Acoplandose a su nueva realidad

Mar intentó conseguir otro empleo, pero Efraín se encargó de manchar su nombre, reseñándola como una vil ladrona y cerrándole todas las puertas en las empresas más importantes de Nueva York. Su obsesión no solo la perseguía a ella, sino que también alcanzó a Kayla, su mejor amiga y confidente, quien terminó despedida de manera injusta.

Cuando Mar lo supo, sintió que el mundo se derrumbaba.

—Lo siento mucho, Kayla… —murmuró, con los ojos anegados de lágrimas—. Me siento responsable de lo que te ha pasado.

Kayla, aunque dolida, la abrazó con fuerza.

—No te preocupes, Mar. No es tu culpa. Efraín es un hombre cruel y vengativo. Pero tranquila, encontraremos una solución.

Sin otra alternativa y con cada puerta cerrada, Mar, Kayla y el pequeño Jhosuat se vieron obligados a dejar Nueva York. Braulio, su abogado y amigo en común, les dio un consejo que sonaba más a salvación que a recomendación.

—Austin es una ciudad vibrante y llena de oportunidades. Allí podrán empezar de nuevo. Mar, podrías trabajar como mesera ya que Russell te cerró todas las puertas al poner esa mancha en tu currículum y tú, Kayla, con tu experiencia, encontrarás un buen lugar como asesora financiera.

Ellas aceptaron. La despedida con Braulio fue en silencio y abrazos largos. Poco después, Mar y su pequeña familia subieron al avión que los llevaría a Texas. Durante el vuelo, ella no pudo evitar que su mente regresara una y otra vez al mismo punto: Efraín Russell el hombre que había destruido la vida que con esfuerzo y sacrificio había forjado en New York.

—¿Cómo pudo hacerme esto? —pensaba, mordiendo su labio para contener las lágrimas—. ¿Cómo pudo arruinar mi vida solo por su enferma obsesión?

Kayla le sostuvo la mano, ofreciéndole una mirada llena de ternura.

—No te preocupes, Mar. Estoy aquí para ti. Juntas podemos superar cualquier obstáculo. Ese desgraciado no nos ha vencido, ya verás que saldremos adelante y en unos años esto será solo un horrible recuerdo.

Mar le regaló una sonrisa débil, pero sincera. En su interior sabía que no estaría de pie si no fuera por Kayla y su hijo, su motor.

Jhosuat, con apenas unos años de vida, tenía una percepción sorprendente para su edad. Sus ojos brillantes y su sonrisa luminosa contrastaban con el ambiente tenso que lo rodeaba. Aunque su madre intentaba ocultarlo, él había visto demasiado.

Durante las últimas semanas la había sorprendido llorando en silencio, creyendo que él dormía. También la había visto fingir sonrisas cuando, en realidad, su mirada se perdía en un abismo de tristeza. Incluso había notado cómo se quedaba absorta mirando por la ventana, con un gesto melancólico que él no comprendía del todo.

Mar le había dicho que dejaban Nueva York para que conociera Austin, pero Jhosuat intuía que esa no era la verdad. Sabía, de algún modo, que su madre huía de algo.

Decidió entonces convertirse en su apoyo. Ser el niño perfecto, el que le arrancara sonrisas en medio de la tormenta.

Durante el trayecto en avión hacia Austin, se sentó a su lado y le tomó la mano.

Mar lo miró con ternura y le apretó la manito con fuerza.

—Gracias, mi algodón de azúcar… —susurró con una sonrisa quebrada—. Eres un verdadero caballero.

El pequeño se sintió orgulloso. A su manera, comprendía que era el pilar de su madre.

Cuando llegaron a Austin, la ciudad los recibió con un aire cálido y distinto al frío de días atrás de New York Mar respiró hondo y, aunque el dolor seguía presente, el horizonte se dibujaba como una promesa de esperanza. Tomó de la mano a Jhosuat y sonrió. Había llegado el momento de comenzar de nuevo..

