La mansión había vuelto a sumergirse en la paz nocturna. El marqués y los niños dormían, y el personal estaba a punto de terminar sus labores del día. Un suave resplandor de luna iluminaba el jardín, donde Elaiza tomaba un poco de fresco en aquella noche calurosa. A su encuentro salió una figura familiar: Jorge, el ahora mayordomo y guardián de la casa, quien se acercó con sigilo, su voz un susurro en la quietud de la noche.
"Señorita Elaiza, me alegra verla", dijo Jorge. "He estado esperando todo el día para hablar con usted".
Elaiza lo miró con una mezcla de preocupación y complicidad. Sabía por qué estaba allí. "Yo también, Jorge. He estado pensando en... en el muchacho. ¿Has sabido algo?"
Jorge asintió, ella lo invitó a sentarse. "He investigado un poco. El padre de Marcello me dijo que solo recibió una carta del colegio, hace una semana, en la que le decían que llegaría a casa en la última semana del mes, igual que Tomás".
El corazón de Elaiza dio un vuelco. "Pero ya estamos en la última semana, y Tomás llegó hoy. ¿Por qué no ha llegado él?".
"Parece que no usó el boleto del tren", confesó Jorge, su voz bajando a un murmullo. "El pasaje es muy costoso. La escuela cubrió el 50% del viaje en tren, al parecer él optó por un transporte más económico".
"Pero, ¿cómo es posible?", exclamó Elaiza con un tono de indignación en su voz. "Le enviamos el dinero para su regreso este mes. ¿Dónde lo gastó? ¿Es que no entiende que debía usarlo para regresar?".
"No, señorita. No es por eso", se apresuró a explicar Jorge. "El padre de Marcello me comentó que su hijo ha estado guardando dinero cada ciclo escolar y cada cierto tiempo lo envía a casa. Por eso este año es el primero en venir de regreso. Su padre no quiere aceptar el dinero, pero al ser tantos en la familia lo usa para la comida y para reparaciones en la casa. Dijo que su hijo es muy noble, y que no le gusta gastar en cosas superfluas".
Elaiza se quedó en silencio, conmovida por la historia. "Pobre muchacho, por eso siempre me pareció que había algo más... Pensé que no quería saber de nosotros, que el dinero que le enviábamos era solo una formalidad. Pero no, él lo usa para ayudar a su familia, cuántas penurias habrá pasado él solo".
Jorge asintió. "Sí. Por eso le digo que no se preocupe, es un buen muchacho. Y su padre me dijo que se ha vuelto más maduro. Parece que las responsabilidades lo han hecho crecer".
"Y por eso no ha llegado a casa", dijo Elaiza con un suspiro. "La escuela militar solo le daba medio boleto, y él decidió no tomarlo para no gastar el dinero que le quedaba".
Jorge asintió y le ofreció una sonrisa tranquilizadora. "Es un muchacho honorable, señorita. Yo iré a su encuentro a la carretera mañana por la mañana. Espero que el destino me dé una oportunidad y llegue en el carruaje de los pasajeros del mediodía. Lo llevaré a su casa y le daré un poco de dinero para que pueda pasar sus vacaciones con tranquilidad".
Elaiza sonrió, aliviada de que Jorge se encargara de la situación. "Gracias, Jorge. Es un buen amigo. Agradezco que se preocupe por el muchacho. Por favor, asegúrese de que esté bien y de que no le falte nada". Sacó un monedero de su falda y le entregó algunas monedas.
Elaiza se despidió de Jorge con un apretón de manos. A pesar de los obstáculos que el destino ponía en su camino, sabía que Marcello era un buen muchacho y que sabría cuidarse solo.
Una semana había pasado desde que Tomás regresó, una semana llena de risas, de anécdotas y de comidas familiares. Pero para Rosalba, fue una semana de silencio. Cada mañana se despertaba con una mezcla de emoción y de nervios, esperando el momento en que vería a Marcello, pero la falta de noticias y de cartas la hacían dudar.
Rosalba estaba bordando con la señora Jenkins en el salón, sus ojos fijos en la aguja, pero su mente estaba en otra parte. El silencio en el que estaba sumergida fue interrumpido por la voz de la señora Jenkins. "Rosalba, ¿estás bien? Te noto distraída, tu bordado está lleno de nudos".
Rosalba se sobresaltó. "Lo siento, señora Jenkins, me siento un poco cansada. Creo que me vendría bien un poco de aire fresco".
"Claro, mi niña, ve a enjuagarte la cara para que te refresques.", dijo la señora Jenkins, su voz llena de preocupación.
Rosalba se levantó de inmediato. Con el pretexto de ir al baño, se dirigió a las áreas de servicio. El aire de la mansión estaba lleno de vida, pero Rosalba se sentía sola, incapaz de compartir sus preocupaciones con alguien.
Al llegar al patio, vio a Cecilia, la hermana menor de Marcello, tendiendo la ropa. Rosalba se acercó con cautela, su corazón latiendo con fuerza en su pecho.
"Hola, Cecilia", dijo, su voz con un tono casual. "es un día perfecto para que se seque la ropa ¿verdad?".
"Sí, señorita. Es un día muy soleggiato", respondió Cecilia, su voz suave y tranquila. "Y por lo que veo, usted también ha estado ocupada"
"Sí, tengo muchos deberes escolares", respondió Rosalba. "Y he estado muy ocupada con el regreso de mi hermano. Él me ha contado muchas historias de la academia. A propósito, ¿cómo está tu familia? ¿Ha llegado ya tu hermano? Me dijo Tomás que probablemente llegaría el fin de semana".
