“El Sabor De La Traición” 5

La mansión Kaelis podía parecer intimidante a los ojos de un visitante, con sus corredores interminables, columnas altas y jardines que parecían sacados de un cuento. Pero para quienes trabajaban allí, lo más valioso no eran los muros, sino la forma en que el joven amo los trataba.

Esa mañana, Lioren apareció en la lavandería con un par de cestas en los brazos.

¡Señorito! ¿Qué hace cargando eso?

Lioren Kaelis [O.D]

Ayudando, ¿qué más?

Pero estas cosas son trabajo nuestro…

Lioren Kaelis [O.D]

[dejando la cesta en la mesa] ¿Y qué hay de malo en compartirlo? Además, si me pongo a doblar una sábana seguro me hago un nudo, y así tendrán algo de qué reírse

[No pudo evitar soltar una carcajada.]

Más tarde, en la biblioteca, encontró a un joven aprendiz de mayordomo tropezando con una bandeja de tazas. Lioren reaccionó al instante, atrapando una de ellas antes de que cayera al suelo.

Lioren Kaelis [O.D]

¡Uy, por poco! Si esto fuera una prueba, habría pasado raspando

Oliver

[sonrojado]Lo siento, joven amo… siempre arruino todo.

Lioren Kaelis [O.D]

No digas eso. La única vez que uno fracasa de verdad… es cuando deja de intentarlo.

Oliver

[Lo miró con los ojos brillantes.]

Al atardecer, mientras paseaba por los jardines, notó a la cocinera más anciana de la casa descansando en un banco, con gesto cansado. Lioren se sentó a su lado y le tendió una bolsita de tela.

？？？

¿Y esto?

Lioren Kaelis [O.D]

Té de manzanilla con miel. Lo preparé yo. Dicen que ayuda con el dolor de espalda.

？？？

¿Usted, preparando té?

Lioren Kaelis [O.D]

Ya sé lo que piensa… y sí, la cocina sobrevivió. [dijo con una risita.]

？？？

[Rió con él y le apretó la mano con ternura.]

Quien lo viera así, siempre sonriendo, siempre atento a cada detalle, nunca imaginaría la fuerza escondida bajo esa dulzura. Para los empleados, Lioren era mucho más que un heredero: era el alma de la casa.

En algún rincón, observando en silencio, estaba Evander. El nuevo chef lo veía interactuar con todos, regalando sonrisas y cuidados, y algo en su interior se tensaba. La misión dictaba una cosa. Su corazón, cada vez con más fuerza, empezaba a dictar otra.