💫💫💫

En la misma ciudad Santiago Lombardi, en cambio, vivía en un mundo totalmente distinto. Su sola presencia imponía respeto. Era un hombre apuesto y carismático, mezcla perfecta de sus raíces: ojos azules herencia de su madre americana y cabello oscuro y ondulado legado de su padre italiano. Su sonrisa seductora iluminaba cualquier ambiente y su voz, grave y aterciopelada, podía hacer que cualquier mujer se sintiera única.

CEO de "Lombardi Media Group", Santiago había construido un imperio en el mundo de la publicidad. Su empresa, ubicada en el corazón de Austin, era sinónimo de prestigio e innovación, colaborando con marcas de talla internacional. Él era un líder nato, visionario, que sabía rodearse de mentes creativas a las que les brindaba la libertad de brillar.

A sus treinta años había logrado amasar una cuantiosa fortuna, esto debido a su disciplina y empezó en hacer de su compañía la mejor no solo de estados unidos, si no del mundo.

Su oficina, en un moderno rascacielos de cristal, tenía ventanales que ofrecían una vista panorámica de la ciudad. Sobria, elegante y minimalista, reflejaba su estilo: práctico, pero refinado.

En lo personal, su vida había sido tema recurrente en las portadas de revistas. Durante años, su relación con la modelo Fernanda Connors lo había colocado en el centro de todas las miradas: galas benéficas, desfiles de moda, fiestas privadas. La pareja perfecta. Sin embargo, los rumores corrían: cada vez se les veía menos juntos, y los medios comenzaban a especular sobre una posible ruptura.

A pesar de todo, Santiago conservaba una humildad que sorprendía a quienes lo conocían. Cercano, simpático y con un humor encantador, era de esos hombres que inspiraban confianza con apenas una mirada.

La mansión de los Lombardi, en las afueras de Austin, era un monumento a la elegancia. Rodeada de jardines cuidados hasta el más mínimo detalle y con una vista privilegiada al lago Travis, parecía sacada de una postal.

El diseño, obra de un renombrado arquitecto, reflejaba el clasicismo italiano que apasionaba a Leonardo Lombardi, patriarca de la familia. La entrada, flanqueada por columnas de mármol, conducía a un vestíbulo de ensueño, con una escalera curva que ascendía como un suspiro hacia el segundo piso.

Elizabeth Wilson Lombardi, madre de Santiago, había puesto su sello en cada rincón: un aire de glamour y refinamiento que contrastaba con la sobriedad de su esposo.

La habitación de Santiago, en el segundo nivel, era un refugio íntimo que combinaba modernidad y sofisticación. Paredes adornadas con arte contemporáneo adquirido en sus viajes, una cama de madera oscura con dosel de terciopelo, y una ventana amplia que regalaba la mejor vista del lago y los jardines.

El despacho de Leonardo, en la planta baja, era el alma intelectual de la casa. Estanterías repletas de libros antiguos, objetos de colección traídos de sus muchos viajes y una chimenea de piedra que se encendía en invierno daban al espacio un aire de solemnidad.

La mansión no era solo un símbolo de riqueza, sino un testimonio del amor de la familia por la historia, el arte y la tradición. Allí, entre lujos y valores, Santiago había crecido y se había forjado como el hombre que todos admiraban, actualmente un adicto al trabajo sin remedio...

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Comments

Carmen Palencia

Carmen Palencia

escritora me encanta esta novela pero nos da un solo capítulo quisiera que nos de varios capitulos seguidos que quiero seguir leyendo esta hermosa novela que es muy interesante

2025-10-02

9

Johanna Rojas

Johanna Rojas

hola, no soy de este grupo de lectoras, bueno porque leo las novelas ya terminadas. hasta este momento me ha llamado la atención. y espero no sea tan tardío que suban los cap. felicidades autora logras captar la atención lectora de tu publico lector.

2025-10-02

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Johanna Rojas

Johanna Rojas

hola, no soy de este grupo de lectoras, bueno porque leo las novelas ya terminadas. hasta este momento me ha llamado la atención. y espero no sea tan tardío que suban los cap. felicidades autora logras captar la atención lectora de tu publico lector.👏

2025-10-02

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