La Caza en Ruinas
Diez días después.
El pueblo de Woodhaven, antes un tranquilo rincón residencial, era ahora un esqueleto de ruinas. El aire, denso con ceniza y un olor metálico persistente, era un recordatorio constante de la detonación del Proyecto Babel.
Dos figuras caminaban por una avenida cubierta de coches volcados y cuerpos putrefactos de las criaturas oscuras. Ambos llevaban capuchas grises que ocultaban sus rostros, pero sus movimientos eran precisos y sin esfuerzo, como si el caos fuera su entorno natural.
—Parece que no hay más supervivientes humanos en la zona cero, Marcos —dijo el hombre más bajo y musculoso, su voz áspera y baja.
—Ya lo sé, Poseidón —respondió el hombre más alto, con un tono más resonante—. El "punto de control" de Diego debe haberse ido. Si el niño está contaminado, no es un problema. Si es el genoma puro... es nuestro.
Un gruñido rasgó la quietud. De un edificio en ruinas emergieron tres criaturas oscuras, sus ojos rojos brillando en la penumbra. Detrás de ellas, una mosca mutante del tamaño de un puño zumbaba ruidosamente, probablemente atraída por el calor corporal de los hombres.
Marcos y Poseidón se detuvieron, sin mostrar ni un ápice de miedo.
—Un fastidio —murmuró Poseidón.
La mosca se lanzó primero, seguida por las criaturas. Marcos esquivó la embestida de una criatura con un movimiento fluido. Poseidón, por su parte, desató un torrente de golpes secos y brutales. Sus puños chocaron contra las criaturas con la fuerza de un martillo hidráulico, pulverizando el hueso y desgarrando la carne negra con cada impacto. Los monstruos volaron en pedazos, cayendo como sacos vacíos.
La Revelación
A pesar de su destreza, el número de monstruos seguía aumentando, atrayendo a más de las profundidades de las ruinas. Una de las criaturas logró flanquear a Poseidón, y antes de que pudiera reaccionar, le rasgó la tela de la capucha. El tejido se desgarró, revelando el rostro de Poseidón: un hombre de unos cuarenta años, con una barba y bigotes negros que enmarcaban una mirada severa. Sus ojos, de un rojo intenso y vibrante, eran el único color en la desolación.
Mientras tanto, otra garra alcanzó a Marcos, arrancando también su capucha. Bajo ella, se reveló un joven rubio de pelo largo y facciones afiladas, con los mismos ojos rojos encendidos. Ambos eran mutados, evolucionados, pero con un control consciente. Eran la versión controlada del Proyecto Babel. Los Cazadores.
Poseidón terminó con la última criatura con un golpe final que resonó como un disparo, dejando un cráter en el pavimento. Su respiración era agitada, pero no por el esfuerzo, sino por la furia contenida.
—Hemos perdido tiempo —dijo Marcos.
—Ya sabes la norma, Marcos. Tienen que morir todos.
En ese instante, una voz femenina, clara y cortante, rompió el silencio de la destrucción.
—¿Dónde está?
Poseidón se giró. En la sombra de un pórtico destrozado estaba ella. Su ropa estaba rasgada y empapada, y su cuerpo era una aterradora amalgama de humano y criatura. Su piel ya no era completamente negra, sino un mosaico de carne y basalto. La característica más escalofriante era su rostro: sobre su ojo izquierdo corría una cicatriz gruesa que partía su ceja. Su ojo derecho ardía en un rojo puro, pero el ojo de la cicatriz era completamente negro, con la pupila roja ardiente. Era una Híbrida.
—Marcos —dijo Poseidón, sin dejar de mirarla—. Mira a esa muchacha. Pregúntale si está bien.
Marcos, el joven rubio, avanzó cautelosamente, levantando las manos. —Oye, ¿te encuentras bien? Estamos buscando superviv...
La chica se movió. No. Emily se movió.
Su puño blindado con hueso chocó contra el rostro de Marcos con una velocidad sónica. Marcos voló hacia atrás, golpeando una pared con un crujido de metal. Poseidón dio un paso hacia adelante.
—No pierdan el tiempo conmigo, Rojos —siseó Emily. Su voz era una mezcla de la dulzura de su pasado y y un áspero zumbido metálico—. Solo díganme una cosa.
Ella estaba completamente fuera de sí, y aun así, completamente consciente de su objetivo.
—¿Dónde está Leopold? Si no me dicen dónde está, los mataré a los dos lentamente.
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