Ramyeon bajo la lluvia

La noche cayó sobre Seúl con una lluvia suave, casi melancólica. Las gotas resbalaban por los faroles de neón que iluminaban Myeongdong, reflejándose en los charcos como fragmentos de luz líquida. Jiwoo y Sora caminaban entre puestos callejeros, esquivando paraguas y aromas tentadores. El plan era simple: encontrar al vendedor que había presenciado la transacción del chip.

Sora llevaba una chaqueta impermeable azul marino que contrastaba con su piel clara. Su cabello, ahora suelto, se pegaba ligeramente a sus mejillas por la humedad. Jiwoo caminaba a su lado, con la capucha de su sudadera negra levantada. Su mirada se movía con precisión, escaneando rostros, gestos, movimientos. Parecía un cazador en terreno conocido.

—¿Seguro que está aquí? —preguntó Sora, con voz baja.

—Lo rastreé por su cuenta de delivery. Vende ramyeon con kimchi casero. Su carrito aparece en esta zona cada noche, justo antes de las diez.

El aroma los guio hasta una esquina donde una lona roja cubría un carrito de acero. Un hombre mayor, de rostro amable y manos curtidas, los recibió con una sonrisa.

—¿Ramyeon para dos?

Jiwoo asintió. Se sentaron en dos bancos bajos, bajo la protección de la lona. La lluvia golpeaba el plástico con un ritmo constante, como si marcara el tiempo de una conversación inevitable.

Mientras comían, Sora observaba los gestos del vendedor. Jiwoo le mostró discretamente una foto del chip en su teléfono.

—¿Reconoce esto?

El hombre palideció. Su mano tembló ligeramente al servir el caldo.

—No aquí —dijo en voz baja—. Vengan mañana al mercado de Gwangjang. Hay alguien que sabe más. Pero deben tener cuidado. Los que manejan eso… no perdonan errores.

Sora saboreó el caldo picante. El vapor le calentaba el rostro, pero no podía ignorar el escalofrío que le recorría la espalda. Jiwoo la miraba con ternura, como si intentara leer sus pensamientos.

—Nunca pensé que compartir ramyeon bajo la lluvia sería parte de una misión —dijo él, con una sonrisa leve.

—Nunca pensé que un hacker me salvaría la vida —respondió ella.

Sus manos se rozaron al tomar los palillos. El contacto fue breve, pero suficiente para encender algo. Jiwoo no apartó la mano. Sora tampoco.

—¿Recuerdas el festival de primavera en el instituto? —preguntó ella, sin mirar directamente.

Jiwoo asintió.

—Claro. Tú bailaste con ese chico de tercero. Yo estaba en la cabina de sonido, fingiendo que no me importaba.

—Y yo fingía que no te buscaba entre la multitud.

Ambos rieron, pero había una tristeza en sus voces. Una nostalgia que pesaba más que la lluvia.

—Siempre pensé que eras inalcanzable —dijo Jiwoo.

—Y yo pensaba que eras invisible. Hasta que me di cuenta de que eras el único que me miraba como si realmente me viera.

El silencio que siguió fue íntimo. La lluvia se intensificó, pero ellos no se movieron. En medio del caos, algo nacía entre ellos: deseo, peligro, conexión.

Jiwoo se inclinó ligeramente hacia ella.

—Sora…

Ella lo miró. Sus ojos brillaban con la luz de los faroles, y sus labios estaban entreabiertos, como si esperaran una confesión.

—¿Qué? —susurró.

—Si esto fuera otro momento… si no estuviéramos huyendo…

—¿Me besarías?

Jiwoo no respondió con palabras. Se acercó lentamente, como si cada centímetro fuera una decisión. Sus labios se encontraron con los de Sora en un beso suave, cargado de años de espera. Fue lento al principio, luego más profundo, más urgente. La lluvia los rodeaba, pero ellos estaban en su propio universo.

Cuando se separaron, Sora apoyó su frente en la de Jiwoo.

—Nunca imaginé que el chico del club de robótica besara así.

—Nunca imaginé que la fotógrafa estrella me dejaría hacerlo.

Ambos rieron, y el sonido fue como un bálsamo en medio de la tormenta.

El vendedor los observaba con una mezcla de ternura y preocupación.

—Mañana, Gwangjang. Pero vayan con cuidado. Hay ojos en todas partes.

Jiwoo pagó en efectivo, dejando una propina generosa. Tomó la mano de Sora y la guio por las calles mojadas, buscando un taxi que los llevara de regreso a Bukchon.

En el trayecto, Sora apoyó su cabeza en el hombro de Jiwoo. Él la rodeó con el brazo, protegiéndola del frío. No hablaron. No hacía falta.

Al llegar al refugio, se quitaron las chaquetas empapadas y se sentaron en el futón. Jiwoo encendió una lámpara tenue. La luz cálida contrastaba con el azul de las pantallas apagadas.

—¿Estás bien? —preguntó él.

—Sí. Pero tengo miedo.

—Yo también. Pero contigo… es diferente.

Sora se acercó. Sus dedos rozaron la mejilla de Jiwoo, aún húmeda por la lluvia. Él la tomó por la cintura, y sus labios se encontraron de nuevo. Esta vez, el beso fue más largo, más profundo. Sus cuerpos se acercaron, buscando calor, buscando respuestas.

descargar

¿Te gustó esta historia? Descarga la APP para mantener tu historial de lectura
descargar

Beneficios

Nuevos usuarios que descargaron la APP, pueden leer hasta 10 capítulos gratis

Recibir
NovelToon
Step Into A Different WORLD!
Download MangaToon APP on App Store and Google Play