La sonrisa de Cecilia se iluminó. "Oh, sí, señorita. Llegó el domingo por la mañana. Se ha puesto muy contento al vernos. Y ha traído algunos regalos de la ciudad. Y por lo que veo, está muy bien. Ha crecido mucho, y se ha vuelto más serio y está muy guapo, pero su sonrisa sigue siendo la misma, no dudo que pronto consiga novia".
El corazón de Rosalba dio un vuelco. Una ola de alivio la inundó, pero al mismo tiempo aquello último acongojo a su corazón adolescente.
"Me alegro mucho por ti, Cecilia. Dale mis saludos a tu madre. Me alegra que esté de vuelta en casa tu hermano".
"Claro que sí, señorita Rosalba", respondió Cecilia, sus ojos brillando con una mezcla de alegría y de gratitud.
Rosalba se despidió de Cecilia con una sonrisa en sus labios.
La noticia de que Marcello había llegado a salvo, en lugar de traer paz, encendió una furia en Rosalba que no había sentido en mucho tiempo. Se retiró a su habitación, su corazón una tormenta de emociones. Se sentó en su cama, con libro de poemas en su mano. La flor, que antes había sido un símbolo de esperanza, ahora parecía una burla, una promesa vacía.
Se levantó y caminó de un lado a otro de su habitación, su mente un torbellino de pensamientos. ¿Por qué no le había escrito? ¿Por qué la había hecho esperar? ¿Acaso no le importaba su sufrimiento? La furia se convirtió en un nudo en su garganta, y las lágrimas que se había prometido no derramar se acumularon en sus ojos.
En su mente, se imaginó el reencuentro.
tal vez lo ignoraria. lo imagino en el jardín, le dio la espalda, y lo dejó con la palabra en la boca. "Esperé una semana, Marcello", le decía en su mente. "Y no te preocupaste en escribirme una sola línea. No te atrevas a hablarme".
o tal vez si le gritaba el reaccionaría. Su voz se quebró de la rabia. "Te odio, te odio, te odio". Lo confrontaria, le exigíaria explicaciones, y le decía que había arruinado su vida, que la había hecho sufrir. "Si me hubieras escrito, si me hubieras dado una sola señal de vida, no habría sufrido tanto. ¿Crees que no me importas? ¿Crees que soy una niña que solo piensa en sí misma? Eres un cobarde, un cobarde que me ha hecho sufrir".
se imsgino lo abofeteandolo. La mano le picaba de la rabia. Le daria una bofetada tan fuerte que le dejaria la marca de sus dedos en la cara. Y él, con los ojos llenos de sorpresa y de arrepentimiento, no le diria nada.
La realidad, sin embargo, era diferente. Se miró en el espejo, su rostro pálido y sus ojos hinchados. Se sentía avergonzada de su rabia, de sus fantasías de venganza. Se prometió a sí misma que cualquier reacción que fuera no le daría el gusto de verla sufrir.
Se puso un vestido sencillo, se peinó el cabello, y salió de su habitación, con la rosa seca guardada en el libro todavía en su mano. Iba a la casa de los jardineros. Iba a confrontarlo. Iba a ver por qué se había olvidado de ella.
El corazón le latía con fuerza en el pecho. La ira, el dolor, la frustración... todo se mezclaba en una sensación de nerviosismo. Se preguntaba cuál versión de su imaginación era la mejor para actuar.
Rosalba avanzó por el sendero, su paso se hizo más lento al acercarse a la casa de los jardineros. La ira que la había impulsado a salir de la mansión se desvaneció, reemplazada por la incertidumbre y el nerviosismo. Y entonces, lo vio.
Marcello, ahora un hombre joven, poseía una belleza austera, tallada por el trabajo duro y los años de disciplina. Su rostro, ahora era anguloso y definido, con pómulos prominentes y una mandíbula fuerte. Su cabello oscuro, estaba cortado de forma ordenada y práctica.vA pesar de su apariencia robusta, lo más notable de él eran sus ojos: de un marrón profundo, que reflejaban la inteligencia y la seriedad que lo habían llevado al segundo puesto en la academia. A diferencia de Tomás, que vestía de forma impecable, Marcello prefería la ropa humilde, de tela tosca, pero siempre limpia y cuidada. Esta ropa, que Tomás pensaba que era el reflejo de una vida de pobreza, era para Marcello era un símbolo de su esfuerzo y de su honestidad.
Se detuvo frente a su casa, de pronto una joven más o menos de su edad salió a su encuentro, Rosalba no la reconocía, conocía a todos sus hermanos y está no era uno de ellos. La joven lo tomó del brazo de una forma demásiado familiar y lo llevo a dentro de la casa, y el mundo de Rosalba se detuvo.
La ira que había sentido se disipó, reemplazada por una sensación de dolor. Rosalba se quedó allí, inmóvil, incapaz de moverse, incapaz de reaccionar. Su corazón, que había estado lleno de emoción, se rompió en pedazos. El libro que tenía en su mano, lo soltó, y cayó al suelo, como la promesa que se había roto.
El rostro de Rosalba se llenó de dolor. Se sintió avergonzada de su rabia, de sus fantasías de venganza. Se sintió avergonzada de su amor. Se dio la vuelta y se fue, con lágrimas en los ojos. La confrontación, la venganza, todo se había desvanecido. El único sentimiento que le quedaba era el dolor.
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Updated 26 Episodes
Comments
Melisuga
A lo mejor solo está ayudando a su padre con las reparaciones de la casa y no ha tenido tiempo para otra cosa.
2025-10-08
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Melisuga
Creo que Rosalba sacó conclusiones demasiado anticipadas. ¿Será realmente está chica la pareja de Marcello?
2025-10-08
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