ruega por silencio

Y llego el bendito lunes, estar con mamá y sus hijos gran parte del día de ayer fue una pesadilla, David tiene once años y no paraba de blasfemar todo el tiempo y lo más hartante de todo, es que no usaba correctamente los insultos. En cambio Damián, tiene dieciséis y creí poder llevarme mejor con él, pero el muy imbécil me lanzaba insinuaciones sexuales a cada momento y siempre que veía oportunidad alzaba mi falda para ver mi ropa interior. Había preferido a los que estaban en el restaurante horas antes que los idiotas a la hora de ir a chesseplay.

-. Es hora de levantar.- no le conté nada a papá con respecto a mis medios hermanos, solo le dije que fuimos a comer y a dar un paseo por el parque de greenpaw un rato y eso fue todo; lo hubiera destrozado la noticia de que mi madre siguió con su vida como si nada.

-. En un momento me levanto.- aun no salía del agonizante letargo que me envuelve cada mañana en semana de escuela. ¿Es acaso una maldición?

Me levante e hice toda mi rutina matutina antes de bajar a desayunar, sentía la cabeza a reventar y los ojos a punto de cerrarse. En toda mi cara estaba escrita la palabra insomnio, no pude dormir nada pensando en cómo cambiaria mi vida con la repentina aparición de mi madre.

Tome mi mochila de la silla de mi escritorio y fui escaleras abajo para encontrarme a un papá muy sonriente esa mañana.

-. ¿Qué te paso esta mañana? ¿Te visito el hada de los dientes acaso?

Podría oírlo reír toda la vida, son escasas las veces que lo hace tan abiertamente que atesoro todas y cada una de ellas.

-. ¿Aún no me perdonas lo de la hada de los dientes?

-. ¡Claro que no! ¡Por tu culpa perdí todos mi dientecitos de leche y no recibí mi dinero!

-. Vamos hija eso fue hace años; supéralo y vente a desayunar que ya hay que irnos.

Hice un puchero de disgusto y comencé a desayunar mi cereal, tan solo eran las siete de la mañana y aun tenia hora y media para llegar a la escuela, papá se sentó conmigo a tomar su café de todas las mañanas y leía el periódico mientras yo veía en la televisión las mascotas maravilla.

-. Hija.

-. ¿Sí?

-. Pasare por ti cuando terminen las clases.

-. ¿Por?

Dejo el periódico aun lado de su taza vacía; y dirige su mirada a mí.

-. Tu abuelo me pidió cerrara un contrato con la familia Livingstone en Contenver.

-. ¿Contenver? Ese pueblo queda a tres horas de aquí, ¿Por qué ir hoy y no el fin de semana? Iríamos más temprano y quizás podríamos pasar a la costa de Farfalla.

Lo pensó un momento pero no lo convencí, hace años que no visitamos la costa de Farfalla; sé qué hace un frio infernal en Contenver y más cerca del mar. Pero adoro ese lugar tan lleno de misticismo por cada rincón que es inevitable no sentirte en un cuento de hadas con sus frondosos bosques de encino y pino.

-. No hija, vamos hoy que quiero salir de ese compromiso con esa familia.

-. De acuerdo.

No quise seguir insistiendo o podría molestarlo y arruinar su buen humor del día, mejor aprovechar y pedirle más dinero para el receso.

Subimos a la camioneta y nos fuimos rumbo a mi prisión por ocho horas, no odiaba las escuela; pero si la idea de tener que levantarme todos los días temprano por más de la mitad de mi vida.

-. Papá ¿Por qué tenemos que ir a la escuela?

-. Para que no seas una ignorante y puedas tener una buena vida tú y tus hijos.

¿Hijos?

-. ¿Quién dice que voy a tener hijos? ¡Adoptare treinta perros y veinte gatos!

Papá alzo una ceja en forma de burla, no me deja tener mascotas porque dice que primero tengo que aprender a cuidar de mi misma antes de condenar la vida de alguien más. Puede que sea un poco olvidadiza y torpemente estúpida. Pero si me siento capaz de cuidar de un cuyo o un perro.

-. Como digas, pero yo si quiero nietos.

Voltee a un lado, Papá seguía con una sonrisa en sus labios mientras conducía, faltaba poco para llegar, era ahora o nunca sabría el motivo de su felicidad.

-. Papá ¿Por qué estás tan feliz?

Suspiro y sin despegar la mirada del camino tomo mi mano izquierda y la beso.

-. El día de ayer fue Daniela a la granja y lucia realmente bellísima. No la había visto desde que me case con tu madre.

Sus ojos se inundaron en nostalgia, jamás en mis trece años de vida había oído de esa mujer. Pero tal parecía que era muy importante para él.

-. ¿Daniela? ¿Quién es ella?

-. La mujer que deje por tu madre, el mayor de mi errores siempre fue fijarme en ella.

Eso dolió, en verdad me dolió escuchar que mamá fue su mayor error en la vida y me incluye a mí en ese error.

-. Daniela y yo nos conocíamos desde niños, pero nuestra relación cambio al pasar los años; en verdad la amaba, aun a la fecha no sé porque me deje engatusar por tu madre, sin pudiera regresar el tiempo atrás y volver a vivir, me quedaría con Daniela sin dudarlo ni un segundo y podríamos haber sido felices y...

-. ¡Basta!.- estábamos ya en la entrada de la escuela, muchos voltearon a nuestra dirección por mi grito, papá parecía confundido.- has tu vida con esa mujer si así te parece mejor, pero por favor, no vuelvas a decir que mamá fue un error. Que de ese error nací yo.

Mis ojos se inundaron en lágrimas que negaba a derramar, cuando por fin entendió todo lo que dijo era demasiado tarde para pedir perdón. Nunca fui una hija deseada, pero no tenían que recordármelo cada que tenían oportunidad.

-. Hija.

-. Ve tranquilo, no pasa nada papi.- intente sonreír para hacerlo sentir mejor, papá suele tener decaídas cuando se siente culpable.- ten un buen día y recuerda traerte un suéter más al rato que vamos a un lugar que hace mucho frio.- eso lo calmo, porque me devolvió la sonrisa y el brillo en sus ojos volvió.

-. Ten un buen día, princesa.

Baje de la camioneta aun fingiendo estar bien, solo quería llegar al baño y encerrarme ahí el tiempo que fuera necesario para calmar mi maltrecho corazón.

En momento como estos, odio ser tan sociable, todos me saludaban cuando me veían y ya no soportaba más cargar con la falsedad de una sonrisa.

Entre corriendo a los baños y me encerré en un cubículo, subí los pies al retrete tapado y abrace mi mochila para callar los sollozos que escapaban de mis labios.

Sé que las personas suelen decir cosas de las que se arrepienten cuando no están en sus cinco sentidos, pero eso no apacigua mi dolor.

Cuando escuche el timbre de entrada y ya no vi a nadie en los baños, salí de mi escondite. Me pare frente al espejo, lucia deplorable y cansada; abrí el grifo de un lavamanos, moje mi rostro y eso logro reparar un poco mi semblante.

Al menos podría pasar desapercibida y sin la necesidad de contestar preguntas de las que ni yo se las respuestas.

Tome una gran bocanada de aire antes de entrar a mi aula, para mi buena fortuna todos estaban en su propia platica y no prestaban ni la más mínima atención a su entorno.

Fui a mi asiento y espere a que Jaqueline dejara de hablar con Noel para que se diera cuenta de mi presencia. Pero se cambió de lugar a su lado y me dejo sola en el fondo del aula.

¿Por qué cuando más necesitas compañía, más sola te quedas?

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