*EN TIEMPOS ANTIGUOS*
En tiempos remotos, los reinos de Sargón y Al-Mad eran un reflejo de la ambición y el despilfarro. Mientras sus monarcas gozaban de riquezas desmedidas y usaban sus dones para oprimir a los débiles, una rivalidad ancestral consumía la historia del continente. Ambos anhelaban el poder supremo de unificar el imperio y someter a todos a sus ideales. Su mayor sueño era forjar la unificada Selim-Al, un título que les otorgaría la más alta nobleza y el estatus de Emperador.
El reino de Sargón, el más antiguo del continente, se regía por las estrictas costumbres de sus ancestros. Sus gobernantes solo anhelaban el poder, y no dudaban en desatar guerras para conseguirlo. La tradición exigía que sus herederos fueran varones legítimos, una regla que puso a prueba al primer rey, Alfonso. Tras tener dos hijas a las que casó en reinos lejanos para fortalecer alianzas, finalmente tuvo un hijo: Alfonso II. Este, a su vez, se convirtió en el padre de Benedict, quien, al ser el único heredero, asumió el trono prematuramente, cargando sobre sus hombros el peso de una dinastía.
Con solo 20 años, Benedict fue coronado rey y, contra todo pronóstico, decidió buscar la paz. Su matrimonio con la princesa Mariel, de 17 años, fue una alianza estratégica con el poderoso reino de Zarop. Conocida por su gran nobleza e inteligencia, Mariel era amada por su pueblo y, ahora, se convertía en la nueva reina de Sargón. Aunque su unión era un arreglo de conveniencia, la conexión entre ellos fue instantánea. Esa misma noche de bodas, la atracción y el afecto surgieron entre los dos, desafiando las frías expectativas de su unión, el respeto mutuo se transformó en un amor sincero, sellando un destino que ninguno de los dos esperaba.
Conocido por ser un hombre justo y respetuoso, el rey Benedict estaba decidido a marcar la diferencia en su reinado. Con la ayuda de su amada esposa, Mariel, creía firmemente que podía guiar a Sargón a su mejor época. Durante sus primeros años de matrimonio, la pareja se dedicó a conocerse, y su amor se fortaleció. Benedict, valorando la inteligencia de su reina, le permitió participar en las juntas, donde sus ideas para mejorar el reino eran siempre bienvenidas.
Su liderazgo, marcado por la caridad y la unión, trajo consigo un periodo de abundancia.
El pueblo los amaba, y su felicidad se reflejaba en los campos, donde los agricultores trabajaban con alegría.
Después de tres años de matrimonio, la reina Mariel finalmente quedó embarazada. La noticia fue recibida con inmensa alegría, pues concebir a su primogénito era una noticia de gran revuelo, no sólo por la pareja real, sino para todo el pueblo, que lo vio como una señal de fertilidad y armonía.
Por el contrario, el reino de Al-Mad se distinguía por sus ideales de paz y los matrimonios por amor; sus reyes solo eran coronados una vez casados. Sin embargo, detrás de esta fachada de armonía, se escondía una ambición igual de grande que la de Sargón: la meta de unificar el imperio y convertirse en los nuevos emperadores.
El actual monarca, el rey Joaquín, de 35 años, llevaba una década en el trono y en un matrimonio sin descendencia. Hombre serio, desconfiado y astuto para los negocios, su frío exterior contrastaba con la devoción que sentía por su esposa, la reina Virginia. Ella, una mujer encantadora de 27 años, provenía del poderoso reino de Al-Nasr. Su amabilidad, carisma y fuerte carácter la convertían en una líder decidida que anhelaba ver a su pueblo y a su familia prosperar.
A pesar de que su matrimonio nació del amor, la falta de un heredero y las múltiples pérdidas habían creado una brecha entre ellos. La angustia del rey se manifestaba en una obsesión por la guerra, buscando en el conflicto una distracción a su pesar.
La corona de Al-Mad seguía sin un futuro claro, consumida por una tristeza que amenazaba con devorar su aparente paz.
La Reina Virginia amaba profundamente a su esposo. Ella sabía que, detrás de su fachada fría y ambiciosa, se escondía un hombre noble consumido por el poder. Le dolía verlo apagado, con el semblante gris de un muerto en vida. Cada noche, entraba a sus aposentos para reconfortarlo, y en esos momentos de intimidad, se amaban en medio del dolor.
Con voz dulce y atenta, la reina intentaba persuadirlo de dejar de lado las disputas, buscando siempre la forma de hacerlo entrar en razón sin ofenderlo. Lo amaba, pero al mismo tiempo odiaba la distancia que se había creado entre ellos. Su amor era un faro de esperanza en un mar de frustración.
Rey Benedic de Sargón y su Reina Mariel de Zarop (Reyno de Sargón)
Rey Joaquin de Al-Mad y su Reina Virginia de Al-Nasr (Reino de Al-Mad)
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Elizabeth Sánchez Herrera
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2025-08-07
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