cuanto odio me tienes, al parecer tú corazón siente otra cosa— le dijo el castaño mirando el collar mientras se acercaba.
Aidan sintió que sus mejillas se sonrojaban de golpe, la cercanía de Indigo y las palabras de éste lo habían dejado perplejo. De pronto abrieron la puerta, el pelinegro se asustó al ver a su padre.
—Así que ya habían llegado— les dijo Arturo con una sonrisa—. Entren.
Los chicos espabilaron y entraron a la casa. Se dirigieron a la sala, ahí estaban los padres de Indigo, ambos saludaron y luego se sentaron en un sillón frente a los cuatro adultos.
—Y bien— les dijo Indigo—. Ustedes dirán.
—Bueno, como ya saben Melvin y yo hemos pensado en entregar la empresa como herencia a ustedes— le dijo Arturo.
Los chicos pusieron rostros de satisfacción, para Indigo era el futuro por el cual había luchado, para Aidan el boleto que le daría el dinero para iniciar su nuevo negocio.
—Supongo que yo firmaré primero, estoy por salir de la universidad— dijo Indigo.
—En realidad pueden firmar los dos— dijo Melvin mirando a su hijo—. Pero nosotros buscamos una consolidación mayor que una simple firma de contrato.
A los chicos eso no les sonó muy bien.
—Un compromiso laboral es más fácil de romper, y nosotros pusimos sangre, sudor y lágrimas en esta empresa— les dijo Arturo.
—¿Y qué se supone quieren que hagamos?— preguntó Aidan.
Ambas madres se quedaron mirando, para ser sinceras ninguna estaba segura de que sus hijos fueran a aceptar el trato. Los hombres se miraron.
—Queremos que se unan en matrimonio— dijo Melvin mirando a Indigo. A su hijo prácticamente se le cayó la cara.
Los chicos quedaron en completo shock antes de decir alguna palabra, y antes que eso sucediera Arturo habló rápidamente.
—Entiendan que para nosotros esto es importante— les dijo el padre de Aidan—. Tienen que entender que no dejaremos la empresa a su suerte, no sabemos que pasará en un futuro y necesitamos que nuestros bienes prevalezcan.
—¿Qué?— dijo Aidan que fue el primero en espabilar de los dos. La situación le parecía demasiado apremiante, ¿cómo era posible qué sus padres hayan decidido algo así?. Él no podía casarse con su rival, ni siquiera se veía trabajando con él, menos hacerse compañeros de vida—. Yo no me voy a casar.
Ambos padres se quedaron mirando, Cleissy y Evelyn no decían nada pues ambas mujeres había quedado de acuerdo que sus maridos se harían cargo de la situación.
—Bueno— le dijo Arturo a su hijo—. Si no quieres casarte, la empresa será vendida al mejor postor.
—¡¿Qué?!— gritaron ambos chicos.
Indigo no podía perder lo que tanto había estudiado por largos años. Se había esforzado siempre para tener las mejores notas. Por su lado Aidan sabía que sin ese dinero le sería imposible cumplir su sueño de tener su propio negocio. Pero aún así ninguno se podía ver casado.
—No entiendo porque les molesta tanto— les dijo Melvin—. Se supone que le regalaste un collar de corazón. Creímos que con eso te estabas declarando.
Indigo miró a su padre con rostro avergonzado, aquel regalo ni siquiera había sido con esa intención. Miró a Aidan que estaba en completo silencio, seguramente pensando en que hacer.
—¿Y cómo se supone que tendremos hijos?— le preguntó al fin Aidan a su padre, sorprendiendo a Indigo—. Porque dudo que alguno se pueda embarazar— dijoj con ironía.
—Habíamos pensado en adopción o vientre de alquiler— dijo con simpleza Arturo—. Eso no será un problema.
Ambos chicos miraron a sus madres.
—¿Y ustedes no dirán nada?— les preguntó Indigo.
—Creo que no deberían ocultar más sus sentimientos— dijo Cleissy—. Indigo prometió que te protegería desde que naciste.
El pelinegro miró a su rival, Indigo ni siquiera se acordaba de aquella promesa.
—Realmente no lo entiendo— les dijo Evelyn—. Siempre creímos que tenían algo sólido.
—El odio— dijo Aidan molesto por toda la situación.
—Bueno— les dijo Arturo—. Eso era lo que teníamos que hablar con ustedes. Tendrán un tiempo para decidir su respuesta, por ahora hemos terminado.
Aidan se levantó molesto del sillón y fue a buscar su maleta para el viaje, lo único que quería por ahora era largarse lo más lejos posible de todos ellos.
—Me voy entonces— les dijo Indigo a los cuatro adultos. Se dirigió a la salida de la casa, luego cruzó a la suya y fue por su maleta.
Aidan por su lado se despidió de todos y salió rápidamente de la casa. Se dirigió a la calle y miró su celular, pediría un taxi para llegar a su destino.
—Sube— el Audi de Indigo se detenía frente a él.
—No, llamaré un taxi— le dijo el pelinegro.
—Súbete, tenemos que hablar.
—Tú y yo no tenemos nada de que hablar— dijo molesto el menor.
—Te guste o no tenemos que hablar, Aidan— le dijo Indigo.
El pelinegro lo quedó mirando. De mala gana guardó su maleta y se subió al copiloto.
—Ponte el cinturón— le dijo Indigo.
—No quiero.
—Ponte el cinturón— le insistió el castaño.
—No.
Indigo lo miró molesto, y de un rápido movimiento se acercó a Aidan y tiró del cinturón enganchándolo.
—Que te lo coloques— le dijo el castaño con voz molesta, sus rostros estaban a escasos centímetros, Aidan corrió la vista.
Indigo se sentó derecho, se puso el cinturón y echó a andar el vehículo.
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